Al escritor checo Franz Kafka se le atribuye la frase: "Cualquier
persona que mantiene la capacidad de ver la belleza no envejece nunca."
Pocas cosas tienen una historia tan interesante como esta gema, que Harry Winston donó a un museo en 1958 |
Los diamantes, que desde hace siglos son sinónimo de esa belleza que nos conserva jóvenes, tampoco envejecen nunca. Hoy, cuando pensamos en ellos, de inmediato nos vienen a la mente palabras como celebración, lujo, riqueza y, claro, mujeres. Sin embargo, la historia de algunos diamantes extraordinarios ha estado más ligada al sexo masculino de lo que podría pensarse. Un ejemplo es el diamante Hope, el más raro y famoso del mundo.
Según la tradición india, el diamante fue
extraído del río Kistna hace más de 600 años y colocado en la frente de una
imagen esculpida honrando a la diosa hindú Sītā, esposa del dios Rāma. Fue
posteriormente tallado por un dios del sol quien le dio la forma original de
triangulo. Un sacerdote hindú, al contemplarlo en un templo, sucumbió a su
embrujo y lo robó. Tras ser descubierto, fue torturado hasta morir.
Para seguir las huellas del diamante Hope hay que
remontarse al siglo XVII. En esa época vivió Jean-Baptiste Tavernier, un
aventurero y comerciante que, se calcula, durante 40 años viajó unos
290 mil kilómetros. Fue, además, un pionero del comercio con la India y
dejó testimonio de sus experiencias en un libro.
En su recorrido, Tavernier llegó a la región de Golconda,
cuyos alrededores eran conocidos como el "Valle de los diamantes";
supuestamente, fue el primer lugar del mundo donde se produjeron estas
piedras preciosas. Ahí, entre 1640 y 1667, el viajero francés adquirió
un gran diamante en bruto (sin corte ni pulido) de color azul (por ello al diamante se le conocía como Tavernier Blue; por haber sido
adquirido por el Sr Tavernier y por su intenso color azul) y 112
kilates de peso, extraído de la mina Kollur. Los diamantes azules son
extremadamente raros; se calcula que sólo uno entre 200 mil tiene esa
tonalidad.
Tavernier se llevó la joya a París, junto con otras gemas
de su colección. Luis xiv, el "Rey Sol", se maravilló con las historias
del aventurero y, en 1669, le compró un gran lote de diamantes por el
que pagó el equivalente a 147 kilos de oro puro; entre ellos estaba su
favorito, el "Francés Azul". Con Luis xiv se inició la fiebre por los
diamantes, pues hasta entonces las perlas dominaban en el gusto de la
corte real.
El rey envía el diamante al joyero de la corte, Sieur Pitau, y este lo corta y
talla y lo convierte en el "Diamante Azul de la Corona" o "Azul
Francés" ("French Blue"), pasando a formar parte de la colección
de joyas del rey, quien lo utilizaba en forma de collar como un símbolo de la
Orden del Toisón de Oro durante algunas ceremonias importantes portándolo en un
lazo para el cuello, donde se encontraba incrustado en oro. Con la venta del
Tavernier Blue, Tavernier obtuvo el dinero suficiente para comprar
un título nobiliario y adquirir una gran propiedad, pero la desgracia ya había
caído sobre él al haber poseído el diamante. Tavernier se declara en quiebra y
huye a Rusia donde es hallado muerto por hipotermia mientras su cuerpo es
devorado por alimañas. Mientras estuvo en posesión del Rey Luis XIV, el
"Diamante Azul de la Corona" causó estragos entre aquellos que lo
portaron o poseyeron. Nicolas Fouquet, un funcionario del gobierno, tomó
prestado el diamante para acudir a un baile oficial, fue acusado en 1665 de
desfalco y enviado a prisión, donde finalmente falleció.
Madame de Montespan, la amante de turno del rey, supo de su existencia y quiso que el soberano se la obsequiara. Poco después, caía en desgracia y moría olvidada en 1707. Con motivo de la visita del embajador del Sha de Persia, Luis XIV le mostró su diamante al embajador el 7 de diciembre de 1715. Ese mismo año Luis XIV murió de forma inesperada. Su sucesor Luis XV ordenó conservar el diamante en un cofre, no se sabe si conociendo ya la leyenda de desgracias del diamante. Luis XV no sufrió grandes desgracias.
A
su llegada a la corona, el rey Luis XVI de Francia
le regaló el diamante a María Antonieta de Austria, para que lo agregara
a su
colección de joyas. María Antonieta se rió de la oscura leyenda del
diamante y
lo utilizó sin pudor e incluso se lo prestó en alguna ocasión a su buena
amiga, la princesa de Lamballe. Tanto María Antonieta como su marido
Luis XVI de
Francia murieron guillotinados durante la Revolución Francesa. La
princesa de
Lamballe fue linchada hasta la muerte por una enfurecida multitud
durante la Revolución
Francesa.
Durante
la Revolución francesa, en 1792, el Diamante fue robado. Uno de los
responsables, el cadete Guillot, lo llevó a Londres con
el fin de comercializarlo. Cuatro años después del hurto del mismo, en
1796,
Guillot fue encarcelado cuando intentaba venderlo.
Poco tiempo después un desconocido mostró el diamante
al tallador holandés Wilhelm Fals para que dividiera el " Diamante Azul de
la Corona" en dos. La primera fue adquirida por Carlos Federico Guillermo,
duque de Brunswick. que perdió su fortuna antes de transcurrir dos meses. La
segunda la conservó el tallador holandés. El hijo de Wilhelm Fals se enamoró
del diamante y se lo robó a su propio padre, para vendérselo a un francés llamado
Beaulieu. Cuando el joven Fals se enteró de que su padre había muerto de dolor,
se suicidó.
El señor Beaulieu al conocer la tragedia ocurrida con
el anterior poseedor vendió la piedra a un David Eliason, curtidor judío, el
cual también se asustó con la leyenda maldita del diamante y se la ofreció al rey
Jorge IV de Inglaterra. El rey inglés decidió incrustar el diamante en su
corona y en 1822 perdió la razón y murió ocho años después.
En este punto de la trayectoria del diamante aparece Sir
Henry Hope, banquero y comerciante. Sir Henry Hope era además coleccionista y
por ello se hizo con el diamante. Pero conocedor de la leyenda oscura, no quiso
correr riesgos con el diamante y contrató a un grupo de rosacruces a los que
pidió organizar una ceremonia mágica, para exorcizar la joya. Y cuando estuvo
seguro de que no causaría más problemas a nadie, decidió darle su nombre. Nada
malo le sucedió a Sir Henry. Tras la muerte de Sir Henry Hope, la colección de
gemas pasó a ser heredada por cada uno de los descendientes de la familia Hope.
Cuando Sir Henry Hope murió, en el año 1862, su esposa Adele heredó las gemas.
Tras la muerte de ésta, en el año 1884, la herencia recayó en su hija,
Henrietta, quien contrajo matrimonio con el duque Henry Pelham-Clinton. Cuando
ambos murieron, su hijo Henry Francis Pelham-Clinton Hope heredó la colección
incluyendo al diamante Hope, pero Francis no podía vender la colección sin
permiso de la corte.
Francis Pelham-Clinton Hope contrajo matrimonio con su
amante, una actriz estadounidense que expresó que ella había portado el
diamante durante algunas reuniones literarias (incluso, decidió crear una
réplica exacta para dichas reuniones sin que su marido lo supiese). En el año
1896, Hope se declaró en quiebra y, como no podía vender el diamante Hope sin el permiso de la
corte, su esposa lo apoyó económicamente. Fue hasta el año 1901 cuando,
finalmente, Hope pudo vender la gema, y se divorció al año siguiente.
El diamante fue vendido a un norteamericano de nombre
Colot. El diamante seguía atrayendo la desgracia sobre sus poseedores y Colot
cayó gravemente enfermo al mismo tiempo que perdió toda su fortuna y se
suicidó. Entonces el Diamante Hope fue adquirido por el príncipe ruso
Kanitowski, que era un hombre muy aficionado a las juergas además de asombrosamente
rico. El príncipe ruso regaló el Diamante Hope a su amante, una vedette
parisina. Pocos días después surgió un altercado y Kanitowski mató a tiros a su
amante, mientras el diamante se perdía en la confusión. El príncipe fue a su
vez asesinado por revolucionarios.
El
siguiente propietario conocido del Diamante Hope
fue un griego, el Sr. Simón Montarides. Mientras fue propietario del
diamante, el eje del carruaje en el que viajaba su familia cayó a un
barranco y murieron
todos.
El siguiente propietario del Diamante fue Subaya Hamid
como regalo de su esposo Abdul Hamid II, rey de Turquía, quien acabo siendo
asesinada a manos del mismo. El Rey Abdul Hamid II no corrió mejor suerte y
perdió el trono turco a causa de una revolución y fue a morir de desesperación
en la cárcel.
El diamante desapareció misteriosamente en el océano y
reapareció en una bóveda de una entidad bancaria francesa.
El director del Washington Post adquirió el diamante
más tarde a dicha institución bancaria, que quebró inexplicablemente. La esposa
del periodista enfermó gravemente y falleció y su hijo murió bajo las ruedas de
un carruaje.
En el año 1910, P. Cartier, propietario en ese momento
de la joya, la vende a la familia McLean sobre la que recayeron múltiples
desgracias en diferentes miembros de la familia. Uno de los hijos de la familia,
de ocho años de edad, murió atropellado. Otra de sus hijas murió por una
sobredosis de somnífero. El padre murió en el hospital víctima de una
depresión. La señora Mac Lean ordenó guardar el diamante durante 20 años en una
bóveda de seguridad. Veinte años después Evelyn Walsh Mac Lean, su nieta, moría
misteriosamente en Texas.
En el año 1949, el joyero y experto en diamantes
estadounidense Harry Winston compró El Dimante Hope que exhibió en su
"Corte de Joyas", una colección de gemas expuesta en diferentes
museos e institutos de Estados Unidos. A mediados de 1958, el Sr. Winston optó
por realizar algunos cortes geométricos en el diamante, con el fin de incrementar
su brillo. Ese mismo año, lo donó, enviándolo en un sobre de papel de estraza,
por medio del servicio postal nacional, al Museo Nacional de Historia Natural
del Instituto Smithsonian de Washington. No obstante, el museo tardó algún tiempo en aceptarlo,
pues tanto su director como el presidente estadounidense Dwight
Eisenhower recibieron cartas que aseguraban que el diamante estaba
maldito y que traería mala suerte al país.
Curiosamente, Winston mandó el Hope por correo ordinario,
lo que le costó 145.29 dólares. El joyero decía que ésa era la forma más
segura de enviar gemas. Con la exposición del diamante, el museo
duplicó de un día a otro el número de visitantes, y el Hope se convirtió
en el segundo objeto más visitado del mundo después de la Mona Lisa. De
nuevo hubo especulaciones sobre la maldición cuando el cartero que lo
llevó al museo fue atropellado, su mujer murió de un infarto, su casa se
quemó y su perro murió asfixiado con su propia correa.
El diamante Hope está expuesto en el pabellón Harry
Winston, donde es admirado por unos siete millones de personas al año.
También ha sido exhibido en el Museo del Louvre y en Sudáfrica. En 2009,
se le retiró la montura y por primera vez fue expuesto por sí solo,
para celebrar los 50 años de su donación. Entonces, la marca Harry
Winston presentó tres diseños nuevos de una montura temporal para la
gema y miles de personas votaron, a través de Internet, por su favorita:
una pieza de platino y diamantes baguette, que simula dos manos que
sostienen la piedra preciosa; así está exhibida en la actualidad, aunque
en los próximos meses volverá a su montura original.
En noviembre de 2010, el diamante Hope fue cedido en
préstamo temporal a Harry Winston para que recreara la exposición "Court
of Jewels". Se trató de un evento privado que reunió más de mil 500
millones de dólares en joyas en la boutique de la firma en Nueva York.
Ahí también se anunció la creación de la Harry Winston Hope Foundation,
que donará al menos el 5 por ciento de las ganancias brutas de la
compañía joyera y relojera a causas educativas.
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