André Laban, miembro de la tripulación del Calypso junto al mítico Cousteau, hace más de 40 años que comenzó a pintar paisajes submarinos. Desde entonces se ha sumergido en las aguas de medio mundo para retratar el desconocido paisaje que se esconde en el fondo del mar. Su técnica es todo un reto.
André Laban nació en Marsella en 1928. Participó durante 21 años junto al mítico comandante Cousteau a bordo del barco Calypso, en las numerosas aventuras marineras que les llevaron por todos los océanos de la Tierra. Su pasión por el mar y el arte le llevaron a fundir ambas aficiones, de manera que en 1966 se convirtió en uno de los pioneros de un nuevo campo artístico: la pintura submarina.
Para dar pinceladas bajo las aguas Laban utiliza la técnica de la pintura al óleo. Su único truco está en la tela, la cual recubre con grasas especiales para impermeabilizarla. Ya dentro del agua, usa una espátula para trazar sus paisajes a través de una pintura "plomiza que evita que suba a la superficie" que obtiene de la mezcla de óleo con densos y pesados materiales.
Varios quilos de plomo es lo que necesita Laban para que sus
caballetes no floten. Los apoya sobre la arena o sobre una roca y
empieza su labor. El pintor dice que para encontrar la suficiente luz
hay que trabajar entre 15 y 20 metros de profundidad.
Sus paisajes subacuáticos se han expuesto en distintos puntos del planeta. Y aunque no es el único, son muy pocos los artistas que como él encuentran la inspiración en las profundidades del planeta.
Sus paisajes subacuáticos se han expuesto en distintos puntos del planeta. Y aunque no es el único, son muy pocos los artistas que como él encuentran la inspiración en las profundidades del planeta.
La textura que logra es increíble. Las caprichosas formas
que toma la pintura al ser vertida en el agua es uno de esos fenómenos
que la naturaleza nos regala.
Mawson es un aficionado a tomar fotos bajo el agua, estas son algunas de ellas
Los nenúfares (en francés Les nymphéas) es un ciclo de pinturas al óleo que ejecutó el pintor francés Claude Monet
al final de su vida, sobre amplios paneles, como el de la ilustración,
que mide 219 × 602 cm, y que actualmente se exhiben en el Museo de la Orangerie de las Tullerías, en París, Francia.
Estos inmensos paneles representan un lago con nenúfares.
Monet los pintó para que quedaran suspendidos en círculo (dentro de
una estancia circular) de modo que crean el efecto del transcurrir de un
día o el de las cuatro estaciones que se desvelan ante los ojos del
espectador.
En el Museo de la Orangerie
están suspendidos en dos estancias ovales y suman ocho piezas. Los
motivos le fueron proporcionados por los nénufares del estanque de su
jardín en Giverny. Pintando en el agua
DON CABALLITO DE MAR
Cuando la
señora Caballito de Mar anuncia que ha llegado el momento de dejar caer
sus huevos, el señor Caballito de Mar, nervioso e ilusionado, le
pregunta amablemente si puede ayudar. ¡Por supuesto que puede! Ella va
a depositar los huevos en una pequeña bolsa que Don Caballito de Mar
tiene en la barriga, al tiempo que él promete cuidarlos bien.
A partir
de ese momento, el orgulloso padre, cargado con los huevos de los que
pronto nacerán sus hijos, va a cruzarse en su camino con otros
habitantes del mar que se encuentran en una situación similar a la suya;
futuros padres que cuidan de sus huevos con dedicación y cariño, aunque
cada uno lo hace a su manera: el señor Tilapia los incuba dentro de la
boca, el señor Kurtus los transporta adheridos a su cabeza… Con todos
ellos se encontrará Don Caballito de Mar y para todos tendrá palabras de
ánimo y aprobación. Y en cada ocasión, el pequeño lector va a aprender
algo sobre cómo cuidan los peces a sus crías y, sobre todo, rompiendo
estereotipos, entenderá que ésta no es una ocupación exclusiva de las
madres, sino que los padres pueden y deben participar activamente en el
cuidado de sus hijos.
Entre
encuentro y encuentro, escondida tras un coral, o camuflada entre unas
algas dibujadas en una lámina de acetato transparente, espera una
pequeña sorpresa; un grupo de peces jugando al escondite con el lector.
De este modo el libro, además de didáctico, es divertido: puede leerse
como si de un juego se tratase.
Pero lo
mejor de todo son las ilustraciones del libro. Carle vuelve a crear una
rica galería de personajes vistosos y alegres que captarán la atención
del niño por su plasticidad y su sencillez casi infantil. Mezclando collages
de tisú pintados a mano con otras técnicas y combinando colores
intensos y brillantes con tonos pastel, Carle consigue crear un fondo
marino bello y muy original sin que deje de resultar familiar para los
más pequeños.
Con
este libro, los niños de tres años en adelante se divertirán mientras
aprenden sobre temas tan distintos como la fauna marina, la
responsabilidad, los buenos modales o la paternidad.
Con un texto
amable y sencillo, en el que algunas frases se repiten rítmicamente para
facilitar la compresión y un final reconfortante, “Don Caballito de
Mar” es una excelente ocasión para disfrutar de la lectura con los más
pequeños de la casa.
Javier BR