sábado, 15 de septiembre de 2012


Se querían, Vicente Alexander


Se querían. 
 
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,

labios saliendo de la noche dura,

labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?

Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,

cuando los rostros giran melancólicamente,

giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran

como lomos arcaicos que se sienten repasados:

caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,

duras como los cuerpos helados por las horas,

duras como los besos de diente a diente solo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,

cuerpos que se levantan de la tierra y flotando…

Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,

soledad de lo vivo, horizontes remotos

ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,

dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,

donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,

mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,

metal, música, labio, silencio, vegetal,

mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.



Su verdadero nombre era Vicente Pío Marcelino Cirilo Aleixandre y Merlo. Hijo de una familia burguesa española, su padre era ingeniero de ferrocarriles.Nació en Sevilla 26 de abril de 1898, falleció en Madrid el 14 de diciembre de 1984.
Está considerado como uno de los grandes poetas españoles del siglo XX. Perteneciente a la Generación del 27, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1977. 
Su padre, Cirilo, era Ingeniero de Ferrocarriles, y fue un hombre hábil en negocios de inversión; su madre, Elvira, había sido educada refinadamente en el seno de una familia de la alta burguesía. A los dos años la familia se trasladó a Málaga, donde transcurrió casi toda su infancia. Durante nueve años el paisaje malagueño, Ronda, el aire, el Mediterráneo, grabaron en su alma resonancias y luminosas sensaciones de belleza: cuarenta años después las imágenes de Málaga aflorarán muy vívidamente en el espacio cósmico de uno de sus libros capitales, Sombra del Paraíso.

En 1909, nuevo traslado a Madrid, en donde vivirá en adelante. Barrio de Salamanca, calle Ayala, sosiego y paz para la alta burguesía, cercana a los aristocráticos palacetes ajardinados de la Castellana. De Ayala 9 a Serrano 98, su nueva casa. La bicicleta del muchacho rueda hacia el colegio por un barrio transitado por elegantes coches de caballos (“Yo iba en bicicleta, casi alado, aspirante”). El Colegio Teresiano era seglar; allí estudió el bachillerato, aunque todos los años tenía que examinarse en el Instituto San Isidro, de la calle Toledo. Cada año adelantó, por libre, algunas asignaturas, por lo que fue bachiller a los quince años. 

Cursa simultáneamente las carreras de Derecho y Comercio, brillantemente (sólo el escollo del Álgebra Superior, dándose la circunstancia de que su padre había publicado un libro de esa materia). A veces hace novillos, porque se escapa a la Biblioteca Nacional. Lee a los novelistas del realismo, el teatro clásico, los dramas románticos, a Unamuno, Azorín, Baroja... Con un amigo se va a los ámbitos prohibidos de los cuplés y las habaneras, descubriendo a la Chelito, a Pastora Imperio, a Raquel Meller; o a las verbenas populares... En Europa hay una terrible guerra, y el joven estudiante se ve recluta en un cómodo voluntariado en el Regimiento de Ferrocarriles. España, neutral. Su padre, Cirilo, hace planes para el nuevo economista.

A los 19 años conoció a Dámaso Alonso, y éste, al comprobar que Vicente no lee poesía, le prestó un libro de Rubén Darío, que despierta su vocación poética (“una revolución en mi espíritu, la poesía me fue revelada”), que se acrecentará al leer ese mismo año a Antonio Machado y a Juan Ramón, que le deslumbran e influyen en su poesía inicial, sobre todo el poeta de Moguer. Siguen lecturas de Lautréamont, Rimbaud, Apollinaire, Guillermo de Torre, Tristan Tzara, a veces a través de las revistas literarias. Empieza a trabajar como profesor ayudante en la Escuela de Comercio, y muy pronto en las oficinas madrileñas de los Ferrocarriles Andaluces. Después pasa a la Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España, y se le encarga un estudio sobre jubilación del personal (uno de los progresos de la época). Al poco de empezar ahí, Américo Castro le invita a dar una conferencia, para alumnos extranjeros, en la Residencia de Estudiantes, sobre el lenguaje de la técnica comercial.

Una crisis religiosa será decisiva para lo que va a constituirse como visión de mundo en su obra poética, prácticamente constante: el mundo, como el cosmos, viene a ser una materia espiritualizada, acaso un panteísmo, una sola forma y una sola sustancia, el amor.

En 1925 cae gravemente enfermo, con altas fiebres. El bacilo de la tuberculosis se ha alojado en muy mal sitio, el riñón, y origina una nefritis crónica: Aleixandre mantendrá ya de por vida una salud muy precaria que le aleja de toda actividad profesional. Atraviesa una etapa de crisis y soledad, de cambio radical en el curso de su vida, que se centra definitivamente en la literatura, en escribir con fe y necesidad. Cuenta con el apoyo familiar de sus padres y hermana, que buscan residencias muy sanas para cuidar al enfermo: Miraflores de la Sierra, Aravaca,  Velingtonia. Y que alientan las visitas de los amigos (Lorca al piano de su madre), o cuidan el ambiente de recogimiento que necesita el escritor. 

Cada vez conoce más y mejor a los intelectuales y poetas de su tiempo. Amistad con Jorge Guillén, Altolaguirre, Moreno Villa, Bergamín, Juan Chavás, Fernández Almagro, André Malraux, Vicente Huidobro, Rafael Alberti, Cernuda... Se le acercan también los más jóvenes: Rosales, Panero, Vivanco... En 1926 aparece su firma en la “Revista de Occidente”, que dirige Ortega y Gasset, y después en otras revistas que protagonizaba la inquieta juventud contemporánea: “Carmen” (de Gerardo Diego), “Verso y prosa” (de Jorge Guillén), o más tarde “Caballo verde para la poesía” (de Neruda), y muchas más, como la que dirige Emilio Prados, que le invita a publicar en ella sin reconocer en Vicente al tierno amigo del colegio de Málaga... 

Su primer libro fue Ámbito, en 1928. Pero antes ya ha participado en el homenaje a Góngora, cuya fecha acuñaría el principal referente generacional: 1927. Aunque no haya podido hacer el célebre viaje del grupo a Sevilla. Escribe poemas en prosa, que luego se publicarán con el título de Pasión de la tierra.

En 1931 a las fiebres se suman las hemorragias. Un famoso médico desahucia al enfermo, creyendo afectados los dos riñones. Ese mismo año Aleixandre define la poesía como “clarividente fusión del hombre con lo creado” y como “aspiración a la unidad”. Está leyendo a los poetas franceses, a Joyce, a Freud. Todo colabora a que vaya cambiando su sensibilidad. En 1932 le extirpan un riñón. El régimen de reposo y cuidados se endurece; coge el hábito de escribir en la cama. Pese a todo él publica Espadas como labios, y al año siguiente le otorgan el Premio Nacional de Literatura por La destrucción o el amor. En el jurado estaban Manuel Machado, y los catedráticos Gerardo Diego y Dámaso Alonso.

La guerra de 1936. Muy pronto, el asesinato de su íntimo amigo Federico García Lorca. Escribe una semblanza, elegía en prosa. Colabora en algunas publicaciones republicanas. Miguel Hernández, que enseguida le trata mucho, le dedica su Viento del pueblo. Al acabar la guerra Aleixandre es uno de los pocos miembros del grupo poético del 27 que permanecen en España. Pero, como si se hubiera alejado con sus compañeros expatriados, escribe hermosos y tristes poemas cantando a una tierra perdida. Se le han muerto también sus padres.
La burguesa casa de dos plantas que habían adquirido sus padres en la calle Velingtonia, 3, en los altos de la Moncloa, la sierra al frente, que había padecido los rigores del frente de la ciudad universitaria, ha sido reconstruida, y en el jardín el poeta ha plantado, con sus propias manos, un esbelto cedro (“con su verdor sin fatiga”) que siempre amará. En esa casa escribiría Aleixandre casi todos sus libros. 

En el 42 muere en la cárcel, enfermo y exhausto, Miguel Hernández, el fiel y jovial amigo que en los duros tiempos de la guerra en Madrid le llenaba su cama de naranjas de Orihuela, y su alma de risas. Tantas muertes parecen anegar de dolor y acallar al poeta. Hay un tiempo de silencio, y después, paradójicamente, uno de sus libros más radiantes, Sombra del paraíso, de melancólica soledad que se autoexilia a un paraíso de la niñez, a Málaga, a un paraíso, sí, pero perdido. 

Por otra parte, la censura cae sobre nuestro poeta de una forma indirecta: se prohibe mencionar su nombre en los medios de comunicación. Algunos burlarán a los censores hablando de “el autor de La destrucción o el amor...” Pero tampoco es un autor demasiado molesto políticamente, y simplemente se le ningunea. Pero a su casa siguen acudiendo nuevos poetas, escritores jóvenes como Jose Luis Cano, Morales, Gaos, Bousoño, Nora, Otero, Valverde, Hierro, Carmen Conde, Concha Zardoya, García Nieto, Leopoldo de Luis, Crémer, Celaya... La joven poesía española encontraba su maestro en Aleixandre, acogedor y sencillo. Nuevas revistas (“Garcilaso”, de García Nieto, “Escorial”, de Dionisio Ridruejo, “Espadaña”...) publican sus poemas. Así pues, a pesar de todo, su prestigio se impone, y en 1949 es nombrado miembro de la Real Academia Española, con un solo voto en contra. El autor difícil, a veces hasta hermético, el poeta surrealista (nuestro mejor surrealismo, según Cernuda), con sus metáforas visionarias, cósmicas, o con sus amplias perífrasis, alejado con todo ello del clásico o tópico “academicismo”, es reconocido por la Academia en un clima rebosante de fervor.

En 1951 se encarga Aleixandre de preparar un volumen, Obra escogida, compuesto por originales y borradores de Miguel Hernández. Durante esta década 50-60 no escribe mucho, pero mantiene bastante actividad dando conferencias y sobre todo haciendo lecturas de su poesía o dando a conocer los Encuentros, prosas que relatan sus distintas amistades. Se publicarán en el 58, en una bella edición para bibliófilos. De estos años data su Historia del corazón (1954) y las primeras composiciones de En un vasto dominio (1962).

Aunque viajaría por casi toda España y haría breves incursiones por Europa (Londres, el París de las vanguardias), por Marruecos, Hispanoamérica... su vida fue siempre muy sedentaria, y la casa de Velingtonia estuvo siempre abierta también a las revistas literarias de dentro (la del grupo “Cántico” de Córdoba o los “Papeles de Son Armadáns”, de Cela) y de fuera de España (las marroquíes “Manantial” o “Al Motamid”) que buscaban su opinión y magisterio, o su colaboración. Corresponde a todos los escritos, a todos estimula. Las revistas de toda España publican las respuestas de Aleixandre como avales de estimación. Su afable acogida, su generoso aliento, fue proverbial.

En 1959 el poeta del más encendido realismo social, Gabriel Celaya, publica su Cantata en Aleixandre, poema dramático a modo de interpretación poético-dialéctica de su obra. En efecto, la evolución constante de Aleixandre le acerca ahora a la temática de la comunicación, y renueva la atención de las generaciones jóvenes sin excluir a nadie (sirva de ejemplo el poema “Para quién escribo”, del que figuran dos versículos en el retrato que tenemos de él en el Instituto). En 1960 se publican las primeras Poesías completas de nuestro autor. Se abre una década de antologías y traducción de poemarios (en italiano, en alemán, en francés...), de homenajes, de placas conmemorativas. Termina Retratos con nombre. Después, Poemas de la consumación, de significativo título, poesía honda y serena, desde la que se ve la juventud como la única vida, pero también la muerte como el segundo y definitivo nacimiento. Con motivo de sus setenta años se le rinde un homenaje singular: un volumen de 84 poetas con composiciones referidas a él o a su obra.  En 1969 se le concede el Premio de la Crítica.

Lleva el poeta una existencia relativamente activa, basada en un estricto plan de alimentación y de reposo. Sólo seis o siete horas está levantado. Desde 1970 trabaja en su último gran libro: Diálogos del conocimiento, que aparecerá en 1974. Siguen los homenajes, como el  de la Asociación de Mujeres Universitarias. 

Desde 1973 se perfilaba como candidato al Premio Nobel. En 1974 aparece la edición sueca de una antología de su obra. Varios profesores de diversos países presentan su candidatura. Y por fin le conceden el mítico Premio en 1977.

Tras unos años de vejez tranquila, realizando entrevistas sumamente clarificadoras sobre su obra, y en particular sobre el complejo tema de la escritura surrealista, se apaga la vida de Vicente Aleixandre en 1984. (Ha soñado poemas enteros, entera pues y genuinamente surrealistas; ha soñado también que no podía recordarlos al despertar, por más que hacía esfuerzos de reiteración y memorización dentro del sueño, ha soñado que se conformaba con memorizar un solo verso, repitiéndoselo numerosas veces... pero jamás consiguió recordar ni ese solo verso al despertar: así que ni en este maestro de surrealistas ha sido posible, pues, la auténtica creación onírica tan buscada por este mítico movimiento de vanguardia, que tanto revolucionó la literatura de su época y cambió la posterior).
Póstumamente, en 1985, se publica una actualización de su obra en prosa del año 58, Los encuentros, sobre los amigos que fue tratando desde aquella fecha, la mayoría escritores. Y en 1991, se publica un último libro de poemas inéditos, En gran noche.

PREMIOS

Premio Nacional de Literatura por La destrucción o el amor, 1934
Premio de la Crítica por En un basto dominio, 1963
Premio de la Crítica por Poemas de la consumación, 1969
Premio Nobel de Literatura, 1977

OTROS RECONOCIMIENTOS

Académico de la Real Academia Española, 1949
Miembro de la Hispanic Society of America
Miembro de la Acadèmie du Monde Latin (París)
Miembro de la Academia de Bellas Artes de San Telmo (Málaga)
Miembro de la Academia Hispano-Americana (Bogotá)
Miembro de la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico.

 CRONOLOGÍA DE OBRAS


Poesía

1928.- “Ámbito”
1932.- “Espadas como labios”
1935-1946.- “Pasión de la Tierra”
1935.- “La destrucción o el amor”
1944.- “Sombra del Paraíso”
1950.- “Mundo a solas”
1953.- “Nacimiento último”
1954.- “Historia del corazón”
1962.- “En un vasto dominio”
1965.- “Retratos con nombre”
1968.- “Poemas de la consumación”
1974.- “Diálogos del conocimiento”

Prosa

1950.- “En la vida del poeta: el amor y la poesía”
1954.- “El niño ciego de Vázquez Díaz”
1955.- “Algunos caracteres de la nueva poesía española”
1958.- “Los encuentros”
1978.- “Discurso de recepción del Premio Nobel”

Cuadernos sueltos

1948.- “En la muerte de Miguel Hernández”
1952.- “Poemas paradisíacos”
1955.- “La llanura duerme”
1956.- “Consumación”
1960.- “Ciudad del Paraíso”
1962.- “Picasso”
1961.- “Desnudos”
1961.- “Antigua casa madrileña”
1963.- “María la Gorda”
1967.- “Dos vidas”
1971.- “Sonido de la guerra”
1984.- “Tres poemas seudónimos”
[S.a.]- “Diez poemas”

Antologías

1952.- “Poemas paradisíacos”
1956.- “Ocho poemas”
1956.- “Mis poemas mejores”
1960.- “Poemas amorosos”
1965.- “Presencias”
1971.- “Poesía superrealista”



Teresa de Calcuta dijo....

Muchas veces basta una palabra, 
una mirada, 
un gesto para llenar el corazón del que amamos. 

Ave María Schubert


Dos grandiosas interpretaciones de la obra de Schubert



365 historias cortas y una más...

                                  El Caballero
-         Lucharé – piensa con determinación- Soy un Caballero y defenderé con honor a mi pueblo y.., ¡a su Majestad el Rey!.
Se acerca con cautela a la puerta del Castillo, lanza una mirada retadora a todo el populacho para infundirse confianza. Éstos le miran no exentos de admiración, según puede percibir. Toma aire y grita entre dientes…
-         ¡Ahí voy!  ¡Venceré! – Se golpea con el puño sobre el pecho con fuerza, llenándose de valor. Su mirada es firme, llena de determinación.
Al traspasar la puerta del Castillo las tinieblas se convierten en su compañía y  tal vez en su peor enemigo. Avanza paulatinamente, lleva su mirada a ambos lados, buscando incesante un posible enemigo a batir.
El aleteo sobre su cabeza de un murciélago color azabache del tamaño de una paloma le coge desprevenido. Al descubrir el animal y su carácter expugnable, respira aliviado.
Blandió en su mano, con gesto seguro, la maza de cadena con tres terminales en bola, mientras dice en voz alta
-         ¡No puedo tener miedo! – Al oír sus propias palabras se colma de valor
Hace oscilar de nuevo el arma en su mano. A lo lejos escucha un rugido e intuye de manera sabia el aullido de un lobo.
Sigue avanzando con paso firme pero cauteloso. Su cuerpo conquista metros ligeramente encorvado hacia delante. En ningún momento abandona la posición de defensa.
Del cercano muro, a su izquierda, vislumbra la mirada penetrante de un dragón. Centra en el lugar todos los sentidos. Se le eriza el vello sobre la piel. Su cuerpo está a punto de saltar como un resorte. De nuevo el miedo quiere irrumpir en su pecho. Empuña  en su mano derecha el potente mazo. Ante un movimiento de la cabeza del animal, descarga el arma con toda su fuerza. Erró el golpe, pero sirve para ahuyentar a la bestia que se marcha lanzando un bramido sobrecogedor.
De nuevo toma aire con fuerza y lo expulsa en un gesto para controlar la zozobra que se intenta adueñar del control de su cuerpo.
Se voltea rápidamente sobre sus talones y mira hacia su espalda entrecerrando los parpados para ver mejor. Aprecia que todo está en su sitio Al volver a mirar al frente se topa de bruces con el osamenta de un corsario. Éste parece danzar ante sus ojos un baile macabro. La exigua luz que entra por  los ventanucos le permite distinguir el esqueleto con claridad. Recorre unos metros dejando atrás esa visión nauseabunda, mientras contiene la respiración para no inhalar su hedor.
Con mueca pesarosa desliza una mano por la cabeza, con la intención de  eliminar el sudor que intenta perlar su frente. En el gesto denota cierto cansancio
Silencio. Impera un silencio absoluto, casi sobrecogedor. Agudiza el oído, pero es incapaz de discernir sonido alguno.
        -  Esto no es normal – piensa de manera intuitiva
Avanza, mientras evita un gran charco de un líquido viscoso, que a su vez desciende por uno de los muros de piedra. Observa al fondo una salida, la claridad le hace distinguirlo.
Quiere llegar cuanto antes. La visión de la luz distrae unos instantes su atención y no puede advertir el peligro que acecha por su derecha. Siente un gruñido, que se torna en una carcajada atronadora
-         ¿Cómo no lo he visto? – se reprocha, mientras la piel se eriza nuevamente en un instinto protector.
Arremete contra el intruso, éste rehúye la pelea y se escabulle a una velocidad endiablada. Decide en unas décimas de segundo no perseguirle y seguir su caminar en busca de la meta deseada.
- Si llego a tener aquí mi caballo, le hubiera alcanzado… - Piensa con gesto pesaroso
La salida está apenas a tres metros de distancia. Corre entusiasmado hacia la luz salvadora. Al cruzar el umbral yergue el cuerpo en un guiño victorioso. Se siente seguro. Orgulloso. ¡Lo acaba de conseguir..!
Levanta las manos con gesto triunfante. Escucha los aplausos del populacho. Allí, altanero ante su hazaña, avanza hacia los presentes y baja con gesto arrogante la escalerilla que le separa de la muchedumbre.
Su padre le acaricia la cabeza y le coge de la mano
-         ¿Estuvo bien? ¿Pasaste miedo? – le dice al niño con gesto tierno
-         No - expresó orgulloso- ¡No tuve miedo…! Primero salió un murciélago de dientes afilados. Después maté un dragón. Más tarde intentaron cogerme y no pudieron… - el niño habla y gesticula con entusiasmo, mientras se aleja del “Castillo del Miedo” simulando con sus manos una pelea.
Entre  risas, su padre le lleva al puesto de los helados…