miércoles, 24 de octubre de 2012

Mi sol, Jesse y Joy

eres el regalo que nunca pedi
la porciòn de cielo que no merecì
todos mis anhelos se han cumplido en ti
y no quiero perderte, no lo quiero asi

te dejè y tan sola, me sentì sin ti
y no quiero de nuevo estar asi, asi
tomame en tus brazos, soy parte de ti
soy parte de ti.

eres mi sol, luz calor y vida para mi
eres tu mi sol, estrella que a mi vida sustento
eres tu mi sol.

lo que quiero ahora es perderme en ti
y ser envuelta en todo lo que eres tu
ser envuelta en todo lo que eres tu

Los amorosos callan, Jaime Sabines

Los amorosos callan. 

El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.


Jaime Sabines

Experimento: dibujar con arena



Para realizar nuestro experimento necesitamos una botella de plástico, arena de playa y una cuerda.

Tenemos que construir un péndulo con la botella de plástico tal como aparece en la foto.

Cortamos la base de la botella de plástico, hacemos un par de agujeros en el lateral para pasar la cuerda y otro agujero en el tapón para que salga la arena.



Es importante colgar la botella tal como aparece en la imagen (con un nudo inferior y otro superior)Por último la llenamos de arena.
Si apartamos la botella de la posición de equillibrio y la soltamos comenzará a oscilar, describiendo una trayectoria que quedará registrada en el suelo por el trazo que deja la arena que cae de la botella.
Dependiendo de la longitud total de la cuerda y de la relación entre las distancias D y L (ver foto), obtendremos diversas figuras.



Por ejemplo:














Las figuras que se obtienen se conocen como figuras de Lissajous, por el científico francés Jules Antoine Lissajous que las observó en 1857. Él usó sonidos de diferentes frecuencias (agudos y graves) para hacer vibrar un espejo. Un rayo de luz reflejado en el espejo dibujaba figuras, cuya forma dependía de la frecuencia de los sonidos.
Fuente:fq-experimentos.blogspot.com.es

Recetas asturianas con sidra...



Filetes de lomo a la sidra

Ingredientes:

4 filetes de lomo
2 dientes de ajo
1 cebolla
1/2 vaso de sidra asturiana
1 cucharada de harina
pan rallado
aceite de oliva
pimienta
sal



Elaboración:

En una sartén con un poco de aceite de oliva sofreímos dos ajos enteros, tan sólo un poco aplastados con el cuchillo. Cuando empiecen a dorar, rebozamos ligeramente los filetes en pan rallado y los vamos friendo en el mismo aceite que los ajos.
Conforme se vayan haciendo los vamos disponiendo en una fuente proporcionada a las cantidades.
En el mismo aceite freimos la cebolla picada fina, añadimos una cucharada de harina y la sidra asturiana poquito a poquito, dejando reducir y espesar. Cuando tengamos una salsa consistente, rectificamos de sal, añadimos pimienta al gusto y la distribuímos por encima de los filetes. 



Pimientos rellenos a la sidra

Ingredientes:

6 pimientos del piquillo
250 grs. de bacalao
100 grs. de gambas peladas
75 grs. de miga de pan duro
100 cl. de leche
100 cl. de nata
1 huevo
1 cebolla grande
4 dientes de ajo
1/2 vaso de sidra asturiana natural
aceite de oliva
perejil
sal


Elaboración:

Tener en cuenta que si el bacalao no es fresco, habrá que desalarlo con unas 48 horas de adelanto cambiando el agua cuatro o cinco veces a intérvalos regulares, antes de hacer el plato.
2 horas antes de preparar el plato, ponemos el bacalao a remojo en agua límpia a la que añadiremos la leche y los dientes de ajo pelados y aplastados
Se lavan bien los pimientos y se asan en el horno durante unos 20 minutos. Cuando estén fríos los despellejamos, los disponemos sobre una bandeja de horno previamente engrasada con aceite de oliva, y los volvemos a meter en el horno precalentado a ciento ochenta grados durante veinte minutos.  Cortamos el pedúnculo a dejando unos tres cuartos de pimiento, deshaciéndonos de las pepitas pero reservando la carne de su alrededor.
Picamos las cebollas finamente  y dos dientes de ajo, y rehogamos todo con un poco de aceite de oliva a fuego lento. Antes de que empiecen a dorar, añadimos el bacalao bien escurrido y agregamos la sidra asturiana. Dejamos cocer unos diez minutos tras lo que añadiremos la miga de pan, el perejil picado finamente, la mitad de la nata, el huevo batido y las gambas. Dejamos hacer durante otros diez minútos más o menos y a continuación rellenamos los pimientos dejando un poco de margen.
Trituramos la salsa de pimiento que habíamos reservado con un dos cucharadas de agua y la nata que quedaba. Lo ponemos a cocer a fuego lento unos diez minutos, rectificando de sal y añadiendo un poco de azucar para controlar la acidez.
Cuando la salsa esté preparada, colocamos los pimientos en una fuente de horno previamente engrasada con aceite de oliva,  les echamos la salsa por encima, tapamos con un papel de aluminio y los llevamos al horno un cuarto de hora a unos 150 grados.
Se sirven calientes. 


Setas a la vinagreta de sidra


Ingredientes:

1/4 Kgr. de setas
1 cebolla pequeña
2 manzanas de sidra o 1 manzana reineta
1 pimiento
1 diente de ajo
1 huevo
vinagre de sidra
aceite de oliva
sal


Elaboración:

Cocemos el huevo en agua hirviendo y sal durante doce minutos y reservamos.
Picamos el ajo finamente, en cubitos diminutos, y los agregamos a una sartén con un chorro de aceite de oliva precalentado. Cuando empiecen a dorar, agregamos las setas y las salteamos bien con los ajos.
Mientras se van haciendo, preparamos una vinagreta como sigue:
Picamos la cebolla, el pimiento, el huevo cocido y las manzanas, y las ponemos en un recipiente, agregando un generoso chorro de aceite de oliva, un chorrito de vinagre de sidra y un poco de sal. Trituramos todo junto con la batidora, robot de cocina o similar y reservamos esta vinagreta.
Cuando las setas estén echas, se agrega la salsa por encima  y se sirve.



Patatas a la asturiana


Ingredientes:

1 Kgr. de patatas
1 cebolla
1 diente de ajo
1 zanahoria
2 chorizos asturianos
100 grs. de jamón
125 grs. de guisantes
1 pimiento
aguardiente de sidra
pimentón
aceite de oliva
sal


Elaboración:

Picamos la cebolla, la zanahoria, el pimiento y el ajo todo muy fino, y preparamos un sofrito en una cazuela con un chorro de aceite de oliva.
Cuando empiecen a pocharse las verduras, se añade el chorizo troceado en finas lonchas, el jamón en taquitos y los guisantes, y lo rehogamos todo junto.
Después de rehogar estos ingredientes, añadimos las patatas rotas en trozos mediano, y lo flambeamos todo a fuego vivo con un chorro de aguardiente de sidra.
Después se cubre con agua, se tapa y se deja cocer a fuego medio hasta que las patatas estén tiernas, moviendo de vez en cuando la cazuela para que espese la salsa. 



Pitu caleya relleno a la sidra


Ingredientes:

1 pitu caleya
1/2 kgr. de manzanas
1/2 kgr. de castañas
1/2 botella de sidra asturiana natural
100 grs. de jamón ibérico
1 cucharada de jerez
100 grs. de manteca de cerdo
nuez moscada
sal


Elaboración:

Pelamos las castañas y las cocemos en agua con sal durante media hora, a fuego no muy fuerte para que no se rompan pues las necesitamos enteras. Una vez cocidas, se escurren, se les quita la segunda piel y se reservan.
Pelamos las manzanas y las partimos en trozos, que pasamos a una cazuela junto con la sidra, donde las cocemos hasta que se deshagan.
El pollo se habrá limpiado previamente, reservando sus menudos, hígado y mollejas, que picaremos muy finos junto con el jamón. Lo rehogamoso todo en un poco de la manteca de cerdo, mezclándolo a continuación con las manzanas y las castañas, y sazonándolo con la sal y un poco de rayadura de nuez moscada.
Rellenamos el pollo con la mezcla cosiendo la abertura para evitar que se salga. Se sazona de sal y se coloca sobre una bandeja apta para el horno previamente engrasada, untando todo el pollo con la manteca que queda antes de meterlo al horno a media potencia durante una hora y cuarto aproximádamente, dándole vuelta de vez en cuando y bañándolo a menudo con el caldo que vaya soltando.
Una vez hecho, se pone la cazuela en el fuego, se le añade el jerez y se le da un hervor, y a continuación se sirve.



Lenguado a la sidra con manzanas


Ingredientes:

1 lenguado grande
100 grs. de mantequilla
1 vaso de sidra asturiana natural
1 manzana en rodajas (preferiblemente de sidra)
1 limón
harina
aceite de oliva
sal



Elaboración:

Pediremos al pescadero que nos límpie y filetee bien el pescado.
Una vez en casa, lo salamos y lo enharinamos, pásandolo por la sartén con aceite de oliva bien caliente, y disponiéndolo a continuación en una fuente de horno suficientemente grande, previamente engrasada con mantequilla.
Agregamos por encima con la mantequilla sobrante, la sidra y el zumo del limón, y lo metemos al horno a media potencia durante unos 10 minutos.
Mientras tanto, cortamos las manzanas en rodajas finas y las freímos en aceite de oliva muy caliente, sacándolas a una fuente con papel de cocina o secante para quitarles el acceso de aceite.
Cuando el lenguado esté hecho, lo servimos con las manzanas fritas a modo de guarnición.

Chácharas de niños, Hans Cristian Anderen

  
En casa del rico comerciante se celebraba una gran reunión de niños: niños de casas ricas y familias distinguidas. El comerciante era un hombre opulento y además instruido; a su debido tiempo había sufrido los exámenes. Así lo había querido su excelente padre, que no era más que un simple ganadero, pero honrado y trabajador. El negocio le había dado dinero, y el hijo lo supo aumentar con su trabajo. Era un hombre de cabeza y también de corazón, pero de esto se hablaba menos que de su riqueza. 
 
Frecuentaba su casa gente distinguida, tanto de «sangre», que así la llaman, como de talento. Los había que reunían ambas condiciones, y algunos que carecían de una y otra. En el momento de nuestra narración había allí una reunión de niños, que hablaban y discutían como tales; y ya es sabido que los niños no tienen pelos en la lengua. Figuraba entre los concurrentes una chiquilla lindísima, pero terriblemente orgullosa; los criados le habían metido el orgullo en el cuerpo, no sus padres, demasiado sensatos para hacerlo. El padre era chambelán, y éste es un cargo tremendamente importante, como ella sabía muy bien.
-¡Soy camarera del Rey! -decía la muchachita. Lo mismo podría haber sido camarera de una bodega, pues tanto mérito hace falta para una cosa como para la otra. Después contó a sus compañeros que era «bien nacida», y afirmó que quien no era de buena cuna no podía llegar a ser nadie. De nada servía estudiar y trabajar; cuando no se es «bien nacido», a nada puede aspirarse.
-Y todos aquellos que tienen apellidos terminados en «sen» -prosiguió-, tampoco llegarán a ser nada en el mundo. Hay que ponerse en jarras y mantener a distancia a esos «¡-sen, -sen!» y puso en jarras sus lindos brazos de puntiagudos codos, para mostrar cómo había que hacer. ¡Y qué lindos eran sus bracitos! Era encantadora.
Pero la hijita del almacenista se enfadó mucho. Su padre se llamaba Madsen, y no podía sufrir que se hablara mal de los nombres terminados en «sen». Por eso replicó con toda la arrogancia de que era capaz:
-Pero mi padre puede comprar cien escudos de bombones y arrojarlos a los niños. ¿Puede hacerlo el tuyo?
-Mi padre -intervino la hija de un escritor- puede poner en el periódico al tuyo, al tuyo y a los padres de todos. Toda la gente le tiene miedo, dice mi madre, pues mi padre es el que manda en el periódico.
Y la chiquilla irguió la cabeza, como si fuera una princesa y debiera ir con la cabeza muy alta.
En la calle, delante de la puerta entornada, un pobre niño miraba por la abertura. El pequeño no tenía acceso en la casa, pues carecía de la categoría necesaria. Había estado ayudando a la cocinera a dar vueltas al asador, y en premio le permitían ahora mirar desde detrás de la puerta a todos aquellos señoritos acicalados que se divertían en la habitación. Para él era recompensa bastante y sobrada.
«¡Quién fuera uno de ellos!», pensó, y al oír lo que decían, seguramente se entristeció mucho. En casa, sus padres no tenían ni un mísero chelín para ahorrar, ni medios para comprar un periódico; y no hablemos ya de escribirlo. Y lo peor de todo era que el apellido de su padre, y también el suyo, terminaba en «sen». Nada podría ser en el mundo, por tanto. ¡Qué triste! En cuanto a nacido, creía serlo como se debe, pues de otro modo no es posible.
Así discurrió aquella velada.
Transcurrieron muchos años, y aquellos niños se convirtieron en hombres y mujeres.
Se levantaba en la ciudad una casa magnífica, toda ella llena de preciosidades. Todo el mundo deseaba verla; hasta de fuera venía gente a visitarla. ¿A cuál de aquellos niños pertenecía? No es difícil adivinarlo. Pero tampoco es tan fácil, pues la casa pertenecía al chiquillo pobre, que llegó a ser algo, a pesar de que su nombre terminaba en «sen»: se llamaba Thorwaldsen.
¿Y los otros tres niños, los hijos de la sangre, del dinero y de la presunción? Pues de ellos salieron hombres buenos y capaces, ya que todos tenían buen fondo. Lo que entonces habían pensado y dicho no era sino eso, chácharas de niños.
FIN

El niño con el pijama de rayas, trailer en español