Aire que vives en todos los tiempos
que duermes al viento y despiertas al mar.
Aire desnudo acuna el silencio
de dunas y pueblos, de cualquier lugar.
Eres el dueño que habita este sueño
extraño misterio que me hace cantar.
Sentir el palpitar
del suelo dormido antes de amanecer.
Entre tus brazos caer
dispuesta de nuevo a dejarme llevar
y de tu mano volar y volar
por desierto de tierras y mar
y volar y volar
con los vientos a ningún lugar
Rocas pobladas de aves que al alba
esperan en calma la primera luz.
Como ellas hoy tengo las alas
que serán alzadas si lo quieres tú.
Oír al mundo temblar
con la brisa que anuncia el día venir
y de golpe sentir
el sol que me impulsa a dejarme llevar.
Y de tu mano volar y volar
por desierto de tierras y mar
y volar y volar
con los vientos a ningún lugar
En tus brazos temblar
queriendo de nuevo a volverme entregar.
Y de tu mano volar
Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido: yo porque tú eras lo que yo más amaba y tú porque yo era el que te amaba más. Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: porque yo podré amar a otras como te amaba a ti pero a ti no te amarán como te amaba yo.
La ambición es una mala consejera, al menos fue la causa por la que el mítico Charro negro
comenzó a aparecer en nuestro país. Se cuenta que hace muchos años en
Pachuca vivían familias de mineros y jornaleros que trabajaban a
deshoras y en condición de esclavos. Entre ellos había un hombre llamado
Juan, un hombre ambicioso que no dejaba de quejarse de su suerte.
Un
día, al terminar su jornada laboral, se dirigió a la cantina más
cercana y comenzó a beber en compañía de sus amigos. Ya entrado en copas
comento:
“La vida es muy injusta con nosotros. Daría lo que fuera por ser rico y poderoso.“
En ese momento, un charro alto y vestido de negro entró a la cantina y le dijo:
“Si quieres, tu deseo puede ser realidad.“
Al
escucharlo, los demás presentes se persignaron y algunos se retiraron.
El extraño ser le informó que debía ir esa misma noche a la cueva del Coyote,
que en realidad era una vieja mina abandonada. Juan asintió, más
envalentonado por el alcohol que por el dinero. A la hora convenida ya
estaba parado frente a la mina, pero no vio nada extraordinario. Ya iba a
retirarse cuando descubrió un agujero en el cual había una víbora que
lo observaba fijamente. Juan se impresionó al ver el tamaño descomunal
de ese animal, por lo cual decidió llevárselo a su casa para poder
venderlo posteriormente. En su casa depositó a la víbora en un viejo
pozo de agua que se encontraba seco y lo tapó con tablas.
Su
esposa en vano intentó saber el motivo de su tardanza, porque el hombre
todavía estaba ahogado de borracho. Cuando se durmió, Juan comenzó a
soñar con la víbora, quien al parecer le decía:
“Gracias
por darme tu hogar y aceptar que entre en las almas de ustedes. Al
despertar encontraras en tu granero el pago por tu alma. Si decides
aceptarlo, tendrás que darme a tu hijo varón.“
Juan
tenía dos hijos: uno de seis anos y un bebé varón de escasos seis
meses. A la mañana siguiente, el hombre aún aturdido por los efectos del
alcohol se dirigió al granero, donde encontró entre el maíz desgranado
unas bolsas repletas de monedas de oro. No salía de su asombro cuando el
llanto de su mujer lo sacó de su concentración: su hijo menor había
desaparecido, mientras que la niña señalaba al pozo sin agua. Al retirar
Juan las tablas, encontró a su pequeño despedazado, pero no había ni
rastros de la víbora.
El dinero le
sirvió de consuelo. Se hizo de terrenos y construyó una hacienda. El
tiempo pasó, y en sueños la serpiente le hizo un segundo trato: “Ampliar su fortuna a cambio de más hijos“.
Juan
actuaba ya en una forma despiadada: Se hizo de muchas amantes, todas
oriundas de pueblos lejanos. Tras dar a luz estas mujeres, el hombre se
aparecía exigiendo al niño para su crianza. Al cabo de unos años su
fortuna creció considerablemente, pero llegó el día en que murió.
Se
dice que en el velorio la gente que se encontraba presente rezaba,
cuando entró por la puerta principal un charro vestido de negro que
exclamó:
“¡Juan!, ¡estoy aquí por el último pago!“
Dicho
esto desapareció, dejando un olor a azufre. La gente intrigada abrió el
ataúd de Juan y no encontró más que un esqueleto. Se cree que desde
entonces el Charro negro anda buscando quién cambie su alma y la de los suyos a cambio de unas monedas de oro.
La primera noticia cierta que tenemos a cerca del estudio
de los "DIBUJOS PAPILARES " nos la proporcionan los que en la segunda
mitad del siglo XVII dieron a conocer los anatomistas Mercelo Malpighi,
Ruysch y Albinus, quienes observaron en los dedos dibujos en forma de
espiral y remolino, reconociendo otros parecidos en las palmas de las
manos y en las plantas de los pies.
Las huellas dactilares son una característica propia de las
personas, de tal forma que es posible identificar a cada una por sus huellas dactilares.
Las huellas dactilares tienen un origen parcialmente genético, pero
no únicamente genético. Las huellas dactilares de los gemelos, que
comparten el mismo código genético, tienen muchos rasgos en común, pero
un CSI las puede distinguir, aunque hay gemelos encarcelados por un
crimen cometido por su hermano. Los patrones de las huellas son el
resultado de campos de fuerza elástica no lineales en competición en la
capa basal de células entre la dermis y la epidermis. Pequeños cambios
en la forma de cada dedo embrionario y de la futura yema del dedo
conducen a grandes cambios en la forma de los plieges de la piel. Las huellas dactilareshacen su aparición en los primeros seis meses de vida intrauterina.Una
vez la huella se ha formado, ya no cambia para el resto de la vida. La
unicidad dactilar, desde el punto de vista CSI, nos lo cuenta el
artículo técnico de Anil K. Jain, Salil Prabhakar, Sharath Pankanti, “On the similarity of identical twin fingerprints,”
Pattern Recognition 35: 2653-2663, 2002 , y desde el punto de vista de
la teoría de formación de patrones en el desarrollo embrionario Michael
Kücken, “Models for fingerprint pattern formation,” Forensic Science International 171: 85-96, 2007 .
¿Cómo se forman las huellas dactilares? Realmente no se sabe. La
biología de la formación de las huellas dactilares durante la
embriogénesis es extremadamente complicada y es difícil identificar los
procesos biológicos más relevantes. Aún así, se han propuesto diferentes
mecanismos de formación. El artículo de Kücken nos revisa los modelos
más importantes propuestos, aunque el autor “tira para casa” y propone
que su propio modelo es el mejor, Michael Kücken, Alan C. Newell, “Fingerprint formation,” Journal of Theoretical Biology, 235: 71-83, 2005 . Es un modelo matemático muy interesante. De hecho, Alan C. Newell,
con un índice-h de 46 según el ISI WOS, es uno de los grandes
especialistas en teoría de solitones y dinámica no lineal del mundo, y
también un reconocido bebedor de cerveza Guinness (como lo demuestra en
los congresos internacionales a los que asiste).
Los dedos empiezan a separarse unos de otros en el feto durante la
sexta semana generando ciertas asimetrías en la forma geométrica de cada
dedo. Las yemas de los dedos empiezan a definirse a partir de las
séptima semana. A partir de la décima semana, empiezan a formarse las
primeras ondulaciones que formarán la huella, patrones que van creciendo
y deformándose hasta “rellenar” el dedo completo. La formación de la
huella se da por finalizada alrededor de la semana número 19. A partir
de ese momento las huellas dactilares ya dejan de cambiar por el resto
de la vida del individuo. La figura de arriba ilustra algunos pasos de
este proceso (del artículo de Kücken).
¿Por qué se inicia el proceso de formación de las huellas? El modelo
de Kücken-Newell se basa las ecuaciones de la elasticidad de von Karman,
dos ecuaciones en derivadas parciales acopladas fuertemente no
lineales. Sin entrar en detalles técnicos, es el resultado de una
deformación (plegamiento) en una capa de células de la piel, la capa
basal entre la epidermis y la dermis, que sufre un crecimiento celular
rápido que genera esfuerzos que la contraen como una goma elástica,
generando el relieve de la huella. La siguiente ilustración muestra el
proceso.
¿Cómo este proceso genera las estructuras de las huellas
digitales? Medante una competición entre diferentes fuerzas, las
que forman los plieges de la piel y las que tratan de restringir el
crecimiento adaptándose a la forma geométrica de la punta del cada dedo
en fase embrionaria. Estos campos de fuerza deforman los patrones que
inicialmente emergen logrando que adopten formas diversas. La siguiente
figura ejemplifica algunos de estos campos de fuerza y nos presenta un
resultado de “huella” generada por simulación numérica de las ecuaciones
de Kücken-Newell.
¿Por qué las huellas dactilares son únicas? Porque son el resultado de
un proceso de formación de patrones no lineal con fuerte dependencia con
las condiciones iniciales. Pequeños cambios en el campo de fuerzas
elástico que genera las huellas son amplificados y conducen a grandes
cambios en el patrón final. La teoría de Kücken-Newell es
matemáticamente bonita y físicamente razonable, pero requiere ser
contrastada con resultados experimentales in vivo. No es fácil
obtenerlos.
Sin llegar a tal especificidad que requiere métodos sofisticados, es posible identificar
el tipo de huella que tenemos cada uno de nosotros, ya que las huellas dactilares de todas
las personas se pueden clasificar en cuatro tipos: lazo, compuesta, arco y espiral, que se
pueden observar en las siguientes imágenes
Esta identificación se pude llevar a cabo por varios métodos.
Nosotros la hemos realizado por tres métodos diferentes: con yodo, con carbono activo y
con polvos de talco. Describimos, a continuación alguno de ellos.
Método que se basa en la sublimación con yodo
En esta experiencia hemos necesitado yodo cristalizado, papel de
filtro, un frasco de cristal, pinzas y crema de manos.
Lo primero que hay que hacer es coger el dedo índice de la persona
que se va a hacer la huella y ponerle crema de manos que se extiende por el dedo. Después
se imprime la huella en un círculo de papel de filtro, apretando fuerte en forma de
rodillo y con una sola pasada.
Se introduce el círculo de papel de filtro en el bote de cristal
que tiene en su interior una pequeña cantidad de yodo cristalizado. Esperamos alrededor
de tres minutos para que se produzca la sublimación directa del yodo (cambio de la
materia de sólido a gas). Esta sublimación es lenta ya que trabajamos a temperatura
ambiente.
A continuación sacamos el papel de filtro del frasco con una pinza
e identificamos a cuál de los cuatro tipos pertenece la huella presente. Ésta aparece en
el papel ya que el yodo es soluble en el alcohol presente en la crema de manos y presenta
el color pardo, típico de esta disolución.
Método que utiliza carbono activo
En este caso el material utilizado es carbono activo, cartulina
blanca, un pincel o brocha pequeña y crema de manos.
La primera parte del proceso es exactamente igual al caso anterior,
pero en este caso la huella se imprime sobre la cartulina blanca, sobre la que
espolvoreamos el carbono activo, de tal forma que cubra totalmente la huella. Se espera
unos segundos y se elimina el carbono con el pincel. El carbono deja la forma de la huella
por un fenómeno de adsorción. A continuación identificamos el tipo de huella.
El método que utiliza los polvos de talco es exactamente igual al
anterior, pero utiliza cartulina negra y polvos de talco en lugar de carbono activo. Sus
resultados son menos satisfactorios.
En el verano de 2008, la policía de Tolima (Colombia) detuvo a un
hombre que había intentado huir de un control rutinario de carreteras.
Al principio, los agentes no notaron nada raro en su apariencia, pero,
al tratar de comprobar su identidad, se llevaron una sorpresa mayúscula:
no tenía huellas dactilares.
Según averiguaron más tarde, el individuo se había sometido a una
intervención para seccionar las yemas de sus dedos. De ese modo,
sospechaban, pretendía 'borrar' su vida anterior en los archivos
policiales o, al menos, ocultar su rastro en posibles delitos.
En este caso, fue la cirugía quien diseñó estas "manos del perfecto ladrón",
pero la naturaleza también es capaz de crearlas. Lo sabe bien una
familia suiza, muchos de cuyos miembros nacen dese hace generaciones sin
ningún tipo de marca en sus dedos, palmas y plantas del pie.
Su caso ha sido analizado por varias investigaciones, que han
bautizado el problema como 'la enfermedad de los retrasos en
inmigración' debido a los problemas que los individuos de este clan
experimentan cada vez que intentan franquear determinadas fronteras.
La clave, en el ADN
Los estudios exhaustivos sobre la familia han permitido recientemente
dar con la causa del problema. Según un trabajo publicado en la revista
'The American Journal of Human Genetics',
la adermatoglifia –denominación científica del trastorno- se debe a una
mutación genética. En concreto, un 'error' en el gen SMARCAD1 parece
ser el origen del curioso trastorno.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores –un equipo del
Hospital Universitario de Basilea (Suiza) y la Universidad de Tel-Aviv
(Israel)- evaluaron el perfil genético de nueve individuos afectados por
el problema y los compararon con el de otros siete familiares
completamente sanos.
Sólo quienes carecían de huellas dactilares presentaban la citada
mutación genética, que, según investigaciones previas, tiene un
importante papel regulador en la expresión de varios genes relacionados
con el desarrollo.
El fallo en el ADN también se relacionó directamente con una menor producción de glándulas sudoríparas, una característica que presentaban todos los individuos afectados.
"Nuestros datos vuelven a subrayar el hecho de que las raras
condiciones monogénicas representan una herramienta de incalculable
valor para la investigación de aspectos ocultos de nuestra biología",
comentan los autores de este trabajo, que continuarán indagando sobre el
tema.
Según sus datos, hasta la fecha sólo se han identificado otras tres
familias con un problema congénito similar al del núcleo suizo
investigado, aunque es cierto que otros trastornos, como el Síndrome de Naegeli-Franceschetti-Jadassohn, también pueden provocar una formación anormal de las huellas dactilares.