martes, 28 de mayo de 2013

Todo tiene su tiempo (fragmento), Blanca Riestra




Queremos ignorar lo irremediable. Tomamos decisiones, emprendemos caídas o ascensos fulgurantes que creemos planificados, producto de nuestra razón, de nuestra sinrazón, de nuestro deseo. Pero las cosas tienen una vida propia, siguen siempre su curso caprichoso, a pesar de nosotros mismos. Es como si nuestro destino se fraguase en otro sitio. Nos afanamos inútilmente en rechazar todas nuestras posibles vidas, creemos tenerlo todo ya atado o bien atado, pero a veces lo que ni nos atrevemos a imaginar se nos cae encima y nos arrolla. Lo aceptamos.

Pero el sentido, porque existe un sentido, se nos escapa por completo. (…) Me resisto a creer que todo sea arbitrario. Todo acontecer está regido por una necesidad de equilibrio que se nos escapa.


Sad, Maroon 5




Anestesia y sueño: así se apaga y se reinicia la conciencia

Sabías que...


Miles de personas se someten cada día en el mundo a los efectos de la anestesia. A través de distintas sustancias, los médicos consiguen apagar la conciencia de sus pacientes durante el tiempo suficiente para someterles a una operación. Cuando despiertan, de la misma forma en que uno regresa del sueño, la conciencia del sujeto vuelve a activarse como si nada hubiera pasado. ¿Qué ha ocurrido exactamente en ese intervalo?



Algunos de los efectos a nivel molecular de las sustancias anestésicas se conocen, pero la forma en que funciona la anestesia globalmente sigue siendo una incógnita. En el departamento de Ciencias Cognitivas y del Cerebro del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Emery Brown y su equipo acaban de monitorizar por primera vez la actividad cerebral de varios pacientes mientras se les suministraba uno de los anestésicos más comunes, el conocido propofol. "Nuestro estudio", explica Brown a lainformacion.com, "describe por primera vez cómo se comportan las neuronas del cerebro humano en el momento en que los pacientes pierden la conciencia bajo anestesia general". El trabajo, aseguran, tiene aplicaciones clínicas y puede servir para comprender mejor cómo se construye eso que llamamos conciencia.

Señales de un cerebro anestesiado
Para realizar el estudio, los investigadores del MIT monitorizaron a pacientes con epilepsia que portan una serie de electrodos en el cerebro durante el periodo preoperatorio. Estos electrodos, entre 50 y 100, permiten registrar con enorme precisión la actividad de grandes grupos de neuronas y también de neuronas individuales mientras a los pacientes se les suministraba propofol.  Los gráficos mostraron que los sujetos perdieron la conciencia en una media de 40 segundos y que se produjo un cambio abrupto en el patrón de actividad cerebral. En concreto, las  mediciones del electroencefalograma (EEG) pasaron a mostrar ondas de baja frecuencia de alrededor de un ciclo por segundo, mientras que las neuronas individuales se activaban y desactivaban rítmicamente durante unos milisegundos creando esta oscilación que se observa en el EEG.
"Las neuronas quedan bloqueadas en este ciclo", explica Brown, "y solo pueden activarse en un rango limitado, lo que hace imposible la comunicación entre regiones del cerebro". "De alguna manera", añade Xurxo Mariño desde el Grupo de Neurociencia de la Universidad de La Coruña, que colabora con el MIT, "cuando una persona pierde la conciencia - se queda dormida o se le somete a anestesia - sus neuronas se ponen todas a hacer la ola, a bailar conjuntamente con una oscilación rítmica de una frecuencia baja. Pero ese ritmo repetitivo no genera información, puesto que para que haya información tiene que haber cambios en el mensaje". "Es decir, si todas hacen la ola, no hay mente".
"Para estar consciente", asegura Brown, "el cerebro necesita ser capaz de hacer muchas cosas. Una de ellas es transmitir información entre diversas áreas. Si esta transmisión está bloqueada, porque los circuitos están cerrados u oscilando, entonces no se puede mantener la conciencia". Las implicaciones clínicas también son significativas, según Brown, puesto que observando estas oscilaciones en el EEG durante una operación se puede evitar tanto que una persona despierte durante la anestesia como que se produzca una sobredosis. 

Anestesia, coma y sueño
Aunque los tres estados de pérdida de conciencia más conocidos presentan similitudes, se trata en realidad de estados bien distintos. "Los pacientes a menudo me preguntan si la anestesia general es simplemente un estado de sueño profundo", comenta Brown. "Y la respuesta es que no". La anestesia se parece más a un estado de coma inducido por las drogas, en tanto que el paciente está inconsciente, inmóvil e insensible al dolor, mientras que a alguien, por muy dormido que esté, no se le podría someter al dolor de una operación sin que despertara. La diferencia con el coma es que la duración del estado depende de los daños y no de la sustancia que se proporciona al cerebro.
Lo que sí tiene en común la anestesia con el sueño es su condición de reversible, pero mientras en la primera el retorno de la conciencia depende de la dosis, los procesos por los que se vuelve del sueño no se comprenden del todo, según Brown. El equipo de Xurxo Mariño investiga precisamente este fenómeno. "Brown estudia qué sucede cuando pasas de estar despierto al sueño", explica, "y nosotros estudiamos los mecanismos mediante los cuales partiendo de estado de baja frecuencia se pasa al despertar".
Lo que han visto los científicos es que en el momento de despertar, el cerebro experimenta una "ducha" de neurotransmisores que reactivan las neuronas y las sacan de ese ritmo cíclico y sin información. "Antes de darte la ducha de agua", explica Mariño, "tu cerebro recibe una ducha de acetilcolina, glutamato y óxido nítrico, entre otras sustancias.  En ese momento se produce la transición entre la nada y la conciencia.  Cuando las neuronas reciben este baño, se activan y se ponen a trabajar cada una con su computación concreta".
En el Grupo de Neurociencia de la Universidad de La Coruña son pioneros en el estudio del papel de una de estas sustancias, el óxido nítrico. Al tratarse de un gas presenta la ventaja de activar millones de neuronas de su entorno en apenas unos milisegundos. "Es un subidón que activa la red en un instante y la sustancia se elimina rapidísimamente”, dice. “Lo que nosotros hemos hecho por primera vez es medir con mucha precisión el óxido nítrico que se libera en esa transición". Aunque se está investigando cómo podrían usarse este tipo de sustancias para intentar sacar a algunas personas del estado vegetativo o de mínima conciencia, todavía no se han obtenido resultados.
Conciencia on/off
El profesor de Anestesiología de la escuela universitaria de medicina de Washington, Michael Avidan, cree que los resultados de Brown "son emocionantes porque presentan pruebas neurobiológicas de una de las teorías sobre cómo el cerebro da lugar a la conciencia". Esta teoría, conocida como la de integración de la información, sugiere que la conciencia es el resultado de la suma de las actividades de las distintas regiones. Si falla esta integración, como muestran las pruebas, la conciencia desaparece.
"El estudio detallado de cómo los anestésicos u otros mecanismos (como el sueño o el daño cerebral) proporciona información clave para entender cómo se construye y se mantiene la conciencia", asegura Brown. "Estamos viendo la diferencia entre un encéfalo que tiene mente consciente y otro que no", indica Mariño, "tiene que haber alguna pista".
Lo que dibujan los estudios realizados hasta ahora es una relación entre la ausencia de conciencia y la sincronización de la actividad general del cerebro. El pensamiento, por el contrario, ofrece una señal irregular, parecida al ruido. Por otro lado, lo importante es la manera en que esos núcleos de neuronas se conectan con el resto, pues aunque las neuronas emitan su señal, si no pasa a otro lugar no hay comunicación. "Es como una manifestación en la que todo el mundo lleva su teléfono móvil y le funciona", asegura Mariño, "pero si no funciona la operadora no hay manera de llamar". Comprobando lo que pasa con la conciencia cuando se enciende y se apaga, concluye Brown, podemos conocer mejor cómo funciona el sistema. Siguiendo con la analogía de móviles, "al quitar la batería sabemos que deja de funcionar, pero no sabemos cómo es el sistema. Para eso necesitamos saber cómo trabajan todos los componentes a la vez y hacen que funcione el teléfono".


Fuente:
http://noticias.lainformacion.com


La cámara de los recuerdos perdidos



La vida es una sucesión de imágenes. Fotograma a fotograma, los ojos de Eugenia registran cada uno de los detalles a su alrededor, los rostros que pasan a su lado, los carteles de cine, el tráfico de la calle. Pero la mayoría se pierden en el pozo del olvido. Eugenia sufrió un daño cerebral hace dos años que le dificulta generar nuevos recuerdos. Ahora lleva una cámara al cuello que le ayuda a fijarlos en su memoria, una pequeña Vicon Revue que toma una fotografía cada pocos segundos y que será fiel testigo del experimento que estamos a punto de comenzar.

 Seis pacientes con problemas para generar nuevos recuerdos participan en un experimento para mejorar su memoria. Una cámara que toma imágenes las 24 horas del día les ayuda a recordar hasta un 20% más de acontecimientos. Es una muestra de cómo las nuevas tecnologías pueden ayudar a mejorar la vida de muchos pacientes con daño cerebral. 

Son las 10 de la mañana, y estamos en la plaza de Callao, en Madrid, donde Eugenia ha quedado con otros cinco pacientes como ella. El doctor Álvaro Bilbao, neuropsicólogo del Centro Estatal de Atención al Daño Cerebral, les ha citado aquí para la tercera y última parte del experimento que dirige desde hace unos meses. La idea es la siguiente: comprobar si llevar una cámara y repasar lo que han hecho durante el día les ayuda a largo plazo a mejorar su capacidad de recordar. "Son seis de los pacientes con amnesia más severa", nos dice. "Si conseguimos que mejoren su memoria podemos demostrar que la cámara tiene efectividad".

Una excursión para recordar
La jornada comienza con un paseo por la Gran Vía, y Alonso se queda un poco rezagado respecto al grupo. Trabajaba como cocinero en un hotel de Madrid, nos cuenta, pero una infección herpética le provocó un daño en el hipocampo. Esta región del cerebro es la que ayuda a fijar los recuerdos; cuando se daña, la vida pasa delante de los ojos sin que el paciente pueda retener apenas nada. "Cuando me dejan", confiesa, "sigo cocinando en casa. Es una cosa que no quiero que se me olvide". La cámara de Alonso también registra todo lo que sucede desde primera hora. Es como llevar un diario, asegura, que fija cada suceso de su vida.
La excursión de hoy es parecida a la de las otras dos ocasiones, nos dirigimos a la Biblioteca Nacional donde visitaremos las instalaciones durante casi dos horas, después comeremos en un restaurante y terminaremos el día en una bolera. Mañana, el doctor Bilbao les hará una serie de preguntas sobre la jornada y comparará los resultados respecto a las dos primeras jornadas. Aunque algunos llevan la cámara, esta vez no podrán consultar las imágenes en la noche anterior al test, pues se trata de comprobar si el uso continuado ha mejorado su capacidad de recordar sin necesidad de ayuda. Los pacientes están divididos en dos grupos y solo uno de ellos ha utilizado la cámara en su día a día durante seis meses. En la primera fase del experimento, la cámara les ayudó a recordar un 15% más de hechos que cuando no la llevaban.
El proceso por el que la cámara ayuda a fijar los recuerdos de los pacientes es el mismo que en cada uno de nosotros y se llama codificación ampliatoria. "Cada vez que queremos codificar la información", explica Bilbao, "nuestro cerebro realiza un registro. El mero hecho de anotarlo o volver a ello nos ayuda a recordarlo". Es por eso que utiliza las nuevas tecnologías, como las agendas, Facebook, o la cámara que estamos probando ahora, para ayudar a sus pacientes. “Hay una creencia errónea de que las nuevas tecnologías hacen al cerebro más vago”, insiste, “cuando sucede todo lo contrario: cuando estamos apuntando algo las estamos codificando de una forma más efectiva y pueden ayudar mucho a mejorar la memoria”.

Entre el sueño y la realidad
En la Biblioteca Nacional todos atienden interesados a las explicaciones. Manolo toma notas y nos guiña un ojo, como si estuviera haciendo trampas. Es el más animado de los seis pacientes, aunque sobrestima sus facultades, según el doctor Bilbao, y explota al máximo cualquier detalle. "Tuve una encefalitis y no me acordaba de nada", explica Manolo, "no sabía ni quién era mi madre, ni quiénes era mis hermanos. Pero si pones un poco de empeño te irás acordando. Te costará, pero te irás acordando…".
Antonio viene desde Jaén, donde a pesar de su grave estado sigue despachando legumbre en un pequeño negocio familiar. "Tareas sencillas como poner 500 gramos de garbanzos", nos explica el doctor Bilbao, "sí que puede realizarlas, porque no requieren memoria". A pesar de todo, la situación de estos pacientes es una fuente constante de sorpresas. Durante la comida, Antonio se cruza con su médico en el baño y no le reconoce. "Disculpe, señor, es que tengo un daño cerebral y no tengo memoria. Siento mucho la molestia".  El propio neuropsicólogo está sorprendido, pues a él está habituado a verlo y sí le reconoce. Al cambiar de contexto, la mente de estos pacientes puede perder la referencia. Una hora después, en la bolera, Antonio va al baño y al regresar no sabe dónde está ni qué estaba haciendo, y se dirige a un camarero en busca de ayuda. "Perdone, tengo un daño cerebral... ¿usted sabe con quién he venido?".
Isabel viene con su marido, Teo, desde Salamanca. Tuvo un ictus en 2005 y durante un tiempo no podía salir de casa sola porque se saltaba los semáforos y cruzaba la calle completamente despistada. Ahora se vale por sí misma para muchas cosas, gracias a los consejos de su médico. "Tengo una libretilla en la que voy apuntando las cosas", confiesa divertida, "son chuleticas, ¡como en el cole…!". Cuando le preguntamos por la cámara nos cuenta que le ha ido muy bien, aunque ya no la necesita. Un minuto después, el doctor Bilbao nos lleva a un aparte y nos explica que Isabel es una de las pacientes que nunca ha llevado la cámara, pero su mente está fabulando. "A Isabel le puedes preguntar qué tal ayer el abordaje pirata, y te dará detalles", explica Bilbao. "No recordar cómo es el día a día es muy angustioso, y para superar esa angustia el cerebro tiende a rellenar los huecos".
Luis es el paciente que más tiempo lleva con el doctor Bilbao y el primero de este tipo que aprendió a utilizar una agenda electrónica para sobrevivir en su día a día. "Luis es un caso muy curioso y muy especial para mí", explica Bilbao. "Tuvo una intoxicación por monóxido de carbono, lo que le dañó de una manera muy selectiva el hipocampo y eso le provoca muchas dificultades para recordar cosas que ha hecho hace cinco minutos". "Con la agenda, me levanto por la mañana, miro si tengo algo que hacer ese día...", dice Luis. "Y es lo que me da la certeza de que he estado en el sitio y lo que he comido y demás".
Han pasado veinte minutos desde que salimos de la Biblioteca Nacional y nos detenemos un instante cerca de la calle Génova, en la plaza de la Villa de París. ¿Dónde hemos estado?, preguntamos a Luis. "Hemos estado en un museo, pero no sé cuál", dice. "Puede ser El Prado. Realmente no me acuerdo".  "Lo último que hemos visto no lo sé", contesta Isabel. "Hemos visto cuadros, premios Nobel...". Lo mismo cuando preguntamos a Alonso y Eugenia. "Hemos estado comiendo juntos, ¿no?", asegura Alonso, "Y antes, no lo sé, no te puedo decir si lo he soñado". "Esta mañana hemos estado… espérate…", suspira Eugenia. Y tarda un rato largo en volver a hablar. "Ahora mismo no sé decirte".

Los resultados
A la mañana siguiente llega la hora de la verdad. El doctor Bilbao convoca a los pacientes en su despacho y un ayudante les somete a un breve test individual con preguntas sobre el día anterior. ¿Dónde nos encontramos? ¿A qué hora? ¿Qué edificios emblemáticos vimos? ¿En qué consistió la actividad de la tarde? Las respuestas muestran la diferencia de resultados entre quienes han usado la cámara en los seis meses anteriores y los que no.  Luis no la ha utilizado y su puntuación es de un 2,5. Eugenia, que sí ha convivido con la cámara, ha sacado un 5,25 y recuerda más detalles.
Las respuestas del test siguen siendo una mezcla de hechos pasados y suposiciones inventadas. Eugenia recuerda dónde quedamos, las calles por donde paseamos y una breve visita al palacio de Cibeles. Se acuerda incluso de que estuvimos en Chamartín a última hora, pero cree que fue para jugar al billar en lugar de a los bolos. "Eugenia es uno de los ejemplos de que la cámara ayuda a mejorar", explica el doctor Bilbao. Gracias al experimento ha comenzado a hacer cosas que antes no hacía y se vale mejor por sí misma. La conclusión global del estudio arroja un 20% de mejora con este sistema, lo que puede parecer poco, pero en estos pacientes es todo un avance. Y, lo más importante,  deja la puerta abierta a seguir mejorando sus vidas.

Fuente:
http://noticias.lainformacion.com