martes, 23 de abril de 2013

Mario Benedetti dijo...









Cuando tus ojos me miran, Franco De Vita


Ya lo sabia lo sospechaba desde el primer día
Pero temía que en tus brazos yo me quedaría
Y sabia que de pronto todo cambiaria
Y otra vida empezaría

Es que ya lo sabía que robarías mis noches y mis dias
Me lo temía que ni queriendo yo te olvidaría
Y sabía que todo empieza y todo se ilumina
Cuando tus ojos me miran

Y cada día que pasa sube la marea y me arrastra
Justo al borde de tu boca donde los sueños trasnocha
Y no me dejes solo que contigo estoy mejor
Quédate un ratito que ya pronto sale el sol
Y recojo los recuerdos y me guardo la ilusión
Despacio sin apuro que traigo el corazón desnudo

Y ya lo sabía que por tus ojos yo me perdería
Y seria lo más hermoso que me pasaría y una vida
Una vida no me bastaría pero quien me lo diría

Es que ya lo sabía que cuidarías al aire que respiras
Me lo temía que ni en sueños me abandonarías
Y sabía que todo empieza y todo se ilumina
Cuando tus ojos me mira

Y cada día que pasa se reduce la distancia
Que separan nuestras bocas y la sangre se alborota
Y no me dejes solo que contigo estoy mejor
Quédate un ratito que ya pronto sale el sol
Y recojo los recuerdos y me guardo la ilusión
Despacio sin apuro que traigo el corazón desnudo

Y no me dejes solo que sin ti no se que hacer
Quédate a un ladito donde yo te pueda ver
Que mis manos no se pierdan cuando vaya amanecer
Que mientras yo más te descubro más
Me acerco al paraíso estoy seguro

Y cada día que pasa se reduce la distancia
Que separan nuestras bocas
Ooooooooooooooooooooo...



23 de abril, Día del Libro



Radio, televisión, periódicos, puestos de librerías en las calles...todos nos recuerdan que hoy se celbra el día del libro.
Para mi es una de esas fechas que me "gusta" celebrar, por la importacia que tiene para mi los libros.

Después de pensarlo durante un buen rato, mi propuesta para hoy es dejaros unso fragmentos de libro. Son fragmentos muy distintos entre sí, unos os llegarán más que otros, porque así son los libros: unos nos tocan la fibra sensible, nos hacen soñar, nos hacen estremecer, nos hacen vibrar, nos hacen sentir...Otros sin embargo, nos resultan indiferentes...

Espero que alguno de estos "pedacitos de libros" os aporten algo nuevo, os hagan sentir...




Retornos del amor en los vividos paisajes, Rafael Alberti



Creemos, amor mío, que aquellos paisajes
se quedaron dormidos o muertos con nosotros
en la edad, en el día en que los habitamos;
que los árboles pierden la memoria
y las noches se van, dando al olvido
lo que las hizo hermosas y tal vez inmortales.
Pero basta el más leve palpitar de una hoja,
una estrella borrada que respira de pronto
para vernos los mismos alegres que llenamos
los lugares que juntos nos tuvieron.
Y así despiertas hoy, mi amor, a mi costado,
entre los groselleros y las fresas ocultas
al amparo del firme corazón de los bosques.
Allí está la caricia mojada de rocío,
las briznas delicadas que refrescan tu lecho,
los silfos encantados de ornar tu cabellera
y las altas ardillas misteriosas que llueven
sobre tu sueño el verde menudo de las ramas.

Sé feliz, hoja, siempre: nunca tengas otoño,
hoja que me has traído
con tu temblor pequeño
el aroma de tanta ciega edad luminosa.
Y tú, mínima estrella perdida que me abres
las íntimas ventanas de mis noches más jóvenes,
nunca cierres tu lumbre
sobre tantas alcobas que al alba nos durmieron
y aquella biblioteca con la luna
y los libros aquellos dulcemente caídos
y los montes afuera desvelados cantándonos.


Canción de la niñez, Peter Handke



Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar.
Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
y echaba a correr de pronto,
tenía un remolino en el pelo
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y no soy tú?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol es tan solo un sueño?
Lo que veo oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo frente al mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad es mala?
¿Cómo es posible que yo, el que yo soy,
no fuera antes de existir;
y que un día yo, el que yo soy,
ya no seré más éste que soy?
Cuando el niño era niño,
no podía tragar las espinacas, las judías,
el arroz con leche y la coliflor.
Ahora lo come todo y no por obligación.
Cuando el niño era niño,
despertó una vez en una cama extraña,
y ahora lo hace una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, con suerte, solo en ocasiones.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora se estremece ante a ella.
Cuando el niño era niño,
jugaba abstraído,
y ahora se concentra en cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.
Cuando el niño era niño,
como alimento le bastaba una manzana y pan
y hoy sigue siendo así.
Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo caen las moras
y aún sigue siendo así.
Las nueces frescas le eran ásperas en la lengua
y aún sigue siendo así.
En cada montaña ansiaba
la montaña más alta
y en cada ciudad ansiaba
una ciudad aún mayor
y aún sigue siendo así.
En la copa de un árbol cortaba las cerezas emocionado
como aún lo sigue estando
Era tímido ante los extraños
y aún lo sigue siendo
Esperaba la primera nieve
y aún la sigue esperando.
Cuando el niño era niño,
tiraba una vara como lanza contra un árbol,
y ésta aún sigue ahí, vibrando.


La invención de la soledad (fragmento), Paul Auster




"Supongo que es imposible entrar en la soledad de otro. Sólo podemos conocer un poco a otro ser humano, si es que esto es posible, en la medida en que él se quiera dar a conocer. Un hombre dirá: "tengo frío", o temblará, y de cualquiera de las dos formas sabremos que tiene frío. Pero ¿qué pasa con el hombre que ni dice nada ni tiembla? Cuando alguien es inescrutable, cuando es hermético y evasivo, uno no puede hacer otra cosa que observar; pero de ahí a sacar algo en limpio de lo que observa hay un gran trecho.
No quiero dar nada por sentado.
Él nunca hablaba de sí mismo, nunca parecía que hubiera nada de lo cual pudiera hablar. Era como si su vida interior lo eludiera incluso a él.
No podía hablar de ello y por lo tanto se refugiaba en el silencio.
Y si no hay nada más que silencio, ¿no será presuntuoso que hable yo? Sin embargo, si hubiera habido algo más que silencio, ¿acaso habría sentido la necesidad de hablar?
Mis opciones son limitadas. Puedo permanecer en silencio, o hablar de cosas que no pueden probarse. Al menos quiero presentar los hechos, ofrecerlos de la forma más directa posible y dejarlos decir lo que tengan que decir. Pero ni siquiera los hechos dicen siempre la verdad.
Era de una neutralidad tan implacable, su conducta era tan absolutamente predecible, que todo lo que hacía resultaba sorprendente. Uno no podía creer que existiera un hombre así, sin sentimientos, que esperara tan poco de los demás. Pero si no existía ese hombre, entonces había otro, un individuo oculto tras aquel que no estaba allí, y el asunto es encontrarlo. Siempre y cuando esté ahí para que uno lo encuentre."

Libro del Desasosiego (fragmento), Fernando Pessoa




Una sola cosa me maravilla más que la estupidez con que la mayoría de los hombres vive su vida: es la inteligencia que hay en esa estupidez.
La monotonía de las vidas vulgares es, aparentemente, pavorosa. Estoy almorzando en este restaurante vulgar, y miro, más allá del mostrador, la figura del cocinero; y aquí, a mi lado, está de pie el camarero viejo que me sirve, como hace treinta años, creo, sirve en esta casa. ¿Qué vidas son las de estos hombres? Hace cuarenta años que aquella figura de hombre vive casi todo el día en una cocina; tiene unas breves vacaciones; duerme relativamente pocas horas; va de vez en cuando al pueblo, del que vuelve sin duda y sin pena; almacena lentamente dinero lento, que no se propone gastar; se pondría enfermo si tuviera que retirarse de su cocina (definitivamente) para irse a los campos que ha comprado en Galicia; está en Lisboa hace cuarenta años y nunca ha ido, ni siquiera a la Rotonda ni a un teatro, y tiene un solo día de Coliseo:º payasos en los vestigios interiores de su vida. Se casó no sé cómo ni porqué, tiene cuatro hijos y una hija, y su sonrisa, al inclinarse, desde el lado de allá del mostrador hacia donde estoy, expresa una gran, una solemne, una contenta felicidad. Y no simula, ni qué razón tiene para simular. Si la siente es porque verdaderamente la tiene.
¿Y el camarero viejo que me sirve, y que acaba de poner ante mí el que debe ser el millonésimo café de su puesta de café en las mesas? Tiene la misma vida que el cocinero, apenas con la diferencia de cuatro o cinco metros: los que hay de la localización del uno en la cocina a la localización del otro en la parte de fuera de la casa de comidas. Por lo demás, sólo tiene dos hijos, va más veces a Galicia, ha visto Lisboa más que el otro, y conoce Oporto, donde estuvo hace cuatro años, y es igual de feliz.
Examino, con un asombro asustado, el panorama de estas vidas, y descubro, cuando voy a sentir horror, pena, indignación ante ellas, que quien no siente horror, ni pena, ni indignación, son los mismos que tendrían derecho a sentirlos, son los mismos que viven esas vidas. Es el error central de la imaginación literaria: suponer que los otros son nosotros y que deben sentir como nosotros. /Pero afortunadamente para la humanidad, cada hombre es solamente quien es, siéndole dado el genio, únicamente, el algunos otros más./
Todo, a fin de cuentas, se da en relación a aquello en que se da. Un pequeño incidente callejero, que llama a la puerta al cocinero de esta casa, le entretiene más que me entretiene a mí la contemplación de la idea más original, la lectura del mejor libro, el más grato de los sueños inútiles. Y si la vida es esencialmente monotonía, el hecho es que él se ha librado de la monotonía con más facilidad que yo. Y se escapa de la monotonía más fácilmente que yo. La verdad no está con él ni conmigo, porque no está con nadie; pero la felicidad está verdaderamente con él.
Sabio es quien monotoniza la existencia, puesto que entonces cada pequeño incidente tiene un privilegio de maravilla. El cazador de leones no tiene aventuras más allá del tercer león. Para mi cocinero monótono, una escena de bofetadas en la calle tiene siempre algo de apocalipsis modesto. Quien no ha salido nunca de Lisboa viaja al infinito en el tranvía cuando va a Bemfica y, si un día va a Cintra, siente que ha ido a Marte. El viajero que ha recorrido toda la Tierra, de cinco mil millas en adelante no encuentra novedades, porque sólo encuentra cosas nuevas; otra vez la novedad, la vejez de lo eterno nuevo, pero el concepto abstracto de novedad se quedó en el mar con la segunda de ellas.
Un hombre puede, si posee verdadera sabiduría, disfrutar del espectáculo completo del mundo en una silla, sin saber leer, sin hablar con nadie, sólo mediante el uso de los sentidos y el alma no saber estar triste.
Monotonizar la existencia, para que no sea monótona. Tornar anodino lo cotidiano, para que la más pequeña cosa sea una distracción. En medio de mi trabajo de todos los días, oscuro, igual e inútil, me surgen visiones de fuga, huellas soñadas de islas lejanas, fiestas en avenidas de parques de otras eras, otros paisajes, otros sentimientos, otro yo. Pero reconozco, entre dos asientos, que si tuviese todo eso, nada de eso sería mío. Más vale, en realidad, el patrón Vasques que los Reyes del Ensueño, más vale, en realidad, la calle de los Doradores que las grandes avenidas de los parques imposibles. Teniendo al patrón Vasques, puedo disfrutar del sueño de los Reyes del Ensueño; teniendo la oficina de la calle de los Doradores, puedo disfrutar de la visión interior de los paisajes que no existen. Pero si tuviese a los Reyes del Ensueño, ¿que me quedaría por soñar? Si tuviese los paisajes imposibles, ¿que me quedaría de imposible?
La monotonía, la igualdad sin brillo de los días iguales, la ninguna diferencia entre hoy y ayer -que esto me quede siempre, con el alma despierta para disfrutar de la mosca que me distrae, cuando pasa por casualidad ante mis ojos, de la carcajada que se levanta voluble desde la calle indeterminada, la vasta liberación de ser hora de cerrar la oficina, el descanso infinito de un día de fiesta.
Puedo imaginarlo todo, porque no soy nada. Si fuese algo, no podría imaginar. El ayudante de contabilidad puede soñarse emperador romano; el Rey de Inglaterra está privado de ser, en sueños, otro rey distinto del que es. Su realidad no le deja sentir.


Yo canto al cuerpo eléctrico (fragmento), Walt Whitman





Me he dado cuenta de que basta estar con los que uno quiere.

Me basta demorarme al atardecer con aquellos que quiero.

Me basta sentir cerca la hermosa carne, la carne que es curiosa, que respira y que ama.

Pasar entre la gente y tocar a alguno, o rozar con el brazo el cuello

de un hombre o de una mujer. ¿No es esto mucho?


No pido otra alegría, nado en ella como en el mar.

Hay algo en estar cerca de hombres y mujeres, y de mirarlos,

y en su contacto y en su olor, que es grato al alma.


Todas las cosas son gratas al alma, pero ésta es la más grata.
 
 
 

5 famosos libros que nunca existieron




El ser humano siempre se ha sentido atraído por el misterio. Muchas veces ha tenido que inventarse sus propios secretos e historias ocultas, y en este trayecto han sido varios los libros que se han instalado en la cultura popular como reales y verídicos, cuando casi siempre, no eran más que leyendas, invenciones o simples bromas que llegaron muy lejos. A continuación te presentamos 5 de estos famosos libros que en realidad, nunca existieron:

El catálogo del conde Fortsas
En 1840 comenzó a circular por las librerías de Bélgica y Francia un catálogo formado por cincuenta y dos incunables literarios, que incluía obras atribuidas a Cicerón. Aquel tesoro (el sueño de todo coleccionista) provenía de la biblioteca del conde J. N. A Fortsas, e iba a subastarse el 10 de agosto en el despacho del notario de Binche, una pequeña y apacible localidad belga.

Llegó el día, y un buen número de libreros y coleccionistas de toda índole se dieron cita en Binche. Pero cuál no sería su sorpresa al descubrir que en el pueblo no vivía notario alguno, y que nadie había oído hablar de una subasta.

Todo había sido una broma pesada organizada por el comandante Renier-Hubert Ghislai Chalon, un militar retirado, aficionado a tomarle el pelo a todo el mundo, y cuya imaginación había alumbrado todos los títulos, y el contenido de los libros, del ficticio catálogo.


El Necronomicón
De haber existido, el Necronomicón sería el best-seller de los libros jamás escritos. Encuadernado en piel humana y escrito con sangre, el Necronomicón era un supuesto códice ocultista para invocar a los primordiales, entidades demoníacas del ser humano.

El ficticio autor de tan macabra obra era Abdul Alhazred, un árabe del siglo XII, que enloqueció tras pasar cuatro años vagando por unas cuevas subterráneas, donde se supone que había descubierto la existencia de los primordiales. La primera persona que mencionó el Necronomicón fue el escritor Howard Philip Lovecraft en su relato "El sabueso", publicado en 1922.

Las referencias a este libro blasfemo y maldito (con la facultad de enloquecer a todo desdichado que osara leerlo) fueron constantes en la obra del escritor de Providence.

Constantes y minuciosas, ya que Lovecraft llegó incluso a escribir la cronología del Necronomicón, en la que detalló cómo, a través de los siglos, fue pasando por las manos de diversos personajes (monjes, traductores, coleccionistas...) hasta acabar desapareciendo misteriosamente.

Como era de esperar, los rastreadores de rarezas se pusieron tras la pista del libro. Una pista que no conducía a ninguna parte, ya que, como el propio Lovecraft confesó en 1943 en una carta a su editor, el libro blasfemo no existía; era una invención suya, para darle credibilidad a sus relatos terroríficos. Pero la confesión del propio Lovecraft no sirvió para poner fin a la leyenda, ya que muchos aficionados a la literatura de terror siguieron creyendo en la existencia del libro.

Jorge Luis Borges confesó cómo, con dieciséis años, fascinado por la obra de Lovecraft, recorrió las bibliotecas de Buenos Aires buscando el libro maldito. Lógicamente, no lo encontró; pero, ya que no pudo volver a su casa con un libro de recetas mágicas, lo hizo con otro de recetas de cocina, para que la salida no hubiera sido en vano.

La anécdota de Borges ejemplifica la fascinación que el "Necronomicón" ha ejercido y ejerce sobre miles de lectores. Fascinación que compartió René Chalbaud, catedrático de Literatura de La Sorbona de París, a quien en 1971 casi le dio un síncope cuando en la biblioteca de la Universidad encontró una amarillenta ficha que indicaba que existía un ejemplar del libro entre los fondos sin clasificar.

La noticia corrió como la pólvora, y a la Universidad acudieron decenas de investigadores atraídos por el hallazgo, como moscas a la miel. Debió ser divertido ver la expresión de sus rostros cuando descubrieron que todo había sido una broma de un alumno con ganas de burlarse de sus mayores.


Juegos borgianos
Ya sea como ejercicio creativo, o para tomarle el pelo a sus contemporáneos, el inventarse libros que nunca han existido es un juego culto que practican muchos escritores, y que crece gracias a la rumorología. Así, se lleva años hablando del manuscrito de la novela que el mexicano Juan Rulfo supuestamente escribió después de "Pedro Páramo", y autores como Umberto Eco han usado con frecuencia en sus obras los libros imaginarios, como las inexistentes obras del ficticio Adeonato Lampustri en "El péndulo de Foucault". Pero en el arte de inventarse libros inexistentes nadie le gana la partida a Jorge Luis Borges.

Como ya se dijo, en su juventud el autor argentino creyó en la existencia del Necronomicón; pues bien, con los años se tomó cumplida revancha al crear un género que algunos expertos han bautizado como literatura virtual, con libros como "Examen de la obra de Herbert Quain", y "Pierre Menard, autor del Quijote", en las que el escritor analiza las obras inexistentes de unos autores a su vez inexistentes. ¿Se puede rizar el rizo? Sí, y lo hizo el propio Borges, recurriendo al testimonio cómplice de otro autor que se prestó al juego, Bioy Casares.

Entre ambos se inventaron a un escritor, H. Bustos Domecq, y se tomaron la libertad de escribirle varios libros. ¿El resultado? Los lectores creyeron en la existencia de dicho autor y se acercaron a las librerías en busca de más obras de Bustos Domecq. Borges había llevado el arte de crear libros imaginarios a su máxima expresión.
Las estancias de dzyan
¿A alguien le gustaría leer un libro escrito en Venus? Que no lo busque en ninguna librería ni biblioteca, porque no lo encontrar·, ya que se trata de otra de las grandes imposturas de la historia de la Literatura.
"Las estancias de Dzyan" es, supuestamente, un texto escrito y encriptado por seres interestelares, un compendio de conocimientos cuya revelación, se dice, destruiría los pilares de nuestra civilización.
Semejante libro fue una invención de Emile Boit Bailley un poeta francés de finales del XVII aficionado al ocultismo. Al igual que siglos después hizo Lovecraft, Bailley se inventó este libro para dar veracidad a sus ficciones; más aún: introdujo la posibilidad de que bajo la cordillera del Himalaya existiera una cripta subterránea donde un grupo de maestros de la sabiduría custodiaban una biblioteca repleta de libros prohibidos.
Un relato de ciencia ficción en cuya veracidad creyó mucha gente. Pero la persona que más hizo por la causa de dar veracidad a este libro imaginario es Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891), personaje muy popular en la Europa de finales del XIX gracias a sus presuntos poderes mentales.
Madame Blavatsky actuaba en circos y teatros, y conseguía llenos absolutos merced a números tan espectaculares como incendiar objetos con la mirada y hacer levitar a una persona con sólo levantar la mano. Según ella, sus poderes eran auténticos, y los había adquirido en la India estudiando "Las estancias de Dzyan". Madame Blavatsky explotó aquella historia hasta la náusea, asegurando que su vida estaba amenazada por personajes poderosos que pretendían arrebatarle su libro.
El destino le echó una mano en su impostura, ya que, en 1870, naufragó en Suez el barco en que ella viajaba, y la vidente aseguró que el accidente había sido provocado. Y en 1871, mientras actuaba en Londres, sufrió un atentado: un hombre le disparó con una pistola. Ella salió ilesa, pero el agresor aseguró que había actuado como un autómata, impelido por una fuerza telepática.
Meses después, un amigo de la vidente, el coronel Henry Coll, declaró que había sido un montaje de Madame Blavatsky para darse publicidad. La psíquica falleció en París, en 1891. Sus seguidores buscaron entre sus pertenencias algún rastro del mítico libro, pero no lo encontraron. ¿Tal vez porque nunca existió?
La biblioteca de Sherlock Holmes
Una de las bibliotecas imaginarias más famosas está en Londres, en el 221 B de Baker Street, donde residía Sherlock Holmes, el detective de ficción creado por Arthur Conan Doyle.
Holmes (según los relatos de Doyle) empleaba su tiempo libre en tocar el violín, en dormitar bajo los efectos de la morfina, y en escribir tratados en los que compilaba su sabiduría.
Entre las obras supuestamente escritas por el detective figuran títulos como El arte de las pesquisas, Sobre las diferencias entre las cenizas de diversos tabacos, La utilidad de los perros en el trabajo del detective y Acerca de la escritura críptica. Ninguno de estos libros existe, pero, de haber sido reales, hoy serían clásicos de la criminología.



Fuente:
Culturizando.com