jueves, 25 de octubre de 2012

Leonor de Aquitania

Una bella dama yace, leyendo un libro, sobre una sepultura en la abadía de Fontevraud. Es Leonor, duquesa de Aquitania, dos veces reina. Junto a ella, compartiendo el sueño eterno, otra estatua yacente se abraza a su espada, la del rey más famoso de la Edad Media, Ricardo Corazón de León. 

 Su padre la instruye como a un niño, no como a una niña, enseñándole a leer y escribir, a dominar el latín, la práctica militar e incluso la caza. De este modo, Leonor crece como una niña singular, para convertirse en una mujer que quedará en la historia para siempre.
No hay que olvidar que en el siglo XII las mujeres estaban confinadas al hogar, a cuidar de los hijos y del marido, sin tener voz ni voto en esa sociedad de la Edad Media. Leonor rompe con todo eso, demostrando su fuerte personalidad y su valentía en todo momento, que queda reflejada en distintos libros que se siguen escribiendo todavía en la actualidad sobre su persona.


Entorno a Leonor de Aquitania existe una leyenda negra alimentada por el paso de los siglos y la multitud de elucubraciones que se han hecho en relación a su comportamiento, su aspecto físico, su espléndida preparación cultural, su amor por el mundo trovadoresco y su increíble fortaleza, pues vivió ochenta años en un mundo en el que la esperanza de vida era mucho menor. Una trascendencia nada habitual para una mujer de la época.
Esta visión tan negativa de la duquesa de Aquitania comienza con los testimonios que recogen los monjes y los clérigos de la época, quienes se encargaron, tal vez bajo una mirada de desconfianza hacia la mujer, de mostrar a una Leonor que, lejos de llevar una vida tranquila, transgrede las normas habituales. Además, y como muestra inequívoca de maldad, la describen como una mujer muy bella y por ello sospechosa de cualquier acción contra los hombres.

Leonor de Aquitania y Luis VII
En épocas posteriores, los documentos que éstos últimos dejaron fueron interpretados por historiadores, quienes adoptan diferentes posturas entorno a la figura de Leonor. Los franceses reprocharán a Leonor haber roto, con su conducta y su divorcio, la unidad francesa . Otros, por el contrario, describen a Leonor como una reina avariciosa, egoísta, elucubradora y sedienta de poder. Un tercer grupo de historiadores considera a Leonor de Aquitania como una de las primeras feministas de la Historia. Hay por tanto, interpretaciones para todos los gustos.
Independientemente de estas ideas, y como dijo Jean Flori, el mejor biógrafo de Leonor de Aquitania, no es posible separar a Leonor de su leyenda porque tan sólo la conocemos a través de ésta .
Por último, cabe recordar que Leonor fue dos veces reina y madre de tres reyes. Intentó vivir la vida que ella quería. Así nace la historia sobre Leonor de Aquitania, una mujer entre el mito y el símbolo.

Biografía de Leonor de Aquitania
Leonor de Aquitania (Poitiers 1122- Abadía de Fontevraud 1204), fue consorte de Francia e Inglaterra tras su matrimonio con Luis VII de Francia primero y Enrique II de Inglaterra después. No obstante, ella aportó numerosas posesiones a sus matrimonios, como el ducado de Aquitania, terreno que le dio el nombre y el prestigio internacional.

Fue la primogénita de Aenor de Chatellerault y Guillermo X, duque de Aquitania, quien se encargó de educarla en el arte de leer y escribir, la cetrería, la caza y la estrategia militar, tal y como se educaría a un varón y no a una mujer.

A la muerte de éste, cuando Leonor solo contaba con 13 años -o 15, puesto que no se ha podido corroborar su fecha de nacimiento, que se fija en 1122 o 1124-, se convierte en la heredera del condado de Poitiers y del Ducado de Gascuña y Aquitania, una extensísima porción de terreno que llegaba hasta los Pirineos y de la que su padre se encargó que sólo pudiese ser heredada por sus descendientes directos y nunca pasase a manos de sus maridos.
Blasón de Poitiers
Ese mismo verano de 1137, Leonor se casa con Luis VII de Francia, de tan sólo dieciséis años. La joven duquesa abandonaba el esplendor y la alegría de la corte de sus padres para vivir en un mundo totalmente distinto al suyo. En París no había trovadores, ni fiestas, ni poesía. Reinaba la austeridad y la piedad. Sorprendida primero y dispuesta después a cambiar la situación intentando introducir las costumbres de su propio ducado en la corte capeta, Leonor fue foco de críticas y desaires por parte de muchos.

Intenta llenar ese vacío con juglares que recoge y que son considerados por muchos, tal vez por desconocimiento sobre quienes eran y qué hacían, como una ofensa, aunque esto no es más que el intento de copiar el ambiente que ella había vivido desde pequeña en su casa. Leonor continúa de esta forma la tradición familiar (a su abuelo Guillermo IX se le atribuyen los versos más antiguos encontrados en el reino de Francia, escritos en lengua de oc) de proteger y ayudar a la poesía trovadoresca tanto en Francia como en Inglaterra. 

El matrimonio entre ambos empieza a desmoronarse tras unos enfrentamientos directos con el Papa a causa de la boda de la hermana de Leonor, Petronila, con Raúl de Vermandois, el primo del Rey, casado con Eleonora, sobrina de un conde poderoso que no permite el desaire que se hace a su familia. Tras poner en jaque a la diplomacia francesa y vaticana, Leonor, que encabeza la petición, y su marido Luis consiguen que el matrimonio se acepte.

Tras este tiempo de conflictos del que se derivó una matanza, Luis VII decide emprender camino, tal vez para redimirse de sus pecados, hacia la cruzada que tuvo lugar en 1144. Leonor decide acompañar a su marido. Dice un cronista de la época, Nicetas Conictes, que ella participó en la contienda, que se la podría situar entre las lanzas y los escudos, montando su caballo como cualquier varón.

En 1147, tras la convocatoria de cruzada que hizo Bernardo de Claraval en Vézelay, el piadoso rey francés decidió unirse al ejército cruzado. Sorprendentemente, Leonor decidió acompañarle, hecho que animó a muchas damas de la corte a unirse a sus maridos. Esta fue la excusa perfecta para culpar a las mujeres del desastre de la segunda cruzada. Un ejército acompañado de mujeres, fuente de pecado, como hijas de Eva que eran, no podía tener el beneplácito divino y así se demostró con su derrota.
 
Tumba de Leonor de Aquitania

Sea como fuere, Leonor participó activamente en las decisiones de los cruzados. Pero al llegar a Antioquía, donde gobernaba su tío Raimundo, la relación con Luis estalló. Leonor, deseosa de volver a ver a su tío, pasó con él largas veladas, muchas de ellas privadas, que empezaron a hacer levantar sospechas en un celoso Luis. No se sabe si las sospechas del rey francés fueron infundadas o no; lo que sí es cierto, es que el episodio de Antioquía, fue un argumento perfecto para quienes quisieron fomentar la leyenda negra de una Leonor amante y disoluta que había incluso accedido a la seducción del mismísimo Saladino.



Leonor de Aquitania y Juan sin TierraEn marzo de 1152 obtiene la anulación de su matrimonio bajo la excusa de consanguinidad en cuatro grado. 
Unos meses después contrae matrimonio con Enrique de Anjou- posteriormente conocido como Enrique de Plantagenet- dando lugar al Imperio Angevino, un territorio que se extendía desde Escocia a los Pirineos.

Con esta unión, Luis VI de Francia veía como se creaba un poderoso imperio que atravesaba el Canal de la Mancha y amenazaba su crecimiento en el continente.

A la amenaza territorial, Luis tuvo que sumar otro duro golpe. Enrique y Leonor tuvieron ocho hijos, la mayoría barones, afianzando la dinastía de los Plantagenet.
 Del matrimonio nacieron ocho hijos, entre los que se encuentran los famosísimos Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra.

El matrimonio de Leonor con Enrique no fue sin embargo feliz. A los primeros años de entendimiento, siguieron momentos de desencuentros que culminaron en la aventura amorosa de su marido con Rosamunda Clifford, amante que mantendría hasta su muerte. 

Éste fue el detonante que llevó a Leonor de Aquitania a Poitiers junto a sus hijos. En 1170, Leonor indujo a su marido a entregar a su hijo Ricardo Corazón de León los dominios de Gascuña, Aquitania y Poitou, que eran de su propiedad. Mientras tanto, y para salvaguardar el futuro de sus hijos, se pone con contacto con Luis VII, quien fuera su marido, para que apoye a sus hijos contra su padre, Enrique de Inglaterra. Luis saldría beneficiado si triunfaba la revuelta e incluso podría recuperar la primacía en el continente europeo.

Una vez fracasada la rebelión de tres de sus hijos contra el padre, Leonor es acusada de traición y encarcelada durante más de quince años. 
Leonor tuvo que esperar a la muerte de su marido y a la coronación de su más querido hijo Ricardo como rey de Inglaterra para salir de su larga reclusión.
Es además la época en la que mayor libertad conocerá, y será realmente cuando reine.
Cuando Leonor volvió a ser libre contaba con más de 60 años. Entonces pensaba en terminar sus días en paz pero aun le quedaban muchas responsabilidades por asumir. La partida de su hijo Ricardo a la cruzada la volvieron a poner en el escalón más alto del poder. Como reina madre tuvo que regir el destino de sus territorios manteniendo a raya a posibles rebeliones de nobles rebeldes y al levantamiento de su otro hijo, Juan, llamado Sin Tierra.

A la vuelta de Tierra Santa, Ricardo fue encarcelado por el emperador y Leonor tuvo que ganar defensores de la causa de su hijo y juntar el rescate que se pedía para su liberación.

Aun no terminaría su periplo como reina pues una vez restituido Ricardo en el trono inglés se volvió a plantear el tema de la sucesión, pues Ricardo aun no tenía descendencia. Una vez más empezó un conflicto entre Arturo, sobrino de Ricardo y nombrado en un principio su heredero y el hermano pequeño de Ricardo, Juan.

Al final, Leonor medió por su hijo Juan quien sería confirmado como heredero de Ricardo.

Leonor de Aquitania muere en la abadía de Fuentevraud, no sabemos en qué condiciones, ya que su muerte no está mucho mejor relatada que su nacimiento. Lo que sí podemos asegurar es que la abadía era el panteón familiar de los Plantagenet y Leonor, desde hacía mucho tiempo, había mostrado su interés por el santo lugar donde reposaban su esposo Enrique II, su hijo Ricardo y su hija Juana . Se mantuvo activa hasta el último día de su muerte, luchando por asegurar el dominio de sus hijos.


Entre muchas otras cosas, a Leonor se la conoce como la mecenas y protectora de trovadores y juglares a los que acogía en sus cortes de amor. Seguiría así la tradición de su abuelo, Guillermo IX, a quien se le considera como el creador del amor cortés.

Hoy día, muchos historiadores afirman que esas cortes de amor nunca existieron como tal y que Leonor no fue una de sus protagonistas aunque sí que ejerció un importante patronazgo literario.

La figura de Leonor envuelve muchos aspectos oscuros y controvertidos que han hecho de ella una mujer malvada y manipuladora para unos y una dama inteligente y gran estratega para otros.

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