sábado, 24 de noviembre de 2012

Nada cambiará mi amor por ti, David Bisbal

Para comenzar esta mañana de un sábado otoñal,
nada mejor que un poco de música...



Si tuviera que vivir sin tus caricias
habrá melancolía
yo sé que habrá dolor
al fin del mundo yo te seguiría
no puedo estar sin tu calor
pues sin ti no sé quién soy

Jamás podré dejar tu amor

no dudes nunca, por favor
bésame, te amaré
no sabré llenar tu espacio

Nada cambiará mi amor por ti

siempre sentirás que yo te amo
no quiero que te vayas
te quiero así cada mañana
nada cambiará mi amor por ti
siempre sentirás que yo te amo
no puedo ver sin ver tus ojos
nada cambiará mi amor por ti

Sólo con mirarte fue tan fácil

abrir así mi corazón
fue tan natural
sólo con besarte fue imposible
no dejarte de pensar
si quiero cada día más

Jamás podré dejar tu amor

no dudes nunca, por favor
bésame, te amaré
no sabré llenar tu espacio

Nada cambiará mi amor por ti

siempre sentirás que yo te amo
no quiero que te vayas
te quiero así cada mañana

Nada cambiará mi amor por ti

siempre sentirás que yo te amo
no puedo ver sin ver tus ojos
nada cambiará mi amor por ti


Te adoro, Naim Thomas & David Bisbal


Una canción me sabe a poco,
cierro los ojos y canto en silencio
mientras el espacio se llena de música, letra y ...y su imagen  



adoro,
la calle en que nos vimos
la noche
cuando nos conocimos

adoro
las cosas que me disate
nuestros ratos felices
los adoro
vida mia

adoro
la forma en que sonries
el modo en que aveces me riñes

adoro
la ceda de tus manos
los besos ke nos damos
los adoro vida mia

y me muero por tenerte junto ami
cerca muy cerca de mi
no separme de ti..

y esque eres mi existencia
mi sentir, eres mi luna y mi sol
eres mi noche de amor
mi noche de amor

adoro
el brillo de tus ojos
lo dulce, que hay en tus labios rojos

adoro
la forma en que suspiras
y hasta cuando caminas
yo te adoro vida mia


y me muero por tenerte junto ami
cerca muy cerca de mi
no separme de ti..

y esque eres mi existencia
mi sentir,
eres mi luna
mi sol
eres mi noche de amor

yo te adoro..
vida mia...


Las palabras, Jose Samarago

Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, vienen en los libros, los periódicos, en los mensajes publicitarios, en los rótulos de las películas, en las cartas y en los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan,, imponen,segregan, eliminan. Son melifluas o ácidas. El mundo gira sobre palabras lubrificadas con aceite de paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace.

Hay muchas palabras.

Y están los discursos, que son palabras apoyadas unas en otras, en equilibrio inestable gracias a una sintaxis precaria hasta el broche final: “Gracias. He dicho”. Con discursos se conmemora, se inaugura, se abren y cierran sesiones, se lanzan cortinas de humo o se disponen colgaduras de terciopelo. Son brindis, oraciones, conferencias y coloquios. Por medio de los discursos se transmiten loores, agradecimientos, programas y fantasías. Y luego las palabras de los discursos aparecen puestas en papeles, pintadas en tinta de imprenta —y por esa vía entran en la inmortalidad del Verbo. Al lado de Sócrates, el presidente de la junta domina el discurso que abrió el grifo fontanero. Y fluyen las palabras, tan fluidas como el “precioso líquido”. Fluyen interminablemente, inundan el suelo, llegan hasta las rodillas, a la cintura, a los hombros, al cuello. Es el diluvio universal, un coro desarmado que brota de millares de bocas. La tierra sigue su camino envuelta en un clamor de locos, a gritos, a aullidos, envuelta también en un murmullo manso represado y conciliador. De todo hay en el orfeón: tenores y tenorinos, bajos cantantes, sopranos de do de pecho fácil, barítonos acolchados, contraltos de voz-sorpresa. En los intervalos se oye el punto. Y todo esto aturde a las estrellas y perturba las comunicaciones, como las tempestades solares.

Porque las palabras han dejado de comunicar. Cada palabra es dicha para que no se oiga otra. La palabra, hasta cuando no afirma, se afirma: la palabra es la hierba fresca y verde que cubre los dientes del pantano. La palabra no muestra. La palabra disfraza.

De ahí que resulte urgente mondar las palabras para que la siembra se convierta en cosecha. De ahí que las palabras sean instrumento de muerte o de salvación. De ahí que la palabra sólo valga lo que vale el silencio del acto.

Hay, también, el silencio. El silencio es, por definición, lo que no se oye. El silencio escucha, examina, observa, pesa y analiza. El silencio es fecundo. El silencio es la tierra negra y fértil, el humus del ser, la melodía callada bajo la luz solar. Caen sobre él las palabras. Todas las palabras. Las palabras buenas y las malas. El trigo y la cizaña. Pero sólo el trigo da pan.