miércoles, 6 de junio de 2012

Miedo

La palabra miedo proviene del término latino metus. Se trata de una alteración del ánimo que produce angustia ante un peligro o un eventual perjuicio, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad.

 El miedo es una emoción dolorosa, excitada por la proximidad de un peligro, real o imaginario, y que está acompañada por un vivo deseo de evitarlo y de escapar de la amenaza. Es un instinto común a todos los seres humano del que nadie está completamente libre. Nuestras actitudes ante la vida están condicionadas en gran medida por esos temores que brotan de nuestro interior, en grados tan diversos que van desde la simple timidez hasta el pánico desatado, pasando por la alarma, el miedo y el terror.

La emoción de miedo es la más primitiva de todas, encontrándose asociada a la principal característica o finalidad de cualquier ser vivo, es decir, la supervivencia. Dicha emoción ha recibido mucha atención por parte de los psicólogos y el propio Sigmund Freud llegó a considerarla como el problema central de la neurosis.
En cuanto a los desencadenantes de la emoción de miedo, al igual que con el resto de emociones, resultan muy difíciles de acotar, ya que cualquier estímulo puede dar lugar al miedo en alguna persona. El prestigioso biólogo Mayr  propuso la existencia de tres tipos de miedos distintos en función del estímulo desencadenante:
  • Miedo no comunicativo, producido como consecuencia de seres no vivos.
  • Miedo ínterespecífico, que surge en relación a otros animales.
  • Miedo intraespecífico, que se produce como consecuencia de otros individuos de la misma especie.
 El denominador común en todas las situaciones que producen miedo es su capacidad para poner en funcionamiento en la persona el sistema de conducta aversiva, que proporciona la activación necesaria para evitar la situación o escapar de ella. En este sentido, diversos estudios llevados a cabo por prestigiosos psicólogos obtuvieron que existe una especial preprogramación para experimentar miedo ante determinadas situaciones, tales como depredadores, semejantes hostiles o desastres naturales. La activación rápida y automática de las respuestas de evitación se encuentra programada en la dotación genética de prácticamente todos los mamíferos, incluido el ser humano. De este modo, cuanto antes se active el sistema de evitación o escape, más probable será que ese individuo consiga el éxito, entendiendo dicho éxito en términos de incremento en la probabilidad de lograr la adaptación y la supervivencia. En general, se produce la emoción de miedo cuando existe un estímulo, evento o situación que, tras la valoración realizada por el individuo, resulta significativamente relacionada con la amenaza física, psíquica o social del organismo. El proceso de valoración asociado a la emoción de miedo tiene connotaciones de pérdida, de ocurrencia futura y de relativa inmediatez.

Por ejemplo, la mayor parte de los seres humanos tienen miedo a la muerte, si bien sólo sienten miedo auténtico cuando perciben que la muerte está próxima. La inmediatez denota peligro, y el peligro desencadena la emoción de miedo.

 Por último, decir que el miedo constituye una emoción básica muy compleja, tanto a la hora de delimitarla como de entenderla. Dado su carácter universal, unido al hecho de que todos los seres humanos en algún momento de sus vidas han sentido miedo, lo cierto es que muchas personas, procedentes de diferentes ámbitos, se han interesado por dicha emoción. 



Tengo miedo de todo el mundo,
del agua fría, de la muerte.
Soy como todos los mortales,
inaplazable.

Por eso en estos cortos días
no voy a tomarlos en cuenta,
voy a abrirme y voy a encerrarme
con mi más pérfido enemigo.

                                      Pablo Neruda 




DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS 

 Cuando un libro es arte permite que nos acerquemos a él como a los grandes cuadros que se descifran con el tiempo y a tantos niveles, que de dicha obra no paran de emanar significados, visiones y sensaciones. Un escritor siempre escribe lo que puede mientras que el lector lee lo que quiere. Si el libro es rico, sus lectores descubrirán en él lo que anhelan a lo largo de los años y de las lecturas, el libro se transforma en espejo del alma. Donde viven los monstruos es un  libro pequeño que encierra magia y delicadeza volviéndose  eterno e infinito. Cada lector que se toma el tiempo necesario para respirar el universo de este libro, permanecerá hechizado tenga la edad que tenga.


 Cuando Max se puso su disfraz de lobo le entraron unas ganas irrefrenables de hacer travesuras, y entonces su madre le llamó «¡MONSTRUO!» y Max le contestó «¡TE VOY A COMER!». Y le castigaron enviándole a la cama sin cenar. Encerrado en su habitación, Max imagina que navega lejos, a un mundo de monstruos donde él es el rey de todos.
 Max ha llegado al lugar donde habita lo salvaje. ¿Cómo volverá?


“Donde viven los monstruos” es un clásico vigente hoy día porque retrata con gran expresividad los temores y deseos de nuestra infancia: nuestros monstruos, las incomprendidas rabietas, el miedo al abandono y a que nuestros padres nos dejen de querer. El hecho de ser secuestrado y separado de los padres fue una pesadilla recurrente en el propio autor, y que refleja en su cuento al final del mismo.

“Los niños, me consta, desgastan los ejemplares en las bibliotecas y los releen constantemente en sus casas. Algunos me han enviado dibujos de sus propios monstruos, que hacen de los míos ositos de peluche. Todavía no he tenido noticia de ningún niño al que le haya asustado el libro.”
  Comenta el autor.

El texto, acertado y pedagógico, no sería lo que es sin las ilustraciones de Sendak: las “cosas salvajes” son monstruosas y peludas, pero taaan entrañables, y el autor hace de Max un niño expresivo, que refleja diversión, miedo, ira, sorpresa, según la ocasión. ¿Y qué me decís del traje de lobo con el que va disfrazado en el cuento?

Sendak añade: “La fantasía es algo que ocupa la vida de los niños. Creo que no hay ninguna parte de nuestras vidas infantiles o adultas, en la cual no estemos fantaseando. Pero preferimos relegar la fantasía a los niños, como si fuera una tontería apta sólo para las mentes inmaduras de los pequeños. Los niños viven dentro de la fantasía y en la realidad, de una manera que ya no podemos recordar. Tienen un sentido preciso de la lógica de lo ilógico, y pasan con facilidad de una esfera a otra. La fantasía es la esencia de toda escritura para niños, como creo que lo es para la escritura de cualquier tipo de libro, para cualquier acto creativo, y tal vez también, para el acto de vivir.”