Aquí estoy yo
para hacerte reir cada vez mas
confia en mi, deja tus miedos atrás y ya te das
aquí estoy yo con un beso quemandome los labios
es para ti, puede tu vida cambiar dejame entrar
Le pido al sol que una estrella azul
viaje hasta a ti y te enamore su luz
Aqui estoy yo
abriendote mi corazon
llenando tu falta de amor
cerrandole el paso al dolor
no temas yo te cuidare
solo aceptame
Aqui estoy para darte mi fuerza y mi aliento…
y ayudarte a pintar mariposas en la oscurdad
seran de verdad
Quiero ser yo quien despierte en ti nuevos sentimientos
y te enseña a querer y entregarte otra vez sin medir
los abrasos que due........
Le pido a Dios
un toque de inspiración
para desir
lo que tu esperas oir de mi
Aquí estoy yo
abriendote mi corazón
llenando tu falta de amor
cerrandole el paso al dolor
no temas yo te cuidare
solo aceptame
Dame tus alas mas voy a llorar
y de mi mano te invito a volar…..
Aquí estoy yo (y aquí estoy yo)
abriendote mi corazón (mi corazon)
llenando tu falta de amor (falta de amor)
cerrándole el paso al dolor (cerrándole el paso al dolor)
no temas yo te cuidaré (te cuidaré)
solo aceptame (aceptame)
...
siempre te amaré
El ser humano se adapta a todo.
Supera el dolor, cierra historias, empieza de nuevo, olvida, hasta
consigue sofocar las más grandes pasiones. Pero a veces basta con nada
para comprender que esa puerta nunca se cerró con llave.”
Después de llevar tres años sin aparecer públicamente y tras superar
una operación de corazón, el escritor brasileño Paulo Coelho ha
presentado el miércoles su último libro, El manuscrito encontrado en Accra, en un acto en el que ha hecho una una intensa defensa de internet y de la redes sociales.
Paulo Coelho publica su libro después de recuperarse de una operación de corazón
Foto: EFE (publicada en La Opinión el 24-11-2012)
"Para
mí, escribir significa el contacto humano, Nunca he comprendido eso del
escritor aislado en su torre de marfil. Internet es una revolución, y
las redes sociales, Twiter, facebook, mi blog o los post, han cambiado todo. Ha creado otro Renacimiento", subrayó el autor de El alquimista, ante una sala repleta de periodistas.
Y
es que Coelho, que tiene 17 millones de seguidores en las redes
sociales y que ha vendido cerca de 150 millones de libros en 168 países y
en 73 idiomas, lo primero que ha hecho, antes de iniciar la rueda de
prensa, ha sido poner un "tuit" a sus amigos para comunicarles que
estaba presentando su libro.
"La
tendencia del escritor hoy en día es básicamente escribir en las
plataformas para compartir su trabajo. El sueño del escritor es que sea
leído; no es hacer un jardín para su libro, sino captar otras
sensaciones humanas, compartir y que haya una compresión mutua",
argumentó un Coelho parlanchín, si se tiene en cuenta que ya no quiere
dar entrevistas ni hacer presentaciones de sus libros.
Pero
este escritor de 64 años, con una biografía intensa, rebelde, hippie,
transgresor, viajero por el mundo o víctima de torturas durante la
dictadura brasileña, entre otras cosas, que encontró la paz en 1986 tras
recorrer el Camino de Santiago, cree que en este momento de revolución
tecnológica existe, por contra, una crisis de valores.
Y para hablar de ello ha escrito El manuscrito encontrado en Accra,
publicado en España por Planeta y lanzado en América Latina el 22 de
noviembre, excepto en Colombia que saldrá el día 6 diciembre, al igual
que en Estados Unidos, publicado por Random House Mondadori.
En
él narra la historia del manuscrito de Accra, escrito en árabe, hebreo y
latín, que cuenta el relato sobre los consejos que le dio un sabio
griego a la población de Jerusalén en la víspera de la invasión de los
cruzados.
Así, en un claro homenaje a la obra El profeta, de Gibrán Jalil Gibrán, como señaló el miércoles el propio autor. El manuscrito encontrado en Accra
es una parábola sobre la falta de valores en la sociedad de hoy. Unos
valores que son los mismos hoy que hace 1000 o 5000 años, un libro sobre
la pregunta eterna: "Quién soy yo".
Un
libro sin respuesta, pero con muchas preguntas, "porque yo no tengo
respuestas, solo preguntas", añade este hombre que siempre va vestido de
negro y que empezó a escribir tarde, aunque desde entonces no ha
parado.
Y un libro escrito de forma alegórica que va dirigido a todos aquellos que se dejan sorprender, que tienen curiosidad y que no olvidan a ese niño que todos llevamos dentro.
En el comienzo del libro el autor cuenta cómo tuvo acceso a este
misterioso manuscrito, consiguiendo despertar el interés por su lectura,
pero sin aportar luz sobre la autenticidad del escrito. Según su
versión, el manuscrito fue descubierto en el año 1974 en Egipto por el
arqueólogo inglés sir Walter Wilkinson, justo en la misma región donde
tres décadas antes habían sido encontrados los Manuscritos de Nag
Hammadi, también conocidos como Evangelios Apócrifos.
Según Coelho el pergamino es real y tuvo acceso a él gracias al hijo de Wilkinson, "conocí
al hijo de sir Walter Wilkinson en la navidad de 1982 en País de Gales y
me acuerdo de que en la época mencionó el pergamino pero nadie le dio
importancia al asunto. El 30 de noviembre de 2011 recibí de él una copia
del texto al que se había referido. Este libro es la transcripción del
manuscrito encontrado en Accra". Queda, pues, en manos del lector
el darle credibilidad al escrito, aunque el objetivo del autor es
transmitir una serie de valores que son universales y que muestran cómo
en nada han cambiado las necesidades e inquietudes del ser humano en el
curso de los años.
14 de julio de 1099. Mientras Jerusalén se prepara para la invasión de
los cruzados, un griego conocido como el Copta convoca a una reunión con
los jóvenes y los viejos, los hombres y las mujeres de la ciudad. El
Copta no buscaba unirse a ninguna religión en particular, pero había
guardado en su memoria todo lo que había escuchado para poder
transmitirlo a las generaciones futuras.
"En cuanto a mañana, la
armonía se volverá discordia. La alegría será remplazada por el dolor",
dijo .el Copta. "Ninguno de nosotros puede saber lo que nos reserva el
futuro, porque cada día tiene sus buenos y sus malos momentos. Así que
olvídense del ejército que espera afuera, y el miedo que acecha dentro.
"Hablaremos, por .10 tanto, de nuestras vidas diarias, de las
dificultades que debemos enfrentar."
Y le hicieron preguntas
acerca de los verdaderos enemigos, la derrota, la soledad. Le hicieron
preguntas con respecto a la lucha, el cambio, la belleza, el camino a
seguir. Y después le hicieron preguntas sobre el amor, la lealtad, el
destino, el sexo y la elegancia, el miedo, la ansiedad, la sabiduría y
lo que aguarda en el futuro; y las respuestas del hombre sabio siguen
siendo válidas ahora, mil años más tarde. Mientras esperaba el ataque
enemigo, la gente se reunió en la plaza y preguntó. Y el Copta
contestó. No eres derrotado cuando pierdes, sino cuando desistes.
Estructurado en breves capítulos, el libro nos ofrece pequeñas joyas que
ensalzan valores universales que defienden por encima de todo la
tolerancia y el respeto, algo loable y necesario en la actualidad. Pero
el autor envuelve estos valores en un confuso manto de espiritualidad
new age que podría llevarnos a conclusiones erróneas. La tolerancia
entre religiones no quiere decir que todas sean iguales. Tiene que
existir un respeto a pesar de las diferencias pero no una uniformidad de
pensamiento y creencias; lo primero es libertad, lo segundo es
dictadura e imposición. No todas las religiones son iguales ni adoran al
mismo Dios, como no son iguales todas las ideologías.
Pero dejando a un lado este sincretismo ya clásico en el autor, el libro
nos invita a reflexionar sobre nuestra existencia, a valorar lo
prioritario y aprender a adaptarnos a las circunstancias, siendo
valientes y arriesgándonos al fracaso porque “los derrotados
son aquellos que no fracasan. La derrota es para los valientes, los que
pueden tener el honor de perder y la alegría de ganar”.
El
verano de 1971, Philip Zimbardo, profesor de psicología en la
Universidad de Stanford, se dispuso a llevar a cabo un sencillo
experimento en el que quería demostrar la frágil y delgada línea que
separa el bien del mal.
Cacheando a un hombre
Para ponerlo en marcha, recibió una beca de la Oficina de
Investigación Naval (ONR) del gobierno de los Estados Unidos y cuyo
dinero debía servir para financiar todos los gastos que se generarían en
las dos semanas que estaría funcionando dicho proyecto.
Se conoció como “el experimento de la cárcel de Stanford” y lo que
debía ser una prueba de conducta y resistencia humana acabó
convirtiéndose en un perverso experimento, lleno de actos sádicos y
crueles.
Los acontecimientos sucedieron del siguiente modo…
Funcionario de prisiones
Philip
Zimbardo planteó las siguientes cuestiones: ¿Qué sucede cuando se pone a
personas buenas en un sitio malo? ¿La humanidad gana al mal, o el mal
triunfa? Para poder dar con la solución buscó un buen número de
estudiantes que estuviesen dispuestos a participar en este extraño a la
vez que emocionante experimento.
Publicó un anunció en la prensa en el que ofrecía una gratificación
de 15 dólares diarios a aquellos estudiantes que quisieran formar parte
del estudio. Se presentaron setenta aspirantes de varias poblaciones
cercanas y que nada tenían que ver con la Universidad de Stanford. Se
les realizó una serie de tets y finalmente se seleccionaron a los 24
candidatos elegidos, a los que se dividió en dos grupos de 9, quedando 6
como reservas: unos serían los policías y los otros debían ser los
reclusos.
El profesor Zimbardo y su equipo contó con la inestimable
colaboración del cuerpo de policía para el primer día del experimento.
Agentes de policía
El
14 de agosto, agentes reales de la policía se desplazaron a detener a
aquellos voluntarios a los que se les había asignado el rol de
delincuentes. El operativo estaba perfectamente coordinado para que todo
pareciese real.
La policía se presentó en las casas de los delincuentes y estos
fueron detenidos, se les leyeron sus derechos y se les trasladó a la
comisaría. Una vez allí se les fichó y se les tapó los ojos, subiéndoles
a unos coches para llevarlos al sótano del edificio del Departamento de
Psicología de la universidad, lugar donde se habían habilitado unas
celdas, como si de una verdadera cárcel se tratase, hecho que
desconocían los detenidos.
La “cárcel de Stanford” estaba custodiada por un grupo de voluntarios
a los que se les había uniformado, provisto de porras y gafas oscuras,
con la intención de que no se les viera los ojos.
La mayoría de estos “policías” habían sido escogidos por sus
tendencias pacifistas. Muchos de ellos pertenecían a movimientos hippies
que por aquellos tiempos tenían como consigna y modo de vida el “haz el
amor y no la guerra”.
Se les dio una serie de consignas de cómo debían tratar a los presos y
la autoridad que debían ejercer sobre estos. Entre ellas estaba la de
desnudarlos, burlarse de ellos, hacerlos sentir vejados… y se lo tomaron
tan al pie de la letra que muchos llegaron a practicar una autentica y
desproporcionada violencia psicológica.
A
los reclusos se les roció con un espray antiparásitos, se les cortó el
pelo y se les vistió con sacos, desprovistos de ropa interior. También
se les obligó a llevar como gorro una media de mujer y sus tobillos
arrastraban una pesada cadena. Con todo esto querían acelerar el proceso
de hacerlos sentir humillados y que verdaderamente eran presos.
Las celdas estaban provistas de una serie de micrófonos y cámaras
ocultas por las que espiaban todo lo que los encarcelados hacían y
decían entre ellos.
Zimbardo, con su experimento se proponía demostrar que cualquier
persona a la que se le da una serie de instrucciones y se le expone a
una situación límite es capaz de traspasar la línea que separa el bien
del mal.
El segundo día se originaron los primeros problemas importantes.
Algunos reclusos se quitaron los gorros y arrancaron los números
identificativos que llevaban cosidos en el saco que utilizaban como
vestido. Se sentían humillados y vejados por el trato desproporcionado
que estaban recibiendo por parte de los carceleros.
Estos por su parte, cada vez se tomaban más en serio el papel que les
había tocado representar, olvidándose de que se trataba de eso… de una
representación.
Un grupo de presos organizaron un motín y fueron reprimidos de forma
contundente, aislando a aquellos que encabezaron la rebelión y
ofreciéndoles al resto pequeñas “recompensas” si obedecían a las
autoridades y no se sumaban a la insumisión.
Los días iban pasando y algunos prisioneros empezaron a mostrar desórdenes emocionales agudos.
El profesor Zimbardo en plena faena
El
experimento no pudo ser acabado. El 20 de agosto, seis días después de
ponerse en marcha, tuvo que ser interrumpido después de que Christina
Maslach, una doctora de la universidad y no familiarizada con el estudio
que se estaba llevando a cabo, accedió a la “cárcel de Stanford” para
realizar unas entrevistas tanto a los guardias como a los presos y dio
cuenta de las pésimas condiciones en las que se hallaban. Escandalizada
pidió que se diese por concluido el experimento.
La cincuentena de personas que habían estado observando todo el
estudio desde fuera, a lo largo de aquellos días, se habían vuelto
inmunes a todas las imágenes y comportamientos que se desarrollaban en
el interior, viendo como “normal” lo que allí había estado sucediendo.
La única que puso la voz de alarma fue la doctora Maslach.
En ese momento, el profesor Zimbardo decidió dar por finalizado uno
de los estudios que más controversia ha levantado: “el experimento de la
cárcel de Stanford”.