La
ciencia forense es la aplicación de prácticas científicas dentro de un
proceso legal. Esencialmente esto se traduce en investigadores altamente
especializados o criminalistas, que localizan evidencias que sólo
proporcionan prueba concluyente al ser sometidas a pruebas en
laboratorios.
Aparentemente
es una ciencia reciente, pero los historiadores indican que el origen
fue en China durante la dinastía Tang. En el siglo VII, Ti Yen Chieh se
hizo famoso por utilizar la lógica y las pruebas forenses para resolver
crímenes. En el siglo XIII en China se publicó un libro que explicaba
cómo reconocer las señales de ahogo o estrangulamiento, o cómo las
heridas podían revelar el tipo y tamaño del arma empleada.
La
ciencia forense debe gran parte de su arsenal de instrumentos y métodos
a la ciencia occidental de los siglos XVI a XVIII. A mediados del siglo
XVII ya se enseñaba medicina forense en varias universidades de Europa.
El instrumental que fue surgiendo progresivamente de la revolución
científica fue empleado rápidamente en la lucha contra el crimen. El
microscopio, inventado por Zacharias Jansen en 1590, el microscopio
estereoscópico para dar imágenes tridimensionales o el de comparación
que alinea imágenes para cotejarlas, se utilizaron casi desde su fecha
de nacimiento en la ciencia forense.
La
fotografía se usó desde sus inicios para retratar huellas y pistas en
el escenario del crimen o detalles de heridas y sospechosos. En 1886,
Thomas Byrnes, detective de New York publicó la primera colección de
"fotos de rufianes" para ayudar a la gente a reconocer el delincuente en
el caso de que fueran atracados.
En
1796, el Dr. Franz Josef Gall, desarrolló la frenología. Dicha teoría
pretendía ser capaz de describir el carácter de una persona a través de
la forma de su cráneo. La práctica fue cayendo poco a poco en desuso
hasta que en 1876 la teoría volvió con renovado éxito de la mano de un
ex-cirujano militar. Cesare Lombroso, por aquel entonces director del
Asilo de Pesaro, al norte de Italia, publicó "L'uomo delinquente". Tras
haber estudiado más de 6.000 casos de delincuentes, Lombroso estaba
convencido de la fuerte relación entre las características físicas y las
tendencias delictivas. Así por ejemplo, siempre según Lombroso, los
pirómanos tenían una cabeza pequeña, los salteadores de caminos eran muy
velludos y los timadores solían ser fuertes. Semejantes correlaciones
fueron tomadas muy en serio por los tribunales de la época y los
frenólogos eran requeridos como peritos en los juicios. Afortunadamente
la frenología, comentada hoy en día como ejemplo de pseudociencia, fue
perdiendo adeptos, hasta desaparecer definitivamente.
De
aquellas estrambóticas ideas, Alphonse Bertillon extrajo sin embargo
algunas lecciones interesantes. Pensó que las medidas corporales sí
podían tener una utilidad: cabría usarlas para identificar con precisión
a un delincuente. Por unos desafortunados hechos históricos las ideas
de Bertillon tuvieron un escaso momento de gloria y pronto cayeron en el
olvido. Sus fundamentos no fueron retomados hasta la invención del
retrato hablado, en el que se describía una cara según sus partes:
frente, nariz, barbilla, orejas y ojos. En los años 50 del siglo pasado
la técnica quedó obsoleta con el Identikit, el Photofit y los archivos
computerizados, los modernos herederos de Bertillon.
El
siglo XIX fue sin duda revolucionario en cuanto a las ciencias forenses
se refiere. Patrizi, contemporáneo de Lombroso, diseñó el primer
detector de mentiras: el guante volumétrico. El aparato consistía en un
guante de latex, que sellado a la altura de la muñeca, registraba los
cambios de presión sanguínea, supuestamente asociados a la tensión
emocional. Demostró ser muy poco fiable, pero sin duda es el instrumento
pionero de los actuales detectores y los diversos sistemas ideados para
comprobar la veracidad de las declaraciones de un interrogado.
Sistemas, sea dicho de paso, que siguen siendo poco fiables.
La
reconstrucción facial de restos óseos realizada actualmente por los
antropólogos forenses es un proceso medio científico, medio artístico.
Tuvo como precursor a un anatomista suizo llamado Wilhelm His. Este
científico trabajó hace más de cien años en la reconstrucción del rostro
a partir de la estructura ósea. Su reto más famoso fue la
identificación del supuesto cráneo del compositor Johann Sebastian Bach
(1685-1750). Comparó su reconstrucción con retratos del músico pintados
mientras vivía, demostrando la autenticidad de sus restos.
Fue
Henry Goddar, quien por primera vez consiguió relacionar una bala con
el arma utilizada para dispararla a través de muescas. Desde que las
ánimas de las armas de fuego disponen de las rayas producidas por la
fabricación en serie, a finales del XVIII, cada bala tiene un dueño.
Para aumentar su precisión. La vaina lleva grabados los detalles del
expulsor y del percutor. Puede incluso determinarse la distancia de un
disparo por la forma de las heridas.
El
FBI terminó de incorporar dar el impulso necesario a la ciencia forense
que conocemos actualmente, implantaron los primeros escaneos
computarizados de las huellas digitales en 1977
Fuente: erroreshistoricos.com
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