“He venido hasta aquí sin tener muy claro lo que quiero decirte. Tú y yo hemos convertido la vida en un sueño; una quimera. Parecemos sonámbulos; unos niños atolondrados e inexpertos, incapaces de vivir a plenitud. Te he escrito cartas y cartas tratando de despertar una inquietud en ti. Y tú las has recibido. Nos movemos en la manigua del destiempo, tratando de coincidir… y el tiempo va pasando.
Tenemos miedo de que aquello que soñamos pueda convertirse en realidad, porque si sucediera, si por una equivocación el destino nos trajera la alegría, estamos convencidos de que seguramente no sabríamos afrontarla.
Tú has fabricado tu sueño, yo el mío. Sin embargo ellos nos unen hoy con un hilo invisible. Tememos mostrarnos como somos, quizá porque lo que somos nos da miedo.
Allí estás, escuchándome. Aquí estoy, hablándote. La vida que vivimos es un completo enigma. Tratamos de armar rompecabezas con nuestros desaciertos, buscando caminar hacia la luz. Pero para alcanzarla, hemos de atravesar las gamas de lo oscuro.
¿En qué tramo del túnel te encuentras?
Sé quien eres. Realidad y sueño que encajan perfecto. Lo supe desde la primera vez que te vi, aunque a mi conciencia le costara reconocerlo. Sabía que detrás de ti estaba un ser brillante, una hoguera por arder, una gota de miel; que has creado este universo ilusorio porque lo cotidiano te marchita. Aquí, el resto del mundo se hace ínfimo y te conviertes en la soberana de tus sueños. Yo lo comprendo. Te niegas a vivir entre los seres que se dejan morir viviendo patrones obsoletos. Generación tras generación, el ser humano ha ido creando su propia cárcel por tratar de mantener lo que otros establecieron como bueno. ¿Felicidad? ¿Sabes de alguien que cumpliendo su papel a rajatabla la conozca? Te dirán que sí, que ya la consiguieron: estudiaron, se graduaron, tienen pareja, hijos, casa y el futuro asegurado. Una mentira a la que todos juegan.
De la infelicidad es responsable quien no busca apartarse de las reglas: TENGO QUE, DEBO Y QUÉ DIRÁN. Esto que hacemos tú y yo, buscar el QUIERO, PUEDO Y SOY, es nuestra última huida hacia la vida. ¿Lo probamos?
¿Qué tal si nos quitamos las máscaras de una vez por todas? Hablo de las que portamos en el fondo de nuestra alma, las que no se ven pero están, las que nos han paralizado durante tantos años.
La única manera de vivir a plenitud es asumir lo que somos, independientemente de lo que los demás quieran que seamos.