martes, 25 de junio de 2013

Pensamiento, Émile Cioran


E.M. Cioran no se consideraba un filósofo en el sentido ortodoxo del término, ni siquiera escritor. Provocador a ultranza, este pensador rumano animó durante su vida innumerables controversias contra lo establecido, contra las ideas constituidas en norma o dogmatismo. Fascinado por instaurar un pensamiento a contracorriente, en el cual el cinismo tiene un lugar preponderante, escribió su obra aforística sin concesión alguna. Entre Diógenes El Cínico y Epicuro de Samos, funda una filosofía en el siglo XX, afín a la de esos filósofos helenísticos, donde la amargura era sublimada por la ironía.
Criado desde su nacimiento en Rasinari (1911), pueblo olvidado de las profundidades de Transilvania, Cioran vive con horror el traslado a Bucarest para asistir al Liceo. Separado tan tempranamente de lo que él consideraba un “paraíso”, perdería para siempre la alegría de vivir, pues fueron estos sus únicos años felices. A pesar de lo que muchos creen, nunca formó parte de la Guardia de Hierro,1 y dedicó los días de sus primeros cuarenta años a leer y a estar casi inútilmente matriculado en la Sorbona (gracias a una beca no conseguida por una tesis que nunca llegó a escribir, sino por dedicar varios años a recorrer Francia en bicicleta).
Pero el exilio no marca su obra, ni siquiera su vida. Aunque recuerda su pueblo natal con vivas imágenes casi como recientes, y siente gran apego por la cultura búlgara y por los pueblos del Este en general, no se siente perteneciente a ninguna patria. Tal es este desapego, que decide cambiar su lengua madre por el francés. Incluso cuandoStalin murió y Rumanía se vio libre de la ocupación soviética, su único sentimiento fue el de pesadumbre.
Durante esa época lee vorazmente, la única ocupación que le satisface. Confesó su adoración por grandes obras de Dostoievski o Proust), ya que ésa es la única manera de conocer verdaderamente lo que el autor nos quiere transmitir. Estuvo marcado intensamente en su juventud por la lectura de autores como León Chestov, Georg Simmel, Dilthey, Kierkegaard... En definitiva, lo que siempre ha suscitado interés en él es la filosofía-confesión, los “casos”, aquellos autores de quienes se puede decir que son “casos” casi en el sentido clínico de la expresión. Todos aquellos que van a la catástrofe y que pueden situarse también más allá de ella (no puede admirar más que a aquel que ha estado a punto de derrumbarse). Por eso no está marcado por aquellos escritores que han sido simplemente una experiencia  intelectual, como Husserl, Heidegger o Sartre, del cual incluso ha escrito varios textos contra su obra. Pero sobre todo se interesa por los ensayos y biografías, independientemente del autor.
Para E.M. Cioran escribir es la única forma que encuentra de hacer la vida un poco más soportable. Pero odia escribir, y no sólo eso, sino que publicar lo escrito supone una aberración... aún así es la única forma de vida que concibe, de manera que se convierte en un hombre atado a hábitos que le resultan insoportables.
Con un gran aliento poético, donde rinde un secreto homenaje al poeta francés Saint-John Perse quien animara su obra y escribiera comentarios sobre ella, en ocasiones hace recordar la escritura de aquellos filósofos como Nietzsche donde la factura formal y la delicia de la prosa emparenta el pensamiento con lo poético.
En su juventud, escribe en rumano, pero traduciendo a Mallarmé a su lengua madre tuvo una revelación: es absurdo escribir en una lengua que nadie conoce; además, escribir en un idioma desconocido se convierte en una experiencia asombrosa. Al escribir en francés, uno reflexiona sobre lo escrito, piensa en las palabras, lo que éstas quieren decir y por qué precisamente usar esa palabra en concreto y no otra parecida. En Rumania, escribía por escribir apenas sin pensar. Francia le enseñó que la escritura y ¡el comer! son hechos culturales, pero al llegar a París se dio cuenta de que también se puede juzgar el sabor de la comida y opinar sobre ella en amplios debates).


Esta incapacidad para dedicar su tiempo a una actividad seria y productiva, proviene de esa sensación de tedio que ha inundado toda su vida. A pesar de haber vivido intensamente, no ha podido integrarse en la existencia. Podemos pensar que tienen algo que ver las palabras que en cierta ocasión le dijo su madre: “si supiese que ibas a sufrir tanto, habría abortado”. El saber que su existencia fue sólo un accidente, y que su nacimiento debería haber sido evitado hacen que pierda el interés por cualquier cosa, que no encuentre sentido a la vida. Cualquier acción es una “idiotez” en todo su sentido, si al final del camino no queda más que una fría sepultura. Caminar por cierto cementerio fue lo que le llevó a pensar que tanto los hombres lúcidos como los ignorantes llegan a la misma meta y reciben el mismo premio, de manera que vio ratificadas sus inquietudes respecto a emplear la vida para cualquier fin.
Pero es asombrosa, sin embargo, la vitalidad con que plasma sus palabras en los libros, como una extraña alegría que destella inexplicablemente. Las hojas que escribe están llenas de fuerza, de pasión, para activar a sus lectores, para en definitiva “hacer despertar”. Sus libros son como látigos que ironizan la existencia, descritos con una fuerza que nos hace darnos cuenta de que realmente estamos vivos.
Esta viveza y esta pesadumbre serán los elementos principales que encontramos en su obra, Ese maldito yo, libro de aforismos publicado en 1987. ¿Por qué escribir en forma de fragmento? Porque, según el propio autor, es un hombre perezoso, y para escribir de forma continuada un texto con sentido, se necesita ser un hombre activo.
La arquitectura aforística de su prosa es fiel al tiempo roto que él y otros pensadores previos a la postmodernidad denunciaron con lucidez, donde el concepto del hombre comienza a variar y fomentar lo ambiguo y lo indeterminado. Desarrollar algo extensamente es una frivolidad. Recomienda el autor que no leamos su libro de un tirón, sino poco a poco, de noche preferiblemente, y sobre todo en momentos de pena o hastío. Porque es en esa situación cuando necesitamos que un simple pensamiento nos libere. Al fin y al cabo, un aforismo es algo discontinuo, un pensamiento instantáneo, que si bien no encierra mucho de verdad, si puede contener algo de futuro. Podemos encontrar un aforismo que afirme un acontecimiento y en la página siguiente otro que niegue eso mismo; y en realidad ninguno vale más que otro, sino que pertenecen a momentos distintos. Cioran no pretende ofrecer verdades absolutas, sino que nos lanza sus aforismos como si fuesen bofetadas.
Así, el libro se articula en torno a cinco capítulos dónde se expresan casi todas las ideas que más perturban al autor (que son básicamente las mismas a lo largo de toda su obra). Los aforismos no están ordenados según las cinco partes, sino que cada capítulo es una amalgama de muchos temas distintos, y que como acabamos de decir, se contradicen muchas veces entre ellos.
Una de las ideas que prevalece es la de la religión. Fuertemente marcado por una sociedad altamente religiosa (incluido un padre sacerdote), Cioran se considera agnóstico desde su más tierna infancia, aunque se siente bastante cercano a los pensamientos hindú y budista; sobre todo porque son los únicos en entender realmente el concepto de “vacío”, siendo éste el único que puede eliminar nuestro temor a la muerte. Tampoco quiere ser filósofo, porque le parece que la mayoría de los filósofos observan los acontecimientos desde lejos, y para poder hablar de las cosas ha de implicarse uno, conocerlas desde dentro (Nietzsche y Sartre en ese aspecto eran bastante ingenuos, según él). Se puede tener un mayor conocimiento sobre la vida siendo por ejemplo, barrendero, que dedicándose a los estudios filosóficos (de ahí que aborrezca su encasillamiento como filósofo).
Habitante de un planeta donde lo inhumano es la norma Cioran antepone el alto humor de su palabra, el fluir de un pensamiento que fusiona los contrarios y los sublima, para sumergirnos en un universo filosófico donde todas las verdades están heridas y todos los dogmas tambalean.
Odia fervientemente la Historia: a pesar de confesarse apátrida desde la infancia, queda algo en él de apego a su patria, y más que a Rumanía, a los países del Este en general. ¿Y por qué este odio? Porque los países del Este han estado siempre dominados o invadidos por la Historia, lo que la convierte consecuentemente en algo demoníaco (ya que tanto él como sus compatriotas han sido siempre los objetos de Ella). La Historia es la negación de la moral, es el mayor pesimismo, el mayor cinismo. Es “la obra del diablo”.
Ama la música y la amistad (aunque confiesa que un amigo es el peor ejemplo del que podemos aprender, pero debemos conservarlos). Dice en uno de sus aforismos más conocidos: "si dios le debe todo a alguien es a Bach. Aunque muchas veces abogue por la nulidad de la vida, lo que cree es que los caminos que el hombre toma son casi siempre equivocados. Su palabra favorita: perecer. Su arma de destrucción masiva: la palabra, que es también la curación de todos los males. “Los charlatanes no frecuentan farmacias”.
Desprecia trabajar, tomar posicionamiento, tener que explicarse cuando se contradice y conceder entrevistas. No le gusta hacer planes (ya que todos son inútiles), desprecia a la mayoría de la gente (“¡el hombre debe desaparecer!”), y sobre todo a aquellos que son incapaces de apreciar un buen libro o una gran composición musical. Odia la idea de haber tenido que vivir, y declara abiertamente todo lo que le deben en gratitud sus hijos no-natos. Para Cioran, morir es simplemente cambiar de género, pero sin embargo el suicidio no supone ninguna opción para él, porque "es la existencia del suicidio la que hace la vida posible".
Incluso a pesar de que sus aforismos sean contradictorios, si tuviésemos que definir todo su trabajo en unas pocas líneas, qué mejor que recurrir a uno de sus aforismos:
“Si se me pidiese que resumiera lo más brevemente posible mi visión de las cosas, que la redujese a su mínima expresión, en lugar de palabras escribiría un signo de exclamación, un ! definitivo”.
El pensamiento de Cioran, infestado de amargura e ironía lo sitúa entre los pensadores más provocadores y destellantes de las últimas décadas.
Su devoción por el escritor argentino Jorge Luis Borges lo llevaría a escribir su ensayo "El último delicado", donde dibuja un retrato filosófico de este personaje con su característico humor.
En su libro "De lágrimas y santos", E.M. Cioran llega muy lejos en la reflexión sobre el misticismo y la religión y con su acidez inquisidora nos depara extraordinarios aforismos de gran belleza, donde su cinismo pareciera no tener límites. Allí lanza esta sentencia: "En el juicio final sólo se pesarán las lágrimas".
Durante las últimas décadas su reconocimiento se tornó planetario. Cioran ha escrito en absoluta febrilidad su vertiginosa obra. No ha creado ninguna ideología, ni su pensamiento ha dado lugar a ningún tipo de movimiento filosófico. No ha dado clases, no ha escrito tesis ni doctorados, no ha firmado manifiestos, ni dado conferencias y no ha sido recordado (ni en vida, ni tras su muerte) más que por un puñado de amigos: (Mircea Eliade y Eugène Ionesco fueron algunos de ellos) y algún que otro estudioso que en un momento determinado se interesó por su obra. Sin embargo, fue un hombre que durante su larga vida no dejó de pensar, y sobre todo, que hizo y hace pensar a la gente.
“Recuerde: mis libros pueden hacer despertar”

Algunas obras

  • En las cimas de la desesperación (Pe culmile disperării, 1936) (Tusquets Editores, 1996)
  • El libro de las quimeras (Cartea amăgirilor, 1936) (Tusquets Editores)
  • El ocaso del pensamiento (Le Crépuscule des pensées, 1940) (Tusquets Editores, 1995)
  • Breviario de podredumbre (Précis de décomposition, 1949) (Taurus, 1988) (Tusquets Editores, 1998)
  • Silogismos de la amargura (Syllogismes de l´amertume, 1952) (Tusquets Editores, 1990)
  • La tentación de existir (La tentation d'exister, 1956) (Taurus, 1979)
  • Historia y Utopía (Histoire et Utopie, 1960) (Tusquets Editores, 1988)
  • La caída en el tiempo (La chute dans le temps, 1966) (Tusquets Editores, 1993)
  • El aciago demiurgo (Le mauvais demiurge, 1969) (Círculo de Lectores, 1993)
  • Del inconveniente de haber nacido (De l'inconvénient d'être né, 1973)
  • Desgarradura (Écartelèment, 1979)
  • Adiós a la filosofía y otros textos (Alianza Editorial, 1982)
  • Anatemas y admiraciones (Aveux et anathèmes, 1987, y Exercices d'admiration, 1986)
  • Ese maldito yo (Aveux et anathèmes, 1986)(Tusquets Editores, 1987)
  • De lágrimas y santos (Lacrimi si Sfinti, 1986)(Tusquets Editores, 1988)
  • Ejercicios de admiración y otros textos (Exercices d'admiration. Essais et portrais) (Tusquets Editores, 1993)
  • Breviario de los vencidos (Indreptar Patimas, 1993) (Tusquets Editores, 1998)
  • Conversaciones (Entretiens) (Tusquets Editores, 1996)

Una frase