miércoles, 6 de marzo de 2013

Ángel, Cristian Castro


Quisiera amarte hasta el amanecer
besarte lentamente
y perderme por tu piel
encontrarme con tus labios
y en un beso sin final
todo por tu amor
solo dame una señal
 

Ángel que das luz a mi vida
eres el aire que quiero respirar
angel que alivias mis heridad
no te alejes
que muero si no estas

la noche me desbelas sin piedad
al recorrer tu imagen
en mi triste soledad
fugitivo del dolor
voy buscando una ilusion
dame una señal
para creer en este amor


Ángel llevame en tus alas
a la cima de este gran amor
en tu alma vive mi esperanza
ty en tus manos esta mi corazon
tu mi angel ilumina nuestro amor
tu mi angel

tu mi angel, ilumina nuestro amor
tu mi angeeel..


Obstáculos, Jorge Bucay



Voy andando por un sendero.
 
Dejo que mis pies me lleven.

Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.

Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.

Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa. 

Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.

Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.

Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo.

Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.

Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...

Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.

Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.  

Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.  

Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?   

El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí? 

Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.


15 novelas eróticas anteriores al furor de '50 Sombras de Grey'





Al parecer el furor por las novelas eróticas se ha despertado tras el éxito de la trilogía "50 Sombras de Gray" (nombre de la primera entrega), de la escritora británica E. L. James. Una serie que ha vendido más de 31 millones de copias en todo el mundo, estableciendo el récord como la edición de bolsillo de ventas más rápida de todos los tiempos, superando a la serie de Harry Potter.

La crítica de la novela ha sido desigual, para algunos este es un fabuloso best seller con las dosis necesaria de erotismo y humor, mientras que para otros más severos y despectivos, se trata de simple "porno para mamás". Cualquiera que sea tu opinión, y si te gusta el erotismo en la literatura, quizás te interese conocer otras 15 novelas eróticas previas al gran éxito de este año.


Las 11.000 vergas (1907)
Publicado de forma anónima, su autor, el poeta Apollinaire confesó que lo escribió con la intención de no morirse de hambre. Es una novela realmente salvaje que en su primera edición (clandestina) se acompañaba con la frase publicitaria: “Más fuerte que el Marqués de Sade”. En ella se narra la vida del príncipe Vibescu, un libertino que, cansado de sus relaciones íntimas con el bien dotado vicecónsul de Serbia, se va en busca de mejores aventuras e inicia un delirante viaje de Rumanía a París, marcado por el exhibicionismo, el voyeurismo, el sadomasoquismo, la bestialidad, la coprofilia, la coprofagia, la necrofilia, y el crimen. El protagonista igual mantiene relaciones con hombres que disfruta de sus encuentros con bellas mujeres. Prohibido durante años, se vendió de forma clandestina hasta que su publicación se autorizó por primera vez en París, en 1970.


1601 (1880)
Considerada la primera novela pornográfica de la literatura estadounidense, su autor, Mark Twain, la publicó de forma anónima. Su trama gira en torno a una supuesta reunión entre la reina Isabel I de Inglaterra, el dramaturgo Ben Jonson, el pirata Walter Raleigh y varios personajes de la nobleza, que se entregan al juego de relatar la mayor proeza erótica. Por supuesto, todos mienten y van desgranando una serie de hazañas de lecho cada vez más delirantes, hasta el punto de que las braguetas de los caballeros llegan a derretirse literalmente de tanto bajarse y subirse. El propio Twain se sintió tan incómodo con el impacto provocado por su libro que tardó veinticinco años en reconocer su paternidad.


Cruel Zelanda (1978)
Publicada de forma anónima, narra la historia de la puritana esposa de un alto cargo británico que es secuestrada por los maoríes. Tras pasar varios años sometida a los más depravados ritos de iniciación sexual, la mujer es rescatada y regresa a la sociedad, pero lo hace convertida en una ninfómana insaciable. Durante años se pensó que la autoría del libro correspondía a una mujer, pero en la década de 1990 se descubrió que realmente había surgido de la pluma de Jacques Sergüine, un autor conocido por sus libros de pensamiento político.


Cartas eróticas (1904-1909)
Recopilación de la correspondencia íntima que mantuvieron el autor de Ulises, James Joyce, y su esposa, Nora Barnacle. Su publicación estuvo prohibida por sus descendientes hasta enero de 2012, dado el tono perverso de estas cartas, en las que el novelista escribe cosas como: “Compra calzones de puta, amor, y asegúrate de rociarles las piernas con algún agradable aroma”.


Delta de Venus (1940)
Una recopilación de cuentos sexuales escritos por Anaïs Nin, autora especialmente recordada por sus Diarios y que fue amante de otro pope del género, Henry Miller. Este conjunto de relatos fue un encargo de un millonario anónimo que pagaba cien dólares por página y a cambio exigía menos poesía y muchisimo más sexo explícito.


Historia del ojo (1928)
Una novela brutal, escrita por Georges Bataille, pensador, antropólogo y poeta que trató de fundar una nueva religión llamada Acéphale, cuyo símbolo era un hombre sin cabeza y que proponía el sacrifico de una persona en cada acto ritual. Su novela narra la historia de Georges y Simona, una pareja fascinada por el sexo y que es guiada por un libertino noble inglés en un viaje iniciático por España; un viaje que es un descenso a los infiernos del sexo duro, la escatología y la blasfemia. Bataille publicó tan escandalosa obra de forma clandestina y con el seudónimo de Lord Auch (literalmente, Lord Mierda), en una edición de 138 ejemplares, con litografías del pintor surrealista André Masson. La novela, prohibidísima en toda Europa, solo se publicó firmada con el verdadero nombre del autor después de su muerte, en 1967.


Josephine Mutzenbacher (1906)
Historia de una prostituta vienesa que rememora sus escapadas sexuales entre las edades de cinco y doce años. El libro toca temas que eran tabú, como la prostitución infantil y el incesto. Como es lógico, un material así solo podía presentarse como anónimo; ningún editor austríaco quiso publicarlo y tuvo que hacerse en Suecia. La novela estuvo prohibida en Austria ¡hasta 1990! Su autoría sigue sin estar clara, pero un estudio de la Universidad de Viena se la atribuye a Felix Salten, creador de Bambi.


Mi tío Oswald (1979)
Firmada por Roald Dahl, un autor más conocido por sus novelas infantiles y juveniles, como Charlie y la fábrica de chocolate. El protagonista descubre una sustancia en un escarabajo que provoca una magnífica erección. Oswald decide utilizarla para un negocio absurdo: usando como cebo a un bellezón llamado Yasmin, pretende robar el esperma de genios como Einstein y Freud, y luego venderlo en un banco de semen congelado para señoras adineradas.


La alfombrilla de los goces y los rezos (1660)
La novela erótica china más célebre de todos los tiempos, firmada por Li Yu, que no se publicó en Occidente hasta la década de 1950. Narra la historia de un hombre al que un brujo le trasplanta el pene de un caballo con el que puede dar un placer infinito a las mujeres. Años después, harto de tanto sexo, ingresa en un monasterio budista, pero ni allí logra encontrar la ansiada paz.


Fanny Hill (1857)
Escrita por el novelista John Cleland mientras se encontraba en prisión por culpa de sus numerosas deudas, la novela fue prohibida a las dos semanas de su publicación y circuló de forma clandestina hasta que en 1963 se permitió su edición. Cuenta la historia de Fanny Hill, una campesina de quince años que, tras la muerte de sus padres, viaja a Londres, donde es acogida en un burdel. Iniciada en las artes eróticas por una madame lesbiana, se convierte en la prostituta más cotizada de Londres.


Teleny (1893)
Aunque atribuida a Oscar Wilde, fue publicada bajo el más estricto anonimato, pero con el siguiente reclamo publicitario: “La novela erótica mejor escrita en lengua inglesa, y que aborda escenas que sobrepasan las licencias más salvajes”. Su trama, abiertamente gay, narra las andanzas de un seductor que puede ser tanto un depravado corruptor de jóvenes como un celoso que sufre por las infidelidades de su amante. Estuvo prohibida hasta 1966.


Kagi. la llave (1956)
Su autor, Junichiro Tanizaki, fue candidato al premio Nobel. Esta novela adopta la forma del doble diario de una pareja formada por un hombre maduro y una mujer más joven. Dos diarios paralelos que comienzan con el año nuevo y perduran cuatro meses, hasta la enfermedad del esposo, y que continúa el de la mujer un par de meses más. Diarios que cada uno escribe con la esperanza de saber que va a ser leído por el otro y, así, establecer una comunicación cómplice donde cada uno expresa sus anhelos sexuales más secretos.


Candy (1958)
Publicada con el seudónimo de Maxwell Kenton, su autor, Terry Southern, es conocido por su faceta de guionista de cine: suyos son los libretos de filmes como Easy rider, Barbarella y ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú. Elegida por la revista Playboy como una de las 25 mejores novelas eróticas de todos los tiempos, Candy es una parodia del Cándido de Voltaire. La protagonista es una joven pánfila que busca la plenitud espiritual en un mundo de comunas, poblado por chaperos y macarras reconvertidos en falsos gurús que abusan de sus discípulas.


Myra Breckinridge (1968)
“Soy Myra Breckinridge, que no será nunca poseída por ningún hombre. Llevando puesto solamente un liguero a modo de escudo, he mantenido alejados a los isleños de Trobriand. Esgrimiendo un hacha de piedra, corto los brazos y los testículos de sus mejores guerreros, deslumbrados por mi belleza, como les sucede a todos los hombres, acobardándolos, reduciéndolos, como hizo la bella Fay Wray con King Kong.” Con tan surrealista párrafo inició Gore Vidal esta novela sobre una transexual nacida en una remota isla que, tras cambiarse de sexo y convertirse en mujer, viaja a Hollywood, donde provoca una revolución sexual.


La venus de las pieles (1870)
De Leopold von Sacher-Masoch, autor austríaco a partir de cuyo apellido se ha acuñado el término masoquismo, dado su gusto por las prácticas eróticas basadas en la humillación y el dolor. La novela es la crónica de la auténtica relación que el escritor mantuvo con Fanny Pistor, con la que firmó un contrato por el cual se comprometía a ser su esclavo y satisfacer todos sus deseos. A cambio, ella se tenía que vestir con pieles cada vez que se sintiera dominada por sentimientos de crueldad.




Sabes qué científicos estuvieron "entre rejas"?




Aunque la figura del científico es una de las más respetables en el imaginario colectivo, no pocos de ellos han caído tras las rejas acusados de delitos que van de la conspiración y el espionaje al fraude y el asesinato.
El estatus del científico es quizá uno de los más respetables de la sociedad moderna, uno que pasó del misterio y el asombro, el temor que despertaban personajes como los alquimistas o los antecesores de los médicos, a la atribución del prestigio que dan la sapiencia y la erudición.

Esto, sin embargo, no exime a los científicos de incurrir en faltas propias de la naturaleza humana, punibles además por la convención social y legal de la que forman parte.

Aquí un top 10 con los científicos que por algún motivo cayeron bajo la jurisdicción de alguna autoridad que terminó sancionándolos con cárcel.

10. Stewart Nozette
Investigador al servicio de la NASA que pasó de la ciencia a la contabilidad, Stewart Nozette fue acusado de un millonario fraude y conspiración en perjuicio de la agencia. Nozette comenzó minando los fondos de la NASA para financiar una compañía de su propiedad, pero después, cuando un supuesto agente israelí le ofreció dinero a cambio de documentos clasificados, el hombre no dudó en acceder a pedido, sin contar que se trataba de un trampa tendida por el FBI, a cuya dependencia pertenecía realmente el falso espía.

Nozette cumple todavía los 13 años de prisión a los que fue sentenciado.

9. Sir Francis Bacon
Uno de los nombres más reconocidos en la historia intelectual de Inglaterra, durante esa época en que filosofía y ciencia no estaban claramente diferenciadas, Sir Francis Bacon se vio involucrado en cierta época de su vida en problemas de solvencia que le impidieron cubrir sus deudas. A pesar de su elocuente defensa, sus acreedores lo llevaron a pasar una temporada en la Torre de Londres, la legendaria cárcel inglesa.

8. Anna Freud
Anna Freud, la hija de Sigmund, fue arrestada luego de que su familia intentara salir de territorio nazi luego de que este régimen tildara al psicoanálisis de “ciencia judía”. Los nazis intentaron usar a Anna como rehén e impedir que los Freud fueran al exilio. Esa noche en prisión fue sin embargo contraproducente, pues al parecer un oficial nazi que admiraba el trabajo de Sigmund se apresuró a tramitar los salvoconductos que permitieran la salida de los vieneses.

7. Santiago Ramón y Cajal
Pionero de la neurociencia y descubridor de la estructura neuronal como fundamento del cerebro, el español Santiago Ramón y Cajal tuvo una naturaleza bastante irreverente durante toda su vida, incómodo siempre con los imperativos que la sociedad impone a sus integrantes.

En sus años mozos Santiago construyó, a los 11 de edad, un cañón casero que probó en su natal Petilla de Aragón, Navarra, cuyas autoridades locales no dudaron en encerrar al precoz púber.

6. Johann Conrad Dippel
Johann Conrad Dippel fue un científico de mediados del siglo XVII bastante sui generis, animado sobre todo por la búsqueda de la inmortalidad. Quiso transferir el alma de una persona a otra utilizando un embudo y una manguera. Igualmente destiló un “elixir de la vida” utilizando huesos y sangre animales que aunque no evitó la muerte física de nadie, al final sirvió como colorante textil que se comercializa hasta la fecha con el nombre de “Azul Prusia”.

El delito que mantuvo a Dippel en prisión fue profesar ideas religiosas que iban en contra del dogma y por las cuales fue considerado un hereje.

5. Jack Kevorkian
Famoso en la historia de la medicina por su sobrenombre de “Doctor Muerte”, Jack Kevorkian deseó siempre capturar el rostro de la muerte, fotografiando a personas que se encontraban en el trance último esperando así obtener constancia de dicho instante.

La década de los 90 fue especialmente difícil para Kevorkian porque, primero, diseñó y construyó una “máquina del suicidio” que administraba automáticamente una fuerte dosis de químicos que provocaban la muerte del usuario, invento que le valió una corta temporada de encierro. Después, en 1998, Kevorkian mismo inyectó las drogas letales a uno de sus pacientes, cuyo consentimiento no obstó para que el médico fuera a la cárcel. En 1999 se le dictó una sentencia de 8 años en prisión por el delito de asesinato en segundo grado.

4. Timothy Leary
Timothy Leary quizá sea uno de los científicos que más cárceles conocieron, con un total de 29. Este hábito le hizo compararse con Jesucristo y con Sócrates, en quienes vio una especie de hermanos de persecución.

Los cargos que se le imputaron casi siempre estuvieron relacionados con posesión de drogas y una insaciable compulsión a mostrar la faceta de ridículo en que descansa toda autoridad.

3. Klaus Fuchs
El talento de Klaus Fuchs lo llevó a trabajar, siendo británico y de origen alemán, con el equipo estadounidense que desarrolló la bomba atómica, el Manhattan Project. Trabajó también como espía para la Unión Soviética, por lo cual fue juzgado y condenado a 14 años de cárcel.

2. Richard Feynman
Partícipe también del Manhattan Project, Feynman tuvo un día un acceso de locura o de impaciencia al violar los casilleros del personal asistente del proyecto para obtener ciertos documentos que necesitaba en su investigación. El científico actuó de esta manera porque hacer la solicitud por la vía oficial —administrativa, burocrática— sería tedioso y demorado.

Igualmente en otra ocasión, obligado como estaba a registrar su salida y su entrada en la base militar donde laboraba, un día Feynman descubrió un agujero por donde podía colarse sin cumplir con este molesto trámite en el punto de revisión acordado. Un día, cuando las autoridades militares notaron la anomalía —se registraba la entrada de Feynman a la base, pero no su salida— lo quisieron arrestar, pero el físico solo les respondió que, en lugar de esto, debían arreglar el agujero.

1. Galileo
El mítico, obstinado Galileo del “Eppur si muove”, no tuvo este único desplante de altanería con la autoridad eclesiástica, pues habiendo recibido permiso del Papa para escribir un diálogo en que comparara las teorías geocéntricas y heliocéntricas, Galileo cumplió el cometido, dando al personaje heliocentrista todos los buenos argumentos y al geocentrista los malos. A este último, por cierto, lo llamó “El Simplón” e incluso puso en sus diálogos declaraciones textuales del Papa.

El desplante le valió al científico italiano la pena de muerte, que fue sin embargo permutada gracias a sus influyentes amistades por un arresto domiciliario de por vida y otras penas como la quema de sus libros y la retractación pública de sus opiniones.


Fuente:

www.culturizando.com