domingo, 29 de septiembre de 2013

Serenidad (lectura de madrugada), José Hierro











"Serenidad, tú para el muerto, 
que estoy vivo y pido lucha. 
Otros habrá que te deseen: 
ésos no saben lo que buscan. 
Si se durmieran nuestras almas, 
si las tuviéramos maduras 
para mirar inconmovibles, 
para aceptar sin amargura, 
para no ver la vida en torno 
apasionadamente nunca, 
duros y fríos, como piedra 
que sopla el viento y no la muda... 

Almas claras. Ojos despiertos. 
Oídos llenos de la música 
del dolor. Los dedos felices, 
aunque los hieran las agudas 
espinas. Todo el sabor agrio 
de la vida, en la lengua. 

«Nunca 
podrás mojar tu pie en el río 
en que ayer lo mojaste. Busca 
la eternidad, vive en la alta 
contemplación de su figura.» 

Palabrería de los libros 
de la que deja el alma turbia. 
Serenidad que se nos vende 
por librarnos de la tortura, 
por llenarnos de sueño el alma 
y rodeárnosla de bruma. 
Serenidad, tú para el muerto. 
El hombre es hombre, y no le asusta 
saber que el viento que hoy le canta 
no volverá a cantarle nunca. 
Serenidad, no te me entregues 
ni te des nunca, 
aunque te pida de rodillas 
que me liberes de mi angustia. 
Será que vivo sin saberlo 
o que deserto de la lucha. 
Tú no me escuches, no me eleves 
hasta tu cumbre de luz única. 

Palabrería de los libros 
de la que deja el alma turbia. 
Yo también me hago un poco libro, 
me duermo el alma... 

Luz difusa. 
La madrugada se desgaja 
agria y azul, como una fruta. 
Cantan los pinos a lo lejos. 
Un niño llora. Las desnudas 
mujeres y hombres silenciosos 
salen despacio de las últimas 
sombras. Los pájaros me esperan. 
Se alzan las olas. (Me preguntan 
por qué.) Campanas... (Ayer niebla, 
hoy claro sol y luego lluvia...) 
¿Por qué? Las hojas se estremecen... 

Voy inundándome de música. "


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