viernes, 1 de agosto de 2014

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, poema atribuido a Walt Whitman



No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, 
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. 
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. 
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. 
No dejes de creer que las palabras y las poesías, sí pueden cambiar el mundo. 
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. 
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
y nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa:
Y Tú puedes aportar un verso.
No dejes nunca de soñar, porque sólo en sueños puedes ser libre. 
No caigas en el peor de los errores: el silencio del alma.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
“-Emito mis alaridos por los techos de este mundo”, dice el poeta. 
Valora la belleza de las cosas simples. 
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, 
No traiciones tus creencias, porque no podemos remar en contra de nosotros mismos:
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante. 
Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron ,
de nuestros “Poetas Muertos”,
te ayudarán a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “Poetas Vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas …


Parece que viene, Pastora

Un paseo que hago a diario
es atravesar el campo.
Y llegar a tu barrio
con los pies llenos de barro.

Y cara quemaba,
Y cara quemaba,
de sol,
de sol.

Me gusta vuelvas tarde
para tener un momentito
para mi,
solo para mi.

Y vagando entre la gente
me niego a la corriente.

Salgo y reivindico
el poder de la mente.
Cuando deseo muy fuerte,muy fuerte.
Parece que viene.

Cambio los recuerdos
por lo que venga.
Pararme no me sale a cuenta.
Parece que viene.

Y me emociona
recordar esa noche tan larga.
Fotos en mi memoria
y se repita esa día.

Si no quieres gozar,
¿Para que?
para que me llevas contigo.
¿Para que?

Un camino que hago a diario
es atravesar tus labios
y mi aliento
los toca susurrando...

Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero, Martín Casariego Córdoba



(...) Las cosas pasan por delante y hay que tirarse al cuello, porque la vida y las cosas no son como un carrusel, que pasan y vuelven a pasar, sino más bien como un tren, que pasa de largo y hay que subirse en marcha, porque el siguiente puede tardar mucho en llegar o incluso no llegar nunca, porque en la vida las cosas pasan y se van, y por eso hay que ser valientes, y yo tuve miedo de quedarme solo, sin ella, marinero en tierra, enamorado sin corazón, y le quité las gafas y la agarré para seguir bailando y para besarla de una santa vez y cumplir mi juramento, y aunque escasamente cuatro centímetros separaban nuestras bocas, sus labios finos y bonitos y pintados y delicados y los míos que no perderé el tiempo en describir, aunque solamente cuatro escasos centímetros los separaban, parecía un plano hecho a escala 1:1000, porque tardé una corta eternidad en recorrerlos, y por fin cubrimos los 40 metros de distancia y nuestros labios se conocieron, las dos o tres primeras veces, muy tímidamente, y después más profundamente, y a mi se me ocurrió pronunciar esa frase tan famosa y tan estúpida que a menudo le viene a uno a la cabeza en esos momentos, y dije:-Te quiero.
Y entonces ella dijo otra de esas estupideces que se dicen en esos raros momentos de nuestras vidas, cuando parecemos mágicos y únicos e importantes, y no tememos que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas ni que la tierra se abra bajo nuestros pies, porque moriríamos felices:-Me alegro se estar viva.
Y entonces yo dije la estupidez mayor de todas, en plan Pitagorín arrebatado y alterado por la primavera pero al revés, y supongo que fue porque su boca me había sabido a tabaco y a miel, pero al menos no hice ninguna promesa que al cabo de los años me pudiera echar en cara:-Me apetece fumar, préstame un cigarrillo y luego te lo devuelvo.
Y nada más decirlo supe que no iba a fumar, porque los pitillos no me gustan nada, casi me asquean, y Sara, retadora, dominante, orgullosa, Sara española, me dijo:-Gracias por el detalle, rey, pero las colillas no se hicieron para mi.Y entonces me acerqué, y sus ojos eran lanzallamas y sus cabellos dorados arde París y sus labios rojos el corazón del fuego, y la besé, la besé como si tuvieramos los días contados, el mundo traicionado, el veneno en el estómago, y sentí que Sara ya no quería morir porque me quería con un amor loco y fugitivo y quizás un poquito desgraciado todavía, y este beso duró más que lo que tú as tardado en leer esta última página, todavía está durando.


El miedo es el asesino del corazón humano, entrevista a Lama Tulku Lobsang (El Médico del Tibet)





Hemos olvidado de cómo las antiguas civilizaciones, curaban de cualquier dolor o sufrimiento mediante la medicina natural, la de toda la vida.

El venerable Tulku Lobsang Rinpoche es un maestro Budista altamente apreciado. Basa sus enseñanzas en el antiguo conocimiento tántrico que ha sido la base para el budismo tibetano. Igualmente trabaja con la medicina, la astrología y muchas técnicas populares de sanación.

Tulku Lobsang nació en 1976 en una familia de agricultores en el Himalaya, donde pasó su infancia en la naturaleza bajo la atención de su madre, siempre sorprendiéndola con sus juegos. 

A los seis años, Tulku Lobsang entró al Monasterio, la escuela monástica budista de su localidad. A los once fue enviado al Monasterio Nangzi Bön, que hoy en día es el más grande monasterio Bön en el Tíbet.

Tulku Lobsang recibió de su tío sus primeras experiencias con las enseñanzas secretas Dzogchen y los rituales Bön. El Maestro fue abad del monasterio y es hoy el maestro personal de la más alta estima, en Amdo.



–Cuando un paciente viene a su consulta, ¿cómo descubre cuál es su enfermedad?

–Mirando cómo se mueve, su postura, la forma de mirar. No hace falta que me hable ni me explique qué le pasa. Un doctor de medicina tibetana experimentado, solo con que el paciente se le acerque a unos 10 metros, puede saber qué dolencia sufre.

–Pero también escucha los pulsos.

–Así obtengo la información que necesito de la salud del enfermo. Con la lectura del ritmo de los pulsos se pueden diagnosticar un 95% de las enfermedades, incluso psicológicas. La información que dan es rigurosa como la de un ordenador. Pero leerlos requiere mucha experiencia.

–Y después, ¿cómo cura?

–Con las manos, la mirada, y preparados de plantas y minerales.

–Según la medicina tibetana, ¿cuál es el origen de las enfermedades?

–Nuestra ignorancia.

–Pues perdone la mía, pero, ¿qué entiende usted por ignorancia?

–No saber que no sabes. No ver con claridad. Cuando ves con claridad, no tienes que pensar. Cuando no ves claramente, pones en marcha el pensamiento. Y cuanto más pensamos, más ignorantes somos y más confusión creamos.

–¿Cómo puedo serlo menos?

–Le daré un método muy simple: practicando la compasión. Es la manera más fácil de reducir tus pensamientos. Y el amor. Si quieres a una persona de verdad, es decir, si no la quieres solo para ti, aumenta tu compasión.

–¿Qué problemas ve en Occidente?

–El miedo. El miedo es el asesino del corazón humano.

–¿Por qué?

–Porque con miedo es imposible ser feliz, y hacer felices a los otros.

–¿Cómo afrontar el miedo?

–Con aceptación. El miedo es resistencia a lo desconocido.

–Y como médico, ¿en qué parte del cuerpo ve más problemas?

–En la columna, en la parte baja de la columna: os sentáis demasiado tiempo en la misma postura. Vitalmente, tenéis demasiada rigidez.

–Tenemos muchos problemas.

–Creemos que tenemos muchos problemas, pero en realidad nuestro problema es que no los tenemos.

–¿Qué quiere decir?

–Que nos hemos acostumbrado a un nivel de necesidades básicas cubiertas, de modo que cualquier pequeña contrariedad nos parece un problema. Entonces, activamos la mente y empezamos a darle vueltas y más vueltas sin solucionarlo.

–¿Alguna recomendación?

–Si el problema tiene solución, ya no es un problema. Si no, tampoco.

–¿Y para el estrés?

–Para evitarlo, lo mejor es estar loco.

–¿…?

–Es una broma. No, no tan broma. Me refiero a ser o parecer normal por fuera, y por dentro estar loco: es la mejor manera de vivir.

–¿Qué relación tiene usted con su mente?

–Soy una persona normal, o sea que a menudo pienso. Pero tengo entrenada la mente. Eso quiere decir que no sigo a mis pensamientos. Ellos vienen, pero no afectan ni a mi mente ni a mi corazón.

–Usted se ríe a menudo.

–Cuando alguien ríe, nos abre su corazón. Si no abres tu corazón, es imposible tener sentido del humor. Cuando reímos, todo es claro. Es el lenguaje más poderoso: nos conecta a unos con otros directamente.

–También acaba de editar un CD de Mantras con una base electrónica, para el público occidental.

–La música, los Mantras y la energía del cuerpo son lo mismo. Como la risa, la música es un gran canal para conectar con el otro. A través de ella, podemos abrirnos y transformarnos: así la usamos en nuestra tradición.

–¿Qué le gustaría ser de mayor?

–Me gustaría estar preparado para la muerte.

–¿Y nada más?

–El resto no importa. La muerte es lo más importante de la vida. Creo que ya estoy preparado. Pero antes de la muerte, debemos ocuparnos de la vida. Cada momento es único. Si damos sentido a nuestra vida, llegaremos a la muerte con paz interior.

–Aquí vivimos de espaldas a la muerte.

–Mantenéis la muerte en secreto. Hasta que llegará un día de vuestra vida en que ya no será un secreto: no os podréis esconder.

–Y la vida, ¿qué sentido tiene?

–La vida tiene sentido, y no. Depende de quién seas. Si realmente vives tu vida, entonces la vida tiene sentido. Todos tenemos vida, pero no todo el mundo la vive. Todos tenemos derecho a ser felices, pero tenemos que ejercer ese derecho. Si no, la vida no tiene sentido.


Medico Tibetano Tulku Lobsang