HISTORIAS CORTAS... Un amigo, quizás es aquel que comparte una parte de sí mismo... Un amigo es quien ha compartido conmigo, y ahora con todos los que visitáis este blog, una parte de lo que escribe. Durante un tiempo sus historias las guardaba en una carpeta que lucía en su portada las palabras "Historias cortas". Ahora en esa carpeta está inscrito otro texto, ahora se lee en ella "Sensaciones". Dejo abierta esta entrada para que quien lo desee pueda volver a leer las ya recopiladas aquí, sabiendo que las nuevas irán apareciendo bajo ese nuevo epígrafe: "Sensaciones".



Nací libre para ti…

He nacido de ti, sin tu desearlo. Todo es lento en mi mundo lacónico…
Germino perezosa en la base de una fuente cercana a tu corazón…
Soy tan solo una sombra que cae recorriendo tus mejillas y mientras avanzo.., grito por tu salvación.
Voy buscando, sumida en un frío silencio, mi refugio… Pero, puedo sentir cómo la muerte, de manera desesperada me llama, me atrae…, me seduce.
Caigo a través del tiempo de forma lenta y clemente.
Recorro una carretera invisible dibujada entre sombras sobre tu piel.
Soy una parte innata de ti. Una porción de tu existencia… Aunque sé, que mi propia senda acabará en algún lugar olvidado de tu mano.
Te sentirás incómoda ante mi presencia y me tratarás casi con desprecio, mientras me ocultas ante los ojos ajenos.
Nací libre, en apenas un segundo…
Soy fruto de la fuente.., del palpitar insensible..,  del agravio evacuado por el propio peso de tu cruz.
Soy esclava unida al dolor de tu propio infierno... Soy tu misma purificación cayendo al vacío. Tu vacío…
Siento tu abandono desesperado. Puedo sentir.., tu indiferencia.
Todo es lento en el transcurso de mi viaje. Éste espacio de tiempo, que apenas se refleja en un segundo, se transforma en una eternidad…
Caigo hacia un lugar sin fondo, hacia un vacío sin hogar.., me convierto en un fluido acuoso y mientras.., puedo apreciar tras de mi, otra gota hermana cayendo lenta en su caminar por esta corta vida, que no hace mas, que recordarme la mía.
Muero en un suelo triste y gris.
Muero lágrima en tu silencio…
Jp.Torga  
                    


Bajo un manto de estrellas
         Nerea rozó con suavidad mi boca con sus labios. Con ese gesto cálido difumina todos mis miedos, todas mis inseguridades. He pasado todo el día pensando cómo sería ese momento. Durante toda la jornada… me he sentido inquieto, como un adolescente ante su primera cita. Por mi mente pasaba, una y otra vez, la escena de cómo sería nuestro encuentro, cómo reaccionaríamos al sentirnos frente a frente.


La miré fijamente y pude percibir toda la dulzura de sus ojos. Esos ojos de mirada angelical, casi transparente. Ojos… de los que ya me había enamorado antes de saber su nombre. De manera fugaz, vino a mi mente el recuerdo de la primera vez que la vi. Allí estaba ella, quieta, junto al carrusel infantil en las fiestas de su pueblo. Allí estaba ella, con su falda larga color blanco, su camisa malva… y su pelo largo color trigo.


Siento su cuerpo ceñido al mío y me devuelve a la realidad del momento. De nuevo su boca busca la mía y nuestros labios se funden en una caricia llena de pasión.
Se coge a mi brazo y emprendemos un lento caminar con su cabeza apoyada sobre mi hombro. Más que caminar, me siento levitar sobre una nube de algodón y lentamente avanzamos hacia una mesa de jardín adornada con  velas. Su luz muestra dos copas alargadas y una botella de vino que de manera cómplice, se resigna a enfriar entre hielo.
En silencio y con delicadeza, Nerea llena las copas. Posando la botella me ofrece una con su sonrisa tierna. Muestra una sonrisa de niña envuelta en un cuerpo de mujer. Mientras nos miramos fijamente a los ojos, bebemos casi como si selláramos una alianza. Posamos las copas sobre la mesa y sin  pacto alguno, sólo con el brillo de nuestras miradas, decidimos intercambiar el dulce líquido en nuestras bocas. Ella lo hace con tanta dulzura, que el gesto me seduce por completo.
Un nuevo abrazo sella el momento. Me dejo llevar cogido de la mano. Nerea camina dos pasos delante de mí, porta en la otra una manta que, sabedora de su papel, se deja arrastrar por el césped.
En silencio, extendemos la prenda de tela sobre la hierba. Nos arrodillamos ycerrando los ojos, dejamos que nuestros corazones se hagan dueños del momento. Cuando quisimos darnos cuenta, nuestros cuerpos desnudos están al abrigo de un manto de estrellas.
Besos. Caricias. Pasión. Entrega. Amor.., Si, ¡eso es!. Amor a raudales sobre aquella manta, bajo las estrellas…
Nos miramos a los ojos en cada caricia. Susurramos un “te quiero” en cada suspiro. Con cada roce de nuestra piel nos decimos “soy tuyo”, hasta que nos sentimos llegar a un lugar único. Un lugar creado por la ternura, por el amor sin reservas. Un lugar acunado por los sentimientos.
Nos acariciamos las mejillas con gestos de enamorados. Los dedos juguetones se entrelazan, mientras con la mirada  gritamos un “te quiero” desgarrador que, en un pacto con las estrellas, es acallado por la noche.
Detrás del abrigo de un renovado beso van nuestros cuerpos y formamos de nuevo una solo existencia. Nos convertimos en un solo cuerpo compuesto por dos seres llenos de vida y pasión.
Nerea me susurra al oído. Yo… le encumbro mi amor en silencio, mientras me siento  morir y renacer en su interior.
De nuevo la mirada perdida en el manto de estrellas. Alguna parece que, en un guiño cálido de su luz, bendice ese momento de amor. Mientras, Nerea deja descansar su cabeza sobre mi pecho, y dibuja con delicadeza pequeños círculos sobre mi vientre desnudo.
Un trago más de  ese vino embriagador. Un nuevo suspiro compartido. Una sonrisa dulce. Una palabra de amor. Dos pieles desnudas en la noche. Complicidad absoluta. Sensación de estar viviendo un momento único.
Las ropas cubren nuestros cuerpos con desgana. Risas entre palabras simples. Palabras llenas de amor entre risas cariñosas. Un abrazo en silencio. Miedo a no volver a tener un momento igual en todo lo que nos queda de vida. Nostalgia de una experiencia que aun no ha finalizado.
Al mirar sus ojos, estos me exclaman “no te vayas”.  Mi corazón se encoge ante los sentimientos. Sentimiento de tristeza. Sentimiento de dulzura. Sentimiento de necesidad por tener a Nerea a mi lado por el resto de mis días.
De nuevo un abrazo. De nuevo un beso desesperado. Debo irme, pero no quiero hacerlo. Ella me suplica un minuto más con la mirada y yo siento que tengo toda una vida para darle…
“No te vayas Damián”. Implora con tristeza en su mirada de zafiro.
Hoy, tumbado sobre la cama la recuerdo. Recuerdo la maravillosa locura bajo la luz de la luna. Recuerdo el dulce sabor de su boca. Recuerdo la música de sus suspirados. Recuerdo la ternura de su voz al declarar lo que habita en su mente…
Hoy tumbado sobre la cama siento que la necesito para sentirme vivo. Hoy sé que a su lado he vivido lo que jamás había albergado mi cuerpo. Hoy mi mente la recuerda y añora su presencia.., mientras anhelo volver a sentir sus abrazos. Abrazos que deseo revivir aunque solo sea por un solo momento.
Hoy, como cada día,  renazco al recordar aquella  noche bajo un manto de estrellas…


JpTorga       




                               Vestigios

Dolor, sufrimiento, silencio.., un frío desolador ahoga mi ser.
Me siento solo. Miro por la ventana.., llueve. Desolación, soledad, angustia, mi alma está rota…
Tristeza.
 
No puedo entenderlo. No se hacerlo…
¿Que ocurre? ¿Qué ha sucedido?

Vacío.., así me siento.
¿Qué es estar vacío? – Pienso-

Nada.., en mis días no hay nada.
No hay presente, tampoco futuro.., el pasado que dibujan mis recuerdos no me gusta… 
Vacío, me siento vacío.

¿Estoy viviendo mi vida?
No.., está no es mi vida. Ocupo un cuerpo que no es el mío. Navego en las vivencias de otro ser que no soy yo…
No me reconozco.

Miro de nuevo por la ventana, una gota recorre el cristal con amarga lentitud. Baja mansamente hacia su final. Cuando llegue al marco inferior de la ventana irremediablemente morirá…
Ese soy yo. Así me siento.

Quiero olvidar. Atrapo un vaso, arranco el tapón a la botella de ron, vuelco cuatro dedos de brebaje trasparente. Acerco el líquido a mi boca, pero… antes de llegar a ella lo estampo con fuerza contra la pared…

No. ¡No quiero!
No quiero perder la conciencia objetiva de mi realidad. No quiero que nada altere mi verdad. No dejaré que el alcohol presente otro escenario de mi vida. ¡Hoy no!

Una lágrima recorre mi cara.
La detesto. La odio.
Ella es el reflejo de mi debilidad, de mi dolor, de mi tristeza.
Ella me recuerda mi desolación, mi impotencia, mi angustia.
Me limpio de un manotazo. Tomo aire casi con ansiedad. Necesito oxigeno. Siento fuego en mis pulmones…

Quiero gritar. Rasgar el gris de mi habitación con un alarido que desahogue mi alma…
Amordazo el grito en mi interior. Lo estrangulo con tristeza, la cobardía no me permite darle vida y sacar su sonido al exterior. Un sonido que no sería más que mi propia existencia.

Quiero ser… Pero no soy.
Quiero estar… Pero no estoy

¿Qué me queda?
¿Qué puedo hacer?
¿Quién me ayuda?
¡No, no, no!.., no quiero que me ayuden…
Ya no…
Por ello estoy solo. Por eso este dolor. Por eso mi angustia…

Miro la fotografía, que arrugada descansa sobre la cama…
Mis hombros se sacuden de forma involuntaria. Tienen vida propia y responden a sus propios estímulos.
Me dejo caer en el suelo, tomo asiento sujetando la cabeza entre mis manos. Quiero volver a ser un niño. Necesito que alguien me proteja, me abrace…

Dejo caer mi cuerpo desmadejado al suelo y de forma instintiva me tumbo en posición fetal…
Lloro… Primero lloro con leves gemidos, para dejar paso a la convulsión  incontrolada de mis hombros…
Lloro por mi niñez…
Lloro por mi vida fracasada..

Lloro porque necesito llorar…
Lloro por mi soledad…
Lloro para aliviar el vacío…

Una mezcolanza de fluidos se junta en torno a mi boca. Los aparto con el reverso de mi mano…

Me siento de nuevo en el suelo, la cabeza entre las manos, mirada al suelo, mis manos agarran el pelo… Un suspiro nace lentamente en lo mas profundo de mi ser y casi asfixiándome sale por mi boca

Dolor, tristeza, silencio. Un frío desolador ahoga mi ser… 

Jp.torga______


  El Caballero
-         Lucharé – piensa con determinación- Soy un Caballero y defenderé con honor a mi pueblo y.., ¡a su Majestad el Rey!.
Se acerca con cautela a la puerta del Castillo, lanza una mirada retadora a todo el populacho para infundirse confianza. Éstos le miran no exentos de admiración, según puede percibir. Toma aire y grita entre dientes…
-         ¡Ahí voy!  ¡Venceré! – Se golpea con el puño sobre el pecho con fuerza, llenándose de valor. Su mirada es firme, llena de determinación.
Al traspasar la puerta del Castillo las tinieblas se convierten en su compañía y  tal vez en su peor enemigo. Avanza paulatinamente, lleva su mirada a ambos lados, buscando incesante un posible enemigo a batir.
El aleteo sobre su cabeza de un murciélago color azabache del tamaño de una paloma le coge desprevenido. Al descubrir el animal y su carácter expugnable, respira aliviado.
Blandió en su mano, con gesto seguro, la maza de cadena con tres terminales en bola, mientras dice en voz alta
-         ¡No puedo tener miedo! – Al oír sus propias palabras se colma de valor
Hace oscilar de nuevo el arma en su mano. A lo lejos escucha un rugido e intuye de manera sabia el aullido de un lobo.
Sigue avanzando con paso firme pero cauteloso. Su cuerpo conquista metros ligeramente encorvado hacia delante. En ningún momento abandona la posición de defensa.
Del cercano muro, a su izquierda, vislumbra la mirada penetrante de un dragón. Centra en el lugar todos los sentidos. Se le eriza el vello sobre la piel. Su cuerpo está a punto de saltar como un resorte. De nuevo el miedo quiere irrumpir en su pecho. Empuña  en su mano derecha el potente mazo. Ante un movimiento de la cabeza del animal, descarga el arma con toda su fuerza. Erró el golpe, pero sirve para ahuyentar a la bestia que se marcha lanzando un bramido sobrecogedor.
De nuevo toma aire con fuerza y lo expulsa en un gesto para controlar la zozobra que se intenta adueñar del control de su cuerpo.
Se voltea rápidamente sobre sus talones y mira hacia su espalda entrecerrando los parpados para ver mejor. Aprecia que todo está en su sitio Al volver a mirar al frente se topa de bruces con el osamenta de un corsario. Éste parece danzar ante sus ojos un baile macabro. La exigua luz que entra por  los ventanucos le permite distinguir el esqueleto con claridad. Recorre unos metros dejando atrás esa visión nauseabunda, mientras contiene la respiración para no inhalar su hedor.
Con mueca pesarosa desliza una mano por la cabeza, con la intención de  eliminar el sudor que intenta perlar su frente. En el gesto denota cierto cansancio
Silencio. Impera un silencio absoluto, casi sobrecogedor. Agudiza el oído, pero es incapaz de discernir sonido alguno.
        -  Esto no es normal – piensa de manera intuitiva
Avanza, mientras evita un gran charco de un líquido viscoso, que a su vez desciende por uno de los muros de piedra. Observa al fondo una salida, la claridad le hace distinguirlo.
Quiere llegar cuanto antes. La visión de la luz distrae unos instantes su atención y no puede advertir el peligro que acecha por su derecha. Siente un gruñido, que se torna en una carcajada atronadora
-         ¿Cómo no lo he visto? – se reprocha, mientras la piel se eriza nuevamente en un instinto protector.
Arremete contra el intruso, éste rehúye la pelea y se escabulle a una velocidad endiablada. Decide en unas décimas de segundo no perseguirle y seguir su caminar en busca de la meta deseada.
- Si llego a tener aquí mi caballo, le hubiera alcanzado… - Piensa con gesto pesaroso
La salida está apenas a tres metros de distancia. Corre entusiasmado hacia la luz salvadora. Al cruzar el umbral yergue el cuerpo en un guiño victorioso. Se siente seguro. Orgulloso. ¡Lo acaba de conseguir..!
Levanta las manos con gesto triunfante. Escucha los aplausos del populacho. Allí, altanero ante su hazaña, avanza hacia los presentes y baja con gesto arrogante la escalerilla que le separa de la muchedumbre.
Su padre le acaricia la cabeza y le coge de la mano
-         ¿Estuvo bien? ¿Pasaste miedo? – le dice al niño con gesto tierno
-         No - expresó orgulloso- ¡No tuve miedo…! Primero salió un murciélago de dientes afilados. Después maté un dragón. Más tarde intentaron cogerme y no pudieron… - el niño habla y gesticula con entusiasmo, mientras se aleja del “Castillo del Miedo” simulando con sus manos una pelea.
Entre  risas, su padre le lleva al puesto de los helados…

Jp.torga       

      En algún lugar
 
-    Ella se ha ido, ¡cómo la echo de menos! - Sumida en sus pensamientos Penélope camina lentamente, mientras ahoga un suspiro en el pecho.

Sus manos viajan en el bolsillo del pantalón. En su caminar lleva los hombros ligeramente encogidos y la mirada perdida en la profundidad del suelo. Le acompañan cómplices los sonidos de la noche y de fondo el murmullo sosegado de las olas del mar.

Penélope..,  siempre le ha gustado su nombre. Nombre que sus padres habían extraído de la mitología griega por alguna razón que desconocía: a lo largo del tiempo por su dulzura, por su amor eterno a Ulises, por su capacidad para esperarlo, por su astucia para no dejarse engatusar por otros, por su capacidad de amar, por su entrega, por ser tan amada.., se había identificado totalmente con él. Pero…, ahora toda esa fuerza parece que se aleja. Se siente triste, angustiada. Ahora, en su desazón..., se siente sola, vacía…

Un escalofrío sacude sus huesos. Saca las manos de los bolsillos y se regala un abrazo lento, masajeando sus brazos desnudos con las manos. Mira hacia el cielo, sus ojos verdes buscan en él lo que le arrebató la tierra.

Su mirada está húmeda. Su pecho está reseco de tanto llorar. El verde de sus ojos queda enganchado en la luminosidad de la Luna. Detiene su andar. Se mece el cabello con las manos, mientra suelta el pelo color azabache sobre sus hombros.

El mar parece llamarla con su sonido rítmico. La sal y el aroma de las algas penetran por su nariz despejando los sentidos. El camino parece detenerse junto a un muro de piedra, que hace las veces de banco improvisado para sus penas.

Se siente cansada… muy cansada. Son varios días castigada ante su ausencia, son muchos minutos de soledad. Esa soledad acompañada, que por momentos se vuelve cruel…

-         Ella.., tan llena de vida se fue dejándome sola – cierra los ojos, que de nuevo se humedecen en lágrimas y su corazón se pliega con fuerza en el pecho.

Levanta de nuevo la vista y tiene la impresión que la Luna desea hablarle. Fija su mirada esmeralda sobre el camino de plata que el propio astro dibuja sobre el mar.

-         Te siento a mi lado. Se que estás conmigo, dentro de mi. Tu cuerpo apenas tenía veinte años y se fue. Pero yo, en mi angustia, en mi soledad me siento llena de ti, de tus recuerdos, de tu risa contagiosa, de tu ternura infinita…

Con sus ojos recorre de nuevo el camino señalado por la Luna. Cree que esa imagen intenta decirle algo. Siente que desea llevarla a algún lugar. Sus ojos escrutan la noche y puede ver con nitidez la grácil figura de su hija bailar… Baila con movimientos armoniosos, llena de luz y envuelta en seda color blanco. Inmersa en esa danza sonríe y se va alejando suavemente.

La vio marcharse. La dejó ir. Advirtió que sobrepasaba la luna, para depositarse cerca, muy cerca. Sobre una estrella que brilla en el firmamento con luz intensa, con luz propia. Su luz…

Penélope tomó aire, se llenó de calma y haciendo suya la escena.., sonrió.

Aquella era su estrella. Aquel sería su refugio, su hogar. Ahora sabía que desde aquella luz saldría cada noche a buscarla. Allí descansaba su hija. Desde allí, al final de cada día y con un parpadeo de su albor, su hija le diría cada noche… “…Estoy orgullosa de ti Mamá.  Te quiero…” . 

Jptorga_____




EN EL PARQUE

Javi pasea junto a sus padres por el parque disfrutando alegremente de  su patinete. La tarde es cálida, finas nubes dibujadas sobre el azul del cielo. Invita a jugar.

Su padre le empuja entre bromas y risas. Su madre, como siempre, camina a su lado comedida y callada. 

Javi miró con admiración los poderosos brazos de su padre. Éste le subió al columpio, para a continuación empujarlo con fuerza. Su madre, cruzada de brazos le regala una mirada atenta. 

Javi se sintió feliz. 

Mientras se balancea en el columpio mira hacia su entorno. Las rosas salpican de colores el verde  del prado. Ante él, se levanta hermosas figuras en forma de juegos sobre la arena del parque. Los árboles, majestuosos, le hacen sentir seguro y protegido.
Disfruta de aquellas tardes de paseo y juegos. Allí sus padres nunca discuten. No se levantan la voz. Incluso en ocasiones se abrazaban y bromean. 

Le gusta ver a sus padres reír.
      - Lo hacen tan pocas veces juntos - pensó. 

Que distinto es cuando llegan a casa y su padre se enfada. Se vuelve violento y pega fuertes golpes contra la puerta hasta hacerla temblar. 

En esos momentos su madre siempre dice con voz ahogada…
-         Por favor Daniel, no empieces, déjalo estar por favor…

 Javi, a su corta edad, no entiende por qué su padre con gesto tenso le grita a su mamá y con voz seria apretando los puños arrastra las palabras diciendo…
-         - Entra en el cuarto rápido, tenemos que hablar…

 Y su madre con la voz quebrada solo acierta a balbucear…
-         No.., otra vez no. Para por favor…

En la habitación suenan una cantinela de ruidos sordos, que él no sabe interpretar. En su imaginación los intuye salidos del sonido del televisor. Televisión que su padre siempre pone a funcionar a gran volumen.  
    -¿Para qué pone Papá la televisión si tienen que hablar? – pensó encogiendose de hombros, mientras sus manos hacen correr por el aire un caballo a gran velocidad y sin jinete. 

Después de hablar su padre siempre sale serio, huraño. Nunca quiere jugar con él. 

Su madre llora con el cuerpo encogido a través del pasillo, mientras camina en dirección al baño. 

A veces se tapa la cara. Otras se coge el estómago, como si le doliera mucho la tripa.  Después, ella se va a la cocina, o se tumba sobre la cama y le dice con dulzura
      - Déjame un momento Javi, me duele mucho la cabeza…
      - Ella, tampoco quiere jugar…- Pensó Javi desolado.

En la soledad de su habitación especula, si el enfado será culpa suya. Si habrá hecho algo mal… 

Para distraerse hace funcionar la tele en ese canal que siempre ponen  dibujos animados y ríe en silencio para olvidar lo que no tenía que suceder.

Un pequeño perrito ladra dos veces sacando a Javi de sus recuerdos y con voz silenciosa se dijo…
-         - No entiendo para qué los mayores hablan a solas. No es divertido. Siempre se disgustan. Esto es mejor, mientras jugamos en el parque, mi padre siempre bromea y sonríe..; y me madre, aunque está callada, me mira con ternura y de vez en cuando me abraza dulcemente… -  Javi sonrió lleno de inocencia mientras se balancea en el columpio.


Ese columpio que es empujado por los brazos poderosos de su padre…



Angustia


La gota. La maldita gota…
Ahí esté otra vez insidiosa, desafiante…
Un sudor frío recorre sus sienes, le hace temblar. La inquietud satura su pecho.

La gota. Aquella maldita gota…
De nuevo la sintió caer sórdida, implacable…
Sintió un golpe inexorable sobre su cabeza. Le falta el aire y esa sensación le seca la boca. Abrió ésta en un gesto como pez fuera del agua.

Silencio. No percibe sonido alguno.  Ningún ruido. Nada que le permita saber que está vivo. Pero ella.., implacable, sigue allí y él lo sabe...
 
La gota. Una sola gota…
Siente como el miedo crece en sus entrañas. Lo siente subir con lentitud y le atrapa el estómago, le paraliza los pulmones, le aprieta la garganta. Abrió la boca para tomar aire, quiere gritar.., y de nuevo la sintió.

La gota. Allí estaba perversa…
En la oscuridad pudo intuir su presencia. Pudo advertir el momento en el que descendería implacable. Ella bajó sin avisar. Se estrelló contra su frente.

Era una gota. Una sola gota…
Tercer día… Tres días de oscuridad. Tres días de soledad, donde lo único que hace acto de presencia de una manera rítmica es ella.., la gota.

Una sonrisa triste recorrió su rostro. Lo había calculado. Dos minutos tardaría en volver a visitarle. Dos minutos y ahí estaría de nuevo. Dos minutos y le buscaría como un martillo busca morir sobre el clavo… Intentó mover las manos una vez más. No pudo, la gruesa cuerda se lo impide. Una cinta gris sella su boca…

Pudo percibirlo, ella está a punto de caer. Quiso soltar una carcajada nerviosa, desgarradora. No pudo, la cinta se lo impidió... "...Ciento dieciséis, ciento diecisiete, ciento dieciocho, ciento diecinueve y ciento veinte segundos..", cerró los ojos.

La gota. La maldita gota se estampó contra su frente...
En su cara se dibujó una sonrisa extraña, apenas un rictus. Una carcajada fue de nuevo frenada por la cinta gris y quedó ahogada en el silencio. Su barbilla descendió con lentitud refugiándose en el pecho. Sus hombros se relajaron hacia adelante. Lloró. Hipó amargamente. "¿Por qué? ¿Por qué a mi?" Quiso moverse, no pudo…

"¿Cuanto tiempo ha pasado? ¿Dos minutos?" Cerró los ojos con desesperación. Cerró los ojos resignado.., y ella volvió…

Allí estaba la gota. La maldita gota…
 

Jptorga_______
  DE LA MANO

Nunca pensé que un bostezo pudiera despertar tanta ternura en mi corazón. 

Sonreí mientras la miraba. Mis ojos querían grabar aquel momento. Inmortalizarlo. Probablemente, en un futuro no muy lejano ya no la tendría a mi lado. Tal vez un Ángel en forma de profundo sueño viniera a buscarla. Posiblemente me la arrebataría para llevarla a descansar a un lugar lejano, pero a la vez, cercano a mi padre. Cercano a ese hombre que fue su sombra y tanto añoró en los últimos años…
 
Ella, en una mueca casi infantil volvió a bostezar abriendo la boca en un contenido gesto, mientras cerraba los ojos. Al abrirlos lentamente, me miró. Al verme sonriente, una expresión alegre vino a sus labios e iluminó sus ojos. Su tez pálida hacia que esa luminosidad llenara la pequeña habitación. Estiré mi mano y alcancé la suya dulcemente. Me aferró con fuerza, mientras lentamente dejó cerrarse los ojos, necesitaba descansar…

Ese gesto cogidos de la mano me llenó de recuerdos. Recuerdos de una niñez ya lejana. Cuando ella, con expresión segura me entregaba una protección de Madre entregada. Era un gesto sencillo, pero en mi mente de niño era una postura que me hacia sentir importante.

Recordé como caminando a su lado y cogidos de la mano,  sabía que nada malo podía suceder, ya que ella estaba allí para protegerme.

Mi mano derecha avanzó llena de ternura hacia su frente. Mis dedos dibujaron diminutos círculos sobre su piel brillante. Deseaba trasmitirle confianza. Deseaba que ella se sintiese segura. Si, esa certeza que antaño ella me entregaba al sentirme entre sus brazos. Abrazos intensos que me llenaban de determinación en mi alma de niño.

Abrió por un instante los ojos. Sentí como con su mirada buscaba mi persona. Ella necesitaba saber si aun estaba allí. ¿Como no iba a hacerlo? Cuantas veces en mi niñez la enfermedad en forma de virus me acechó y ella pasaba las horas a mi lado o pedía a mis hermanos que lo hicieran, cuando sus muchos quehaceres no se lo permitían. Cuantas veces en la noche me acunó hasta hacerme sentir el niño más feliz de la tierra. Si, estaría allí a su lado el tiempo que fuese necesario…

Un nuevo bostezo me sacó de estos pensamientos. De nuevo su cara se iluminó con ese gesto infantil. Una nueva sonrisa llena de ternura recorrió mi rostro. Un estremecimiento de cariño llenó mi pecho. Apreté su débil mano. Una humedad repleta de emoción llenó mis ojos. Ella cerró los suyos. Estaba cansada, muy cansada…

EL BESO





Caminé lentamente hacia la salida de la casa. Al coger el pomo de la puerta, escuché a Nuria que decía con voz temblorosa y por momentos ahogada por el llanto…

- ¿Y ahora qué?

Me giré y al ver sus ojos verdes, sentí un vacío en mi interior. Pude advertir, que para mi, ella no era la misma. De repente se había convertido en una desconocida ante mis ojos. Bajé la mirada al suelo y entretuve mi pensamiento en la punta de mis zapatos. Perdí la noción del tiempo. Tal vez pasó una eternidad, o solo fue un instante hasta que volví a levantar la vista en busca de sus ojos anegados por las lágrimas. Durante ese tiempo reviví catorce años de vida en común. La ceremonia de boda rodeados de amigos. La ilusión de los primeros meses, nuestras salidas en busca de diversión y los planes para crear juntos una familia. Cuatro hijos nos prometíamos tener entre risas y besos. Recordé los esfuerzos y a veces angustias para pagar al Banco la hipoteca de la casa. Las tardes de intenso trabajo, con la finalidad de llegar a nuestro hogar y abrazar a mi mujer, de sentir la suave fragancia de su piel, la suavidad del tacto de sus dedos al acariciarme la cabeza regalándome momentos de sosegada paz. Rememoré el nacimiento de Moisés, nuestro hijo. Con su pelo negro azabache y su energía interminable. Las vacaciones en Tanger, donde a lomos de camellos sellamos un pacto de amor eterno con una mirada cómplice como rubrica.

Mi mirada se viajó por un instante a la ventana. El Sol enviaba sus rayos, como si de una imagen extraída de la Biblia se tratara. En otro momento, en otra época sería sinónimo de tarde de risas, juegos y un baño en la playa.

Pero.., hoy no. Hoy esa luz me indicaba el final de un camino. El final de una etapa. El final de una vida en común.

- ¿Y ahora qué? – Volvió a repetir con voz apagada.

Apoyando mi mano sobre su hombro, en un último gesto de respeto y comprensión, mientras susurré…

- ¿Ahora? Nada. Ve con él…

Nuria levantó la mirada en un gesto mezcla entre sorprendida y nerviosa, mientras intentaba avanzar hacia mí en un inequívoco gesto de rozar mi boca con un beso…

- No.., ya no – le dije sacudiendo la cabeza con tristeza.

Al alejarme, el gesto corvado de mis hombros indicaba el peso de la angustia sobre mi cuerpo…

PREGUNTAS
David caminaba con las manos en el bolsillo. Una pequeña piedra le sirvió  de balón. Le pegó una patada despreocupadamente y pudo ver la piedra  rebotar tres veces en el camino antes de desaparecer en la orilla. Un gorrión levantó su vuelo asustado, posándose a continuación sobre la rama de un arbol.
Siguió caminando entre la arboleda. La verde vegetación dejaba entrar leves rayos de sol. Esa luz le relajaba. Siempre le había ocurrido así. Cuando necesitaba pensar, le gustaba caminar por aquel lugar. El canto de los pájaros, los sonidos del silencio eran su antídoto ante los problemas que abrumaban su cabeza.
El gesto con la piedra, no distrajo sus pensamientos…
Su cabeza era un hervidero de ideas desde hacia unos días.
-         Pedir...o no pedir... Esa es mi duda. Hasta cuándo conviene hablar, decir las cosas, expresar lo que se siente… - Pasó una mano por la cabeza, meciendo el ensortijado pelo.- ¿Hasta dónde es recomendable mostrar lo que uno tiene dentro, lo que uno guarda en su corazón?
Las manos volvieron de forma mecánica al bolsillo. Nunca sabía que hacer con ellas y menos cuando estaba en público. Curiosamente sus manos se convertían en un estorbo, sobre todo desde el instante que dejó de fumar. El cigarrillo en la mano era su compañero en muchas oportunidades. Le daba seguridad, una compañía deseada.
Su cabeza continuó en su especial pensamiento - ¿Qué riesgos  se corren al hacerlo? Sé que al mostrar tus sentimientos, tu forma de pensar, tu forma de actuar, Al abrirte y dejar ver lo que  llevas dentro...uno se muestra tal y como es... y se hace vulnerable, más vulnerable aun ante los demás. Es más difícil protegerse, es más fácil que te hagan daño. Es más fácil que te conozcan y quienes te quieren, podrán respetarte mejor, aceptarte mejor - Enarcó las cejas ante el pensamiento, ante sus recuerdos. Sacudió la cabeza intentando ahuyentar tanta reflexión. Pero el gesto no sirvió para nada, su cabeza generó mas preguntas, aun con más fuerza… - Hasta dónde es recomendable ocultar, callarse lo que uno lleva dentro, lo que uno siente. ¿Puede ese silencio ser una falta de sinceridad ante uno mismo, ante los demás? –
A lo lejos se apreciaba el tejado de su casa. Decidió sentarse sobre una raíz de roble, que asomaba en la orilla del camino. Más veces esa cepa había servido de banco improvisado, cuando salía a pasear. Hoy sería una vez mas, su compañero. El roble, no solo le aportaba una sombra deseada, sino un refugio en su soledad.
-         ¿Cómo decidir si hablar o callar? A dónde van esas palabras que nos callamos, que no decimos? ¿En alguna ocasión puede ese silencio pesar sobre nosotros como una oportunidad perdida, como una falta de sinceridad? – dejó la cabeza apoyada entre sus manos y cerró los ojos. - Puedo uno arrepentirse de lo que ha dicho. Puede uno arrepentirse de lo que no ha dicho. ¿Alguna de las dos opciones es mejor? ¿Cuál de ellas lo es?
Se levantó poco a poco y caminó hacia la casa con gesto cansado. Las manos en el bolsillo. Una astilla del roble entre sus labios a modo de mondadientes. Como echaba de menos un cigarrillo. Aspirar el humo con  fuerza. Sentir como pasa por la garganta e inunda los pulmones, la serenidad de expulsar la bocanada. La compañía entre los dedos… Su cabeza le dijo
-         Pienso que cuando uno pide corre el riesgo de que le den por obligación, o quizás porque quien da se sienta comprometido. Cuando uno recibe de forma espontánea, sin haber pedido, es más difícil que esto suceda, Es más fácil que quien entregue, quien esté dando, lo haga de forma natural, porque así lo siente, porque ese es su deseo...
Al llegar a la casa, el perro salió a recibirle con entusiasmo. Acarició la cabeza del animal con desgana. En el umbral de la puerta estaba Elisa
-         Hola David. Has llegado – Comentó con una sonrisa a modo de saludo y una expresión de anhelo en su mirada
-         Hola – Expresó él, con  disimulada indiferencia, mientras escondía la mirada lejos del brillo de los ojos de su esposa…
Jptorga/H_______

Fin de curso


El leve chirrido de la vieja puerta del aula anunció que ésta, estaba siendo empujada con suavidad.

Tensi entró poco a poco, sin prisa.Sacando porvecho a cada paso que daba.
Se colocó en el centro de la sala. Grandes ventanales quedaban a su derecha. Miró con nostalgia a su alrededor. Cada mueble, cada objeto le traía a la cabeza un recuerdo, un instante vivido…
Sintió que la emoción humedecía sus ojos.

Momentos…
Imágenes de niños riendo, protestando, jugando, aprendiendo...
Recuerdo de sus reuniones con padres…
Cuentacuentos sentados en el “rincón de los cuentos”, rodeados de niños espectantes…
Padres colaborando en improvisadas obras de teatro…
Momentos y más momentos, cuyos recuerdos apretaron con fuerza su corazón dentro del pecho…

Despegó sus labios. Abrió la boca buscando una bocanada de aire que llenara sus pulmones. Por un momento se sintió mareada. Le faltaba el aire…

Finalizaba una etapa de su vida. Cuatro años de trabajo, ilusión y esfuerzo quedaban atrás…
Cogió una pequeña silla y se sentó en el centro de la sala disfrutando del silencio… 
Un silencio de nuevos recuerdos llenó ese momento. Se sintió sola.., y deseaba sentirse así…

Sus manos jugaron con la parte inferior de la bata de trabajo.
Sus piernas estaban flexionadas. Podía sentir en ellas el tacto de sus niños cuando la abrazaban después de un juego en el aula…

Se levantó y colocó la silla en su sitio. Una nueva mirada por toda la sala a modo de despedida… Cerró por un instante los ojos. De nuevo emociones desbocadas llenaron su mente.

Salió al pasillo. Las piernas le flaqueaban. Sintió ganas de llorar
 - No. Aquí no lloraré. Ya tendré tiempo de hacerlo en la intimidad de mi casa – Pensó de forma decidida.

No deseaba que nadie percibiese su vulnerabilidad. Se sentía sensible, nostálgica… Pero lo guardaba para ella. Lo llevaba en su corazón, dentro de su Alma…

Caminó por el pasillo. Sintió las paredes desnudas. Ya no estaban los dibujos de los niños, que durante el curso llenaron de color y vida aquel lugar.

De nuevo sintió melancolía. De nuevo su mirada húmeda buscó refugio en algún lugar inesperado. Algún objeto que la ayudase a controlar las ganas de llorar.

Comenzaba una nueva etapa. La ilusión de un nuevo lugar de trabajo. Nuevos niños. Nuevos compañeros de trabajo. Nuevas metas…

Se despojó con gesto tranquilo la bata y se la colgó del brazo. Recogió su bolso... Una última mirada atrás y a su cabeza volvieron imágenes de momentos llenos de sonrisas divertidas de sus niños…

Miró la mesa y allí estaba esperando pacientemente  su bruja preferida. Se cruzaron una sonrisa cómplice. Sintió, que aquella bruja, que durante el día escondía traviesamente las cosas a los niños.., la miraba fijamente. Era la bruja que la acompaño los últimos cursos. La bruja que llenó de ilusión y pequeñas fechorías a sus niños…

Dorotea parecía sonreírle. De echo le sonrió abiertamente con su gran diente brillando entre los labios, mientras le decía en su idioma
– Has realizado un buen trabajo Tensi... Todos..; padres y niños te llevan en su corazón. Puedes sentirte orgullosa

Sintió la puerta cerrarse en sus espaldas. Respiró con fuerza. El aire, en su entrada galopante.., quemaba dulcemente sus pulmones.

Con paso resuelto se fue en busca del coche. Hora de irse a casa…
Caminó con los brazos cruzados, apretando la bata contra su pecho. Ha ella le gustaban las historias llenas de fuerza, repletas de vida, de sensaciones... Y estaba viviendo una de ellas con total intensidad…

Mientras caminaba, escuchó la voz alegre de una niña decir…
- Mamá, ahí se marcha la maestra… –

No giró la cabeza. Sonrió con renovada nostalgia. Se sintió orgullosa de su trabajo.

Le gustó la frase de la niña…
- Si. Allí se iba la MAESTRA- pensó orgullosa-


JpTorga_______
 ADMIRACION

Con innegable admiración fue testigo de cómo su padre colocaba aquel gran poste y como con maestría subido a la escalera, martillaba los clavos de una manera firme y segura para sujetarla
-        
-                 -  Que fuerte es  y qué bien realiza este trabajo– Pensó

Cogió su camión y lo condujo por dunas de arena, dejando al lado un gran lago, después fue por el valle hasta llegar a su casa. Aparcó en las cercanías de la entrada a la vivIenda. Cuando entró por la puerta con las manos y la ropa sucia de tanto trabajo,  percibió un olor muy agradable. La comida estaba a punto de ser servida en la mesa y él, tenía mucha hambre. Se quedó mirando a su madre mientras ésta cocinaba y con un gesto de ternura se dijo…
-          
         -  Mi madre es guapísima. No existe otra mujer más hermosa. Además, hace el arroz como a mí me gusta. Nadie puede igualarla en la cocina

Se fue a la granja de animales, tenía allí todo por hacer, antes de que le sirvieran la comida quiso ver si todo estaba en calma. 

Ya, en la granja apreció con tristeza que su mejor caballo posiblemente se había fracturado una pata delantera. Lo miró con tristeza, las lágrimas le cercaron los ojos. No podía ser,  su caballo “Rubio” no podía seguir sufriendo así. Por suerte, en aquel momento su padre había finalizado el duro trabajo de cerrar el vallado y al verlo tan triste le preguntó…

-                     -  ¿Qué te ocurre Julián? – Preguntó con voz serena

Julián se sintió aliviado, se limpió una lágrima que descendía rápida por su cara, evitando que nadie se diese cuenta. Cuando su mundo se paraba; cuando en su día a día se encontraba con problemas, siempre llegaba él, su padre y con infinita tranquilidad lo solucionaba todo. 

“Rubio” apenas se movía,  levantó la cabeza con una mirada lastimera y Julián pensó, mi padre seguro que lo consigue curar. Éste con gesto firme se acercó al caballo y llamó…

-               -    María, ven échame una mano – dijo, mientras miraba con gesto preocupado al animal

Su madre llegó casi al instante y con gestos seguros ayudó a su padre, casi sin mediar palabra. En pocos minutos el caballo se encontraba totalmente curado. Una vez más, Julián miró a sus Padres

-                   - Tengo los mejores padres del mundo – pensó con una sonrisa

Y es que, a sus cinco años; nada le daba más seguridad que el gesto tranquilo, y sosegado, que ejercían sus padres cuando estando a su lado, le ayudaban.

jptorga_______ 

La búsqueda

-     ¿Dónde estoy? – pensó levantando la mirada hacia el horizonte -  Me parece que ya he pasado por aquí, pero no conozco este sitio – dudó por un instante y con aire decidido continuó -  Debo seguir buscando. No se dónde están los míos y debo protegerlos ¿cómo pudo ser que me despistara?

Levantó de nuevo la vista. Su mirada mostraba inseguridad, tal vez miedo.
-        Me siento mal. ¡Vaya, ahí viene de nuevo el chico de la capucha verde..! – pensó asustado -     Vuelve a coger una piedra. ¡Tengo que correr..! Antes casi me da en la cabeza y.., ¡no le hice nada..! – El miedo se asomó a sus ojos -   ¿Por qué habrá querido pegarme? Yo, casi ni le he mirado… La verdad, solo esperaba que colaborase conmigo ya que tengo hambre…, y ahora.., ¡también tengo frío..!

Miró de nuevo al Cielo encapotado, con gesto suplicante en sus ojos. Su pelo está húmedo por la lluvia caída hace veinte minutos…
-         Que no vuelva a llover. Antes me he mojado mucho – Sacudió ligeramente el pelo -  ¿Y los míos, donde estarán..? ¿Se habrán resguardado de este frío? ¿Habrán comido?- Mientras pensaba caminó con paso firme

Sus tripas realizaron un extraño ruido…
-         Comer… Tengo hambre. ¡Mucha hambre! – el gesto de su cara permanecía impasible -  ¿Cuándo fue la última vez que he comido? – Se miró las manos -Llevo mucho tiempo caminando

 Miró de nuevo al cielo, mientras sacudía la cabeza…
-         Pero.., no debo decaer. Tengo que encontrarlos – La determinación se dibujó en sus gestos y la transformó en caminar a paso decidido

Se le iluminó la mirada al ver el agua fresca que manaba de la fuente. A paso rápido avanzó hacia ella. Bebió con intensidad, derramando el preciado líquido por la comisura de sus labios. El agua, impasible al discurrir por su estómago, potenció la sensación de hambre.

Se sintió solo, triste…
-         ¡Vaya hambre tengo! Si estuviera aquí Carlitos compartiría conmigo su merienda – La mirada se le volvió a iluminar -   ¿Dónde estará? Me gustaría jugar con él. Es tan divertido. Me gusta verle reír cuando jugamos a la pelota… Y a mi.., también me gusta..

Había gente paseando. Con timidez avanzó entre ellos. Deseaba pasar desapercibido.
-         Está cayendo la noche. No sé muy bien dónde podré dormir seguro- pensó mientras buscaba un refugio -   Me da miedo estar solo y.., ¡tengo hambre!. Creo que me suenan las tripas

Observó cómo se reunían un grupo de chicos y le miraban fijamente.
-         ¿Qué dicen? Creo que están hablando de mí – Puso gesto de fastidio
-         No... ¡No! Están equivocados. ¡Creen que soy un vagabundo! – Corrió
-         Eeeh. ¡Solo es que me he perdido! – les gritó
-          ¡Para! ¿Qué haces? ¡No me persigas!. ¿Otro que quiere pegarme! ¡Tengo que correr! – emprendió una rápida huida
-         Bfffff.., ¡Qué susto! Suerte que no está en forma y yo corro más…

Con paso cansado fue avanzando hacia la salida del pueblo y pensó
-         Ellos, los míos, me subieron al coche. Recuerdo que Carlitos lloraba, pero no sé por qué… - Se rascó una oreja -   Viajamos durante mucho rato y después abrieron la puerta. Todos me acariciaron la cabeza y me bajé del coche confiado- Llevó su vista hacia la espalda -  Percibí que me miraban con mucha atención, casi con lástima. Sabían que tenía necesidad de vaciar la vejiga después de tanto viaje. Luego, mientras fui a mear, el coche arrancó y se marcharon sin mi ¡No se dieron cuenta! – bajó la vista al suelo, con lástima

Buscó con la mirada una referencia en el horizonte y vio la Luna despuntar entre las montañas
- Tengo que encontrarlos antes de que caiga la noche. Me da miedo la soledad. Además, tengo que protegerlos. Ellos, los míos, me necesitan y me quieren…

Siguió caminando, mientras con la cabeza agachada y a paso rápido buscaba un rastro que le devolviera al hogar... Un hogar donde comer. Un hogar donde descansar. Un hogar donde estuviera protegido... Un hogar con los suyos…

Jp.torga______

LA MIRADA AZUL

Gabriel, el párroco de aquel pequeño pueblo, salió de la Sacristía con paso firme y seguro hacia el Altar. Después de realizar una ligera inclinación de cabeza y mirando a los allí presentes, comenzó la misa. Usaba en el Oficio gestos amplios, en los que mostraba la solemnidad del Acto que allí se celebraba. Empleaba en su lenguaje una voz dulzona, neutra, estudiada. A sus 53 años la experiencia le llevaba en volandas en el momento de plasmar los ministerios diarios. Sus ojos coincidieron por un instante con el cielo de la mirada de Inés. Sintió una vez más, como una leve punzada daba paso a una explosión de júbilo que agitaba con fuerza su pecho. Sintió, que dentro de él, se liberaban cientos de mariposas juguetonas e inquietas. Ella mantuvo fija, inocente, su mirada sobre los oscuros ojos del Cura. Él, por un instante dejó de sentirse miembro activo de la Iglesia, para convertirse en un hombre en todo su esplendor e ilusiones. 
La había escuchado más de un centenar de veces en confesión en los últimos años. Sabía de su honestidad, de su virtud, de su leal dedicación como madre y sufrida esposa.

Horas más tarde, ya en la soledad de la noche y  acostado en su cama, sus manos de fina piel buscaron placer en su virilidad, mientras su mente era invitada a pensar en el recuerdo de aquella mirada dulce. 
Con gesto brusco abandonó la cama, mientras apartaba las sábanas de un fuerte manotazo. Recogió su Breviario y el Rosario de cuentas color negro que descansaban sobre su mesita de noche. Con desazón se puso a pasear por el pasillo de la casa leyendo las enseñanzas divinas una vez más. Su sobrio pijama de rayas azul marino y las zapatillas marrones de felpa le protegían de la fría humedad de la casa parroquial. Por fin vencido por el cansancio, llegó el sueño en forma de ángeles, mientras dejándose ir a la cama se adentró entre las frías sábanas blancas.

A la semana siguiente en la misa de las nueve. Gabriel abandonó nuevamente la Sacristía camino del Altar Mayor y con gesto incierto miró a los fieles de hito en hito, mientras su Corazón buscaba el cielo de unos ojos, de una mirada inocente. Al sentir sobre si esa mirada, de nuevo se sintió hombre, dejó de ser santo y en silencio sintió como tras un alocado galope su corazón se desangraba lentamente.
Estaba lleno de vida, amor, ternura  para entregar. Para crear un mundo de sentimientos y entregarlos en forma de ilusiones a aquella mirada dulce. 
Sus piernas temblaron al ritmo de la incertidumbre sobre la presión de las fuertes las creencias que se desmoronaban en su interior haciendo presagiar una tormenta y una grave caída. 
Presentó la misa de forma mecánica, sentía que su cuerpo flotaba, que su mente había abandonado definitivamente sus carnes. 
Al final del Oficio, la vio marcharse de espaldas entre el resto de personas y la soledad se apoderó de su ánimo. Arrastrando los pies, que se negaban a obedecerle se fue hacia la Sacristía, mientras pensaba... - ¿Cuándo finalizará este tormento?

Inés, mientras, al llegar a la puerta de salida de la Iglesia giró la cabeza suavemente, deseando encontrar la mirada suplicante de Gabriel. Deseando ver una imagen, que como cada domingo se le escapaba  entre las manos, llenándole de un vacío que desgarraba sus entrañas, que la dejaba exhausta sin aliento. 

Con gesto lento y sereno deslizó su dedo pulgar por la piel de su rostro, mientras dibujaba la señal de la Cruz…

Jp.Torga_______

Miedo


Sintió miedo, pequeñas gotas de sudor resbalaban por sus sienes.
Escuchó los latidos de su corazón mezclados con el sonido ronco de unos pasos, que avanzaban hacia ella.
Emprendió una huida sin control corriendo dentro de un túnel en penumbra. Tropezó sin llegar a caerse. La angustia le oprimía el pecho sin apenas dejarla respirar, ésta era agitada intensa.
Sintió de nuevo los pasos avanzando en su espalda. Miró a ambos lados buscando un hueco por donde escapar, por donde huir de sus miedos.
Se acordó de sus hijos. Temió por ellos. Pensó que tenía que distraer a su perseguidor aun a costa de su propia vida.
Se acordó de sus padres, cuando y como la habían protegido siempre, para ahora hallar este trágico final a sus días.
Reemprendió una alocada carrera, creyó intuir una luz al final del angosto túnel. Un brillo de esperanza se dibujó en sus ojos. Las piernas ya no le respondía por el esfuerzo, un rugido cercano la dejó paralizada.
Tropezó y al trastabillar sintió el contacto de una mano alargada en su espalda mientras caía. La caída se proyectó sobre un agujero estrecho, mientras lo hacía sintió su cuerpo colocarse en forma de aspa, con los brazos y las piernas abiertas intentando aferrarse a algo.., aferrarse a la vida.
Sintió la caída a cámara lenta. La vida se escapaba a su control. Un vacio extraño se adueñó de su pecho.
De nuevo el cuerpo se tensó en un esfuerzo por aferrarse a las paredes del pozo, pero éste cada vez era más ancho. En su lenta agonía gritó desesperadamente...

Su marido puso a funcionar rápidamente la luz de la lámpara y dijo suavemente -Sara, despierta. No ocurre nada. Todo está bien -

Sentada en la cama el sudor empapaba su pelo...


Jp.Torga_____

EL MARINERO Y LA SIRENA
En su mar de cristal una sirena soñaba sin cesar.
Soñaba con guardar el sol en un tarro de cristal,
soñaba con viajar sobre el horizonte y las estrellas poder tocar,
soñaba con leer cuentos de hadas y magia que la llenaran de paz,
soñaba con un marinero de ojos oscuros y labios de pan,
soñaba en su mar de cristal…
En su barco dorado soñaba sin cesar un marinero.
Soñaba con pescar en su red un pedazo de ilusión,
soñaba con descubrir dónde estaba el mar de la pasión,
soñaba con mostrarle el camino de la libertad a su corazón,
soñaba con una sirena de ojos claros y labios de sol,
soñaba en su dorado barco...
La sirena lloraba en silencio por sus sueños de papel,
el marinero lloraba por sus sueños de un mundo que contara con él.
Sus lágrimas se juntaron sobre una ola de espuma blanca.
Sus miradas se acariciaron entre los sueños que por el mar navegaban,
cientos de mariposas bailaron por el río de sus venas,
brillaron en sus ojos despiertos de ternura un universo de estrellas.
Desde entonces, en las noches de luna blanca, en las noches de luna llena,
mientras escuchan la melodía que las olas y las estrellas bailan en la arena,
el marinero y la sirena se cuentas sus sueños y confidencias,
se acarician con la mirada,
se duermen con una sonrisa entre las sábanas blancas,
se recuerdan en el silencio del alma entre el aroma de mar y canela…
MH/J 

EL VIAJE


Vanesa se sentó en la mecedora con gesto cansado. Había sido un día agotador. Reflexionando sobre ello, tal vez, mas que agotador había sido el final de una etapa.

Era una mujer fuerte, acostumbrada a luchar. Había vivido su vida de forma, que no dejaba cabida al desánimo.

Miró el sobre que estaba depositado sobre la mesa camilla. Lo abrió, mientras en su pecho un cosquilleo se desplazaba desde el estómago a la garganta. 
No sabía que iba a encontrarse al otro lado de la solapa de aquel sobre color sepia. 
Dentro había un papel del mismo color, con escritura de rasgos fuertes y letra verde.

Reconoció perfectamente la letra de Silvio. La emoción llegó a sus ojos en forma de lágrimas. Dos de ellas bajaron poderosas, ceñidas a las aletas palpitantes de su nariz. Las dejó viajar sin incomodarlas sobre su cara. No quiso frenar su trayectoria, que finalizó salada sobre la comisura de sus labios.

Sintiendo el pecho sobrecogido, dejó su espalda pegada al respaldo de la mecedora. Ésta, se movió al empuje del peso de la mujer.

Comenzó a leer. En cada palabra escrita pudo percibir la voz suave de Silvio, que  entre susurros le decía…

“...Si estás leyendo esto, es que has abierto el sobre. Tienes en tus manos la carta, que hace tiempo escribimos cada uno, a la orilla del mar. ¿Recuerdas? Paseamos de forma incansable, dejando que el mar mojase nuestros pies. Nos sentamos en las rocas, mientras el Sol nos bañaba con su luz. El agua llegaba a nosotros fresca, empujada por las olas. Seguro, que ante el recuerdo de ese instante ahora sonries, porque viene a tu mente aquel momento perfecto de complicidad. Fruto de ello, en aquel instante decidimos sacar cada uno una hoja de papel de tu bolso y nos pusimos a escribir lo que nuestro corazón sentía, para poder recordarlo cuando llegase el día de hoy.

Vanesa, contigo he sido feliz...
Me he sentido lleno de vida, día tras día.

Te descubrí, cuando apenas habíamos dejado de ser unos niños.
Cada día me has recibido en tus brazos con una sonrisa.
Si me faltaban las fuerzas, te convertías en mi motor incansable.
Si el temor se apoderaba de mi, tú estabas ahí para inculcarme valentía.
Si la tristeza era mi fugaz visitante, te disfrazabas de payaso para despertar la felicidad en mi pecho.

¿Recuerdas?
El día que escribí esta carta, me abrazaste por la espalda sobre el acantilado y soñamos con cruzar el mar, buscando un lugar donde la locura diera paso a la razón…
Y así fue nuestra vida. Llena de complicidad y entrega mutua.
Complicidad que tu me entregabas, sin esperar mas que mi bienestar.
Has sido la amiga ideal. La pareja perfecta. Renunciaste a ser madre, para ser una esposa entregada… Y hoy, en este instante, una viuda apenada.

Si me estás leyendo, es que hace poco, has dejado tres rosas azules sobre mi lápida. 
Es que.., mi momento de partir ha llegado.
Es que.., después de una vida juntos, hoy por primera vez he emprendido un viaje sin ti.

Sabes, que donde vaya, donde esté, me sentaré con paciencia a esperarte. 
Querré volver a vivir en otro lugar la vida tan intensa que disfruté aquí a tu lado, en nuestro hogar.

Te llevo en mi recuerdo..”
                                                                                                                  "Silvio"

Vanesa dobló el papel. Con movimientos lentos lo devolvió al interior del sobre y lo acercó en un abrazo callado sobre su pecho.

La mecedora se balanceaba suavemente, casi con dulzura…

-         Espérame. No tardaré en llegar mi amor. Ten paciencia – pensó

Cerrando los ojos, sonrió… Mientras sintió como un olor dulzón a gas cegaba sus sentidos…


JP.Torga_______

TODAVÍA NO




¿Dónde estoy?


¿Qué sucede?


¿Qué me pasa?

Un recuerdo fugaz llegó a mi cabeza: horas interminables de trabajo, palabras que no quieren salir, dolor de cabeza, aquel maldito e intenso dolor de cabeza…

¿Por qué no cesa ese sonido?

¿Quién hace ese estruendo?

Un momento de consciencia me pone sobre aviso de lo que posiblemente está sucediendo.


Es la hora en la que m hijo regresa a casa; posiblemente me encontró tumbada sobre la mesa, intentando escribir ese maldito libro que se me resiste.

Me encuentro mal, bastante mal, pero debo concluir el trabajo, esa absurda novela para la que no encuentro frases, ni argumento, ni siquiera buenos personajes que me ayuden a sacarla adelante. Pero debo terminarla, es imprescindible que la finalice.

Un mareo me deja nuevamente transpuesta durante unos segundos y después… después todo estaba borroso en mi cabeza. Sólo el sonido de las llaves en la puerta, una voz lejana que me llama, una conversación de la que solo escucho parte…y ahora ese maldito sonido, ese ruido que va y viene, pero no cesa, esa especie de grito que me está volviendo loca.

Comprendo: es el sonido de sirena de una ambulancia y yo…¿yo voy dentro..? Si.., debe ser así, debo ir dentro, medio inconsciente. ¿Habrá llegado mi hora? ¿Serán estos mis últimos momentos?


Cuántas veces me he preguntado en las largas noches en vela qué se sentiría cuando uno está punto de partir hacia el otro lado, hacia la oscuridad, hacia lo desconocido, hacia el más allá. ¿Habría un más allá?


¿Será este mí momento, el momento de irme?


No, no puede ser, aún tengo muchas cosas pendientes en mi vida.


La novela, esa maldita novela que me quita el sueño noche tras noche. Pero eso no es lo más importante.


Marco, aún me necesita.


Marco, mi hijo. El habrá llamado la ambulancia.


Marco, siempre he sentido que por él daría la vida, esa vida que ahora se me escapa, que pende de un fugaz hilo. Esa vida, esa fuerza que ahora se me va entre las yemas de los dedos, entre los fugaces parpadeos de mis cansados ojos, entre los frágiles latidos de este corazón maltrecho…


Marco…


Él es el motor de mi vida, el sueño hecho realidad, el recuerdo permanente de un amor intenso, de un amor sin límites, de un eterno dar y recibir cada día, cada minuto, cada segundo, cada suspiro…


No, ahora no puedo irme. Tengo que estar presente en su Graduación. Tengo que acompañarlo como lo harán las madres de sus compañeros, le he dado mi palabra de estar allí, de sentirme la madre más afortunada del mundo.


Cierro aún más los ojos. Con intensidad. Ese dolor, cada vez más agudo, me impide casi respirar,


No puedo venirme abajo. No… no puedo dejarme vencer. Debo aguantar por él, por mi hijo; por mí, por disfrutar todo lo que me queda por vivir junto a él.


Me siento débil, pero aunaré fuerzas para seguir adelante. Aprieto los dedos, cojo algo que me parece una sábana. Siento impotencia, quiero aferrarme a mis sueños, a mi hijo, a mi promesa de estar a su lado en los momentos de júbilo y en los instantes de lágrimas.


Ha pasado el tiempo. No se discernir si ha sido largo o corto, y ahora, ahora temo abrir los ojos. No siento nada: ni dolor de cabeza, ni el chillido incesante de la sirena. Sólo silencio, sólo tranquilidad. ¿Dónde me encuentro? ¿Me habré ido ya?


Un miedo atroz se apodera de mí. No quiero abrir los ojos. Tengo miedo a la realidad. Pero.., debo saber la verdad.


Emito un suspiro agudo que salé de lo más profundo de mi cuerpo. Empiezo el terrible trabajo de mirar lo que me rodea. Mientras lo hago un brillo de esperanza recorre mis ojos: no puedo irme, no estoy preparada para ello, pero, ¿alguna vez se está preparada para dar ese paso? No.., no puedo estar al otro lado, todavía no…


H/J

CONFIANZA


Posa el cuchillo sobre la mesilla de noche. La mira con ese gesto dulce, que sabe irresistible para quien lo percibe en su cara. Acaricia su mejilla, y le dice
-         Confía en mi

Ello sonríe bajando la mirada
-         Déjame que te vende los ojos. Deja que tus sentidos me sientan- la voz del hombre se percibe dulce, serena

Ella, baja de nuevo la mirada al suelo y asiente
Él, coge el pañuelo malva, que ella lleva anudado al cuello y tapándole los ojos, hace un nudo a la altura de su nuca. Mientras realiza este gesto, le susurra dulcemente al oído
-         Bien. Eres una niña buena. Sigue confiando

Al finalizar la frase, le roza el lóbulo de la oreja con los labios.
-         Ahora, déjame atarte las manos. – La voz sonó apenas en un murmullo firme

Ella duda, pero recuerda sus palabras… “confía”.  Y.., necesita confiar, Quiere confiar. No desea dar marcha atrás. Apretando los labios, vuelve a asentir con la cabeza.

Él, sujeta sus manos con movimientos estudiados. Al finalizar, besa el largo cuello femenino, apartando una mata de pelo color caoba. Ella, mientras cierra lo ojos, se deja sentir.
-         Eres mía – le susurra mientras coge el cuchillo de la mesita de noche.
-         Ahora.., ¡siente! – expresa con voz seca, mientras la acerada hoja del cuchillo se desliza bajo la camisa, para alojarse sobre su piel. Ella se estremece. Por su vientre discurre una corriente eléctrica, que alcanza su cabeza con la fuerza del golpe de un látigo.

La hoja del cuchillo cortó con facilidad la frágil tela. Fue un corte suave, sensual, ante sus sensibles sentidos. El corte acerado del cuchillo se situó entre sus senos y percibe, que el sujetador de encaje negro se parte en dos. Un gemido ahogado se escapa entre sus labios.

Él, besa sus labios con dulzura. Después, en una caricia sensual recorre el cuello, los hombros, los pechos, el vientre… Mientras, el cuchillo se desliza hacia el costado de la mujer.

Le quita la ajustada falda vaquera. Las manos del hombre dibujan un masaje a modo de caricia sobre la piel desnuda. El deseo, hace que la respiración de la mujer se agite y su pecho suba y baje, sacudido por una ráfaga de calor.

Sujetó de nuevo el cuchillo entre los dedos y de un corte limpio segó en dos, la prenda intima, que cubría sus caderas.

Se mostró frágil ante él. Un cuerpo desnudo de piernas largas, caderas anchas, cintura estrecha y piel morena.., un cuerpo confiado.

El cuchillo recorre de manera lenta cada centímetro de aquella piel de seda. Ella, siente descargas a modo de espasmos de placer enmascarados con el miedo. Con sus ojos sin capacidad de ver, percibe como la punta de la hoja de acero llega a su cuello y casi se incrusta en su piel.

El pecho sigue su alocado baile, agitándose a un rimo de vértigo. Escucha el sonido seco, al depositarse el cuchillo de nuevo sobre la mesilla de noche mientras siente como él, la besa con ternura los labios…

Escucha la puerta de la habitación cerrarse y luego.., el silencio.

Silencio. Nadie se mueve. Nadie más que ella en aquella habitación.

Silencio.., y ella amarrada a una cama con los ojos vendados.

Silencio. Tiene miedo. Recuerda sus palabras… “ten confianza. Siente”

Intenta soltar una mano y no es difícil. Después la otra. Se quita el pañuelo de los ojos…

Hoy.., como cada día, mira aquel cuchillo. Lo guarda en un lugar privilegiado del salón de su hogar. No deja que nadie lo toque, ni tan siquiera su marido. Al mirar sus cachas de plata, recuerda aquel momento, aquella vivencia. Revive aquellos instantes sin igual. El momento en el que sintió las sensaciones más fuertes de su vida, por confiar en alguien… En un desconocido.
    A NINGUNA PARTE


Su paso era lento, mientras avanzaba con la cabeza agachada hacia ninguna parte. Su pelo enmarañado y sucio. Portaba barba de varias semanas. Sus ropajes le ayudaban a soportar el calor del día y el duro frio de la noche. Se paró unos instantes ante la cristalera de la confitería. Admiró el chocolate que cubría aquellos trozos de momentos exquisitos, que no estaban hechos para él. Sintió que su boca reseca acostumbrada al vino rancio y tabaco, se llenaba de agua. Su último bocado había sido en la mañana, un trozo de pan duro, que había reservado de la cena del día anterior en el albergue. Llevó sus manos temblorosas a los bolsillos en busca de unas monedas que sabía inexistentes. Con acostumbrada resignación se encogió de hombros y girando su cuerpo se sentó en la acera con la espalada apoyada contra la pared.

La gente pasaba de prisa ante sus pies. Unos hablaban. Otros miraban de reojo hacia su persona con desconfianza. Algunos le escrutaban con una mirada fugaz y con gesto de incomodidad aceleraban el paso. Su mirada cayó al suelo con un gesto abatido, mientras con una de sus manos mecía el ensortijado pelo. En ese instante escuchó una voz infantil que dijo

- Mamá dame un Euro.

Al levantar sus apagados ojos verdes, se encontró con la mirada cálida y sincera de una niña. Ésta le regaló una sonrisa natural y fresca y con un suave gesto depositó una moneda en su mano. Él la miró agradecido, mientras escuchó la niña preguntar a su madre mientras se alejaba

- ¿Cómo se llamará?

- ¿Qué importa, es un mendigo? – musitó la madre en voz baja

Con un gesto mecánico, el mendigo miró los pasteles, para a continuación mirar con tristeza hacia los pasos de la niña y dijo en mudas palabras

- Me llamo Javier. Si.., soy mendigo, pero no de dinero sino de cariño. Soy mendigo de un gesto que me haga sentir un ser humano como los demás. Mendigo de una mirada cómplice. Mendigo de un cariño, que me quite el frio de la soledad, que me haga sentir que soy importante para alguien – Con sus dedos acarició la moneda y casi sin despejar los labios se escuchó decir

- Me llamo Javier.., y soy un Ser humano que siente y padece la soledad de estar rodeado de gente.

Mientras sus emociones se disparaban ante esas palabras, miraba a la niña alejarse. Una niña que podría tener la edad de su hija, si ésta y su madre no hubieran muerto en aquel fatal accidente de tráfico, por él conducir con prisas. Prisas por llegar a ninguna parte…

JP.Torga 

El espejo
La lluvia golpea contra la ventana.
El despertador implacable suena una mañana más.

Raúl se meció el pelo con las manos. Con gesto ruidoso habrió los brazos y se rascó la barriga mientras bosteza.

Arrastró su cuerpo dentro de las zapatillas, hasta el cuarto de baño.

Apoyando las manos sobre el lavabo, con pereza miró al hombre que había en el espejo.

Se sintió extraño al verlo...

Barba desarreglada. Pelo revuelto. Ojos hinchados. Arrugas en los ojos.

-         ¿Quien eres? – preguntó

El hombre del espejo le miró con atención, pero no le contestó.
Raúl, se quedó mirando.

-         ¿Sabes qué ha sido de mi vida?

Su semblante se torna triste y vuelve a preguntar


¿Por qué los demás me ven diferente a como realmente soy?

- ¿Sabes? Me siento cansado


Miró en profundidad el espejo, esperando una respuesta que no llegó


- Quiero vivir, sentirme vivo – dijo de nuevo en silencio.

Pasó la mano por delante de los ojos, quitando un velo invisible, para a continuación volver a ver el hombre del espejo.

-         ¿Qué miras? ¿Te crees mejor que yo?

Apoyando de nuevo las manos sobre el lavabo siguió preguntando.

-         ¿Qué esperas de mí? – y miró con tristeza- ¿Qué tengo que hacer, para sentirme bien?

El hombre del espejo, indiferente, no respondió.
-         Dime algo. Ayúdame – imploró- Estoy cansado. Todos quieren algo de mí y yo no tengo fuerzas para entregar nada.

El hombre le miró y levantando las cejas suspiró.

Raúl se mojó el pelo con las manos. Puso jabón lentamente y se afeitó.

Con un gesto mecánico se echó agua fria sobre la cara.

Quiso pensar que se sentía mejor.


Volvió a mirar al hombre del espejo, éste le dijo

-         No pienses tanto. Solo haz lo que debes hacer. Sabes que eres un Ser insignificante, como cualquier otro. Uno mas, que pasa por la vida, sin pena ni gloria. Tu única misión es nacer, reproducirte y morir. No aspires a mas. Si intentas algo distinto, solo conseguirás sufrir.

El hombre del espejo hizo un silencio


- Ahora vete. No pienses. Eres solo una ínfima parte de un engranaje. De una maquinaria. Cuando tú faltes, tu lugar será ocupado por otro. Vete
– le ordenó autoritario.

Raúl se vistió en silencio. Con gesto cansado, recogió sobre la mesa de la cocina un bocadillo. Un bocadillo más, que significaba que aun seguía vivo. Cerró la puerta en silencio. Se ajustó al cuello su prenda de abrigo, mientras en la calle la lluvia golpea contra la ventana…

JP.Torga

Teresa, amiga mía…


Hoy te has levantado de la cama, al ir caminando hacia el baño has notado un dolor intenso en el costado. Seguiste tu camino y al mirarte al espejo viste las contusiones en tu cara. Un ojo morado y casi cerrado por el hinchazón, un surco de sangre seca en tu mejilla. El dolor del costado volvió con fuerza y al levantar el pijama, la marca de la patada estaba ahí para recordarte la paliza que sufriste anoche.  Dos lágrimas recorren tu cara, no son por el dolor, tampoco por la imagen que ves en el espejo. Tus lágrimas son fruto de la impotencia, de la soledad. Aún no te explicas por qué ha llegado esta tercera paliza. Crees que has hecho todo bien, pero él cada día se enfada más.

Cuando erais novios no te dejaba ponerte falda, no quería que te maquillases, no podías hablar con amigos… Y tú creíste que eso era lo normal y accediste. Te pusiste siempre pantalones, tu cara salía a la calle siempre limpia e inmaculada de cualquier cosa que realzase tu belleza, no fuera a suceder que a él no le gustase. Dejaste de hablar con tus amigos y amigas del colegio. “No importa –pensabas- le tengo a él y deseo que esté tranquilo” Fue pasando el tiempo, decidisteis casaros. Al principio todo pareció ir bien, aunque para él nunca supiste tener la casa arreglada a su gusto. Quisiste trabajar y se opuso, te dijo que tenías bastante con realizar el trabajo del hogar ya que no servias para otra cosa y tú le creíste. Los días y los meses fueron cuajando en tu vida, ya no ibas a ver a tus padres, ya que a Víctor nunca le gustaron. Incluso tu hermana tenía mil y un defectos, y no era bueno que fueras a verla o visitarla, no era una buena influencia. Ni pensar que por tu casa pasase alguna amistad, él siempre ha disfrutado de sus amistades lejos del hogar.

Un día ocurrió, no sabes cómo, pero no se te olvidará cuándo. Siempre recordarás que llevabas un tiempo, donde el malhumor de Víctor era una compañía diaria. No paraba de recordarte lo mal que hacías todo y además lo poco atractiva que estabas, aunque él seguía sin dejarte ir a la peluquería. Aquel día, él estaba más enfadado que nunca, se quejaba del trabajo, le pareció que la casa estaba sucia, que la comida no sabía a nada… Y tú te quedaste quieta en el centro de la cocina. Te empujo. Le miraste a los ojos con súplica, pero solo hallaste dolor. El bofetón cayó como un rayo sobre tu cara. Te fuiste a la habitación y lloraste con amargura. Aquella noche apenas dormiste, Víctor estaba a tu lado en la cama y dormía relajado. Pensaste en las cosas que él decía que hacías mal y llegaste a la conclusión; “me merezco lo sucedido, no soy lo bastante buena para él”.
A la mañana siguiente tu marido se fue a trabajar a su consulta, no llegó hasta la tarde. Cuando vino, te trajo un ramo de flores. Te dijo cuanto te quería. Tu pecho se agitó de alegría, le abrazaste. Te había “perdonado” y quisiste regalarle la mejor cena que eras capaz de cocinar. Charlasteis del trabajo, de la carestía de la vida, de los vecinos… Todo era perfecto.

Aunque al pasar dos semanas todo volvió a su lugar. Por mas que intentabas que te viera bella, el solo te recordaba que no servias para nada y, que te estabas quedando extremadamente delgada y que no le apetecía mirarte. La inseguridad carcomía tu estómago en forma de nervios. Él no era capaz de ver que tú vivías por y para su bienestar.  Casi sin saber cómo, llegó la segunda paliza y se repitió el ciclo… Flores, cariño a raudales en los primeros días. Te llevó al cine, incluso fuisteis a bailar, aunque tú sabes que a Víctor no le gusta que bailes, para que otros hombres no te miren. Y tú, cómplice, no te moverás al son de la música, para que él se sienta bien.

Ahora, después de esta tercera paliza,  tu cabeza es un hervidero de preguntas sin respuesta. En estos dos años has cedido, le has obedecido, te plegaste a todas y cada una de sus exigencias, te callaste incluso cuando tenías razón, has evitado cualquier acto que a él le disguste.., y NUNCA es suficiente. Te sientes desamparada y sola. Solo deseas que te quiera y respete, pero eso nunca llega. Te ves a ti misma huyendo sin ir a ninguna parte. Vas dentro de un túnel sin luz a toda velocidad, sientes que has perdido todo el control sobre ti y tu vida.

Mientras Teresa está en el baño, Víctor desayuna con calma. Tiene una doble sensación. Por un lado, no le gusta lo que ha ocurrido anoche. Pero, qué caramba, cuando chantajea a su mujer, cuando  la amenaza, la coacciona,  cuando la agrede.., le queda una sensación de bienestar, de poder extraordinaria. Cuando con todas las acciones anteriores la somete y ridiculiza, él se siente un Ser superior, es el centro de la Creación, se siente como un líder indiscutido e indiscutible. A veces esa crueldad, conlleva un grado de venganza. Venganza hacia todo y contra nada.

En ese instante sintió a Teresa llorar en el baño, y se dijo “hoy le compraré flores y la llevaré al cine...”

EL BAUTIZO DE LA OLA





Alguien les había dicho, que el amor era para adolescentes. En algún lugar habían escuchado que eso de enamorarse era cuestión de química. Hasta que aquel día llegaron a aquella playa. El Sol se asomaba entre las nubes con disimulo. El viento mecía de forma agradable sus cabellos. Casi sin pretenderlo sus manos se juntaron, mientras paseaban por la arena. Con aquel gesto sellaron un contrato no escrito de complicidad. Un ligero hormigueo recorrió al unisono su pecho. Hablaban de cosas banales, que para ellos eran importantes. Se comunicaban con la mirada, con el roce de sus manos. Los dos usaban el lenguaje del silencio para regalarle al otro palabras sinceras. Las gaviotas danzaban a su alrededor cantando desde sus picos afilados. El mar quiso bautizar su unión con una ola que regó sus zapatos. Aquel gesto del agua les hizo reír como niños  rompiendo el miedo a lo desconocido. Luego vino una caricia, mas tarde un beso, a continuación un abrazo... El mundo se paró sobre la arena, el vello de su piel se erizaba con cada gesto de ternura que se entregaban a la sombra de las nubes. Para ellos, aquel era su momento. Era el instante que habían deseado vivir durante mucho tiempo. Era un obsequio de la vida, el regalo de un día de otoño, que les indicaba que en su vida quedaban muchas páginas por escribir. Cuando, cada uno de ellos aquel día se fue a la cama, algo más les unía, la ilusión de sentirse jóvenes... 

 

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