miércoles, 12 de septiembre de 2012

La Malasangre, Griselda Gambaro


"LA MALASANGRE" de Griselda Gambaro Su estreno en 1982
Griselda Gambaro

El 17 de agosto de 1982 subía a escena, en la sala del Teatro Olimpia de Buenos Aires de Sarmiento 777, "La malasangre", de Griselda Gambaro y este estreno llenaba de expectativas a la crítica periodística. Esta expectativa se advierte en las gacetillas previas al estreno, especialmente en "Clarín Espectáculos" el 12 de agosto de 1982, cinco días antes, en las que se pone de manifiesto "lo personal" de la escritura dramática de Griselda Gambaro, así como el incipiente prestigio de la directora Laura Yusem y la presencia de Lautaro Murúa, un actor que hacía tiempo que faltaba del país, exiliado en España por sus ideas políticas. 
No olvidemos que no son tiempos fáciles, la dictadura más sangrienta de la historia nacional aún se sostiene, aunque tambalea, derrotada en la increíble guerra por Malvinas y se abre, entonces, la oportunidad de decir, de animarse una vez más, a enfrentar el silencio desde un escenario.

Laura Yusem

 La misma Griselda dijo:  "El hecho escénico nos tiene que despertar, nos tiene que desanestesiar de todo eso que es la falsa información, la deformación de los sentimientos y las ideas que es base de nuestra sociedad". Y añade: "El mundo nunca ha sido enteramente blanco ni enteramente negro; el mundo ha sido siempre una gran confusión, en todo sentido, incluso en el ético..."  La posición adoptada por Gambaro es, pues, muy clara, es la de "decir no" a la sujeción y el autoritarismo.

Portada Programa de mano Colección privada de Roberto Famá Hernández
  La obra tuvo un éxito impresionante y en medio de tal coyuntura política, justamente, porque el texto se apoya de manera, simbólica, metafóricamente (procedimiento habitual en tiempos de dictadura) en el tema de la represión expuesto en la figura o referente histórico de Juan Manuel de Rosas y su familia, lo que fue fácilmente reconocible o identificable por el espectador ya que la puesta y el texto lograron claros paralelismos entre  pasado y  presente.

Programa de mano Colección privada de Roberto Famá Hernández
Con La malasangre, dijo Gambaro, "quise contar una historia que transitara esa zona donde el poder omnímodo fracasa siempre si los vencidos lo enfrentan con coraje y dignidad, si se asumen en el orgullo y en la elección". Y es que Gambaro sabe utilizar cualquier ropaje, cualquier disfraz para hacer "visible lo invisible", ella enmascara, oculta la realidad, la transforma sólo para desnudarla y mostrarla tal cual es.

FICHA TECNICA
El elenco :
Soledad Silveyra
Lautaro Murua
Susana Lanteri
Patricio Contreras
Danilo Devizia
Oscar Martinez
Escenografía y vestuario: Graciela Galan
Dirección General: Laura Yusem

La Malasangre, resumen de la obra


La acción de La malasangre - compuesta por ocho escenas - comienza  con una persistente tensión, francamente insostenible, entre Dolores y Benigno, su padre. La protagonista contará - en su pugna por alcanzar su identidad como mujer y su libertad - con un único apoyo: Rafael.

Lautaro Murúa
Entre las situaciones dramáticas fundamentales, se halla la situación inicial, con el trabajo que el padre - que está buscando un preceptor para su hija - ofrece a Rafael, el cual, por su "defecto" físico (es jorobado) le despierta una curiosidad "malsana", burlona, alevosa. En las expectativas del poderoso padre, el personaje "deformado"  no es un peligro para nadie. Así creerá ejercer un control, una vigilancia - que encarnarán la figura de la madre y de Fermín -, sobre el cuerpo de su hija.

Soledad Silveyra
Dolores es sincera, arriesgada, brutal por momentos. Su tono es de seguridad, se enfrenta con toda la fuerza de su ánimo a lo que considera injusto. De este modo se la describe cuando irrumpe, por vez primera, en escena: "Dolores es una hermosa muchacha de veinte años, de gestos vivos y apasionados, y una especie de fragilidad que vence a fuerza de orgullo, de soberbio desdén." Vehemente, furiosa ante el servilismo, reivindica su libertad de elección, como venganza contra el autoritarismo, la tiranía y el abuso arbitrario del poder por parte del padre. El acuerdo tácito de la madre a los intereses de su marido exaspera a la joven, indignada ante tanta servidumbre, tanta sumisión, tanta anulación.Rafael evita mirar directamente a los ojos a Dolores, pero ésta no deja de retarle, de hostigarle. En un principio, será Rafael quien juegue, mediatizado por su mirada, con su accionar primeramente oblicuo, con lo no dicho o con lo dicho a medias. Pero, progresivamente, se irá produciendo un acercamiento entre ambos personajes, aunque a ella le moleste la debilidad de carácter de él, circunstancia que provoca silencios tensos. Para ella, él tiene "Lindos ojos...Tiernos y sedientos". Quiere que él la mire, pero él oculta sus ojos, evita los de ella. Se ha enamorado... y va a ser correspondido. Planearán huir.
La historia de amor entre Dolores y Rafael -un juego de poder, también - dramatiza, en cierto modo, la fuerza activa de rebelión que encarna ella, pero que no logrará evitar el final trágico -la muerte del prudente Rafael -. Su éxito lo es en tanto que acto verbal de rebeldía, ya que condena al tirano a la soledad. Nos hallamos ante la disección de los mecanismos por medio de los cuales el poder se ejerce y se perpetúa, así como ante distintas posiciones respecto al ejercicio de aquél. La risa se alza, aquí, como liberación, como salvación.

Patricio Contreras
En lo relativo al dialogismo e intercambio entre los personajes, éstos tienen una doble faz. Por una parte, parecen adaptarse y aceptar las órdenes del padre pero, por otra, actúan siguiendo sus impulsos. Las relaciones padre-hija u hombre-mujer son trasladadas al plano político-social. El diálogo que se entabla entre los enamorados se propone como una alternativa vital real, auténtica, al margen del orden establecido. Pero una cosa es el deseo, el ámbito de los sueños, y otra muy distinta la realidad. Además, la opción amorosa de Dolores y Rafael es, al mismo tiempo, una opción política. Nos encontramos, así, en la intersección de dos ámbitos o esferas: la de lo público o social y la de lo privado o personal, o lo que es lo mismo, la exterioridad y la interioridad. Y es que, si atendemos a la poética que el texto nos plantea, "nada es tan simple como uno cree". De ahí el metafórico juego entre lo liso y lo torcido.
Como desenlace, el intento de huida, finalmente fracasado, de los amantes y la muerte de Rafael a mano de los verdugos. La revelación de la traición de la madre, que acaba siendo desenmascarada por la hija, en el marco de un enfrentamiento en el que ésta, a diferencia de aquélla, no se resigna, ni se somete, a la autoridad masculina. "El nombre es el destino", dirá Dolores. Su odio, contenido y feroz, hacia la madre, así como la condena al silencio son un reto lanzado al espectador: un silencio plagado de sentido. Porque lo que está dentro de las figuras es el miedo y el deseo reprimido, que se proyecta en una relación brutal con el cuerpo femenino: la violencia y crueldad como forma de exterminio de cualquier amenaza al poder central.

El Padre actúa motivado por el odio, al cual él llama amor. La madre actúa llevada por la envidia y el miedo. El novio - en el horizonte de expectativas del matrimonio concertado -, se expresa a través de la relación cruda, brutal con el cuerpo de Dolores, al tiempo que aparece retratado en rasgos tales como la carencia de desarrollo intelectual o la riqueza ostentosa. La pareja protagonista se libera de la represión, sí, pero ¿a qué precio? Ella es condenada a permanecer en silencio y él a morir. Esta doble figura que componen ambos personajes encarna la debilidad frente a la fuerza, la integridad frente a la corrupción, el valor frente al miedo y el amor frente al odio.

Fuente:  Roberto Famá Hernández.


 

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