miércoles, 31 de diciembre de 2014

Brindis a lo humano y lo divino, Nicanor Parra.




"Y por fin, yo me permito reunir simbólicamente la copa con que brinda cada uno de ustedes con mi propia copa, que contiene la misma sidra humilde, con la misma sencillez de nuestro corazón. Levanto al cielo con ella los deseos, los sueños y las esperanzas de todos, para que en esta noche prodigiosa el amor infinito los toque con la vara de sus milagros y los convierta en realidad." 


Con estas palabras de Eva Perón en Argentina,en el año 1951, quiero desearos a todas y todos, un maravilloso año nuevo.

Y como no es momento de ponerse serios, dejo también un brindis menos formal. El poeta chileno Nicanor Parra escribió estos versos que quiero hoy compartir con vosotros.



Brindo, dijo un lenguaraz,
Por moros y por cristianos
Yo brindo por lo que venga
La cosa es brindar por algo.
Yo soy así, soy chileno,
Me gusta pelar el ajo,
Soy barretero en el norte,
En el sur me llaman huaso,
Firme le doy la semana,
No como si no trabajo;
De Lunes A Viernes sudo
pero cuando llega el Sábado
No negaré que con gana
Me planto mis buenos tragos,
Con el favor de mi Dios
¡Por algo me llamo Pancho!
En la variedá está el gusto,
Donde me canso me paro,
Todo me podrán quitar,
Pero la chupeta ¡cuándo!
Cuando a la perdiz le salga
Cola, cuando vuele el chancho.
Qué bueno es, pienso yo,
Brindar entre plato y plato
Y ver que esta vida ingrata
Se nos va entre trago y trago
A ver, señora, destape
Un chuico del reservado
Que todavía nos queda
Voz para seguir brindando.
Yo quiero brindar por todo
–Ya me arranqué con los tarros–
Brindo por lo celestial
Y brindo por lo profano,
Brindo por las siete heridas
De Cristo crucificado,
Brindo por los dos maderos
Y brindo por los tres clavos.
¡Cómo no voy a brindar
Por griegos y por romanos,
Por turcos y por judíos,
Por indios y castellanos,
Si antes de que salga el sol
Tenimos que darle el bajo
A toda la longaniza!
¡Le dijo el pequén al sapo!
Aquí no se enoja naiden
¡Vamos empinando el cacho!
Mañana será otro día
¿Nocierto compaire Juancho?
¡Ya pus compaire Manuel!
¡Al seco! ¡Qué está esperando!
¿Ha visto una mala cara
O se le espantó el caballo?
A mí no me viene usté
Con pingos alborotaos
¿No ve que soy de Chillán?
–Trompiezo…, pero no caigo–


Hay que aprovechar las últimas
Botellas que van quedando
Dijo y se río el bribón
Que el día menos pensado
A una vuelta del cerro
La flaca nos echa el lazo. 



Nos vemos en el próximo año.





Niños, libros y lecturas, Alejandro Dolina




Las novelas decimonónicas sobre el Imperio Romano se esfuerzan en reconstruir la época de los Césares y apenas consiguen revelar las preferencias y gustos del siglo XIX. Sucede que los cónsules, los senadores y los emperadores no pueden disimular el acento de las tertulias parisinas, por mucho que se esfuerce el escritor. Esto no debe apuntarse como un reproche sino más bien como una fatalidad que conviene saber antes de la lectura.

Algo parecido sucede con los libros para chicos. Escritos desde un mundo diferente, suelen referir historias que suenan falsas, protagonizadas por seres lejanos e incomprensibles. Ante su propia creación, los autores suelen afectar una especie de perpleja benevolencia, la misma que se usa en la descripción de las costumbres de los salvajes.

Alguien podrá decir que lo más conveniente es que los romanos escriban sobre el Imperio, y los niños sobre la infancia. Objeción: los romanos no escriben ya y los niños no lo hacen todavía. De unos y otros nos separa el tiempo.

Puede aducirse que mientras ningún escritor actual ha sido ciudadano del Imperio, casi todos han sido niños. Sin embargo, un complicado abismo de olvidos y falsos recuerdos parece alejarnos de nuestras emociones infantiles. Los literatos que se fingen chicos no consiguen engañar a nadie.

A decir verdad, no es posible ni siquiera saber con certeza si los niños disfrutan de los libros que se les preparan.

Con mucha cautela, me atrevería a apostar que no. Evocaciones que acaso invento ahora me remiten a las historias de terror, las investigaciones de Mister Reeder, el Padre Brown y el poema A Margarita Debayle , creaciones todas que poco tienen de infantiles.

Me parece también recordar que a mis cuatro o cinco años escuchaba con más placer La Copa del Olvido o Mi Noche Triste , que las cargosas pamplinas sobre faroleras tropezadas.

Así, menos en forma de teoría que de sospecha, postulo que un libro que entretiene a un chico debe ser capaz de hacerlo con un adulto. Desde luego, la admiración no sirve en el orden inverso: toda obra necesita una información previa por parte del lector para ser comprendida. El cuento El inmortal, de Jorge Luis Borges, resultaría incomprensible -o insulso- para quien desconociera la existencia de Homero.

La medición de un hexámetro exige saber latín. Presiento, sin embargo, que miles de cuentos y novelas pueden ser leídos sin penuria por los chicos y sin aburrimiento por los mayores. Los ejemplos son tan contundentes que me avergüenzan: La Isla del Tesoro , los cuentos de Oscar Wilde, Las Mil y una Noches, las maravillas y horrores de la mitología clásica.

Frente a estas obras, los coloridos volúmenes de las colecciones infantiles resultan bastante insípidos.

A veces me palpito que muchos de estos textos son estropeados por la intención edificante. Alguien me dijo una vez que en verdad ocurre lo contrario: la torpeza literaria desacredita la moraleja.

Manuel Mandeb, el polígrafo de Flores, sentía horror por las novelas protagonizadas por niños. Sostenía que sus comportamientos eran poco racionales, o lo que es peor, poco artísticos. Recomendaba insuflar a los pequeños personajes la mayor gravedad, pues entendía que los chicos son generalmente serios y aborrecían la socarronería.

Mandeb creía que el amor a los niños era una virtud literaria capaz de redimir cualquier defecto. 
- El cariñoso esfuerzo conmueve a los pibes aunque no lo confiesen -decía.

Me parece que el hombre de Flores adivinó una gran verdad.

Cuando era chico yo sentía una emoción deliciosamente triste ante las calesitas, los circos y los caleidoscopios. No me gustaban, no me divertían. Pero me hacían sentir una inmensa piedad por aquellas gentes, más inocentes que yo, que trataban de agradarme con ingenio modesto. De entre mis juguetes infantiles recuerdo una cimitarra de madera que me trajo mi padre. Mis juegos no incluían las gestas sarracenas, de modo que no pude sacarle mayor provecho. Pero allí estaba el amor del hombre aquel que tal vez no me comprendía.

Por eso creo en el criterio de Mandeb. El amor de un poeta puede ser más eficaz que un buen argumento.

Más tarde he reconocido aquellos sentimientos de la niñez al recibir algún regalo demasiado humilde.

En los años dorados, un grupo de maestros melancólicos del barrio del Ángel Gris preparó un libro de lectura escolar diferente de todos.

Su título fue Tempranos Desengaños.

Contaba con textos de Manuel Mandeb y Jorge Allen, la docente Etelia C. de Doth y otros oscuros literatos del barrio. También se procuró hacer creer que escribían algunos niños, cosa que nadie llegó a admitir jamás.

Muchos educadores han dicho que Tempranos Desengaños carecía de propósitos aleccionadores. Nada más falso. En muchas de sus páginas se promueve la admiración de ciertas conductas. Sucede -eso sí- que tales conductas son precisamente aquellas que repudian los libros infantiles convencionales. Se enaltece la inasistencia a clase, se desprecia la aplicación, se duda de la higiene y se festejan los desórdenes.

Hay cuentos, poesías, notas y canciones, entre las que sorprende encontrar la milonga Cobráte y dame el vuelto.

Vamos a transcribir algunos textos. 


LOS DEBERES DE PEDRO


Pedro se sienta en los últimos bancos del aula, como corresponde a un chico que desdeña la educación y la vecindad de los poderosos. Las conspiraciones y los batifondos nunca lo hallan ajeno. Busca el riesgo de las transgresiones y la compañía de los más beligerantes. A veces lo tientan el estudio y la inteligencia.

Entonces, como quien acepta un desafío, como una compadrada, resuelve arduos problemas de regla de tres y cumple los dictados sin tropiezos.

Un día, la maestra le acaricia el pelo tiernamente. El piensa: 
- Ay señorita... Si supiera como me gustaría regalarle una flor y darle un beso.

Pero Pedro sabe quién es y conoce su deber y su destino. Con una gambeta se aleja del afecto inoportuno y va a buscar la gloria allá en el fondo, donde los malandras se empeñan revoleando los tinteros para que se cumpla mejor el divino propósito del Universo. 


EJEMPLO (Poesía)


Los sabios nos han dicho 
que sigamos la sombra de tu paso. 
Y ha sido tu destreza 
la vergüenza de nuestras lentitudes.

Los signos que guardaba 
la efímera pizarra en su negrura 
a tí no te negaron 
revelaciones y sabidurías.

Los Seres que Vigilan 
han sabido por tí nuestras infamias 
y hallaste recompensa 
en la noticia del castigo ajeno.

Ah, blanco paradigma, 
luminoso, implacable compañero: 
hoy nuevamente ha sido 
postulada tu suerte como ejemplo.

El numeroso patio 
tu sangre dibujada vio en el suelo 
y el rumbo de mis golpes 
siguió la blanca popa de tu miedo.

Así supieron todos 
después de tu derrumbe en el recreo 
las biabas que promete 
mi zurda a los traidores del colegio. 


LOS NIÑOS PRECOCES (por Manuel Mandeb)


Algunos chicos dan frutos tempranos, no lo niego.

Sus padres se enorgullecen y los exhiben entre sus familiares y conocidos, cuando no en el cine o la televisión.

Me atrevo a pensar -sin embargo- que no toda precocidad es auspiciosa.

Empecemos por decir que existen adultos bondadosos, agudos, valerosos o geniales. Y que también los hay mediocres, hipócritas, pomposos y canallas.

El niño precoz recibe la visita anticipada de ciertos rasgos de la adultez. Algunos tocan el piano como expertos profesionales, otros aprenden lenguas, dibujan o poseen la ciencia.

Pero hay chicos cuya precocidad consiste en adquirir antes de tiempo el tono vacío y protocolar de las conversaciones de sala de espera, y aprenden a los seis años la filosofía de los tontos satisfechos.

"Así anda el mundo, Doña Juana..." "Qué se gana discutiendo, Don José..." 
"Hablando se entiende la gente, Carlitos..."

También repiten el lenguaje de las revistas y hacen suyas las respuestas de los reportajes más vulgares.

Por cierto, mucha gente cree que ésa es la sabiduría, y yo digo que más sabios son los pibes indoctos que observan con repugnancia los diálogos de los parientes bien educados.

Ojalá surjan muchos niños prodigio que se apropien del genio con impaciencia.

Pero para ser un papanatas, me parece que no hay apuro. 


EL NIÑO QUE FUE A MENOS


La señorita Claudia le pregunta a Ferro: 
- ¿Quién fundó la ciudad de Asunción? 
Ferro lo ignora y lo confiesa. La maestra intenta por otros rumbos. 
- Tissot. 
- No sé, señorita. 
- Rossi.

Silencio. El ambiente se pone pesado porque quizá la señorita Claudia enseñó aquello el día anterior. 
- Maldonado. 
Nada. Claudia frunce el ceño y ensaya unos reproches generales. 
Frezza, el tano Frezza, lo sabe de algún modo misterioso. Es extraño el camino que siguen las nociones: suelen alojarse donde menos se lo piensa. 
- Núñez. López. Dall'Asta.

Tampoco. Frezza espera, sobrador, sin levantar la mano. Cosa de manyaorejas, piensa.

La señorita Claudia se dirige a las niñas y pronuncia el nombre amado. Frezza está muy lejos para soplar y la morocha que lo enloquece no puede contestar.

De pronto, la maestra lo mira. 
- Frezza. Y el niño taura, que tal vez necesita anotarse un poroto, se levanta, mira hacia el banco de la morocha y dice casi triunfal: 
- No lo sé.

Si es que nadie lo sabe estará bien no saberlo. Frezza se sienta y se oye entonces, como en una horrible blasfemia, la voz de Campos, injuriosa: 
- ¡Juan de Salazar!

Pasaron los años. La morocha no conoció el amor de Frezza ni tampoco su gesto elegante y generoso.

Si alguien califica estas lecciones en alguna Libreta Celeste, Frezza tendrá un nueve. Y si ni siquiera existe esa Libreta, entonces tendrá un diez. 


UNA PELEA


Me empujaron a la salida. Hubo un tumulto blanco y después de una rápida investigación quedé frente a frente con Carlos. 
- ¿Qué empujás?

Se formó una rueda. Alguien gritó: 
- Fajálo...

Niñas aterrorizadas se sumaron al grupo. 
Carlos se puso muy colorado. Manos crueles lo empujaron hacia mí. Tito, falso caudillo y sujeto temido, me dijo: 
- Dale... ¿O le tenés miedo?

Entonces le acomodé una piña y ahora ya sé que soy cobarde.

Tempranos Desengaños no fue aprobado por las autoridades escolares.

Puede afirmarse que pocos chicos lo leyeron.

Sin embargo, como si alguien les impartiera preceptos secretos, aún hoy, en el tiempo de Los Refutadores de Leyendas, hay niños que se siguen sentando en los últimos bancos y también hay hombres que lejos ya de la escuela se apartan de las ventajas y de las oportunidades fáciles.

A esos, a los del Fondo, a los que pudiendo sentarse en el primer banco lo rechazan, a los que no figuran como ejemplos en los libros de lectura, a los espíritus lunares, a los alumnos de coraje y honor que -según presiento- no leen obras como esta, a todos ellos -tardíamente- los abrazo ahora, cuando ya no me lo impiden las mezquindades que cargué en mi niñez.




domingo, 28 de diciembre de 2014

De la mujer al hombre, Gioconda Belli




Dios te hizo hombre para mí. 

Te admiro desde lo más profundo 
de mi subconsciente 
con una admiración extraña y desbordada 
que tiene un dobladillo de ternura. 
Tus problemas, tus cosas 
me intrigan, me interesan 
y te observo 
mientras discurres y discutes 
hablando del mundo 
y dándole una nueva geografía de palabras 
Mi mente esta covada para recibirte, 
para pensar tus ideas 
y darte a pensar las mías; 
te siento, mi compañero, hermoso 
juntos somos completos 
y nos miramos con orgullo 
conociendo nuestras diferencias 
sabiéndonos mujer y hombre 
y apreciando la disimilitud 
de nuestros cuerpos.



Enredame, Fonseca

Me desenredas el alma y toda mi vida
Me desenredas el tiempo todos los días
Pero me encanta enredarme todas las noches contigo
Y si estoy loco vas a vivir en un manicomio conmigo

Por andarte adorando siempre me enredo
Me la paso encontrándote entre mis sueños
Y voy buscando el momento para quererte con tiempo
Corazón mío como te quiero y como te llevo por dentro

Y enrédame de amor mi vida
Y hazme un nudo ciego
Y entrégame tus pesadillas
Que yo te doy mis sueños
Y enrédame de amor mi vida
Dejemos tanto enredo
Y enrédame en tus besos
Que yo a tu lado en todo me enredo

Con mis ojos cerrados te doy un beso
Ay a veces no se si yo te merezco
Pero me encanta enredarme
Todas las noches contigo
Y si estoy loco vas a vivir en un manicomio conmigo

Y enrédame de amor mi vida
Y hazme un nudo ciego
Y entrégame tus pesadillas
Que yo te doy mis sueños
Y enrédame de amor mi vida
Dejemos tanto enredo
Y enrédame en tus besos
Que yo a tu lado en todo me enredo

Y enrédame algo entre los huesos
Pa' no olvidarte ni un segundo si estoy lejos
La telaraña de tu recuerdo
Se fue tejiendo poco a poco con tus besos

Y enrédame algo entre los huesos...

La telaraña de tu recuerdo....

La muerte, el amor, la vida, Paul Eluard




Creí que me rompería lo inmenso lo profundo.
Con mi pena desnuda, sin contacto, sin eco,
me tendí en mi prisión de puertas vírgenes
como un muerto sensato que había sabido morir.
Un muerto coronado sólo de su nada ...
Me tendí sobre las olas absurdas del verano
absorbido por amor a la ceniza.
La soledad me pareció más viva que la sangre.

Quería desunir la vida,
quería compartir la muerte con la muerte,
entregar mi corazón vacío a la vida
borrarlo todo, que no hubiera ni vidrio ni vaho...
Nada delante, nada detrás, nada entero.
Había eliminado el hielo de las manos juntas,
había eliminado la osamenta invernal
del voto de vivir que se anula.
Tú viniste y se reanimó el fuego,
cedió la sombra el frío,
aquí abajo se llenó de estrellas
y se cubrió la tierra.
De tu carne clara me sentí ligero...
Viniste, la soledad fue vencida,
tuve una guía sobre la tierra y supe
dirigirme, me sabía sin medida,
adelantaba ganaba tierra y espacio

Iba sin fin hacia la luz ...
La vida tenía un cuerpo, la esperanza tendía sus velas
promisoria de miradas confiadas para el alba.
De la noche surgía una cascada se sueños.

Los rayos de tus brazos entreabrían la niebla.
El primer rocío humedecía tu boca
deslumbrando reposo remplazaba el cansancio.
Yo amaba el amor como en mis primeros días.

Los campos están labrados las fábricas resplandecen
y el trigo hace su nido en una enorme marea,
las mieses, la vendimia, tienen muchos testigos,
nada es singular ni simple,
el mar está en los ojos del cielo o de la noche,
el bosque da a los árboles seguridad
y los muros de las casas tienen una piel común,
los caminos siempre se encuentran.

Los hombres están hechos para entenderse
para comprenderse, para amarse,
tienen hijos que serán padres de los hombres,
tienen hijos sin fuego ni lugar
que inventarán de nuevo a los hombres,
y la naturaleza y su patria
la de todos los hombres la de todos los tiempos.



viernes, 26 de diciembre de 2014

Ella camina en la belleza, Lord Byron





Ella camina en la belleza, como la noche 
De cimas despejadas y noches estrelladas 
Y lo mejor de lo oscuro y lo brillante 
Se encuentran en sus rasgos y en sus ojos 
Así, suavizados bajo la tierna luz 
Que el cielo al llamativo día niega

Una sombra más, un rayo de luz menos 
Tenían la mitad de la mermada e innombrable elegancia 
que las olas con las que todos los cuervos 
trenzan de suaves haces de luz, oh, su rostro 
Donde los pensamientos suave y dulcemente se expresan. 
Qué pura, qué querida para ellos su morada

Y en su mejilla y en su ceja, 
Tan suave, tan calma y aún elocuente 
La sonrisa que gana, los tonos que resplandecen, 
Pero dile de los días de bondad pasados 
Una mente en paz con todo por debajo,

¡Un corazón cuyo amor es inocente!


Amor del bueno, Reyli Barba

Como un cuchillo en la mantequilla
entraste a mi vida cuando me moría
como la luna por la rendija
así te metiste entre mis pupilas.

Y así te fui queriendo a diario
sin una ley sin un horario
y así me fuiste despertando
de cada sueño donde estabas tu


Y nadie lo buscaba y nadie lo planeo así
en el destino estaba que fueras para mi
y nadie lo apostaba aquello fuera tan feliz
pero cupido se apiado de mi.

Como la lluvia en pleno desierto
mojaste de fe mi corazón
ahogaste mis miedos
como una dulce voz en el silencio
así nos llego el amor amor del bueno

Y así te fui queriendo a diario
sin una ley sin un horario
y así me fuiste despertando
de cada sueño donde estabas tu


Y nadie lo buscaba y nadie lo planeo así
en el destino estaba que fueras para mi
y nadie lo apostaba aquello fuera tan feliz
pero cupido se apiado de mi
y nadie lo apostaba aquello fuera tan feliz
pero cupido se apiado de mi.




Tu más profunda piel, Julio Cortázar



Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.

No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hacia de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos de frutas o agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada llano los hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.


Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste " Me da pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.

Dijiste "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.

Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de la carne oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego. No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena, me cediste la ciudad de tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente, después de fabulosas máquinas de sitio y parlamentos y batallas. En esta vaga vainilla de tabaco que hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.




miércoles, 24 de diciembre de 2014

Navidad 2014


A tod@s l@s que habéis pasado por este rincón os deseo...







A ti, cariño.
No pedire mucho esta Navidad.
Ni siquiera desearé nieve.
Solo voy a quedarme esperando .
Debajo del muerdago.
No haré una lista para enviar.
Al Polo Norte para Santa Claus.
Ni siquiera me quedaré despierta para
Escuchar el chasquido de esos renos mágicos
Porque sólo te quiero aquí´esta noche,
Abrazándome bien fuerte.
Que más puedo hacer?
Cariño, todo lo que quiero esta Navidad es a ti.





miércoles, 10 de diciembre de 2014

Llegada a las Islas, José Óscar López.




Una inquietud mueve las fontanelas de la Tierra. Una conversación que se acaba está abocada, irremediablemente, al estertor de los monólogos. A todo lo que dice, imperturbable, su vacío. Parto en la multiplicidad, voces imaginarias que suplen al que espera. ¿Vivimos en aquello que nombramos tan sólo los cobardes? Hablar tanto, ¿por qué, si no es para no equivocarme? Y dejar de decir lo que quiero decir: mira, si no, lo bien que les funciona a las estatuas.



Amanece, Luis MIguel

Amanecer y ver tu rostro sonreír
Es un placer, un privilegio para mí
Buscar la luz en el fulgor de tu mirar
Es despertar con el amor

Mirar que el sol en tu cabello se anidó
Y la alborada en tu sonrisa se escondió
Ver que mi verso tiene un ritmo y un color
Es un placer

Amanecer con la importancia de saber
Que soy de ti, que pertenezco sólo a ti
Que nunca más mis sueños fríos sentirán
Es ya tener un porvenir

Amanecer
Y ver que tengo junto a mí
Lo que hace tanto, tanto tiempo pretendí
Es un placer, un privilegio para mí

Es un placer, un privilegio para mí




La cantora del desierto




Un equipo de egiptólogos españoles dirigido por Francisco Martín Valentín ha encontrado el ataúd de una cantora-sacerdotisa de 3.000 años de antigüedad, en una zona de Tebas, cerca del templo de Hatshepsut.

El sarcófago se hallaba en la vecindad de la capilla de quien fuera el gobernador de la región, Amenhotep III (1387-1348 a.C.). Fabricado en madera y yeso, el ataúd, mide 181 centímetros de largo, 50 de ancho y 48 de alto. En los laterales se pueden ver coloridas representaciones de Isis, Osiris, Neftis y de los cuatro hijos de Horus: Kebehsenuf, Imset, Duamutef y Hapi.

Su estado de conservación era extraordinariamente bueno ya que se halló sepultada bajo seis metros de restos. Se puede observar sus facciones talladas a la perfección, una peluca negra, corona de flores y un collar. Solo tiene un poco dañada la nariz, pero, a juicio de Martin Valentín: “es un rostro hermoso. Quien trabajó el sarcófago era gente de nivel”.

Aún no se sabe el nombre de su ocupante, pero sí que tañía el sistro (un instrumento de percusión) y danzaba en templos y procesiones rindiendo culto a Amón-Ra. La importancia de este hallazgo no solo reside en la belleza de las tallas sino en la rareza. Son muy pocos los sarcófagos de esta época. Su apertura, programa para final de esta semana, podrá arrojar luz sobre las costumbres de una época poco conocida, la de las dinastías XX y XXI (entre el 1000 y el 900 a.C.).


Fuente:

http://www.quo.es/




El primer gif de la historia



La historia oficial señala que los gif (Formato de Intercambio de Gráficos por sus siglas en inglés) nacieron en 1987, creados por la firma CompuServe. Pero Thomas Edison podría haber creado el primer gif de la historia…de no ser porque el formato de intercambio de gráficos de esa época no era digital sino analógico. Se trata de una película de apenas cinco segundos en la que uno de sus asistentes, Fred Ott aspira un poco de tabaco y estornuda. En un derroche de creatividad se tituló El estornudo de Fred Ott. El corto fue hecho entre el 2 y el 7 de enero de 1894 y, en verdad, constituye la primera película registrada legalmente en Estados Unidos.







Fuente.

Juan Scaliter para http://la-ciencibilidad.blogs.quo.es/




lunes, 8 de diciembre de 2014

Ella que todo lo tuvo, Ángela Becerra



La vida, a pesar de todo, se yergue por encima de nosotros desplegando todo su esplendor, nos cuestiona continuamente, hurga en lo más hondo de nuestros anhelos tratando de que tomemos conciencia de nuestra verdadera esencia.



Seguro que dentro de ti hay algo grande para dar.



Contigo en el camino, Sergio Dalma



Cada momento es especial
Estando contigo en el camino
Sera cierto que todo tiene un final
No se si detener el tiempo
Cada segundo es de los dos
Nada ni nadie lo mejora
Ojala no haya ciencia en lo que dicen
Que nada es para siempre prefiero no pensar
La soledad que vive en mi
Se va desvaneciendo al despertar y verte junto a mi

Me haces creer de nuevo
Tu haces que sienta miedo
Tu has echo que ahora sepa
Que estaba en el camino equivocado


No hay quien lo pueda estropear
Ya no hay quien mire mas allá
Cuando todo parecía listo vas
Y a pareces justo en medio
Y ahora quien le importa el resto
Yo que ya perdí la fe en todo esto

Cuando menos me lo espero
Tu me haces sentir de nuevo
Tu me haces que sienta miedo
Tu me has echo que ahora sepa
Que estaba en el camino equivocado
Que estaba en el camino equivocado ...


(...)



Veinte años, Jp Torga


Como no recordarte…
Tantas y tantas veces te he visto pasar.
¿Cómo no recordar, esos tus ojos de niña?
¿Cómo no vivir bajo el color verde de tu mirada?

 
He pasado veinte años de mi vida añorando que tus ojos mecieran los míos sedientos de ti.
He sido un velero agitado por el viento de tus pestañas.
Me he hundido cada vez que ignorándome, mirabas hacia otro lado.
Me has devuelto a la vida, tal como un Lázaro de este siglo, y vuelto a andar con paso firme cuando con tu mirada  lentamente me acariciabas.

Es curioso… a lo largo de todo este tiempo no hemos cruzado ni una sola palabra, pero has sido capaz de matarme y resucitarme con tu adorable sonrisa.
“Mira, ahí viene…– me grito en un silencio ahogado por la ansiedad de tu presencia.

Y… como un niño espera su regalo, yo espero ansioso un gesto que me haga vivir… “Me ignora, no, no… ¡me quiero morir!… - Mis ojos se abren expectantes – espera... creo… ¡creo que ahora vuelve!”.

Me miras.
Tiemblo.

Me sonríes.
Soy feliz.

Te vas.
Te esperaré. 

La montaña rusa que habita en mi interior comienza a realizar su angustioso recorrido… “¿La veré mañana… o será tal vez ¿dentro de una semana?” - No importa, mi paciencia anidada a mi amor por ella puede con todo.


Veinte años… sí, veinte años han pasado ya y yo sigo inmerso en este juego que me atrae y me tortura. Sí, veinte años donde aún sigo viajando en el mismo vagón de esta mi particular montaña rusa. Hoy estoy arriba, mañana… mañana de forma vertiginosa estoy abajo… y ella y yo aún seguimos sin cruzar una sola palabra.

¿Es amor?
¿Es ingenuidad?
¿Tal vez devoción?
¿La habré idealizado?

“Ahí viene…”  Mi pecho se agita como el de aquel niño que fui. Caminas frente a mí con paso resuelto. Miras la pantalla de tu móvil. Sacudes el pelo en un gesto repleto de dulce coquetería. Me miras profundamente a los ojos.

Sonríes.
Tiemblo.

-         Buenos días – me dices con voz tan dulce como resuelta
-         Bu… buenos días – no estoy muy seguro, creo que he tartamudeado

Con gesto relleno de armoniosa ternura extiendes tus brazos hacia mí. Una poderosa fuerza magnética me arrastra hasta ti.

Me abrazas.
Cierro los ojos.

Puedo sentir tus senos dulcemente apretados contra mi pecho, tus caderas ceñidas a las mías. Tu cabeza se acomoda entre mi hombro y mi cuello.

Siento que estoy a punto de morirme de placer en vida.

Mis piernas parecen desfallecer, me abrazo a ti con pasión de adolescente… apasionamiento que brota a borbotones emanando como fuente de sangre desde mi corazón.

Me estoy ahogando lentamente en mi felicidad.

A oscuras busco la manera de dejar un beso en tu mejilla. Me encuentro con la luz de tus labios. Percibo que son tan suaves como sumisos.
Me besas y un mareo embriagador recorre mis sentidos.

Sonríes.
El mundo se para.

Tus ojos de muñeca de porcelana cobran vida.
Me aferro a ti, como el desnutrido náufrago se aferra a una tabla que será su salvación en el centro del océano.

Recobro la calma. Percibo tu aroma que llena mis sentidos.
Me coges la mano entre las tuyas, para arrastrarme dulcemente hacia el coche.
-         Ven… vamos… - susurras de forma sensual
Te sigo a sabiendas de que lo haré siempre que me lo pidas, aunque seguirte me lleve a morir…

Por fin juntos. Por fin solos.

El mundo se detiene, o tal vez, los que se han detenido son mis sentidos… No importa. Han sido veinte años de espera. Sí… merece la pena ser paciente si el premio son tus besos.

Me sonríes y el mundo vuelve a pararse.
Me besas y el mundo se agita con fervor.
La montaña rusa de mis emociones vuelve a ponerse en funcionamiento una vez más.

Hablas… y yo, anonadado ante ti, admiro tus palabras.
Me abrazas… Tiemblo como un niño que después de una tarde perdido se aferra a la mano amiga que lo ha encontrado.

Mis manos te recorren  pintando diminutos corazones en cada centímetro de tu piel. Tus labios, en un viaje interestelar, recorren mi planeta.
Una dulce sensación de vacío llena mi alma.

Te despides de mí.
Afuera está lloviendo…  Se encharcan mis ojos.

“No… no quiero echarte de menos” – me digo para armarme de valor.

Te  veo alejarte.
“Mira hacia atrás por favor… mira hacia atrás” –suplico sin atreverme a despegar los labios.

No lo haces.
Negros nubarrones se acercan a mi cabeza, presagiando una terrible tormenta de soledad. Lo hacen a gran velocidad empujados por el viento de tu indiferencia.

Quiero volver a mirarte, pero ya no estás.
Sin preguntar, mi cuerpo se sube de nuevo a la maldita montaña rusa. Sólo el corazón decide no hacerlo, se queda en tierra, se siente cansado.

Veinte años esperando este momento… y… ¿cuánto ha durado? ¿diez minutos? ¿tal vez una hora? ¿quizá dos?...
En realidad…- pienso - ¿tiene eso importancia?”
 Derrotado me encojo de hombros. No sé contestarme. Tampoco me apetece hacerlo.

Mi mente indica… “la quieres con locura”.
Mi corazón grita… “la necesitas”.
Mi alma susurra…  “Estás atrapado, no sabes vivir sin ella”.
Y la razón… la razón de forma serena me pregunta al oído… “¿crees que volverá?”



JpTorga______