sábado, 15 de septiembre de 2012

365 historias cortas y una más...

                                  El Caballero
-         Lucharé – piensa con determinación- Soy un Caballero y defenderé con honor a mi pueblo y.., ¡a su Majestad el Rey!.
Se acerca con cautela a la puerta del Castillo, lanza una mirada retadora a todo el populacho para infundirse confianza. Éstos le miran no exentos de admiración, según puede percibir. Toma aire y grita entre dientes…
-         ¡Ahí voy!  ¡Venceré! – Se golpea con el puño sobre el pecho con fuerza, llenándose de valor. Su mirada es firme, llena de determinación.
Al traspasar la puerta del Castillo las tinieblas se convierten en su compañía y  tal vez en su peor enemigo. Avanza paulatinamente, lleva su mirada a ambos lados, buscando incesante un posible enemigo a batir.
El aleteo sobre su cabeza de un murciélago color azabache del tamaño de una paloma le coge desprevenido. Al descubrir el animal y su carácter expugnable, respira aliviado.
Blandió en su mano, con gesto seguro, la maza de cadena con tres terminales en bola, mientras dice en voz alta
-         ¡No puedo tener miedo! – Al oír sus propias palabras se colma de valor
Hace oscilar de nuevo el arma en su mano. A lo lejos escucha un rugido e intuye de manera sabia el aullido de un lobo.
Sigue avanzando con paso firme pero cauteloso. Su cuerpo conquista metros ligeramente encorvado hacia delante. En ningún momento abandona la posición de defensa.
Del cercano muro, a su izquierda, vislumbra la mirada penetrante de un dragón. Centra en el lugar todos los sentidos. Se le eriza el vello sobre la piel. Su cuerpo está a punto de saltar como un resorte. De nuevo el miedo quiere irrumpir en su pecho. Empuña  en su mano derecha el potente mazo. Ante un movimiento de la cabeza del animal, descarga el arma con toda su fuerza. Erró el golpe, pero sirve para ahuyentar a la bestia que se marcha lanzando un bramido sobrecogedor.
De nuevo toma aire con fuerza y lo expulsa en un gesto para controlar la zozobra que se intenta adueñar del control de su cuerpo.
Se voltea rápidamente sobre sus talones y mira hacia su espalda entrecerrando los parpados para ver mejor. Aprecia que todo está en su sitio Al volver a mirar al frente se topa de bruces con el osamenta de un corsario. Éste parece danzar ante sus ojos un baile macabro. La exigua luz que entra por  los ventanucos le permite distinguir el esqueleto con claridad. Recorre unos metros dejando atrás esa visión nauseabunda, mientras contiene la respiración para no inhalar su hedor.
Con mueca pesarosa desliza una mano por la cabeza, con la intención de  eliminar el sudor que intenta perlar su frente. En el gesto denota cierto cansancio
Silencio. Impera un silencio absoluto, casi sobrecogedor. Agudiza el oído, pero es incapaz de discernir sonido alguno.
        -  Esto no es normal – piensa de manera intuitiva
Avanza, mientras evita un gran charco de un líquido viscoso, que a su vez desciende por uno de los muros de piedra. Observa al fondo una salida, la claridad le hace distinguirlo.
Quiere llegar cuanto antes. La visión de la luz distrae unos instantes su atención y no puede advertir el peligro que acecha por su derecha. Siente un gruñido, que se torna en una carcajada atronadora
-         ¿Cómo no lo he visto? – se reprocha, mientras la piel se eriza nuevamente en un instinto protector.
Arremete contra el intruso, éste rehúye la pelea y se escabulle a una velocidad endiablada. Decide en unas décimas de segundo no perseguirle y seguir su caminar en busca de la meta deseada.
- Si llego a tener aquí mi caballo, le hubiera alcanzado… - Piensa con gesto pesaroso
La salida está apenas a tres metros de distancia. Corre entusiasmado hacia la luz salvadora. Al cruzar el umbral yergue el cuerpo en un guiño victorioso. Se siente seguro. Orgulloso. ¡Lo acaba de conseguir..!
Levanta las manos con gesto triunfante. Escucha los aplausos del populacho. Allí, altanero ante su hazaña, avanza hacia los presentes y baja con gesto arrogante la escalerilla que le separa de la muchedumbre.
Su padre le acaricia la cabeza y le coge de la mano
-         ¿Estuvo bien? ¿Pasaste miedo? – le dice al niño con gesto tierno
-         No - expresó orgulloso- ¡No tuve miedo…! Primero salió un murciélago de dientes afilados. Después maté un dragón. Más tarde intentaron cogerme y no pudieron… - el niño habla y gesticula con entusiasmo, mientras se aleja del “Castillo del Miedo” simulando con sus manos una pelea.
Entre  risas, su padre le lleva al puesto de los helados…

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