martes, 6 de agosto de 2013

Explosión, Delmira Agustini





¡Si la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar! Hoy siento 
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.
Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!
Hoy partió hacia la noche, triste, fría...
rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!


  

Te despertaré, Pastora Soler

Sé que soñaste mil veces
Con otro mundo
Quizá con más suerte
Y hoy solo ves dolor
Solo una ilusión de ti

Sé que el esfuerzo es en vano
Que como el agua se escapa en tus manos
Pero aún te quedo yo
Late el corazón
Por ti

Ahora voy a respirar
Tan profundo y sin dudar
Lucharé hasta el final

Te despertaré
Bajo un cielo de auroras
Te despertaré
Cuando estemos a solas
Abrázame, no te soltaré
Sigo aquí a tu lado
No te dejaré
Mientras tenga un corazón
Por ti andaré

Te despertaré
Cuando el alma no llore
Te despertaré
Cuando encienda ilusiones
Escúchame, no te soltaré
Sigo aquí a tu lado
No te dejaré
Mientras busco el sol de un nuevo amanecer
Tú duerme, mi amor
De la vida ya me ocuparé yo

Me enseñaste a vivir de repente
Mirar la vida sin miedo y de frente
A no rendir mi amor
Ver la solución
A no huir

Nos juramos lo bueno y lo malo
Y eso me incluye
Te toca aceptarlo
Hoy seré fuerte yo
Me armo de valor
Por ti

Ahora voy a respirar
Tan profundo y sin dudar
Lucharé hasta el final

Te despertaré
Bajo un cielo de auroras
Te despertaré
Cuando estemos a solas
Abrázame, no te soltaré
Sigo aquí a tu lado
No te dejaré
Mientras tenga un corazón
Por ti andaré

Te despertaré
Cuando el alma no llore
Te despertaré
Cuando encienda ilusiones
Escúchame, no te soltaré
Sigo aquí a tu lado
No te dejaré
Mientras busco el sol de un nuevo amanecer
Tú duerme, mi amor
De la vida ya me ocuparé yo

Yo seré el aire
Que impulsa el vuelo
Si tu ala está herida
Viento del sur
Sobre el azul
Mira mis ojos sin un día te olvidas...

  

¿Por qué el mismo vuelo dura distinto tiempo según sea de ida o vuelta?



En nuestro país agosto es el mes de "las vacaciones". Algunas empresas, oficinas, comercios, fábricas... cierran por este motivo. Algunos disfrutan de su deseadas y merecidas vacaciones en casa, en el pueblo, en la montaña, en la playa, en otra ciudad, en otro país...
Quienes realizan un vuelo "largo" de una zona a otra de nuestro planeta, pueden percibir que la duración del viaje de ida no es la misma que la del viaje de vuelta...entonces, ¿por qué el mismo vuelo dura distinto tiempo según sea de ida o vuelta?

En los últimos dos días he hecho esta pregunta a media docena de personas. ¿Por qué se tarda más en el vuelo de Madrid a Nueva York que en el vuelo de Nueva York a Madrid? Todo el mundo me ha contestado lo mismo así que supongo que existe una probabilidad bastante alta de que tú también lo hagas.

La razón es evidente y probablemente ya la sepas: debido a la rotación de la Tierra. ¿Es obvio no? Cuando el avión está volando hacia Nueva York el movimiento de rotación de la Tierra, que se mueve hacia el Este, hace que Nueva York se desplace en sentido contrario al del avión que va hacia el Oeste. Este movimiento claramente acorta el camino y por lo tanto se tarda menos.

A la vuelta, como es obvio, el avión y Madrid se mueven en la misma dirección, ambos hacia el Este. Esto hace que el avión vaya "persiguiendo" a Madrid y que, por tanto, el viaje dure más tiempo.

Efectivamente, lógico es. Y obvio también. El único problema es que es falso. 
Esta solución no tiene ni pies ni cabeza. El primer motivo es que la Tierra gira en sentido antihorario (visto desde el Polo Norte) por lo que en todo caso, los vuelos durarían menos yendo de Europa a EEUU, y no al revés! Pero imaginemos por un momento que tuviera lógica, imaginemos que el giro de la Tierra nos pudiera ayudar a acortar nuestros viajes. Si fuera cierto, bastaría con montarse en un helicóptero, elevarse unos metros del suelo y esperar a que la rotación de la Tierra nos acercara nuestro destino. De hecho, si tenemos en cuenta la velocidad de rotación terrestre, tardaríamos mucho menos de lo que tardamos ahora en avión! La realidad es que esto no es así, pero ¿qué falla? El fallo está en que nos estamos olvidando del aire.

La Tierra tiene una circunferencia en el ecuador de unos 40000 kms. Un poco más al norte, el paralelo 40, donde se encuentran Madrid y Nueva York, aproximadamente, tiene una circunferencia, aproximada también, de 35700 kms. Como la Tierra da una vuelta completa sobre sí misma cada 24 horas tenemos que cualquier punto del paralelo 40, incluídos Madrid y Nueva York, se mueve a, más o menos, 1488 km/h. Esto es, sí, tú, ahora mismo, sentadito en tu silla te estás moviendo a 1488 kilómetros por hora aunque no te enteras.

Por otro lado, tomemos un avión comercial cualquiera. Por ejemplo un Boeing 747, un Jumbo, que es de los más rápidos (tiene una velocidad de crucero de unos 900 kms por hora).

Creo que es fácil deducir que si la suposición inical fuera cierta y la razón de que el vuelo de ida a Nueva York sea más corto que el de vuelta fuera la rotación de la Tierra sería mucho más rápido realizar el vuelo de Nueva York a Madrid por el otro lado, o sea, cruzando el Océano Pacífico, Asia y toda Europa. De hecho si lo hiciésemos como se hace ahora Madrid se movería mucho más deprisa que el avión y se alejaría de éste demasiado deprisa. El avión no podría llegar a su destino. Al menos hasta que Madrid adelantase al avión tras dar una vuelta completa, claro.


Lo cierto es que la rotación de la Tierra no tiene absolutamente ningún efecto sobre el tiempo que tarda el avión en cruzar el Atlántico. La razón por la que el vuelo de Nueva York a Madrid es más largo que el de Madrid a Nueva York es el Jet Stream (Corriente de chorro), una corriente de aire a gran altura que corre de oeste a este y que empuja a los aviones que cruzan el Atlántico en ese sentido mientras que los retiene cuando viajan de Europa a América. Se forman por las diferencias de temperatura entre los polos y el ecuador.


"Son como tubos de varios kilómetros de anchura dentro de los cuales la masa de aire se desplaza de oeste a este a velocidades que pueden llegar incluso a superar los 500 kilómetros por hora", explica a RTVE.es Eduardo Carrasco, controlador aéreo en el Centro de Control Aéreo de Canarias.


Los aviones se montan en estos chorros de aire como si surfearan y empujados por el viento realizan los trayectos en menos tiempo y con menos gasto de combustible.
Estos ríos de aire se forman por las diferencias de temperatura entre los polos y el ecuador. Y giran de oeste a este por efecto del movimiento de rotación de la Tierra. Están a una altura de unos 11 kilómetros y dan la vuelta a la tierra en ambos hemisferios. Las cuatro más importantes se sitúan a la altura de los polos y en las zonas subtropicales.
"Cualquier avión que vuele de oeste a este puede usar este fenómeno para acortar la duración del viaje. Por ejemplo, los aviones que viajan de Montreal a Frankfurt, de Miami a París o de Toronto a Roma aprovechan esta corriente", señala. 

Cuando una aerolínea planifica una ruta transoceánica, siempre piensa en las jet streams. Estas corrientes pueden ahorra mucho dinero a la compañía por la gran cantidad de combustible que se ahorran. Llega hasta tal punto, que los aviones llegan a modificar sus rutas, haciéndolas más largas incluso, con tal de aprovechar estas corrientes. Merece la pena alejarse unos kilómetros, con tal de ahorrarse tiempo y combustible.


De la misma manera, los aviones que van en sentido Este-Oeste, intentarán alejarse y evitar dichas corrientes con tal de no volar contra corriente.


Por cierto, estas corrientes no se dan sólo en el Atlántico, sino también en el Pacífico, por lo que a los vuelos entre Asia y América, les ocurre lo mismo.


El fenómeno lo descubrió el meteorólogo japonés Wasaburo Ooishi en los años 20 del siglo XX. Lanzó primitivos globos sonda en el monte Fuji y cuando se elevaban a la altura adecuada comenzaban a recorrer Japón a toda velocidad. Esto le hizo concluir que allí había unas corrientes de aire de gran fuerza.

Un fenómeno usado en la guerra
Los militares no tardaron en fijarse en este descubrimiento y en 1944 lanzaron globos con bombas a Estados Unidos. La idea era que llegaran hasta tierra enemigas surcando el Océano Pacífico hasta la costa de California gracias a las corrientes de chorro.
Y aunque los globos recorrieron 8.000 kilómetros montados en las corrientes, la ofensiva no tuvo éxito. Muchos no explotaron y aunque el gobierno japonés dijo haber lanzado 9.000 globos se interceptaron menos de 300.

Las únicas víctimas: una mujer y cinco niños que murieron en 1945 por la explosión de uno de estos artefactos cuando disfrutaban de una tarde pesca en Oregon. Otros globos han llegado decenas de años después y a lugares inesperados, como el recogido en Alaska en 1992.


Fuente:
http://www.rtve.es/noticias
http://museodelaciencia.blogspot.com.es
http://asorbos.blogspot.com.es



Arquímedes y la corona del Rey.



Cuentan las crónicas que hace mas de 2.200 años existía en la Isla de Sicilia una próspera colonia griega llamada Siracusa. En ella vivía el gran sabio Arquímedes a quien todos respetaban por su extraordinaria inteligencia. Un día el rey Herón, su tío, le hizo un encargo singular. El monarca había entregado cierta cantidad de oro a un orfebre con el encargo de elaborar una corona. Cuando el trabajo estuvo terminado el rey no quedó satisfecho. Algo le hacía sospechar que su súbdito había sustituido parte del oro por metales menos valiosos. A simple vista, el trabajo era magnífico y no deseaba destruirlo, así que encargó a Arquímedes que descubriera el engaño sin destrozar la corona.
Por más vueltas que le daba al problema, Arquímedes no acababa de encontrar la solución. Una mañana decidió darse un baño para relajarse. Desnudo se introdujo en el agua tibia hasta cubrir todo el cuerpo, cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de ingravidez. “¡Qué curioso! – pensó el sabio- al entrar en el agua tengo la sensación de perder peso ¿Por qué será?” Después, en un momento de inspiración exclamó: “¡Lo encontré!. ¡Eureka!.”

¡Eureka!
Corrió semidesnudo por las calles de Siracusa para comunicárselo al Rey. Una vez en su presencia, solicitó una balanza, una cantidad de oro idéntica a la que el Rey había entregado al orfebre y la corona.
Rápidamente le trajeron lo que había solicitado. Arquímedes sujetó la balanza en el aire por la una argolla que tenía en el centro. Ceremoniosamente colocó el oro en un plato de la balanza y la corona en el otro y la balanza quedó equilibrada. Después, se desplazó hasta el borde del estanque real sujetando la balanza con una mano y con suavidad fue bajando la balanza hasta que el agua cubrió los platillos, el oro y la corona. Entonces, como por arte de magia, el equilibrio se rompió. El platillo que contenía el oro comenzó a hundirse, como si de pronto hubiera adquirido mas peso que la corona. El fiel de la balanza se inclinó y Arquímedes, sentenció : “Majestad, puedo asegurar que la corona no es de oro puro. ¡Tu orfebre es un tramposo!.
Aquel día, Arquímedes no solo resolvió el enigma de la corona de Herón sino que hizo algo mucho más importante. Descubrió un comportamiento básico de la naturaleza, el “PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES”. Se puede enunciar así : “Todo cuerpo sumergido en un fluido, ya sea líquido o gas, pierde peso en una cantidad igual al de peso del fluido que desaloja”. El sabio comprendió que si la corona era de oro puro, independientemente de su forma, ocuparía el mismo volumen que el metal depositado en el otro plato de la balanza. Entonces, al introducirlo en el agua, ambos lados desplazarían la misma cantidad de líquido y el equilibrio se mantendría. Pero si la corona contenía una parte de plata, que es un metal mucho mas liviano, el volumen de la corona sería mayor. En ese caso, desplazaría más agua que el oro y el equilibrio se rompería. Y así ocurrió. Pobre orfebre, fue el primer tramposo que perdió la cabeza por culpa de la ciencia…

Aplicaciones del principio de Arquímedes

El principio de Arquímedes sirvió para explicar muchas otras cosas. Gracias a él lo mismo flota un frágil barco griego que un moderno trasatlántico de millones de toneladas de peso. Y se aplica a cualquier clase de fluido, sea líquido o gas. Pero… ¿que es un fluido?. La respuesta es una perogrullada: fluido es algo que fluye, que cambia de forma, que se adapta al recipiente que lo contiene. Esa propiedad le permite rodear cualquier objeto sumergido en él. Se acopla a su forma por muy irregular que esta sea. Como lo hizo con la corona de Herón. En contraposición a ellos están los cuerpos sólidos y todos, sólidos, líquidos y gases no son mas que diferentes estados posibles de la naturaleza. 

El Helio líquido
Durante muchos siglos, el principio de Arquímedes fue ampliamente utilizado para las más variadas aplicaciones. A mediados del siglo XX la ciencia aplicada a los fluidos parecía que podría proporcionar ya pocas sorpresas, sin embargo, un fluido maravilloso, el helio líquido, iba a demostrar que la naturaleza guardaba aún secretos insospechados.
El helio es una sustancia increíble. Después del hidrógeno es el elemento mas abundante del Universo, sin embargo, en la Tierra, apenas existe. Fue descubierto en el Sol, analizando la huellas que deja en la luz emitida por nuestra estrella. En estado normal el helio es un gas y conseguir hacerlo líquido fue un verdadero reto para la ciencia. Existen dos tipos, el helio-4 es el más abundante y fácil de manejar y el Helio 3, que prácticamente no existe en condiciones naturales.
A principios del siglo XX se consiguió licuar el helio-4 y, para lograrlo, hubo que enfriarlo hasta una temperatura de 269 grados bajo cero, a poco más de 4 grados por encima del cero absoluto. El esfuerzo fue muy grande, pero mereció la pena porque abrió un mundo desconocido para la ciencia. En 1938 el investigador ruso Kapitzka descubrió que, al bajar la temperatura hasta algo más de 2 grados por encima del cero absoluto, el helio fluye de forma instantánea por los agujeros más finos. Incluso escapaba de un recipiente trepando por las paredes. Esas propiedades tan especiales le valieron el nombre de “superfluido”. Un estado de la materia de características tan insólitas que habría hecho exclamar de nuevo a Arquímedes. ¡Eureka!