sábado, 15 de diciembre de 2012

Yo que te amé con ilusión, Ricardo Montaner



Es el momento,acercate a mi
quiero ver tu cara,hablar de ti y de mi
aveces parece,que tratas de correr
y alejarte de mi,no sabes fingir
mirame...no me evites mas
por que tanta verguenza
tengo mi razon
ya en las noches no me sientes
y sin alma te entregas
yo...que te ame con ilusion
que te di mi corazon
no meresco que pretendas olvidarme
yo... que mis suenos te entregue
mi pasion te regale
sin guardarme nada que pudiera darte
yo...que te ame con ilusion....


di que no es tarde,para hablar
de una oportunidad
pero tu silencio,me destruye
no hay piedad
aveces parece,que tratas de correr
y alejarte de mi,no sabes finjir
cual es tu temor
que yo muera de tristeza
es peor que me mientas
yo...que te ame con ilusion
que te di mi corazon...


Sigo intentando, Marta Sánchez


Aquella noche sentí en silencio
como un crujido en el alma
que me hizo pensar
que este amor llego al final.
Y desde entonces ví en mi recuerdos
y no puedo salir de esta nostalgia
te fuiste de mi vida sin pensar.
Y aqui sigo intentando
borrar todo el pasado
de un amor que fue
todo lo que ves
no se como caminar.

Y aqui sigo escapando
de ti, quiero encontrar
otra vez mi verdad
la que un día más
me dará fuerzas para continuar.

La rutina que estoy viviendo
no hay un solo momento
de poder disfrutar
de esperanzas para amar.
Ya soy amiga de mi tormento
ayudame a olvidarte sin despecho
ayudame a volver a caminar.

Y aqui sigo intentando
borrar todo el pasado
de un amor que fue
todo lo que ves
no se como caminar.

Y aqui sigo escapando
de ti, quiero encontrar
otra vez mi verdad
debo continuar
y quiero pensar que
quizas mañana
vuelva a ver amanecer.

Hoy quisiera pensar
que voy a escapar
de esta inmensa soledad.
Quizás muy pronto
no se cuando ni con quien
tendré coraje de mirar atrás
para enfrentarme con mi realidad.

Y aqui sigo intentando
borrar todo el pasado
de un amor que fue
todo lo que ves
no se como caminar...


Ballet Manon, Tamara Rojo & Federico Bonelli


Fragmento de Manon con Tamara Rojo, principal bailarina del Royal Ballet Covent Garden, junto a Federico Bonelli. Ballet que se inspira en la novela Manon Lescaut de Abbé Antoine-Francois Prévost, con música de Jules Massenet.

Rojo opina que "Manon", de Kenneth McMillan, "tiene una fuerza dramática indescriptible, que exige todo de la bailarina: técnica e interpretación", en una entrevista que publicó hoy el periódico cubano "Juventud Rebelde".







Leyenda de los diamantes

Etnia Kaxinauá
Las leyendas indígenas son historias fantásticas, llenas de misterio y magia. Ellas son importantes en la transmisión del conocimiento e interpretación del mundo pasados de oralmente de una generación a otra. Algunas son historias creadas a partir de hechos reales, ocurridos en regiones donde vivían  héroes que se sobresalían por su poder, belleza, bondad, caridad u otros hechos y que, por una dadiva de los dioses, se convirtieron en criaturas “encantadas”, igualmente hablan del surgimiento de elementos importantes de la Naturaleza. La leyenda del orígen de los diamantes es de origen Tupí y empieza así:


Etnia Bororo Pintura Corporal
Mucho antes de que los portugueses llegaran a las tierras menos pobladas del interior de Brasil, ya vivían allí muchas tribus indígenas, en paz o en guerra, cada una siguiendo sus costumbres.
De una de estas tribus, en paz con sus vecinos desde hacía tiempo, formaban parte Potira, una hermosa india agraciada por Tupá con la hermosura de las flores e  Itagibá, joven fuerte y valiente.
Era costumbre de la tribu que las mujeres se casasen pronto y que los hombres lo hicieran al convertirse en guerreros. Cuando Potira llegó a la edad de casamiento, Itagibá adquirió la condición de guerrero. Ambos se amaban y  habían decidido compartir sus vidas.
Eran tiempos tranquilos y la felicidad les acompañaba. Llegó un día, sin embargo, en el que el territorio de la tribu fue amenazado por vecinos que codiciaban la abundante caza que había en él, e Itagibá partió con sus hombres para la guerra. Potira vio alejarse las canoas río abajo, preparadas para el enfrentamiento y lloró como las ancianas de la tribu.
Ilustración - Waldemar de Andrade e Silva
Todas las tardes iba a sentarse a la orilla del río, esperando pacientemente, tranquila. Ajena a las risas de los niños, solo esperaba, escuchaba el rumor de las aguas del río queriendo oír en ellas el sonido de un remo batiendo en el agua, imaginando el dibujo de una canoa recortándose en la lejanía.
Cuando el sol se ponía, retornaba al poblado con la imagen de Itagibá aún en mente, sonriendo pues en cierto modo había pasado con él la tarde...
Fueron muchas tardes iguales, una tras otra, y el dolor de la nostalgia se iba imponiendo. Pero cada tarde volvía con la misma ilusión al encuentro de su amado, y esa esperanza hacía que cada mañana siguiera levantándose y cumpliendo sus tareas con una sonrisa en los labios, porque a la tarde se reunirían. Y si no era esa tarde, sería la siguiente...
Una de las tardes en las que Potira escudriñaba el horizonte en busca de esa sombra recortándose en él, el canto de la Araponga retumbó en los árboles. Y el rostro de Potira se ensombreció, y su sonrisa se perdió en las aguas del río. Porque todos saben que el canto melancólico de la araponga solo anuncia acontecimientos tristes.


Etnia Pataxó Foto - Deborah Icamiaba
Entonces ella supo que Itagibá estaba muerto. Y por primera vez lloró. Sin decir palabras, como no habría de decirlas nunca más. Lloró, lloró y siguió llorando, y las lágrimas que descendían por  su rostro fueron haciéndose sólidas y brillantes, yendo a parar al lecho del río por el que Itagibá había partido.

Y se dice que el dios Tupã, conmovido, transformó esas lágrimas en diamantes, perpetuando así el recuerdo de un amor intenso y puro.
 Fuente: obrasilpordentro.blogspot.com.es
 

Historia de un diamante: el diamante Hope.

  Al escritor checo Franz Kafka se le atribuye la frase: "Cualquier persona que mantiene la capacidad de ver la belleza no envejece nunca." 
Pocas cosas tienen una historia tan interesante como esta gema,
que Harry Winston donó a un museo en 1958

Los diamantes, que desde hace siglos son sinónimo de esa belleza que nos conserva jóvenes, tampoco envejecen nunca. Hoy, cuando pensamos en ellos, de inmediato nos vienen a la mente palabras como celebración, lujo, riqueza y, claro, mujeres. Sin embargo, la historia de algunos diamantes extraordinarios ha estado más ligada al sexo masculino de lo que podría pensarse. Un ejemplo es el diamante Hope, el más raro y famoso del mundo.
Según la tradición india, el diamante fue extraído del río Kistna hace más de 600 años y colocado en la frente de una imagen esculpida honrando a la diosa hindú Sītā, esposa del dios Rāma. Fue posteriormente tallado por un dios del sol quien le dio la forma original de triangulo. Un sacerdote hindú, al contemplarlo en un templo, sucumbió a su embrujo y lo robó. Tras ser descubierto, fue torturado hasta morir. 
Para seguir las huellas del diamante Hope hay que remontarse al siglo XVII. En esa época vivió Jean-Baptiste Tavernier, un aventurero y comerciante que, se calcula, durante 40 años viajó unos 290 mil kilómetros. Fue, además, un pionero del comercio con la India y dejó testimonio de sus experiencias en un libro.

En su recorrido, Tavernier llegó a la región de Golconda, cuyos alrededores eran conocidos como el "Valle de los diamantes"; supuestamente, fue el primer lugar del mundo donde se produjeron estas piedras preciosas. Ahí, entre 1640 y 1667, el viajero francés adquirió un gran diamante en bruto (sin corte ni pulido) de color azul (por ello al diamante se le conocía como Tavernier Blue; por haber sido adquirido por el Sr Tavernier y por su intenso color azul) y 112 kilates de peso, extraído de la mina Kollur. Los diamantes azules son extremadamente raros; se calcula que sólo uno entre 200 mil tiene esa tonalidad.

Tavernier se llevó la joya a París, junto con otras gemas de su colección. Luis xiv, el "Rey Sol", se maravilló con las historias del aventurero y, en 1669, le compró un gran lote de diamantes por el que pagó el equivalente a 147 kilos de oro puro; entre ellos estaba su favorito, el "Francés Azul". Con Luis xiv se inició la fiebre por los diamantes, pues hasta entonces las perlas dominaban en el gusto de la corte real.

Allí empieza la maldición del diamante. 
El rey envía el diamante al joyero de la corte, Sieur Pitau, y este lo corta y talla y lo convierte en el "Diamante Azul de la Corona" o "Azul Francés" ("French Blue"), pasando a formar parte de la colección de joyas del rey, quien lo utilizaba en forma de collar como un símbolo de la Orden del Toisón de Oro durante algunas ceremonias importantes portándolo en un lazo para el cuello, donde se encontraba incrustado en oro. Con la venta del Tavernier Blue, Tavernier obtuvo el dinero suficiente para comprar un título nobiliario y adquirir una gran propiedad, pero la desgracia ya había caído sobre él al haber poseído el diamante.  Tavernier se declara en quiebra y huye a Rusia donde es hallado muerto por hipotermia mientras su cuerpo es devorado por alimañas. Mientras estuvo en posesión del Rey Luis XIV, el "Diamante Azul de la Corona" causó estragos entre aquellos que lo portaron o poseyeron. Nicolas Fouquet, un funcionario del gobierno, tomó prestado el diamante para acudir a un baile oficial, fue acusado en 1665 de desfalco y enviado a prisión, donde finalmente falleció.

Madame de Montespan, la amante de turno del rey, supo de su existencia y quiso que el soberano se la obsequiara. Poco después, caía en desgracia y moría olvidada en 1707. Con motivo de la visita del embajador del Sha de Persia, Luis XIV le mostró su diamante al embajador el 7 de diciembre de 1715. Ese mismo año Luis XIV murió de forma inesperada. Su sucesor Luis XV ordenó conservar el diamante en un cofre, no se sabe si conociendo ya la leyenda de desgracias del diamante. Luis XV no sufrió grandes desgracias. 

A su llegada a la corona, el rey Luis XVI de Francia le regaló el diamante a María Antonieta de Austria, para que lo agregara a su colección de joyas. María Antonieta se rió de la oscura leyenda del diamante y lo utilizó sin pudor e incluso se lo prestó en alguna ocasión a su buena amiga, la princesa de Lamballe. Tanto María Antonieta como su marido Luis XVI de Francia murieron guillotinados durante la Revolución Francesa. La princesa de Lamballe fue linchada hasta la muerte por una enfurecida multitud durante la Revolución Francesa.

Durante la Revolución francesa, en 1792, el Diamante fue robado. Uno de los responsables, el cadete Guillot, lo llevó a Londres con el fin de comercializarlo. Cuatro años después del hurto del mismo, en 1796, Guillot fue encarcelado cuando intentaba venderlo.
Poco tiempo después un desconocido mostró el diamante al tallador holandés Wilhelm Fals para que dividiera el " Diamante Azul de la Corona" en dos. La primera fue adquirida por Carlos Federico Guillermo, duque de Brunswick. que perdió su fortuna antes de transcurrir dos meses. La segunda la conservó el tallador holandés. El hijo de Wilhelm Fals se enamoró del diamante y se lo robó a su propio padre, para vendérselo a un francés llamado Beaulieu. Cuando el joven Fals se enteró de que su padre había muerto de dolor, se suicidó.

El señor Beaulieu al conocer la tragedia ocurrida con el anterior poseedor vendió la piedra a un David Eliason, curtidor judío, el cual también se asustó con la leyenda maldita del diamante y se la ofreció al rey Jorge IV de Inglaterra. El rey inglés decidió incrustar el diamante en su corona y en 1822 perdió la razón y murió ocho años después.

En este punto de la trayectoria del diamante aparece Sir Henry Hope, banquero y comerciante. Sir Henry Hope era además coleccionista y por ello se hizo con el diamante. Pero conocedor de la leyenda oscura, no quiso correr riesgos con el diamante y contrató a un grupo de rosacruces a los que pidió organizar una ceremonia mágica, para exorcizar la joya. Y cuando estuvo seguro de que no causaría más problemas a nadie, decidió darle su nombre. Nada malo le sucedió a Sir Henry. Tras la muerte de Sir Henry Hope, la colección de gemas pasó a ser heredada por cada uno de los descendientes de la familia Hope. Cuando Sir Henry Hope murió, en el año 1862, su esposa Adele heredó las gemas. Tras la muerte de ésta, en el año 1884, la herencia recayó en su hija, Henrietta, quien contrajo matrimonio con el duque Henry Pelham-Clinton. Cuando ambos murieron, su hijo Henry Francis Pelham-Clinton Hope heredó la colección incluyendo al diamante Hope, pero Francis no podía vender la colección sin permiso de la corte.

Francis Pelham-Clinton Hope contrajo matrimonio con su amante, una actriz estadounidense que expresó que ella había portado el diamante durante algunas reuniones literarias (incluso, decidió crear una réplica exacta para dichas reuniones sin que su marido lo supiese). En el año 1896, Hope se declaró en quiebra y, como no podía  vender el diamante Hope sin el permiso de la corte, su esposa lo apoyó económicamente. Fue hasta el año 1901 cuando, finalmente, Hope pudo vender la gema, y se divorció al año siguiente.

El diamante fue vendido a un norteamericano de nombre Colot. El diamante seguía atrayendo la desgracia sobre sus poseedores y Colot cayó gravemente enfermo al mismo tiempo que perdió toda su fortuna y se suicidó. Entonces el Diamante Hope fue adquirido por el príncipe ruso Kanitowski, que era un hombre muy aficionado a las juergas además de asombrosamente rico. El príncipe ruso regaló el Diamante Hope a su amante, una vedette parisina. Pocos días después surgió un altercado y Kanitowski mató a tiros a su amante, mientras el diamante se perdía en la confusión. El príncipe fue a su vez asesinado por revolucionarios.

El siguiente propietario conocido del Diamante Hope fue un griego, el Sr. Simón Montarides. Mientras fue propietario del diamante, el eje del carruaje en el que viajaba su familia cayó a un barranco y murieron todos.

El siguiente propietario del Diamante fue Subaya Hamid como regalo de su esposo Abdul Hamid II, rey de Turquía, quien acabo siendo asesinada a manos del mismo. El Rey Abdul Hamid II no corrió mejor suerte y perdió el trono turco a causa de una revolución y fue a morir de desesperación en la cárcel. 

El diamante desapareció misteriosamente en el océano y reapareció en una bóveda de una entidad bancaria francesa.

El director del Washington Post adquirió el diamante más tarde a dicha institución bancaria, que quebró inexplicablemente. La esposa del periodista enfermó gravemente y falleció y su hijo murió bajo las ruedas de un carruaje.

En el año 1910, P. Cartier, propietario en ese momento de la joya, la vende a la familia McLean sobre la que recayeron múltiples desgracias en diferentes miembros de la familia. Uno de los hijos de la familia, de ocho años de edad, murió atropellado. Otra de sus hijas murió por una sobredosis de somnífero. El padre murió en el hospital víctima de una depresión. La señora Mac Lean ordenó guardar el diamante durante 20 años en una bóveda de seguridad. Veinte años después Evelyn Walsh Mac Lean, su nieta, moría misteriosamente en Texas. 

En el año 1949, el joyero y experto en diamantes estadounidense Harry Winston compró El Dimante Hope que exhibió en su "Corte de Joyas", una colección de gemas expuesta en diferentes museos e institutos de Estados Unidos. A mediados de 1958, el Sr. Winston optó por realizar algunos cortes geométricos en el diamante, con el fin de incrementar su brillo. Ese mismo año, lo donó, enviándolo en un sobre de papel de estraza, por medio del servicio postal nacional, al Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian de Washington. No obstante, el museo tardó algún tiempo en aceptarlo, pues tanto su director como el presidente estadounidense Dwight Eisenhower recibieron cartas que aseguraban que el diamante estaba maldito y que traería mala suerte al país.


Curiosamente, Winston mandó el Hope por correo ordinario, lo que le costó 145.29 dólares. El joyero decía que ésa era la forma más segura de enviar gemas. Con la exposición del diamante, el museo duplicó de un día a otro el número de visitantes, y el Hope se convirtió en el segundo objeto más visitado del mundo después de la Mona Lisa. De nuevo hubo especulaciones sobre la maldición cuando el cartero que lo llevó al museo fue atropellado, su mujer murió de un infarto, su casa se quemó y su perro murió asfixiado con su propia correa.



El diamante Hope está expuesto en el pabellón Harry Winston, donde es admirado por unos siete millones de personas al año. También ha sido exhibido en el Museo del Louvre y en Sudáfrica. En 2009, se le retiró la montura y por primera vez fue expuesto por sí solo, para celebrar los 50 años de su donación. Entonces, la marca Harry Winston presentó tres diseños nuevos de una montura temporal para la gema y miles de personas votaron, a través de Internet, por su favorita: una pieza de platino y diamantes baguette, que simula dos manos que sostienen la piedra preciosa; así está exhibida en la actualidad, aunque en los próximos meses volverá a su montura original.



En noviembre de 2010, el diamante Hope fue cedido en préstamo temporal a Harry Winston para que recreara la exposición "Court of Jewels". Se trató de un evento privado que reunió más de mil 500 millones de dólares en joyas en la boutique de la firma en Nueva York. Ahí también se anunció la creación de la Harry Winston Hope Foundation, que donará al menos el 5 por ciento de las ganancias brutas de la compañía joyera y relojera a causas educativas.