domingo, 25 de noviembre de 2012

De viaje...


Sí, me voy de viaje.
Pero antes... antes te dejo esta poesía que encontré navegando en la red...


Léela despacio,
escucha sus palabras,
léela en silencio, con los ojos cerrados,
léela escuchando cada una de sus palabras,
al final de sus versos...tus labios dirán un nombre,
un nombre que susurrarás en silencio...



Te miro,
 busco en tus ojos ese brillo
ese hechizo de amor, tú conmigo
un balcón de suspiros en el camino
y besar tus labios, hacerlos míos.

Bailar esta canción
dibujar un paraíso
vivir el destino
siempre contigo

Te miro, 
me dejo llevar por tu brío
conquistas mi alma
con tu sonrisa de niño
pintando dos corazones
en la orilla del río.

Besos de amor
dibujados en un hilo
que envuelve mi corazón
cuando está junto al tuyo.






Y antes de irme, dos canciones para tí...







Quiero perderme en tu cuerpo, David Bisbal










Quiero ser tu amor eterno (cuidar nuestro amor), David Bisbal




Sé que por mas que me pregunte como pudo ser
que en tus ojos mi destino haya podido ver
jamas podre saber por qué
quien te haya enviado ya sabía que serías en mí
el ángel que esperaba para ser al fin
alguien feliz

quiero ser tu amor eterno

te había esperado tanto tiempo y tu
llegastes y mi mundo cambió
borrastes todo mi pasado
el cien por cien de mí siempre tendrás
prometo cuidar este amor
cuidar este amor

sé, que si un día no estas puede ser fatal

que mi vida al reves volverá a estar
me perderé

sí, lo que sientes tan fuerte es mi corazón

haré que nunca digas que esto fue el error
lo que nos unió

quiero ser tu amor eterno

te había esperado tanto tiempo y tu
llegastes y mi mundo cambió
borrastes todo mi pasado
el cien por cien de mí siempre tendrás
prometo cuidar este amor

en deuda con la vida

hasta la muerte siempre mía
prometo cuidar este amor 




 

Yo no lo sé de cierto, pero supongo, Jaime Sabines


Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
un día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.

Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.) 











LLamador de Ángeles





...A veces al amanecer, cuando no sabemos con certeza si estamos dormidos o despiertos, o a la hora del crepúsculo cuando las sombras nos hacen dudar de nuestros sentidos, adivinamos invisibles presencias, susurros, aletos, risas contenidas y hasta puede rozar nuestra mejilla algo que no podemos definir...

...son los Ángeles, vienen y van, escuchando nuestros secretos y susurrándonos melodías...

...ahora tal vez los perdiste en el apuro por vivir...

...hay para ti un "Llamador de Ángeles" para que puedas convocarlos y conectar con la leyenda... 
Existen muchas leyendas sobre la historia y los orígenes de estos llamadores de ángeles, pero probablemente la más hermosa de todas sea una la siguiente leyenda celta:
“Hace miles de años, los humanos vivían en contacto directo con sus Ángeles Guías o Ángeles de la Guarda, y que, por alguna razón, seguramente vinculada al Pecado Original, tuvieron que dejar de vivir conjuntamente con éllos. Los Ángeles, apenados por la pérdida de la compañía de los humanos, , obsequiaron a éstos con colgantes esféricos de plata pura que, al agitarlos, sonaban como campanillas.”
“Estas esferas eran un símbolo de protección. Los Ángeles se despidieron de los humanos y les explicaron que, aunque ya no los volverían a ver, si se sentían en peligro, desprotegidos o simplemente tristes, sólo necesitaban agitar la esfera, ya que, cuando escuchara su sonido, el Ángel Guía -Ángel Guardián- de cada uno, acudiría en su ayuda o compañía.”
“Los Ángeles pusieron una condición: el colgante sería de uso exclusivo y personal, pues todos tenían un sonido propio y reconocible por cada Ángel Guía -Ángel de la Guarda-, y este ángel no puede ser prestado a otra persona. Si se contravenía esta condición, la magia y protección de la esfera desaparecería. También explicaron a los humanos que el mismo colgante podía ser utilizado por una madre y su bebe mientras éste se encuentra en gestación, ya que en este estado, ambos comparten un Ángel Guía. Una vez que el bebé hubiera visto la luz, la madre debía decidir si el colgante se utilizaba para su protección o para la de su hijo recién nacido”.


Un llamador de ángeles es una esfera redonda de plata de ley que emite un sonido armonioso cuando es agitada. Una leyenda le otorga la facultad de proteger y favorecer el bienestar a quien lo posee.
Se lleva a modo de colgante en el cuello, aunque también puede ser ubicado en el hogar, preferiblemente en una puerta o en una cuna en la puerta, porque, al abrir y cerrar, provocaremos que el llamador de ángeles se mueva y haga sonar su armonía en la cuna, antes de que se duerma el bebé protegiendo su sueño. A pesar de que el llamador es de beneficio exclusivo para la persona que lo lleva, este protegería también al futuro hijo aún estando en el vientre de la madre. Para ello, utilizaremos una cadena de unos 1o centímetros como mínimo, de esta forma el llamador quedará a la altura del bebé, protegiéndolo. Tenemos que tener en cuenta que, una vez que el bebé haya nacido, el llamador puede ser utilizado únicamente por uno de los dos, madre o hijo.
Los llamadores de ángeles producen un sonido armonioso y agradable, como el de unas campanillas, que según la tradición y leyenda, es un sonido que avisa a nuestro Ángel Guía, el “Ángel de la Guarda”, de quien siempre necesitamos su presencia. A los ángeles de la guarda les encanta este sonido,  porque transmiten vibraciones metálicas y gráciles, pero si además de esto es utilizado por una persona, los ángeles reciben un mensaje que les informa de que están siendo llamados por alguien al que aman y deben proteger.



La ciencia de la risa



Una pareja que lleva 15 años de casados prepara la cena. De pronto, la mujer le dice enfadada al marido: “En todos estos años, jamás me has comprado nada”. Y el hombre le responde: “¡Haberme avisado de que vendías algo!” Si el chiste te ha hecho gracia, en tu cerebro se han activado tantas áreas como cuando resuelves un problema de matemáticas. Has usado la lógica, la memoria, tu habilidad semántica y tu cognición para entenderlo.
 En cambio, si no te has reído... se ha activado solo una: la del aburrimiento.
El estudio de los mecanismo del humor en el cerebro está convocando cada vez a más expertos en distintos campos que intentan comprender qué áreas se activan, por qué y cómo nos damos cuenta de que lo que nos están contando es un chiste. Porque “puede que por daños en el cerebro no te rías de nada. Pero tu cerebro sí se ríe”, cuenta desde Cambridge, Tristán Bekinschtein, neurocientífico especializado en los diferentes estados de conciencia. Fue este especialista quien probablemente descubrió cómo el cerebro se da cuenta de que está frente a un chiste: “Enfrentamos voluntarios a varias oraciones que podían o no finalizar en una gracia. Y lo que encontramos en nuestra investigación es que en un chiste funcionaban áreas muy obvias. Por ejemplo, hay más activación en la red frontal parietal, como cuando por fin te das cuenta de algo. También en el área tegmental ventral, que se ‘enciende’ cuando ganas algo o pruebas una droga”.
 Esta región es la que gobierna la recompensa, y allí está la razón de que nos guste tanto reírnos. El neurotransmisor que utiliza esta área de nuestro cerebro es la dopamina, y esta se relaciona directamente con las sensaciones de placer. Pero a veces puede ocurrir que reír no sea en absoluto un placer.
Los primeros estudios relacionados con el humor se efectuaron en 1969 e involucraban a pacientes que sufrían de epilepsia causada por lesiones en el lóbulo frontal; se descubrió que estos tenían alterada la capacidad para percibir el humor. Así resulta que, como cuenta Bob Esponja en uno de sus capítulos, existe una “caja del humor” en nuestro cerebro. Un sitio sin el cual nada nos parece digno de risa. Una reacción que también tiene su caja.
Itzhak Fried, neurocientífico de la UCLA relata su experiencia con una paciente de 16 años que sufría ataques crónicos: “La estimulamos con electrodos intracraneales en distintos puntos mientras le pedíamos que llevara a cabo diferentes tareas: leer, nombrar objetos, señalar colores... De pronto, cuando dimos una pequeña corriente en un área de 2 por 2 centímetros en la circunvolución frontal superior, la niña, cuyas iniciales son A. K., empezó a reírse y nos dijo: ‘Qué graciosos son ustedes... todos ahí, de pie’. A medida que estimulábamos esa zona con una corriente mayor, A. K. se reía cada vez más fuerte, hasta llegar a ser una risa contagiosa que le impedía realizar cualquier otra tarea”.
¿Y a ti te parece divertido?
A nivel neurológico, por ejemplo, la risa tiene implicaciones en la epilepsia gelástica (gelos significa risa en griego), un tipo de ataque que se caracteriza por risa involuntaria y grandes despliegues de energía. También es capaz, según demostró Sophie Schwartz, del Departamento de Neurociencias del Centro Médico Universitario de Ginebra, de disparar episodios de catalepsia durante la narcolepsia, un desorden del sueño que afecta a una de cada dos mil personas y que produce atonía muscular.
 Estudiar el fenómeno del humor en personas sanas permite detectar todos los procesos relacionados que tienen lugar en el cerebro. Y hacerlo en pacientes con dolencias en los circuitos cerebrales permite, por comparación, detectar qué zonas no funcionan adecuadamente. Es Beckinstein, precisamente, quien comenzará en breve un estudio pionero con pacientes en estado vegetativo.
Cansado de ver que las investigaciones en estos pacientes iban a menudo por el lado de los receptores del dolor (causar incomodidad para observar reacciones), decidió realizar la aproximación opuesta: provocar risa. “Lo primero que intentaremos”, explica Beckinstein, “es estudiar a aquellos pacientes en estado vegetativo; y solo el 10 o el 20% muestra algún tipo de actividad cerebral. Nuestro objetivo es utilizar las emociones positivas. Si una persona está atrapada en un cuerpo y nadie sabe si está consciente o no, por lo menos que le cuenten unos chistes. Que no experimenten con dolor contigo. Y yo, la verdad, no tengo interés en asustar a los pacientes. Prefiero divertirme y que, si ellos están conscientes, también lo pasen bien”.
Me llamo juan, ¿y tu? Yo no
Tanto el humor, como su hija, la risa, precisan una red neuronal. En ella están involucradas las regiones temporales y frontales del cerebro. Estas, en el momento de “caer” en la broma, inducen la actividad en los músculos que producen reacciones faciales: la risa.
 Pero cada humor tiene su mapa. En su trabajo, Beckinstein demuestra dónde se procesa el humor semántico, ese que juega con las palabras; por ejemplo: “Doctor, qué padezco?”, interroga el paciente, y el médico le responde: “Pues… ¡padece uzté un ozito!” Allí se activan áreas que tienen que ver con el procesamiento del lenguaje, la cognición y la memoria. Aunque, extrañamente, también se activan regiones que tienen que ver con el procesamiento visual. ¿Será esta una broma del cerebro?
Por si fuera poco, cada mapa, también tiene su sexo, ya que hombres y mujeres procesamos el humor de modo distinto. Eiman Azim, de la escuela de Medicina de Stanford, ha encontrado, gracias al estudio de 20 voluntarios sanos (10 hombres y 10 mujeres), que estas últimas “utilizan regiones específicas del cerebro en un grado mucho mayor que los hombres. Una de estas regiones es el córtex prefrontal izquierdo, el área que regula el lenguaje. Esto está en consonancia con el dominio del habla que se ha demostrado que tienen las mujeres”. Y es que la risa y el humor son dos cosas distintas. La percepción del humor depende de facultades cerebrales que, trabajando en conjunto, activan la risa. Y es posible que seamos capaces de provocarla químicamente.
El conocimiento de las áreas que se activan en el cerebro y la función que ejercen ciertas drogas en él nos podría llevar a crear una “pastilla de la risa”. “Las drogas conocidas como reguladoras del humor podrían tener esta influencia en nosotros”, confirma Beckinstein. “Si tomas algo para la ansiedad, el humor negro te hará reír porque tienes menos inhibiciones.”
En su libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales, Charles Darwin se atreve a especular con la razón evolutiva de la risa y el humor: “Es una expresión social de felicidad. Y, como tal, resulta una verdadera ventaja social para el grupo”. No en balde, llevamos millones de años practicándola.
La ciencia está descubriendo cómo y de qué se ríe nuestro cerebro. Solamente nos falta encontrar el Grial del humor: ¿por qué algo nos resulta gracioso?


Fuente: www.quo.es/ciencia


 

Ilusiones ópticas: fotografías


En la obra de Valle-Inclán Luces de Bohemia, un grupo de personajes (todos ellos poetas modernistas) comentan la historia del “enano de la venta”: un relato que trata sobre una posada en la que cada vez que había un tumulto, desde el piso superior asomaba una gigantesca cabeza que decía: “Como yo baje os vais a enterar”, y todos, muy asustados, se quedaban quietos. Hasta que un día, alguien con agallas le respondió: “Pues baja... Ah, ¿que no?... Pues entonces subo yo”. Y así descubrió que aquel cabezón no era de un coloso, como hasta entonces habían creído, sino de un pobre enano hidrocéfalo. Y es que las cosas no siempre son lo que parecen.
La escritora y filósofa Elsa Punset explica que nuestro cerebro no ve la realidad tal como es, sino que funciona según patrones de reconocimiento preestablecidos; por eso, a veces se equivoca y nos hace creer que vemos cosas que realmente no son. Es lo que algunos llaman el “efecto Rashomon”, en homenaje a una película de Kurosawa en la que varios testigos de un mismo acontecimiento no coincidían al relatar lo que habían visto.

Manchas con extrañas formas

También recibe el nombre de pareidolia, que es la ilusión que hace que percibamos determinadas formas (como los supuestos rostros que a veces creemos ver en las manchas de cualquier tipo) que no existen. Ejemplos de pareidolia serían las fotos de Marte que muestran una superficie que parece un rostro humano y las manchas de tinta sin forma concreta que los psicólogos utilizan para el llamado test de Rorschach, en las que cada paciente cree distinguir una figura bien diferente.
Nuestro cerebro está muy lejos de ser una especie de cámara fotográfica que retrate la realidad.  ¿Pero cómo se producen esas ilusiones ópticas? Tal y como describe una investigación dirigida por Akiyoshi Kitaoka, profesor de Psicología de la Universidad Ritsumeika de Kioto, su origen está en el área visual del cerebro. Esta solo analiza una parte de la información recibida por los estímulos externos (la que considera más esencial), comparándola con una serie de patrones preestablecidos y escogiendo los que más se ajustan a los datos procesados. Pero a veces se equivoca, y por eso no siempre lo que creemos ver coincide con lo que realmente es.
Ese efecto (o defecto) de la mente es la base de los trampantojos visuales y de los trucajes ópticos del cine. ¿Recuerdas El apartamento? Para diseñar la oficina en la que trabaja el protagonista y dar la impresión de que se trataba de un lugar inmenso, Billy Wilder fue alineando mesas cada vez más pequeñas. Así logró que los ojos del espectador creyeran ver un espacio mucho más amplio de lo que realmente era.
Probablemente tampoco reparaste nunca en que el avión que espera en el fondo de la secuencia de Casablanca en la que Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se despiden es tres veces más pequeño que uno normal, y que los pasajeros que suben a él son niños disfrazados de adultos? Qué ingenuo es nuestro cerebro, ¿verdad? Como prueba, aquí tienes las increíbles fotos de Matt Stuart.










Fuente: www.quo.es/ciencia





sábado, 24 de noviembre de 2012

Nada cambiará mi amor por ti, David Bisbal

Para comenzar esta mañana de un sábado otoñal,
nada mejor que un poco de música...



Si tuviera que vivir sin tus caricias
habrá melancolía
yo sé que habrá dolor
al fin del mundo yo te seguiría
no puedo estar sin tu calor
pues sin ti no sé quién soy

Jamás podré dejar tu amor

no dudes nunca, por favor
bésame, te amaré
no sabré llenar tu espacio

Nada cambiará mi amor por ti

siempre sentirás que yo te amo
no quiero que te vayas
te quiero así cada mañana
nada cambiará mi amor por ti
siempre sentirás que yo te amo
no puedo ver sin ver tus ojos
nada cambiará mi amor por ti

Sólo con mirarte fue tan fácil

abrir así mi corazón
fue tan natural
sólo con besarte fue imposible
no dejarte de pensar
si quiero cada día más

Jamás podré dejar tu amor

no dudes nunca, por favor
bésame, te amaré
no sabré llenar tu espacio

Nada cambiará mi amor por ti

siempre sentirás que yo te amo
no quiero que te vayas
te quiero así cada mañana

Nada cambiará mi amor por ti

siempre sentirás que yo te amo
no puedo ver sin ver tus ojos
nada cambiará mi amor por ti


Te adoro, Naim Thomas & David Bisbal


Una canción me sabe a poco,
cierro los ojos y canto en silencio
mientras el espacio se llena de música, letra y ...y su imagen  



adoro,
la calle en que nos vimos
la noche
cuando nos conocimos

adoro
las cosas que me disate
nuestros ratos felices
los adoro
vida mia

adoro
la forma en que sonries
el modo en que aveces me riñes

adoro
la ceda de tus manos
los besos ke nos damos
los adoro vida mia

y me muero por tenerte junto ami
cerca muy cerca de mi
no separme de ti..

y esque eres mi existencia
mi sentir, eres mi luna y mi sol
eres mi noche de amor
mi noche de amor

adoro
el brillo de tus ojos
lo dulce, que hay en tus labios rojos

adoro
la forma en que suspiras
y hasta cuando caminas
yo te adoro vida mia


y me muero por tenerte junto ami
cerca muy cerca de mi
no separme de ti..

y esque eres mi existencia
mi sentir,
eres mi luna
mi sol
eres mi noche de amor

yo te adoro..
vida mia...


Las palabras, Jose Samarago

Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, vienen en los libros, los periódicos, en los mensajes publicitarios, en los rótulos de las películas, en las cartas y en los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan,, imponen,segregan, eliminan. Son melifluas o ácidas. El mundo gira sobre palabras lubrificadas con aceite de paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace.

Hay muchas palabras.

Y están los discursos, que son palabras apoyadas unas en otras, en equilibrio inestable gracias a una sintaxis precaria hasta el broche final: “Gracias. He dicho”. Con discursos se conmemora, se inaugura, se abren y cierran sesiones, se lanzan cortinas de humo o se disponen colgaduras de terciopelo. Son brindis, oraciones, conferencias y coloquios. Por medio de los discursos se transmiten loores, agradecimientos, programas y fantasías. Y luego las palabras de los discursos aparecen puestas en papeles, pintadas en tinta de imprenta —y por esa vía entran en la inmortalidad del Verbo. Al lado de Sócrates, el presidente de la junta domina el discurso que abrió el grifo fontanero. Y fluyen las palabras, tan fluidas como el “precioso líquido”. Fluyen interminablemente, inundan el suelo, llegan hasta las rodillas, a la cintura, a los hombros, al cuello. Es el diluvio universal, un coro desarmado que brota de millares de bocas. La tierra sigue su camino envuelta en un clamor de locos, a gritos, a aullidos, envuelta también en un murmullo manso represado y conciliador. De todo hay en el orfeón: tenores y tenorinos, bajos cantantes, sopranos de do de pecho fácil, barítonos acolchados, contraltos de voz-sorpresa. En los intervalos se oye el punto. Y todo esto aturde a las estrellas y perturba las comunicaciones, como las tempestades solares.

Porque las palabras han dejado de comunicar. Cada palabra es dicha para que no se oiga otra. La palabra, hasta cuando no afirma, se afirma: la palabra es la hierba fresca y verde que cubre los dientes del pantano. La palabra no muestra. La palabra disfraza.

De ahí que resulte urgente mondar las palabras para que la siembra se convierta en cosecha. De ahí que las palabras sean instrumento de muerte o de salvación. De ahí que la palabra sólo valga lo que vale el silencio del acto.

Hay, también, el silencio. El silencio es, por definición, lo que no se oye. El silencio escucha, examina, observa, pesa y analiza. El silencio es fecundo. El silencio es la tierra negra y fértil, el humus del ser, la melodía callada bajo la luz solar. Caen sobre él las palabras. Todas las palabras. Las palabras buenas y las malas. El trigo y la cizaña. Pero sólo el trigo da pan.
 

viernes, 23 de noviembre de 2012

Cuando estás conmigo, Reik



Cuando estas conmigo se llena mi corazon
tiene sentido la vida y el mundo es una ilusion

cuando estas conmigo la noche tiene color
y un beso es suficiente para entender el amor

y al abrazarte y sentir que me amas salen las estrellas
aun si es de dia y todos esos dias llenos de vacio se volvieron polvo
porque estas conmigo......conmigo

cuando estas conmigo es bello mi alrededor
y una sonrisa tuya derrite mi corazon

cuando estas conmigo el tiempo pierde el valor
y una caricia tuya me hace volar hasta el sol

y al abrazarte y sentir que me amas salen las estrellas
aun si es de dia y todos esos dias llenos de vacio se volvieron polvo
porque estas conmigo

tiene sentido la vida (porque estas conmigo)
y el mundo es una ilusion (porque estas conmigo)
cuando estas conmigo (conmigo)
es bello mi alrededor

y al abrazarte y sentir que me amas salen las estrellas
aun si es de dia y todos esos dias llenos de vacio se volvieron polvo
porque estas conmigo

tiene sentido la vida (porque estas conmigo)
y el mundo es una ilusion (porque estas conmigo)
cuando estas conmigo (conmigo)
es bello mi alrededor




Imagen para un abrazo






Éste no es un abrazo, es "el abrazo".
Ese abrazo que casi todos deseamos, necesitamos...
ese abrazo que nos reconfota, 
que nos hace sentir seguros, 
que nos hace sentir protegidos;
ese abrazo que nos hace olvidarnos del tiempo, del entorno,
ese abrazo donde "somos y sentimos..." 
ese abrazo donde las mariposas revolotean, 
donde el corazón palpita desbocado,
donde los ojos brillan, la sonrisa se escapa...
Quiero ese abrazo, necesito ese abrazo...
espero "el abrazo..."  


Estar contigo, Luis Miguel



Contigo
veo el sol que llena toda mi ventana
y no quiero despertarte aun
me gusta contemplar tu desnudez
Contigo
he colmado de caricias hoy mi cama
aun hay huellas de pasion, sin calma
que domina mis sentidos y me ata a ti,
por siempre
Estar contigo
es tomarte de la mano sin palabras
nuestro amor tambien existe en el silencio
lo sentimos al mirarnos tu y yo
Estar contigo
es llenar cada minuto con mis besos
es vestir mis sentimientos de deseos
es amarte dia a dia mas y mas
Contigo
ya la noche va cubriendo
nuestros cuerpos
aun estamos piel con piel, unidos
y asi siempre estare, contigo



Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes...Pablo Neruda




 Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.

Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.

Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.

Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.

Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.

Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo

Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.

El Príncipe Feliz, Óscar Wilde


La estatua del Príncipe Feliz se alzaba sobre una alta columna, desde donde se dominaba toda la ciudad. Era dorada y estaba recubierta por finas láminas de oro; sus ojos eran dos brillantes zafiros y en el puño de la espada centelleaba un enorme rubí púrpura. El resplandor del oro y las piedras preciosas hacían que los habitantes de la ciudad admirasen al Príncipe Feliz más que a cualquier otra cosa.

      —Es tan bonito como una veleta —comentaba uno de los regidores de la ciudad, a quien le interesaba ganar reputación de hombre de gustos artísticos—; claro que en realidad no es tan práctico —agregaba, porque al mismo tiempo temía que lo consideraran demasiado idealista, lo que por supuesto no era.
      —¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz —le decía una madre afligida a su pequeño hijo, que lloraba porque quería tener la luna—. El Príncipe Feliz no llora por nada.
      —Mucho me consuela el ver que alguien en el mundo sea completamente feliz —murmuraba un hombre infortunado al contemplar la bella estatua.
      —De verdad parece que fuese un ángel —comentaban entre ellos los niños del orfelinato al salir de la catedral, vestidos con brillantes capas rojas y albos delantalcitos.
      —¿Y cómo saben qué aspecto tiene un ángel? —les refutaba el profesor de matemáticas— ¿Cuándo han visto un ángel?
      —Los hemos visto, señor. ¡Claro que los hemos visto, en sueños! —le respondían los niños, y el profesor de matemáticas fruncía el ceño y adoptaba su aire más severo. Le parecía muy reprobable que los niños soñaran.
      Una noche llegó volando a la ciudad una pequeña golondrina. Sus compañeras habían partido para Egipto seis semanas antes, pero ella se había quedado atrás, porque estaba enamorada de un junco, el más hermoso de todos los juncos de la orilla del río. Lo encontró a comienzos de la primavera, cuando revoloteaba sobre el río detrás de una gran mariposa amarilla, y el talle esbelto del junco la cautivó de tal manera, que se detuvo para meterle conversación.
      —¿Puedo amarte? —le preguntó la golondrina, a quien no le gustaba andarse con rodeos.
      El junco le hizo una amplia reverencia.
      La golondrina entonces revoloteó alrededor, rozando el agua con las alas y trazando surcos de plata en la superficie. Era su manera de demostrar su amor. Y así pasó todo el verano.
      —Es un ridículo enamoramiento —comentaban las demás golondrinas—; ese junco es desoladoramente hueco, no tiene un centavo y su familia es terriblemente numerosa—. Efectivamente toda la ribera del río estaba cubierta de juncos.
      A la llegada del otoño, las demás golondrinas emprendieron el vuelo, y entonces la enamorada del junco se sintió muy sola y comenzó a cansarse de su amante.
      —No dice nunca nada —se dijo—, y debe ser bastante infiel, porque siempre coquetea con la brisa.
      Y realmente, cada vez que corría un poco de viento, el junco realizaba sus más graciosas reverencias.
      —Además es demasiado sedentario —pensó también la golondrina—; y a mí me gusta viajar. Por eso el que me quiera debería también amar los viajes.
      —¿Vas a venirte conmigo? —le preguntó al fin un día. Pero el junco se negó con la cabeza, le tenía mucho apego a su hogar.
      —¡Eso quiere decir que sólo has estado jugando con mis sentimientos! —se quejó la golondrina—. Yo me voy a las pirámides de Egipto. ¡Adiós!
      Y diciendo esto, se echó a volar.
      Voló durante todo el día y, cuando ya caía la noche, llegó hasta la ciudad.
      —¿Dónde podré dormir? —se preguntó—. Espero que en esta ciudad hay algún albergue donde pueda pernoctar.
      En ese mismo instante descubrió la estatua del Príncipe Feliz sobre su columna.
      —Voy a refugiarme ahí —se dijo—. El lugar es bonito y bien ventilado.
      Y así diciendo, se posó entre los pies del Príncipe Feliz.
      —Tengo una alcoba de oro —se dijo suavemente la golondrina mirando alrededor.
      En seguida se preparó para dormir. Mas cuando aún no ponía la cabecita debajo de su ala, le cayó encima un grueso goterón.
      —¡Qué cosa más curiosa! —exclamó—. No hay ni una nube en el cielo, las estrellas relucen claras y brillantes, y sin embargo llueve. En realidad este clima del norte de Europa es espantoso. Al junco le encantaba la lluvia, pero era de puro egoísta.
      En ese mismo momento cayó otra gota.
      —¿Pero para qué sirve este monumento si ni siquiera puede protegerme de la lluvia? —dijo—. Mejor voy a buscar una buena chimenea.
      Y se preparó a levantar nuevamente el vuelo.
      Sin embargo, antes de que alcanzara a abrir las alas, una tercera gota le cayó encima, y al mirar hacia arriba la golondrina vio... ¡Ah, lo que vio!
      Los ojos del Príncipe Feliz estaban llenos de lágrimas, y las lágrimas le corrían por las áureas mejillas. Y tan bello se veía el rostro del Príncipe a la luz de la luna, que la golondrina se llenó de compasión.
      —¿Quién eres? —preguntó.
      —Soy el Príncipe Feliz.
      —Pero si eres el Príncipe Feliz, ¿por qué lloras? Casi me has empapado.
      —Cuando yo vivía, tenía un corazón humano —contesto la estatua—, pero no sabía lo que eran las lágrimas, porque vivía en la Mansión de la Despreocupación, donde no está permitida la entrada del dolor. Así, todos los días jugaba en el jardín con mis compañeros, y por las noches bailábamos en el gran salón. Alrededor del jardín del Palacio se elevaba un muro muy alto, pero nunca me dio curiosidad alguna por conocer lo que había más allá... ¡Era tan hermoso todo lo que me rodeaba! Mis cortesanos me decían el Príncipe Feliz, y de verdad era feliz, si es que el placer es lo mismo que la dicha. Viví así, y así morí. Y ahora que estoy muerto, me han puesto aquí arriba, tan alto que puedo ver toda la fealdad y toda la miseria de mi ciudad, y, aunque ahora mi corazón es de plomo, lo único que hago es llorar.
      —¿Cómo? —se preguntó para sí la golondrina—, ¿no es oro de ley?
      Era un avecita muy bien educada y jamás hacia comentarios en voz alta sobre la gente.
      —Allá abajo —siguió hablando la estatua con voz baja y musical—... allá abajo, en una callejuela, hay una casa miserable, pero una de sus ventanas está abierta y dentro de la habitación hay una mujer sentada detrás de la mesa. Tiene el rostro demacrado y lleno de arrugas, y sus manos, ásperas y rojas, están acribilladas de pinchazos, porque es costurera. En este momento está bordando flores de la pasión en un traje de seda que vestirá la más hermosa de las damas de la reina en el próximo baile del Palacio. En un rincón de la habitación, acostado en la cama, está su hijito enfermo. El niño tiene fiebre y pide naranjas. Pero la mujer sólo puede darle agua del río, y el niño llora. Golondrina, golondrina, pequeña golondrina... ¡hazme un favor! Llévale a la mujer el rubí del puño de mi espada, ¿quieres? Yo no puedo moverme, ¿lo ves?... tengo los pies clavados en este pedestal.
      —Los míos están esperándome en Egipto —contestó la golondrina—. Mis amigas ya deben estar revoloteando sobre el Nilo, y estarán charlando con los grandes lotos nubios. Y pronto irán a dormir a la tumba del gran Rey, donde se encuentra el propio faraón, en su ataúd pintado, envuelto en vendas amarillas, y embalsamado con especias olorosas. Alrededor del cuello lleva una cadena de jade verde, y sus manos son como hojas secas.
      —Golondrina, golondrina, pequeña golondrina —dijo el Príncipe—, ¿por qué no te quedas una noche conmigo y eres mi mensajera? ¡El niño tiene tanta sed, y su madre, la costurera, está tan triste!
      —Es que no me gustan mucho los niños —contesto— la golondrina—. El verano pasado, cuando estábamos viviendo a orillas del río, había dos muchachos, hijos del molinero, y eran tan mal educados que no se cansaban de tirarme piedras. ¡Claro que no acertaban nunca! Las golondrinas volamos demasiado bien, y además yo pertenezco a una familia célebre por su rapidez; pero, de todas maneras, era una impertinencia y una grosería.
      Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste, que finalmente la golondrina se enterneció.
      —Ya está haciendo mucho frío —dijo—, pero me quedaré una noche contigo y seré tu mensajera.
      —Gracias, golondrinita —dijo el Príncipe.
      La golondrina arrancó entonces el gran rubí de la espada del Príncipe y, teniéndolo en el pico, voló por sobre los tejados. Pasó junto a la torre de la catedral, que tenía ángeles de mármol blanco. Pasó junto al Palacio, donde se oía música de baile y una hermosa muchacha salió al balcón con su pretendiente.
      —¡Qué lindas son las estrellas —dijo el novio— y qué maravilloso es el poder del amor!
      —Ojalá que mi traje esté listo para el baile de gala —contestó ella—. Mandé a bordar en la tela unas flores de la pasión. ¡Pero las costureras son tan flojas!
      La golondrina voló sobre el río y vio las lámparas colgadas en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el barrio de los judíos, donde vio a los viejos mercaderes hacer sus negocios y pesar monedas de oro en balanzas de cobre. Al fin llegó a la pobre casa, y se asomó por la ventana. El niño, en su cama, se agitaba de fiebre, y la madre se había dormido de cansancio. Entonces, la golondrina entró a la habitación y dejó el enorme rubí encima de la mesa, junto al dedal de la costurera. Después revoloteó dulcemente alrededor del niño enfermo, abanicándole la frente con las alas.
      —¡Qué brisa tan deliciosa! —murmuró el niño—. Debo estar mejor.
      Y se quedó dormido deslizándose en un sueño maravilloso.
      Entonces la golondrina volvió hasta donde el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho.
      —¡Qué raro! —agrego—, pero ahora casi tengo calor; y sin embargo la verdad es que hace muchísimo frío.
      —Es porque has hecho una obra de amor —le explicó el Príncipe.
      La golondrina se puso a pensar en esas palabras y pronto se quedó dormida. Siempre que pensaba mucho se quedaba dormida.
      Al amanecer voló hacia el río para bañarse.
      —¡Qué fenómeno extraordinario! —exclamó un profesor de ornitología que pasaba por el puente—. ¡Una golondrina en pleno invierno!
      Y escribió sobre el asunto una larga carta al periódico de la ciudad. Todo el mundo habló del comentario, tal vez porque contenía muchas palabras que no se entendían.
      —Esta noche partiré para Egipto —se decía la golondrina y la idea la hacía sentirse muy contenta.
      Luego visitó todos los monumentos públicos de la ciudad y descansó largo rato en el campanario de la iglesia. Los gorriones que la veían pasar comentaban entre ellos: “¡Qué extranjera tan distinguida!“. Cosa que a la golondrina la hacía feliz.
      Cuando salió la luna volvió donde estaba a la estatua del Príncipe.
      —¿Tienes algunos encargos que darme para Egipto? —le gritó—. Voy a partir ahora.
      —Golondrina, golondrina, pequeña golondrina —dijo el Príncipe—, ¿no te quedarías conmigo una noche más?
      —Los míos me están esperando en Egipto —contesto la golondrina—. Mañana, mis amigas van a volar seguramente hasta la segunda catarata del Nilo. Allí, entre las cañas, duerme el hipopótamo, y sobre una gran roca de granito se levanta el Dios Memnón. Durante todas las noches, él mira las estrellas toda la noche, y cuando brilla el lucero de la mañana, lanza un grito de alegría. Después se queda en silencio. Al mediodía, los leones bajan a beber a la orilla del río. Tienen los ojos verdes, y sus rugidos son más fuertes que el ruido de la catarata.
      —Golondrina, golondrina, pequeña golondrina —dijo el Príncipe—, allá abajo justo al otro lado de la ciudad, hay un muchacho en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa llena de papeles, y a su derecha, en un vaso, unas violetas están marchitándose. Tiene el pelo largo, castaño y rizado, y sus labios son rojos como granos de granada, y tiene los ojos anchos y soñadores. Está empeñado en terminar de escribir una obra para el director del teatro, pero tiene demasiado frío. No hay fuego en la chimenea y el hambre lo tiene extenuado.
      —Bueno, me quedaré otra noche aquí contigo —dijo la golondrina que de verdad tenía buen corazón—. ¿Hay que llevarle otro rubí?
      —¡Ay, no tengo más rubíes! —se lamentó el Príncipe—. Sin embargo aún me quedan mis ojos. Son dos rarísimos zafiros, traídos de la India hace mil años. Sácame uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, comprará pan y leña y podrá terminar de escribir su obra.
      —Pero mi Príncipe querido —dijo la golondrina—, eso yo no lo puedo hacer.
      Y se puso a llorar.
      —Golondrina, golondrina, pequeña golondrina —le rogó el Príncipe—, por favor, haz lo que te pido.
      Entonces la golondrina arrancó uno de los ojos del Príncipe y voló hasta la buhardilla del escritor. No era difícil entrar allí, porque había un agujero en el techo y por ahí entró la golondrina como una flecha. El joven tenía la cabeza hundida entre las manos, así que no sintió el rumor de las alas, y cuando al fin levantó los ojos, vio el hermoso zafiro encima de las violetas marchitas.
      —¿Será que el público comienza a reconocerme? —se dijo— Porque esta piedra preciosa ha de habérmela enviado algún rico admirador. ¡Ahora podré acabar mi obra!
      Y se le notaba muy contento.
      Al día siguiente la golondrina voló hacia el puerto, se posó sobre el mástil de una gran nave y se entretuvo mirando los marineros que izaban con maromas unas enormes cajas de la sentina del barco.
      —¡Me voy a Egipto! —les gritó la golondrina. Pero nadie le hizo caso.
      Al salir la luna, la golondrina volvió hacia el Príncipe Feliz.
      —Vengo a decirte adiós—le dijo.
      —Golondrina, golondrina, pequeña golondrina —le dijo el Príncipe—. ¿No te quedarás conmigo otra noche?
      —Ya es pleno invierno —respondió la golondrina—, y muy pronto caerá la nieve helada. En Egipto, en cambio, el sol calienta las palmeras verdes y los cocodrilos, medio hundidos en el fango, miran indolentes alrededor. Por estos días mis compañeras están construyendo sus nidos en el templo de Baalbeck, y las palomas rosadas y blancas las miran mientras se arrullan entre sí. Querido Príncipe, tengo que dejarte, pero nunca te olvidaré. La próxima primavera te traeré de Egipto dos piedras bellísimas para reemplazar las que regalaste. El rubí será más rojo que una rosa roja, y el zafiro será azul como el mar profundo.
      —Allá abajo en la plaza —dijo el Príncipe Feliz—, hay una niñita que vende fósforos y cerillas. Y se le han caído los fósforos en el barro y se han echado a perder. Su padre le va a pegar si no lleva dinero a su casa y por eso ahora está llorando. No tiene zapatos ni medias, y su cabecita va sin sombrero. Arranca mi otro ojo y llévaselo, así su padre no le pegará.
      —Pasaré otra noche contigo —dijo la golondrina—, pero no puedo arrancarte el otro ojo. Te vas a quedar ciego.
      —Golondrina, golondrina, pequeña golondrina —le rogó el Príncipe—, haz lo que te pido, te lo suplico.
      La golondrina entonces extrajo el otro ojo del Príncipe y se echó a volar. Se posó sobre el hombro de la niña y deslizó la joya en sus manos.
      —¡Qué bonito pedazo de vidrio! —exclamó la niña, y corrió riendo hacia su casa.
      Después la golondrina regresó hasta donde estaba el Príncipe.
      —Ahora que estás ciego —le dijo—, voy a quedarme a tu lado para siempre.
      —No, golondrinita —dijo el pobre Príncipe—. Ahora tienes que irte a Egipto.
      —Me quedaré a tu lado para siempre —repitió la golondrina, durmiéndose entre los pies de la estatua.
      Al otro día ella se posó en el hombro del Príncipe para contarle las cosas que había visto en los extraños países que visitaba durante sus migraciones.
      Le describió los ibis rojos, que se posan en largas filas a orillas del Nilo y pescan peces dorados con sus picos; le habló de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, y vive en el desierto, y lo sabe todo; le contó de los mercaderes que caminan lentamente al lado de sus camellos y llevan en sus manos rosarios de ámbar; le contó del Rey de las Montañas de la Luna, que es negro como el ébano y adora un gran cristal; le refirió acerca de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y veinte sacerdotes la alimentan con pasteles de miel; y le contó también de los pigmeos que navegan sobre un gran lago en anchas hojas lisas y que siempre están en guerra con las mariposas.
      —Querida golondrina —dijo el Príncipe—, me cuentas cosas maravillosas, pero es más maravilloso todavía lo que pueden sufrir los hombres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela sobre mi ciudad, y vuelve a contarme todo lo que veas.
      Entonces la golondrina voló sobre la gran ciudad, y vio a los ricos que se regocijaban en sus soberbios palacios, mientras los mendigos se sentaban a sus puertas. Voló por las callejuelas sombrías, y vio los rostros pálidos de los niños que mueren de hambre, mientras miran con indiferencia las calles oscuras.
      Bajo los arcos de un puente había dos muchachos acurrucados, uno en los brazos del otro para darse calor.
      —¡Qué hambre tenemos! —decían.
      —¡Fuera de ahí!  les gritó un guardia, y los muchachos tuvieron que levantarse, y alejarse caminando bajo la lluvia.
      Entonces la golondrina volvió donde el Príncipe, y le contó lo que había visto.
      —Mi estatua esta recubierta de oro fino —le indicó el Príncipe—; sácalo lámina por lámina, y llévaselo a los pobres. Los hombres siempre creen que el oro podrá darles la felicidad.
      Así, lámina a lámina, la golondrina fue sacando el oro, hasta que el Príncipe quedó oscuro. Y lámina a lámina fue distribuyendo el oro fino entre los pobres, y los rostros de algunos niños se pusieron sonrosados, y riendo jugaron por las calles de la ciudad.
      —¡Ya, ahora tenemos pan! —gritaban.
      Llegó la nieve, y después de la nieve llegó el hielo. Las calles brillaban de escarcha y parecían ríos de plata. Los carámbanos, como puñales, colgaban de las casas. Todo el mundo se cubría con pieles y los niños llevaban gorros rojos y patinaban sobre el río.
      La pequeña golondrina tenía cada vez más frío pero no quería abandonar al Príncipe, lo quería demasiado. Vivía de las migajas del panadero, y trataba de abrigarse batiendo sus alitas sin cesar.
      Una tarde comprendió que iba a morir, pero aún encontró fuerzas para volar hasta el hombro del Príncipe.
      —¡Adiós, mi querido Príncipe! —le murmuró al oído—. ¿Me dejas que te bese la mano?
      —Me alegro que por fin te vayas a Egipto, golondrinita —le dijo el Príncipe—. Has pasado aquí demasiado tiempo. Pero no me beses en la mano, bésame en los labios porque te quiero mucho.
      —No es a Egipto donde voy —repuso la golondrina—. Voy a la casa de la muerte. La muerte es hermana del sueño, ¿verdad?
      El avecita besó al Príncipe Feliz en los labios y cayó muerta a sus pies. En ese mismo instante se escuchó un crujido ronco en el interior de la estatua, fue un ruido singular como si algo se hubiese hecho trizas. El caso es que el corazón de plomo se había partido en dos. Ciertamente hacía un frío terrible.
      A la mañana siguiente, el alcalde se paseaba por la plaza con algunos de los regidores de la ciudad. Al pasar junto a la columna levantó los ojos para admirar la estatua.
      —¡Pero qué es esto! —dijo— ¡El Príncipe Feliz parece ahora un desharrapado!
      —¡Completamente desharrapado! —reiteraron los regidores; y subieron todos a examinarlo.
      —El rubí de la espada se le ha caído, los ojos desaparecieron y ya no es dorado —dijo el alcalde—. En una palabra se ha transformado en un verdadero mendigo.
      —¡Un verdadero mendigo! —repitieron los regidores.
      —Y hay un pájaro muerto entre sus pies —siguió el alcalde—. Será necesario promulgar un decreto municipal que prohiba a los pájaros venirse a morir aquí.
      El secretario municipal tomó nota dejando constancia de la idea.
      Entonces mandaron a derribar la estatua del Príncipe Feliz.
      —Como ya no es hermoso, no sirve para nada —explicó el profesor de Estética de la Universidad.
      Entonces fundieron la estatua, y el Alcalde reunió al Municipio para decidir que harían con el metal.
      —Podemos —propuso— hacer otra estatua. La mía, por ejemplo.
      —Claro, la mía —dijeron los regidores cada uno a su vez.
      Y se pusieron a discutir. La última vez que supe de ellos seguían discutiendo.
      —¡Qué cosa más rara! —dijo el encargado de la fundición—. Este corazón de plomo no quiere fundirse; habrá que tirarlo a la basura.
      Y lo tiraron al basurero donde también yacía el cuerpo de la golondrina muerta.
      —Tráeme las dos cosas más hermosas que encuentres en esa ciudad —dijo Dios a uno de sus ángeles.
      Y el ángel le llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.
      —Has elegido bien —sonrió Dios—. Porque en mi jardín del Paraíso esta avecilla cantará eternamente, y el Príncipe Feliz me alabará para siempre en mi Aurea Ciudad.



Sabias qué...? Cinco preguntas curiosas

...puedes distinguir entre una sonrisa auténtica y una falsa?

Sí, sí, no es broma, hay forma de distinguir cuando una persona sonríe por compromiso o es en realidad una auténtica muestra de agrado ¿Cómo? Buena pregunta. 

 La sonrisa a diferencia de todas las demás expresiones faciales tiene una versión “diplomática”, de hecho, a diario sonreímos sin sentir las emociones que acompañan esta expresión. Pues bien, Guillaume Duchene de Boulogne, neurólogo francés, observó una sonrisa falsa o poco sincera solo activa los músculos de los labios y la boca, mientras que la sonrisa auténtica es una respuesta involuntaria a una emoción espontánea que además activa los músculos orbiculares que rodean a los ojos.

Y como dicen que una imagen dice más que mil palabras he aquí los ejemplos claros entre una sonrisa falsa o diplomática y una genuina.

Recuerda:
- Si el músculo orbicular (el que hay alrededor del ojo) se activa, y esto solo ocurre cuando existe disfrute o placer real, las mejillas se elevan y las cejas descienden levemente; si la sonrisa es muy amplia, además podremos observar patas de gallo y brillo en los ojos. En la sonrisa falsa no se producen estos cambios alrededor de los ojos, ya que el orbicular no se puede activar conscientemente, ni de la frente y cejas.

- La sonrisa falsa aparece demasiado pronto o demasiado tarde.
- La sonrisa falsa tiende a expresarse ligeramente asimétrica en un lado de la cara (normalmente se muestra más en el lado izquierdo).

...las rayas de la cebras espantan a las moscas?

En un estudio realizado por científicos suecos y húngaros se descubrió que la piel rayada de las cebras resulta “poco atractiva” , por lo tanto mantiene alejadas a las moscas.


La profesora Susanne Akesson, de la Universidad de Lund (Suecia) expilco: -”Comenzamos estudiando caballos negros, marrones y blancos, y descubrimos que obteníamos luz polarizada horizontalmente de los de piel oscura, un efecto muy atractivo para las moscas” .

La luz rebota sobre la piel de los caballos oscuros y viaja en forma de ondas hasta los ojos de un tábano hambriento, en un plano horizontal, un tipo de movimiento muy llamativo para estos insectos, según Akesson.
Sin embargo, en el caso de los caballos blancos, los científicos obtuvieron luz no polarizada, que se propaga a lo largo de cualquier tipo de plano, lo que la convierte en mucho menos atractiva para las moscas que, como resultado, molestan menos.
Tras este hallazgo, el equipo se centró en investigar el tipo de luz que reflejaba la piel rayada de las cebras y cuál era la reacción de las moscas. Así, estudiaron el comportamiento de los tábanos ante distintas pizarras de colores claros y oscuros y otras sobre las que habían pintado franjas blancas y negras de distintas dimensiones.
Los científicos descubrieron que la pizarra con las franjas más estrechas, la que más se parecía al tipo de piel de las cebras, fue la que menos moscas atrajo, resultado que también obtuvieron al repetir la prueba sobre réplicas de caballos en tres dimensiones. “Concluimos que las cebras habían evolucionado hasta alcanzar un diseño en el que las rayas fueran lo suficientemente estrechas para generar la menor atracción posible en los tábanos” , añadió Akesson.


...cabecear una pelota puede ser peligroso?

Se estima que cabecear el balón 1000 veces, algo que se puede lograr en la infancia, puede llevar a daños incurables en sus cerebros, dicen los expertos. Y es que el cerebro de los jóvenes “están en desarrollo”, por que lo que una serie de balonazos puede matar sus células.

¿Cómo se llegó a esta conclusión? Fue un equipo de médicos neurológicos en los Estados Unidos, quienes observaron los cerebros de 38 futbolistas amateurs de 30 años. Se les pidió que calcularan en número aproximado de cabezazos que dieron al balón desde que comenzaron a jugar.

A estos jóvenes se le buscó posibles daños cerebrales por cabecear con frecuencia la pelota, y en ellos se les encontró algún grado de lesión.
¿Cómo les afecta?
De hecho, cinco áreas en el lóbulo frontal y la parte trasera inferior del cerebro se vieron afectadas. Estas son las responsables de la atención, la memoria y la capacidad visual. En otro estudio con los mismos jugadores, se les hizo una prueba para evaluar la función cerebral.
En la mayoría de resultados se vio problemas en la memoria verbal y pruebas de velocidad con la coordinación. Ahora, se pueden introducir nuevas pautas para los padres, escuelas y clubes deportivos, aunque aún no se ha marcado un límite de edad para indicar que el cerebro se ha desarrollado lo suficiente como para evitar daños.
En 2002, un juez de instrucción vinculó la muerte del jugador inglés Jeff Astle, de 59 años, y leyenda del West Bromwich al hecho de cabecear el balón. Se dictaminó que murió a causa de un daño cerebral causado por “accidente laboral”. 


...la Catarata del Niágara no es la más alta del mundo?

En realidad, la catarata más alta del mundo es: El Salto
Ángel o Kerekupai-merú. Está localizado al sudeste de Venezuela, con cerca de 978 m de altura, de los cuales 807 m son de caida ininterrumpida, lo que lo convierte en la catarata más alta que incluso la del Niágara.
Fue mostrada al mundo en 1935 por el aviador y aventurero americano James C. Ángel, del que recibe su nombre.

El río que origina al Salto Ángel se llama Churún, el cual es afluente del río Carrao, que a su vez lo es del río Caroní. Este salto toma su nombre del apellido de su descubridor, James (Jimmy) Ángel, aviador estadounidense, el cual lo avistó por primera vez en 1937 cuando sobrevolaba esta zona. El nombre indígena de esta catarata es el de Churún Merú.
La catarata nace en la parte superior de una meseta (o “tepuy”, como se denominan a estas formaciones geológicas) llamada Auyan Tepuy. Estos tepuyes, conjuntamente con otras formaciones geológicas se denominan “simas” (las cuales son profundos y enormes cráteres, de paredes casi verticales), también presentes en esta zona, son formaciones sumamente antiguas, lo que le confiere a todo el Macizo Guayanés un interés geológico y biológico particular. Se estima que dentro de estas simas y en lo alto de los tepuyes existen géneros de plantas y animales (principalmente invertebrados) nunca vistos por el hombre, y menos aún clasificados.


...la gran mayoría del oxígeno del planeta no es generado por los bosques sino por el coral?


Sí, en los arrecifes coralinos se produce el 80% del oxígeno indispensable para nuestra vida. La gran mayoría del oxígeno del planeta no es generado por los bosques sino por el coral.


En los arrecifes coralinos se produce el 80% del oxígeno indispensable para nuestra vida. El coral es muy sensible a los cambios de temperatura. Un aumento de 2° C en la temperatura del agua, debido al calentamiento global por efecto invernadero, ocasionaría la muerte del 35 % del coral de nuestro planeta.