viernes, 19 de octubre de 2012

Mi princesa, David Bisbal

Que milagro tiene que pasar para que me ames,
que estrella del cielo a de caer para poderte convencer,
que no sienta mi alma sola.
quiero escarparme de este eterno anochecer.

Dice mucha gente que los hombres nunca lloran,
pero yo he tenido que volver a mi niñez una vez mas.
me sigo preguntando,
porque te sigo amando y dejaste sangrando mis heridas.
No puedo colmarte ni de joyas ni dinero,
pero puedo darte un corazon que es verdadero
mis alas en el viento necesitan de tus besos
acompañame en el viaje que volar solo no puedo...

Solo en sueños, un poema y una canción


Sólo en sueños

Sólo en sueños,
sólo en el otro mundo del sueño te consigo,
a ciertas horas, cuando cierro puertas
detrás de mí.
¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan,
y ahora estoy preso en su sortilegio,
atrapado en su red!
¡Con qué morboso deleite te introduzco
en la casa abandonada, y te amo mil veces
de la misma manera distinta!
Esos sitios que tú y yo conocemos
nos esperan todas las noches
como una vieja cama
y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen.
Me gusta decirte lo de siempre
y mis manos adoran tu pelo
y te estrecho, poco a poco, hasta mi sangre.
Pequeña y dulce, te abrazas a mi abrazo,
y con mi mano en tu boca, te busco y te busco.
A veces lo recuerdo. A veces
sólo el cuerpo cansado me lo dice.
Al duro amanecer estás desvaneciéndote
y entre mis brazos sólo queda tu sombra.


Jaime Sabines




Solo en sueños
 
 Su boca de terciopelo es lo que anhelo
tras su escote dos delicias se escondian
los zapatos de gamuza eran la escusa
para no tocar el suelo porque no merecía

Nunca la pude encontrar mas que en este sueño
que nunca fue realidad

Con su pelo siempre suelto junto al viento
y una megillaz mas frias que el invierno
junto coraje cerrando una valijaz y me dijo
aqui esta la despedida

Nunca la pude encontrar mas que en este sueño
que nunca fue realidad

Pero de un tiempo a esta parte
una parte de mi sale corriendo a buscarte
y la otra sale a parar y a gritar por la ciudad
que tenga algo que me tire a soñar

Porque nunca la pude encontrar mas que en este sueño
que nunca fue realidad


Las pastillas del abuelo 

Respuestas a algunos porqués

¿Por qué la sal conserva los alimentos?

Hay diferentes métodos para mantener los alimentos conservados durante más tiempo del que se mantendrían en condiciones aptas para el consumo si no aplicásemos ninguno.

El secado al sol es uno de los métodos más antiguos de conservación de alimentos. Y también lo es el congelado, usado de antiguo en las zonas más septentrionales del planeta.
El otro es la salazón: curar con sal carnes, pescados y otras sustancias para su conservación.
Todos ellos tienen un punto en común que es la eliminación del agua para que los microorganismos no proliferen. Claro que en el caso del frío no se elimina el agua, pero el hielo ya no es utilizable.
Sin entrar a tratar estos otros dos métodos en profundidad, vamos a pasar a ver la salazón.
La sal retira el contenido acuoso de los alimentos mediante un proceso conocido por ósmosis. Cuando dos soluciones acuosas con diferente concentración de soluto se encuentran separadas por una membrana semipermeable, se genera un trasvase de agua desde la zona de más baja concentración o hipotónica, hacia la de alta concentración o hipertónica, buscando el equilibrio.
Sencillamente, la sal retira el agua de los alimentos reduciendo al límite el factor conocido como la actividad de agua.
La actividad de agua (aw) es la relación entre la presión de vapor del agua del alimento y la del agua pura a la misma temperatura. O sea, mide el agua disponible en un alimento. Y como la sal reduce este valor por debajo de un 0,60 no permite crecer prácticamente nada, pues muy pocos microorganismos y ningún patógeno crecen a aw menor que 0,7.
Pero éste no es el único mecanismo conservador de la sal. Como la concentració salina es mayor en el exterior que en el interior de los propios microorganismos, éstos pierden agua de manera alarmante hasta morir deshidratados. La sal es un eficaz enemigo de los microorganismos, que no soportan una elevada salinidad.
 
Notas sabiondas: Algunas bacterias son inmunes a la sal, como algunas bacterias del género Sarcina. Por suerte no son patógenas.

Tan importante era la sal en la conservación de alimentos en épocas antiguas y tan alto su valor, que las legiones romanas recibían en ocasiones su sueldo o soldada en sal. De ahí que el cobro por un trabajo prestado reciba el nombre de salario.

Debido al proceso físico-químico de la ósmosis es peligroso beber agua salada.

¿Por qué los cactus tienen espinas?

Las plantas tienen hojas, eso es un hecho, pero los cactus también son plantas y no las tienen. ¿Por qué?
Estas hojas, generalmente de color verde por la clorofila, les sirven para ofrecer una mayor superficie a los rayos solares. Así capturan mayor cantidad de rayos solares y realizan más eficientemente la fotosíntesis.
Pero la superficie de la hoja no depende de este único factor, sino también del grado de humedad. Unas hojas de un tamaño adecuado permiten que se evapore una cantidad adecuada de agua, de manera que la planta se desprenda del exceso de agua absorbida por las raíces juntro con los nutrientes. Pero unas hojas demasiado grandes ofrecerían demasiada superficie a los rayos solares y el agua evaporada podría ser excesiva para la planta.
Así, las plantas de zonas tropicales tienen, generalmente, hojas grandes y lustrosas, ya que la humedad y la pluviosodad son elevadas. En cambio las plantas de regiones secas tiene las hojas duras y pequeñas.
En algunos casos —como el que nos ocupa— las hojas han reducido su superficie hasta convertirse en espinas.
Este fenómeno de reducción extensiva de la hoja se ha producido, en la historia evolutiva de estas plantas, por una necesidad básica de supervivencia: no perder por transpiración la poca humedad de acumulan. El climas desérticos el agua es un bien muy preciado y hay que evitar la pérdida de humedad.


Nota sabionda: Pero no es esta la única adaptación al medio. Las raíces de las plantas de climas secos están muy desarrolladas, de manera que puedan recoger agua en un radio y profundidad notables. Las palmeras del desierto, por ejemplo, tienen raíces que pueden llegar a ser quilométricas.

¿Por qué el pegamento no se pega a su envase?




Eso, si es pegamento… se tendría que pegar ¿no?
Se tendría que pegar en el tubo, en el bote o donde quiera que venga envasado. Pero no lo hace. Espera pacientemente a que volvamos a desenroscar el tapón, lo utilicemos y volvamos a taparlo hasta que de nuevo lo volvamos a necesitar.
Pero a todos nos ha pasado (y si no es que lo has usado poco) encontrarnos que, tras el uso, el tapón se ha pegado a la rosca o que la parte más superficial se ha solidificado; mientras que el resto de pegamento se mantiene como siempre.
Y eso ha pasado porque no se ha cerrado correctamente el tubo o el bote. De lo que se deduce que el contacto con el aire tiene la culpa.
Efectivamente, el pegamento solamente se endurece y realiza su función de pegado cuando entra en contacto con el aire. Y en su envase no se pega porque no hay aire en su interior o hay muy poco.
¿Y qué hace el aire? ¿airea?
En aquellos pegamentos disueltos en agua, como la cola, o en otros disolventes más potentes, como el pegamento Imedio, el aire permite que se evapore el agua o el agente disolvente que contienen, quedando únicamente el agente adhesivo solidificado. Son adhesivos por evaporación.
En otro tipo de pegamentos, los cianocrilatos, pegamentos rápidos como el SuperGlue, el proceso es diferente. Éstos se endurecen y adhieren al entrar en contacto con el hidrógeno. Los monómeros de cianocrilato polimerizan al hidrogenarse con el vapor de agua contenido en el aire. Son adhesivos por polimerización.


Nota sabionda: Para eliminar el pegamento de cianocrilato de los dedos, utilizar un algodón empapado en quitaesmalte de uñas.
Nota sabionda: Para que no se pegue el tapón del tubo de pegamento una vez abierto, basta con untar con una gota de aceite de oliva el cuello del tubo.


¿Cómo desempañar el parabrisas empañado?


si no se ve ná

Es realmente molesto un parabrisas empañado. Y peligroso cuando se empaña de repente y las condiciones atmosféricas son adversas: lluvia, nieve… o simplemente es de noche.
Así que es necesario desempañarlo lo antes posible y mantenerlo así para tener visibilidad y facilitar la conducción.
Pero para saber la mejor forma de hacerlo es conveniente saber primero por qué se empaña.
Tanto el parabrisas como el resto de lunas del coche se empañan cuando el aire está húmedo y el cristal está suficientemente frío para que el vapor de agua se condense sobre él. Como lo más habitual es que haya más humedad dentro del habitáculo cerrado del coche que en el exterior y que la temperatura interna sea más elevada que la externa, el cristal se empaña por dentro.
Y la razón de esta diferencia de humedad y de temperatura son los propios ocupantes del vehículo. El vapor de agua que exhalamos con la respiración, la evaporación de agua de las prendas y objetos por la temperatura corporal… Por eso se empañan más rápidamente cuanto más ocupantes hay en el vehículo.
Sabiendo que el factor determinante es la humedad, es fácil deducir que lo que se debe hacer para desempañar el cristal es secar el ambiente. ¿Y cómo?
No es cuestión de dejar de respirar, así que bastará abrir un poco las ventanas para que el aire del menos húmedo del exterior penetre y los seque, o poner en marcha el aire acondicionado dirigido al parabrisas para secarlos más rápidamente. Pero ¿aire caliente o frío?
En realidad no importa la temperatura del aire porque no se empañan por diferencia térmica. Se empañan por condensación de humedad, así que hay que secar los cristales, no enfriarlos o calentarlos. Por ello tomaremos la solución más cómoda, y si en el exterior hace frío no abriremos las ventanas ni pondremos el aire frío para congelarnos, si no que usaremos la calefacción. Y si en el exterior no hace excesivo frío y en el interior hace calor, abriremos las ventanas o pondremos el aire frío. O ambas cosas a la vez.

Leyenda: Abelardo y Eloísa...

Abelardo y Eloísa son dos personajes históricos conocidos más por sus escandalosos amores que por cualquier otra circunstancia de sus vidas. La importancia de Abelardo como filósofo o teólogo ha quedado, excepto para los estudiosos, eclipsada por su condición de amante de Eloísa
RetratoEloísaEloísa también es conocida por la misma circunstancia pues si estuviéramos hablando únicamente de una dama ilustrada de la época o incluso de la esposa de Abelardo su nombre ni siquiera hubiera llegado hasta nosotros, dada la invisibilidad que la historia de las mujeres ha tenido hasta hace relativamente poco tiempo.

A continuación el relato de sus amores… y de sus vidas…
                                                                                    

 Abelardo y Eloísa. Algo más que dos amantes.  

Abelardo y Eloísa han pasado a la Historia, más por sus famosos y escandalosos amores, que por la importancia que las teorías de Abelardo pudieran tener en los campos de la filosofía o la teología; es más éstas han quedado en un segundo plano frente a su relación pasional. Su historia acaecida en el siglo XII, siempre fue conocida, pero con el movimiento romántico cobró gran protagonismo y éste, naturalmente, hacía hincapié sobre todo en la parte más azarosa del romance; sus cartas que ya tenían cierto predicamento, ante este nuevo interés, se popularizaron y fueron profusamente leídas junto con su historia fue estudiada y publicada cobrando gran relevancia; con el paso del tiempo el interés ha ido decayendo y hoy día su recuerdo, excepto para los interesados en el tema, ha quedado reducido a la popularidad de unos indeterminados amoríos; pocos conocen la verdadera historia y trascendencia que la cuestión tuvo para ellos condicionando el resto de sus vidas.

PublicaciónHistoriaAbelardoEloisaXIXprensa
La importancia de la figura de Pedro Abelardo como filósofo y teólogo es una cuestión a debate, para unos fue un innovador y para otros no pasa de la mediocridad, aunque se le reconoce una cierta importancia respecto de algunas cuestiones, el filósofo considerado un peripatético medieval tenía el gran don de la elocuencia destacando sobre todo en la dialéctica; se da también cierta importancia a algunas de sus teorías sin concederle la trascendencia que algunos han querido atribuirle al considerarle el Descartes de su época o el predecesor de Rousseau, Lessing o Kant. Para estos últimos la filosofía medieval tiene otros nombres que no conviene olvidar tan significativos como los de Juan Escoto Erígena y, sobre todo, San Anselmo a los que consideran los verdaderos pilares de las innovaciones del pensamiento medieval.

Otro aspecto en el que se destaca su actividad es en la lírica considerándole uno de los grandes trovadores de la
 época, a lo que ayudó sin duda el episodio de sus amores con Eloísa.

 Al parecer era un gran poeta lírico y un excelente músico, de esta forma sus composiciones se hicieron famosas y populares; son canciones de tema amoroso aunque algunas de ellas fueran escritas mucho antes de su relación con Eloísa. Se cuenta que componía letra y música con el fin de que las pasiones que las animaban se comunicasen por dos sentidos; al  decir de algunos, pronto se convirtieron en el entretenimiento de los literatos, las delicias de las mujeres o el idioma secreto de los amantes.

Pedro Abelardo nació, en el año 1079, en el seno de una familia noble de la Bretaña menor. Al servicio de Iboel IV Duque de Bretaña, su padre, Berenguer, controlaba la zona y sus posesiones desde su castillo feudal en la ciudad de Le Pallet, próxima a Nantes, como todos los señores de la época ejercía el oficio de las armas aunque había recibido cierta educación en su juventud y decidió no privar de ella a sus hijos. Pedro, el primogénito, seducido por las Letras y el estudio cedió sus derechos de progenitura sobre tierras y vasallos a su hermano menor y dedicó su vida al aprendizaje y posterior enseñanza de la Filosofía y de la Teología, única profesión liberal de la época. Pasando así a convertirse en Pedro Abelardo; nombre, éste último, tomado de la palabra Habelardus (abeja francesa), en recuerdo del escritor de la Antigüedad llamado Abeja Ática, y unió al estudio de los de San Agustín y de otros Padres de la Iglesia a algunos de clásicos como Cicerón. Anheloso del saber frecuentó escuelas y después de dominar el Trivium y el Quadrivium, y con veintiún años se dirigió a París donde se encontraban las más famosas escuelas de la época. Asistió a la escuela episcopal allí, en el claustro de Notre Dame, Guillermo de Champeaux impartía sus enseñanzas basadas en las teorías realistas de San Anselmo, distinguiéndose por la sutileza de su discurso y su elocuencia. Pronto él mismo impartía enseñanzas y a partir de 1102 lo hizo en Melum y Corbeil,  adquiriendo gran fama pese a los enfrentamientos que tuvo con algunos de sus maestros. En 1113 le encontramos nuevamente en París enseñando la lógica peripatética, y planteaba doctrinas contrarias a las de su antiguos maestros el realista Guillermo de Champeaux y el nominalista Roscelin en cuestiones capitales de la Escolástica como Los Universales. También disintió de las enseñanzas de Anselmo de Laón. En 1118 conoció a Eloísa cuando sólo contaba 17 años.

AbelardoyEloisaCormonPetitPalais

Poco o nada sabemos de su familia, únicamente un nombre sin apellido ha llegado hasta nosotros, por lo que desconocemos su origen. Las crónicas dicen que nació en París y también que recibió una primera educación en el convento de Argenteuil, lo que permite intuir una cierto nivel económico familiar; allí recibiría, sin duda, una formación adecuada a su sexo y al papel que debía asumir cualquier mujer decente de la época: el de esposa y madre; aunque, al parecer, ella supo aprovechar bien el tiempo y las ocasiones dedicándose con ardor al estudio lo que la permitió adquirir la formación intelectual que le dio tanta fama como su singular belleza; siendo conocida en todo el reino por su talento e instrucción.
Lamartine en sus estudios sobre el tema incluye algunas de las descripciones de ella se hacían: “una joven de elevada estatura, cabeza oval ligeramente deprimida por la tensión del pensamiento hacia las sienes; una frente elevada y llana en donde la inteligencia se movía sin obstáculo, como un rayo cuya luz no quiebra ninguna esquina sobre un mármol; unos ojos grandes cuyo globo debía reflejar el color del cielo, una nariz pequeña y un poco elevada hacia la punta, tal como la modelaba la escultura, siguiendo á la naturaleza de las estatuas de las mujeres inmortalizadas por la celebridades del corazón; una boca en la que respiraban libremente, entre hermosísimos dientes, las sonrisas del talento y la ternura del alma.” Los historiadores de la época y el propio Abelardo dicen que en ella cautivaban sus ojos:  “no tanto por su belleza, sino por su gracia, esa fisonomía del corazón que atrae y obliga a amar porque ella ama. Belleza suprema muy superior a la belleza que solo obliga á admirar”.

En 1118 se encontraba en París bajo la tutela de su tío, el canónigo Fulberto; los expertos mencionan la posibilidad de que incluso pudiera tratarse de su padre, quien conocedor de sus grandes dotes intelectuales y su inclinación al estudio consiguió para ella el mejor de los maestros posibles: Pedro Abelardo.

AbelardoyEloisaLeighton1882

La obra escrita por el filósofo en 1135: Historia Calamitum o Epístola prima, es en realidad una especie de autobiografía, ya que en ella él mismo relata la historia de sus desventuras, en un intento de minimizar las desdichas de un amigo que se quejaba de las propias; lo que nos sirve para conocer los hechos de primera mano.  
Recuerda que tras una estancia en su Bretaña natal, hacia 1118, regresó a París buscando retomar las enseñanzas de Guillermo de Champeaux, su primer maestro; y que fue entonces cuando conoció la fama que rodeaba a Eloísa; joven maravillosa conocida en todo el reino por su talento e instrucción que estaba al cuidado de su tío el canónigo Fulberto; quién sentía inmenso amor por ella y que conocedor de sus dotes le había permitido progresar en todas las ramas del saber.
Nos habla de ella como de una niña que no estaba mal físicamente, pero sobre todo de la gracia que a esto añadía su dominio en las ciencias literarias, don imponderable y extremadamente raro en una mujer.

AbelardoEloisasoprendidosFulbertoVignaud1819
Manifiesta claramente sus lascivas intenciones de seducción hacia ella, así como las artimañas de las que se sirvió para llevar a cabo sus planes. Deja claro, también, que en ese momento de su vida se encontraba dominado por la lujuria y la soberbia, y que la gracia divina finalmente le curó de ambas; de la primera al privarle de aquello con lo que la practicaba y de la segunda con la humillación sufrida por la cremación del libro en el que ponía su gloria.

Conocedor de las debilidades de Fulberto, la avaricia y su sobrina, urdió una trama para conseguir llegar hasta ella y enamorarla, se sabía famoso y atractivo para las mujeres por lo que no albergaba temor al rechazo; su primer paso fue acomodarse en su casa como huésped objetando cercanía a su cátedra y ofreciendo por ello una buena suma que excitara la avaricia del canónigo. Su otra debilidad casi  no tuvo que despertarla pues no encontró dificultades en convencer al canónigo de la necesidad de profundizar en la esmerada educación de la joven; y su asombro no tuvo límites cuando Fulberto sin dar muestra de ninguna sospecha le permitió ejercer sobre ella su magisterio; siempre que le fuera posible, una vez terminada su tarea escolar, tanto de día como de noche y con total autoridad para reprenderla si la encontraba negligente.
De esta manera consiguió mantener un trato más familiar con Eloísa que propiciara sus conversaciones y facilitara su intimidad; de esta forma pronto los libros pasaron a un segundo plano y practicaron la ciencia del amor; los besos comenzaron a ser más frecuentes que las sentencias y pronto las manos del filósofo andaban más cerca de los senos de la joven que de los libros; para describir ¿qué pasó? Pedro Abelardo declara que primero convivieron bajo un mismo techo, para llegar después a convivir bajo una sola alma y parece que ningún grado del amor fue ajeno a los amantes y como eran novatos en ellos se esforzaban en practicar esos goces. Realmente no conocemos las verdaderas intenciones de Abelardo pero a juzgar por sus palabras la realidad es que acabó enamorado de ella. Además este hecho le causó ciertos problemas ya que, al parecer, según cuenta su amor por Eloísa le absorbía tanto que le hacía desatender sus ocupaciones, en las clases, le costaba concentrarse y sus alumnos lo notaban; su mente estaba más con su amada que en sus enseñanzas.
Poco después Fulberto, que tuvo más que alguna insinuación al respecto, se enteró de sus relaciones y los amantes tuvieron que separarse estrechándose, sin embargo, aún más sus corazones. Pronto conocieron que sus amores iban a dar su fruto, y Pedro Abelardo raptó a Eloísa llevándola a Bretaña a casa de su hermana donde nació Astrolabio. Las noticias sobre el niño son confusas, algunos indican que murió a edad temprana, aunque otros, como Mr. Héléfé en el Diccionario de Teología Católica indica que se hizo mayor profesando como religioso y llegando a ser abad del convento suizo de Hauterive.
El rapto de Eloísa colmó el vaso y Fulberto enloqueció no teniendo pábulo su dolor ni sus ansías de venganza. El filósofo comprendió que debía hacer algo para paliarlo y como reparación se ofreció a contraer matrimonio con Eloísa, aunque manifestó su deseo de que se mantuviera en secreto ya que pensaba que podía perjudicarle profesionalmente.
Contrariamente con lo que se supone debería pensar cualquier mujer en su sano juicio Eloísa no era partidaria de este matrimonio y al parecer así se lo expresó a su tío y a su amante y futuro esposo dando, con ello, pruebas de una heterodoxia impropia de una mujer; el texto de Abelardo reproduce el discurso en el que Eloísa exponía las razones que le llevaban a mantener esa postura.
Eloísa en su planteamiento deja claras varias cuestiones; su gran juicio que junto con su esmera educación la permiten elaborar un discurso organizado y lógico en el que introduce citas, teorías y referencias de personajes destacados en todas la ramas del saber desde la Antigüedad clásica que permiten apreciar el dominio que Eloísa tenía de sus obras y teorías.
Plantea desde el principio, y el tiempo demostrará que tiene razón en este juicio; que Fulberto, su tío, no va a ver calmada su sed de venganza con el mero hecho de que Abelardo se case con ella; por lo que su matrimonio no va a solucionar su situación. Por otro lado conoce también que su matrimonio perjudicaría profesionalmente a Abelardo y tampoco quiere que esto suceda, no quiere de ninguna manera ser un estorbo en la vida de Abelardo, no quiere privarle de la gloria, ya que ve a su amado como una mente privilegiada capaz de convertirse en el gran pensador de su tiempo; no quería deshonrarle y ser una carga para él. Cita los consejos que sobre el matrimonio da San Pablo en su primera Epístola a los Corintios: “Estás libre de mujer.. no quieras casarte..[…] Quiero que todos vosotros estéis sin preocupaciones”. Así pues San Pablo también consideraba que las mujeres perturbaban la tranquilidad de los hombres y eran una carga para ellos. La opinión contraria al matrimonio no era exclusiva de San Pablo, pues desde la Antigüedad sabios y filósofos habían dado su opinión en este sentido, Teofrasto de Ereso, peripatético sucesor de Aristóteles al frente de esta escuela opinaba que ningún sabio debía contraer matrimonio ya que éste creaba intolerantes molestias y continuas inquietudes; y el propio Cicerón repudió a Terencia y no quiso volver a casarse ya que no podía ocuparse al mismo tiempo de la esposa y de la filosofía. El argumento de Eloísa es que la vida de casado es una vida prosaica y los deberes que exige le impedirían dedicarse a lo que realmente le interesa la filosofía. Se pregunta si podría soportarla y recuerda a Séneca cuando escribe a Lucilo diciéndole: “No sólo cuando sobra el tiempo hay que dedicarse a la filosofía, sino que hay que desperdiciarlo todo para poder acostumbrarse a esto para lo cual ningún tiempo es demasiado grande.”
El mismo San Agustín en su obra La ciudad de Dios, recordaba cómo Pitágoras, fundador de la escuela itálica contestaba al ser preguntado por su profesión: “Filósofo, es decir amante de la sabiduría”. Apela a su condición de clérigo, indicando cómo los monjes habían asumido, en su época, la función de los filósofos; viviendo una vida retirada y admirable dedicada al estudio.
Eloísa añade a todas estas razones algunas que la conciernen directamente, piensa que para ella es peligroso regresar a París, y creía más decoroso para ella ser llamada amiga que esposa; ya que el lazo matrimonial la impediría discernir si Abelardo estaba junto ella más por un deber de esposo que por un amor de amante. Una vida en común, como matrimonio, podría acabar con su amor que, sin embargo, se mantendría vivo si los encuentros eran se hacían a intervalos haciendo sus gozos más henchidos y agradables.
Cuando a pesar de todos sus razonamientos y amén de haber podido pecar de vanidosa pues, con ellos, bien podría ser tenida por la propia Minerva, diosa de la Sabiduría: Eloísa comprende que no ha convencido a Abelardo quién está decidido a casarse sólo sabe decir refiriéndose a su inevitable matrimonio y casi a modo de premonición: “Una sola cosa resta, para que el dolor que siga a nuestra ruina sea mayor que el amor que la precedió”.
Tras el nacimiento de su hijo éste quedó bajo la tutela de su hermana y ellos regresaron a París donde, en presencia del canónico, contrajeron matrimonio. Abelardo consideraba con esto saldada la afrenta e insistió en mantener el matrimonio en secreto y, conforme a ello, tras la ceremonia cada uno, oculta y separadamente, se fue por su lado. Sin embargo para Fulberto, la situación no cambiaba; pues los amores del filósofo con su sobrina al no conocerse su matrimonio seguían siendo motivo de murmuración y el honor familiar continuaba en entredicho; por ello hacía correr la voz de que eran marido y mujer; ante esto Eloísa fiel a los deseos del filósofo lo negaba rotundamente, por lo que Fulberto comenzó a atormentarla con innumerables ultrajes.

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 Por ello Abelardo la llevó a la Abadía de Argenteuil de la que había alumna, haciendo parecer que había tomado los hábitos. Esto empeoró la situación pues creyeron que quería dejarla en el convento y desentenderse de ella.
 Entonces fue cuando Fulberto comenzó a tramar la desgracia de Abelardo y con la ayuda de algunos amigos que sobornar a uno de los sirvientes del filósofo llevaron a cabo su venganza que tal como la expresa el propio Abelardo consistió en: “me castigaron con cruelísima y vergonzosísima venganza que recibió el mundo con estupor, amputándome aquellas partes de mi cuerpo con las que yo había cometido lo que ellos lloraban.”

CastraciónAbelardoIlustración

Abelardo se sume en una profunda confusión pareciéndole, a veces, su dolor inferior a la vergüenza que siente ante el castigo recibido; ¿cómo podrá continuar con su vida y presentarse ante el mundo y ante Eloísa?; siendo además consciente de que la Ley de Dios prohíbe la entrada en la Iglesia de aquellos que hayan sufrido este tipo de amputaciones que son considerados inmundos y pestilentes. Poco después ambos tomaron los hábitos, Eloísa en Argenteuil y Abelardo en Saint Denis. Esto supuso largos años de separación y silencio. Hasta que en 1135, por casualidad, cayó en manos de Eloísa el manuscrito con donde Abelardo relataba sus desventuras; su lectura provocó en ella una gran conmoción y, desde luego, fue el detonante para que se decidiera a romper su silencio y a expresarle en sus cartas todo el amor y la pasión que sigue latiendo en ella; el comienzo de su primera carta así lo atestigua: “[…] que sólo hallé en ella una circunstanciada relación de nuestros trágicos sucesos. Conmoviose excesivamente mi espíritu y parecíame superfluo hablar allí (para consolar a tu amigo de alguna pequeña desgracia) de nuestros graves infortunios.”
El relato de Abelardo no se limitaba a contar sus desventuras en aspectos de su vida personal como pueden calificarse sus amores con ella y a las crueles consecuencias que estos tuvieron para ambos; sino que incluía un detallado informe sobre los enfrentamientos que había tenido y, todavía tenía, con algunos filósofos y teólogos de la Iglesia que habían tenido consecuencias muy negativas en su vida profesional y que, por ello agrandaban si cabe sus calamidades.
¿Qué puede hacer la realidad frente al deseo? Las cartas que intercambian los amantes, tras la lectura de Eloísa del manuscrito de Abelardo, demuestra lo dolorosa que la realidad resulta para ambos y cómo la sobrellevan habitando en la memoria; en este sentido la frase de Eloísa: <Me acuerdo (¿acaso se olvida algo a los amantes?) del instante y del sitio en que por primera vez me declaraste tu ternura, jurando amarme hasta morir. Tus palabras, tus promesas y juramentos, todo está grabado en mi corazón.>


EloísaIlustración
 Eloísa obedeció a Abelardo tomó los hábitos, se apartó del mundo tal cómo él deseaba, si no era de él sólo sería de Dios. En este sentido Abelardo reconoce que tras su mutilación no podía soportar la idea de que ella le olvidara y se consolara con cualquier otro; los celos le obligaron a pedirla no sólo a que se retirara de la vida mundana, sino a que tomara los hábitos y esperó a que ella lo hiciera para después hacer él lo mismo; las dudas de Abelardo sobre su fidelidad aún la mortifican ya que su amor es incondicional y se lo dice claramente: <Me he aborrecido a mí misma por mostrarte mi amor y he venido aquí a perderme por que vivas tranquilo>. Y así Eloísa vive para Abelardo fingiendo que vive para Dios.

Abelardo reconoce que su amor por ella también sigue vivo y llega incluso a decir que agradecería la crueldad de Fulberto si al menos cuando le puso en la imposibilidad de satisfacer su pasión, al menos le hubiera permitido dejar de amarla pero los deseos que no pueden contentarse son más violentos: <soy más culpable abrasándome por ti bajo del saco y de la ceniza consagrada a los altares, que lo era por los crímenes que me han acarreado mis desdichas>; reconociendo así que su pasión por ella es ahora incluso más ardiente que antes.



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El deseo de Eloísa no se cumplirá, Abelardo moría en 1142 y su cuerpo fue enterrado en la Iglesia de San Marcelo, debió pedir ayuda al Abad de Cluni Pedro el Venerable para que los restos de Abelardo fueran trasladados al Paracleto, tal cómo el filósofo deseaba y una vez allí Eloísa, veneró sus restos y rogó por su alma hasta su muerte veinte años después (1163); y cuenta la leyenda que cuando abrieron la tumba de Abelardo para depositar junto a él el cuerpo de su amada Eloísa, éste abrió los brazos para recibirla quedando abrazados en la muerte como no pudieron estarlo en la vida.
 Aquí, donde acaba la realidad, comienza a tejerse la leyenda: En el momento de ser depositada en la sepultura común, ambos esposos extienden sus brazos para fundirse en un último y eterno abrazo.


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 Nuestro romántico Campoamor veía de esta manera el eterno descanso de los amantes:

El rosal de ella y de él la savia toma,
Y mece, confundiéndolos, la brisa
En una misma flor y un mismo aroma
Las almas de Abelardo y de Eloísa.  

Así permanecieron los esposos durante quinientos años sepultados en las naves del Paracleto, hasta que en 1792, tras la Revolución Francesa, el Monasterio fue vendido como bien eclesiástico siendo trasladada la tumba de Abelardo y Eloísa a Nogent. En 1800 Luciano Bonaparte inspector de las cartas y monumentos antiguos encargó al artista Lenoir para que transportase el féretro al Museo de Monumentos franceses de París, quién, tras la apertura de la tumba realizó un Álbum con dibujos de los amantes recreados por el artista partiendo de los restos conservados con el objeto de realizar dos estatuas para la nueva tumba parisina, que quedó instalada en los jardines del museo. En 1815 bajo gobierno borbónico se intentó trasladar la tumba a la Abadía de San Dionisio; pero la opinión pública protestó ya que el monumento era muy frecuentado por los parisinos y estaba considerado como algo integrado en la ciudad; finalmente fue trasladada al cementerio parisino de Père Lachaise donde actualmente todavía puede visitarse.   

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 El Epitafio del cenotafio de Abelardo y Eloísa en el Paracleto rezaba así:
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Aquí
 bajo la misma losa, descansan
 el fundador de este Monasterio:
Pedro Abelardo
y la primera Abadesa, Eloísa,
unidos otro tiempo por el estudio, el talento,
el amor, un himeneo desgraciado,
y la penitencia.
En la actualidad, esperamos, que una felicidad
eterna los tiene juntos.
Pedro Abelardo murió el 21 de abril de 1142
Eloísa, el 17 de mayo de 1163


Fuentes: 
Virginia Segui
 http://www.portalplanetasedna.com.ar

Te daré la tierra, Chufo Llorens

La Barcelona del siglo XI abriga en sus murallas dos historias marcadas por el drama, el amor y la ambición.
La historia de un joven campesino que logra cambiar su destino con la esperanza de prosperar y hacerse merecedor del amor de una joven de alcurnia, se entremezcla con la del conde de Barcelona, cuyos amores adúlteros sumen a la ciudad en un peligroso conflicto político. Una novela que une, con maestría, ficción e historia para recrear una Barcelona en la que los pactos, el linaje, las intrigas palaciegas, la ambición comercial y la convivencia entre religiones se tiñen con las emociones más intensas.
Esto fue lo que me llamo la atención del libro en un mar inmenso de libros todos acomodados en sus estantes y que un día, no hace mucho por lo hermoso de su tapa y lo que decía en ella me llamo la atención.
“Te daré la tierra” es una novela que tiene como escenario la Barcelona del siglo XI y que el hilo conductor es Martí Barbany, inspirado en un personaje real, Ricard Guillem, prohombre de la ciudad condal.
La historia de “Te daré la tierra” arranca en 1052, cuando el joven Martí Barbany llega a Barcelona huyendo de una vida de pobreza y queda deslumbrado por una aglomeración mucho más grande que lo que había visto hasta entonces y que se muestra ante él como un lugar lleno de oportunidades. Inicia un camino lleno de obstáculos pero que, gracias a un inesperado legado y a su habilidad en los negocios, le lleva a la riqueza y a convertirse en un personaje prominente, pero también envidiado. Sin embargo, la fortuna no va a estar siempre de su lado, y el amor y la tragedia también serán protagonistas de su vida.

Además, la historia de Martí se entrelaza con la del conde de Barcelona, Ramón Berenguer I, cuyos amores adúlteros con Almodis de la Marca, condesa de Tolosa, le enfrentaron con los condados vecinos y con el mismo Papa, haciendo peligrar la paz de la ciudad condal.
Según declaraciones de Llorens, esta novela surgió de una larga charla en una casa de la Cerdanya, con el medievalista Enrique Ruiz Doménech. Fue él quien le habló de Ricard Guillem, un personaje que el historiador abordó en su obra El somni de Barcelona. “Nunca se había llevado a cabo un proceso inventivo, novelesco, del siglo XI”, destacó Lloréns, quien alabó la genuina y singular interpretación que Chufo Lloréns ha realizado del período. Por su parte, el escritor ha rebautizado a su protagonista como Martí Barbany para no cometer la pedantería de adoptar el nombre real de una persona que sí existió y tener mayor libertad en el proceso de invención literaria.
Lloréns relata el nacimiento de Barcelona como ciudad moderna y del ciudadano como nueva clase social. Según explicó el escritor, era un hito importantísimo adquirir tal categoría, sometida a todo tipo de requisitos por parte del establishment local. La Barcelona del siglo XI, con tan sólo 2.500 habitantes, vivía por entonces su eclosión urbanística y comercial.
El autor sostiene que la Barcelona del siglo XI se distingue de otros territorios porque, mientras en otros lugares “la jerarquía era rey, nobleza y clero, en Cataluña era Conde, nobleza, clero y ciudadanos, cuyos derechos y fuerza era la máxima aspiración de cualquier barcelonés”. Ser ciudadano significaba en aquella época “sentirse componente de un grupo y estar defendido frente a los abusos de la nobleza”, ha puntualizado Llorens, pero “era tremendamente difícil”, ya que para ello, el aspirante debía gozar “del informe favorable de los vecinos, casarse con una barcelonesa si era posible, además de tener una casa y una trayectoria impoluta, libre de pleitos”.
Martí Barbany, es además, según Lloréns el primer capitalista de Cataluña porque, entre otras cosas, en sus documentos se descubre que siempre compró y nunca vendió. En palabras del autor, la Barcelona del siglo XI es una ciudad “naciente, que está autopariéndose, donde hay unas presiones sociales y una ambición de poder tremendas y como en cada situación estar muy cerca del sol -por el Conde- te calienta, y estar muy lejos te enfría”.
Por otro lado, tremendas también son las dos mujeres protagonistas de la novela: la abuela de Ramón Berenguer I (Ermesenda condesa de Barcelona) y su esposa Almodis de la Marca, ha agregado Lloréns, quien también ha destacado la presencia del Call judío, un colectivo que es visto ya como un claro chivo expiatorio. Para Lloréns tanto la época del siglo XI como la del Modernismo catalán (siglo XVII-XIX) son las que marcan diferencialmente a Cataluña. Así también, como en muchas novelas históricas el amor no falta y en Te daré la Tierra el amor es una pasión desatada que lleva a Ramón Berenguer, a robarle la mujer a un conde o a ser excomulgado por el Papa.
Chufo Llorens recalcó que en su obra se recrea una ciudad fascinante con un tráfico enorme, cuya descripción se combina con apasionadas historias de amor e intriga. Aseguró que con toda la documentación recopilada podría haber realizado un libro de 2.000 páginas por lo que aprovechará este material para escribir su próximo título, en el que ya está trabajando. No obstante, aclaró que no será una continuación, ya que se mostró contrario a obligar al lector a segundas partes. “Cada uno de mis libros es una historia que comienza y tiene un final”, aseguró.

Condensado de: http://www.leergratis.com/fantasia/te-dare-la-tierra-una-novela-historica-ambientada-en-barcelona.html