miércoles, 20 de febrero de 2013

Culpable, Lagarto Amarillo

Si alguien juzga mi vida contigo
Y te dice a pesar del dolor
Si me acusan de no haber tenido
La fe para darte todo lo que soy

Si me dices que nunca he creído
En la magia, la luz de neón
Si me acusan
Mi amor hoy te digo que yo sólo soy…

Culpable por haber aprendido a querer
Por haber escuchado tu voz
Y culpable de haberte tenido
Y de darte calor
Culpable por haber esperado tu amor
Por haber aprendido a entender
Y culpable de haberte perdido
Otra vez…

Y si juzgan que nunca he tenido
Ni poder, ni palabra de honor
Si te dicen que nunca he sabido
Volver cada vez que me voy
Y a la vez que la excusa fue haberme perdido
En los brazos de quién me encontró
Si me acusan
Mi amor sólo digo que yo sólo soy…

Culpable por haber aprendido a querer
Por haber escuchado tu voz
Y culpable de haberte tenido
Y de darte calor
Culpable por haber esperado tu amor
Por haber aprendido a entender
Y culpable de haberte perdido
Otra vez…

Sueños de semilla, del libro "Cuentos para pensar", Jorge Bucay




En el silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también pletórica de potencialidades.

...Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia vida en proceso de desarrollo.

En su pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después. Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil, absorbiendo los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje, llenándose de flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.

Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son los sueños secretos.

Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y darse a luz, morir como semillas... para convertirse en árboles.

Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños semilla.

Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.

Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez cegadora.

Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos... Y un día, mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro.

Nada hay que temer,... una sabiduría interior las acompaña... porque cada semilla sabe... cómo llegar a ser árbol...

Conoces el ballet de Giselle?


Al leer el libro de Heinrich Heine "De l'Allemagne" publicado en francés en 1835, Teófilo Gautier gran poeta y literato, al describirlo habló de "blancas Wilis que danzan sin piedad... entre la bruma suavizada por la luna de Alemania". Involuntariamente se dijo: "¿No sería un tema apropiado para un bonito ballet?".

Wilis, según la leyenda germana, son doncellas prometidas que mueren antes de la boda. Sin poder permanecer en sus tumbas, salen a medianoche ataviadas con sus ropajes de novia, para bailar hasta el amanecer. Si algun viajante se encontraba con ellas por el camino o el bosque, quedaba condenado a bailar sin descanso, hasta caer muerto de extenuación.
Gautier, mientras intentaba dar forma al ballet, no conseguía encontrar una trama apropiada. Entonces, una noche en la Opera de Paris, expresó su idea a Vernoy de Saint-Georges, libretista experto. Tres días más tarde Saint-Georges presentó un apunte titulado "Giselle ou les wilis", que fue aceptado para ser representado en el Teatro de la Opera.

La música fue encargada a Adolphe Adam, prolífico compositor de cuarenta óperas y catorce ballets. Contemporáneo de Donizetti, d'Halevy y Meyerbeer, Adam era un hombre alegre con una inmensa capacidad de trabajo. Componía rápidamente, mantenía que no por componer más lento el resultado había de ser mejor y decía que para él la música era una profesión y no una religión. Completó la partitura de "Giselle" en pocos días.
Adam era un maestro en la música para danza y la frescura de sus melodías realzan sus alegres movimientos o acompañan con delicado sentimiento. Especialmente interesante en tan temprana obra, es el uso aún tímido pero claramente evidente del "leit-motiv". El "tema del villano" para Hilarión es repetido en cada entrada; el tema del amor durante la locura de Giselle y el de las "wilis" persiste en toda la obra.

El Ballet de Giselle es considerada la obra maestra absoluta del teatro de la danza del Romanticismo, constituyéndose en pieza pura y fundamental de la danza clásica, tanto por el tratamiento de los ideales románticos como por el empleo de la más refinada técnica teatral del siglo XIX.
El Ballet Giselle constituye una de las más puras joyas del ballet romántico. Está compuesto por dos actos, con música de Adolphe Adam, coreografía de Jules Perrot y Jean Coralli y libreto de Théophile Gautier y Jules-Henri Vernoy, basado en la obra De l'Allemagne (1835) de Heinrich Heine. La variación de Giselle del primer acto no es original de Adam, fue incorporada posteriormente y se cree que su autor fue Leon Minkus.

La primera representación se hizo el 28 de junio de 1841, en la Opera de Paris, con la favorita de Gautier, Carlota Grisi, como Giselle y Lucien Petipa (hermano del coreógrafo Marius Petipa) como Albrecht. La coreografía de la mayor parte de la obra fue realizada por Jean Corralli, aunque la mayorí de las danzas de Grisi fueron retocadas por el maestro de baile Jules Perrot.
El ballet obtuvo en París un éxito inmediato. En Londres se interpretó por vez primera el 12 de marzo de 1842 y gozó de un triunfo similar. La propia reina Victoria lo admiraba grandemente y lo vio dos veces. Un crítico inglés describió a Grisi como "tímida, delicada, joven, lozana, con la belleza de las rosas silvestres".
En diciembre de 1842 "Giselle" se representaba en Rusia, aunque de forma algo distinta a la original, con asiduas reapariciones en sus escenarios. Más adelante fue repuesto por Diaghileff en 1911 para los famosos bailarines Karsavina y Nijinsky. Anna Pawlova tambíen lo representó.En 1886, tras varias repeticiones, el ballet desapareció del repertorio parisino y no volvió a verse hasta 1924. Serge Lifar lo repuso en 1932. La mayoría de las versiones que vemos actualmente proceden de la variante rusa.


La supervivencia de este ballet cuando muchos otros de su época están olvidados, puede deberse tanto a su exquisita partitura, como al poético argumento que nos recuerda las leyendas alemanas. Es la más pura expresión de la época romántica, comparable quizá con la "Sinfonía Inacabada" de Franz Schubert o la obra "La Dama de las Camelias" de Alejandro Dumas, que han llegado hasta nosotros como todo un símbolo de aquellos tiempos y siguen vivos y admirados por la gente.

Primer acto

En los valles cercanos al Rin vive Giselle, una campesina de gran belleza y extremada inocencia, Giselle desea ante todo bailar, pero es reprimida constantemente por Berther, su madre, quien teme, debido a su frágil y quebradiza salud, que Giselle muera doncella antes de su boda, convirtiéndose así para la eternidad en una Willi, (espíritus nocturnos del bosque que matan a los hombres que están en él después de la media noche).

Albrecht, duque de Silesia, corteja a Giselle haciéndose pasar por Loys un apuesto aldeano llegado a la vendimia, mientras Hilarión, el guardabosque que está profundamente enamorado de Giselle, sospecha de la identidad y del engaño del forastero.
La corte del príncipe de Courtland, regresando de una cacería, hace un alto en el camino en la casa de Giselle para comer y beber, Bathilde la hija del príncipe y prometida de Albrecht se impresiona por el encanto de Giselle y se hacen confidencias sobre sus amoríos sin saber ninguna de las dos que ambas aman al mismo hombre.

En el pueblo se celebra la fiesta de la vendimia y los jóvenes del pueblo eligen a la reina, honor que recae en Giselle, quien con permiso de su madre baila para todos. Hilarión entre tanto descubre la verdadera identidad de Albrecht, y aprovecha la presencia de la corte y de su prometida Batidle para desenmascararle.

Giselle es sorprendida por el engaño y su inocencia se ve rota por la traición, haciéndola caer en una desesperación que la arrastrará hacia la locura y la muerte.

Segundo acto

Hilarión acude al bosque para visitar la tumba de su amada y es sorprendido por la media noche y con ella la llegada de las Willis. Myrtha,, su reina, es la encargada de hacer la llamada a las Willis para iniciar así, una noche más, el ritual de la venganza, siendo Hilarión su primera víctima.

Al oír pasos las Willis desaparecen, es Albrecht que se acerca, siente tanto arrepentimiento que se ha adentrado en el bosque buscando la tumba de Giselle y suplicar su perdón.

Giselle se hace visible conmovida por su arrepentimiento e intenta prevenirle para que se marche del bosque, pero ya es tarde y la implacable Myrtha ordena a las Willis atraer a Albrecht hasta su presencia donde haciéndole bailar conseguirán quitarle la vida.

La fuerza del amor que Giselle siente en su interior será la salvación de Albrecht, dándole su aliento y haciéndole resistir vivo hasta la llegada del alba. Con el amanecer las Willis desaparecen, y así Giselle tiene que despedirse de su amado para siempre, Albrecht trata inútilmente de retenerla pero ella tiene que seguir su triste destino envuelta en esa maldición provocada por el engaño y la traición del hombre.

Curiosidades breves: 4 costumbres antiguas que han marcado hábitos actuales


Hubo un tiempo en que se trataba de matar a un supuesto enemigo ofreciéndole una bebida envenenada, por eso, para probarle a un invitado que su bebida era inocua, se hizo costumbre que el anfitrión permitiera que su invitado vertiera un poco de su bebida en la copa, luego ambos bebían simultáneamente. Cuando el invitado deseaba mostrarle su confianza al anfitrión, no vertía el liquido sino que solo tocaba su copa con la del otro. El chocar las copas antes de un brindes es lo que ha quedado de ese ritual.

En tiempo de los caballeros de armadura, se saludaban levantando la visera de su casco para mostrar su cara. Cuando los yelmos dejaron de usarse, los hombres para saludarse alzaban sus sombreros. Con el tiempo los militares abreviaron esta costumbre a un simple toque en el ala del sombrero, lo que los llevo hasta el saludo que emplean actualmente.

Cuando los botones en la ropa aparecieron por primera vez eran sumamente caros, y por esa razón eran usados principalmente por la gente de la clase alta. Las mujeres de dicha clase, generalmente eran vestidas por sus doncellas, por eso las modistas pusieron los botones a la derecha de la doncella para facilitarles la tarea. Por eso los botones de las mujeres están al contrario que el de los hombres.

En los viejos tiempos, generalmente se sentaban más personas juntas en las mesas para comer, y muchas veces los codos se interponían entre los platos de los otros comensales, por eso una regla de etiqueta era no poner los codos sobre la mesa.