Para medir la
velocidad del viento, los meterólogos utilizan unos aparatos llamados
anemómetros. Como en todo, según sea la precisión que se requiera se
utilizarán de un tipo o de otro. Veamos qué clases de anemómetros
existen.
El
más sencillo y más “clásico” es el anemómetro de copelas. Seguro que
muchos los habéis visto alguna vez. Su funcionamiento es muy sencillo:
el viento hace girar unas cazueletas y se mide la velocidad con la que
giran mediante un dispositivo digital o magnético. Este tipo de
anemómetros, aunque tienen menor precisión, son los de más amplio uso
debido a su sencillez y coste.
Si
se requiere una medición más detallada y precisa, es decir, una
medición que detecte los más mínimos y repentinos cambios de viento, se
debe utilizar un anemómetro de filamento caliente. En estos anemómetros,
se expone un hilo metálico, por el que circula una corriente eléctrica,
al viento. Según sea la velocidad del viento, este filamento se
enfriará más o menos, haciendo variar la resistencia eléctrica del hilo.
Dicha variación se puede medir, obteniendo la velocidad del viento.
Este tipo de anemomómetros están especialmente indicados para vientos
turbulentos.
De
mucha mayor precisión son los llamados anemómetros sónicos. Estos
anemómetros se basan en que la velocidad del sonido en el aire depende
de la velocidad del viento. Por lo que midiendo el tiempo que tarda una
onda en recorrer una distancia conocida, se puede conocer la velocidad
del viento.
Por
último están los anemómetros laser Doppler. En ellos el anemómetro
emite un rayo laser que será dispersado por las moléculas de aire. Dicho
rayo es conducido nuevamente al anemómetro, el cual medirá la variación
de la frecuencia, que es proporcional a la velocidad del aire. Este
tipo de anemómetros se usan sobre todo en mediciones de velocidades de
partículas en fluidos.
Fuente:
http://los-porques.blogspot.com.es
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