Hoy navegando por la red entré en la página http://www.culturizando.com/ y me encontré con esta reflexión, me pareció interesante y pensé en compartirla con todos vosotros y vosotras.
Espero que al igual que a mi os resulte cuanto menos...interesante.
“Lo que nos hiere es lo que nos cura” Paulo Coelho
Leí esa frase y pensé “qué ironía” en cuestión de segundos me asaltaron los recuerdos y comprobé que realmente es así.
Nos gustaría vivir en un constante “y fueron felices para siempre”. Tener los mejores amigos, la familia perfecta, el trabajo ideal, una pareja que nos entienda por telepatía, mudarnos eternamente en el país de las maravillas de Alicia y escribir allí nuestra historia. Pero la realidad de la vida es otra, es un constante levantarse tras caídas y/o decepciones, implica un eterno sacrificio y tortuosos procesos de aceptar cosas que no podemos cambiar, que al mismo tiempo son herida y medicina, sin los que simplemente no podríamos crecer.
En estos días me encontré con una señora que contaba los maltratos que sufrió en la ciudad cuando vino a estudiar, decía con expresión de rabia en su rostro las cosas que tuvo que aguantar sin poder decir nada porque no había más salida para ella en ese momento, pero también me explicó que fueron justamente esos maltratos los que la motivaron a esforzarse por salir de esa realidad y demostrar que ella era capaz de superarla. Sin ellos, no habría aparecido el gran desafío que la convirtió en la mujer de éxito que es hoy.
¿Recuerdan a los marginados del colegio? Esos que eran el objeto de toda clase de burlas, motivo de interminables ratos de risa y a quienes hasta algunos profesores llegaron a subestimar. Un buen día después de mucho tiempo te encuentras con ellos y te sorprendes al ver que la vida les ha sonreído. Por lo general son las heridas del pasado el motor de la sonrisa que le da la vida en el presente. Han tenido que librar duras batallas contra las críticas y la realidad que a veces muestra su rostro más agresivo, pero han sido sabios, y han salido de la tribulación con la victoria, con experiencia y con la satisfacción de superar las expectativas que otros tenían de ellos sin siquiera mencionar una sola palabra, porque los resultados hablan solos.
Todo viene en equilibrio. Sin el dolor no disfrutaríamos en su plenitud el amor, la escasez nos enseña a administrarnos en la abundancia y sin la tristeza la alegría no sería más que un ejercicio para mostrar los dientes, sin brillo en los ojos, sin chispa o emoción alguna. Tanto una cosa como la otra son necesarias para vivir, y crecer emocionalmente.
Críticas
Todos criticamos en algún momento y a lo largo de nuestra existencia somos a su vez objeto de muchas críticas. A veces vienen de quienes menos las esperamos (no sé porque aunque decimos que amigo es quien nos dice la verdad en la cara, cuando eso pasa muchos lo toman como una traición) pero aunque en un momento nos hacen estallar de la rabia son las responsables de nuestro avance. Desde el aspecto físico hasta nuestra conducta, cuando pasa el malestar propio de “ego herido” revisamos lo que anda mal y terminamos siendo mejores personas. De modo que nuestros más duros críticos son inconscientemente nuestros mejores amigos.
Cuestión de Actitud
No hay una fórmula que garantice el éxito en la vida, pero si de una cosa estoy segura es que todo fluye o se estanca de acuerdo a la forma en que tomes los acontecimientos y esto lo decide tu actitud. El “y fueron felices para siempre” en el mundo real tiene error de continuidad, por lo que requiere un esfuerzo departe de nosotros para dar al cuento de nuestras vidas una trama interesante en la lucha por mantener la felicidad a pesar de no tener familias perfectas, discutir de vez en cuando con los amigos, hacer magia para sobrevivir en el trabajo que nos ha tocado y sobrellevar lo que no nos gusta de nuestra pareja porque al fin y al cabo nosotros tampoco somos perfectos.
Siempre habrá heridas, pero lo importante de las mismas es que pueden ser la medicina que te cure de la monotonía o de la propia desvalorización. De vez en cuando hace falta un mal jefe para que llegues a un mejor trabajo, hace falta las estupideces de un compañero sentimental para que te des cuenta que mereces algo mejor y también hace falta que te hiera un amigo para comprobar que a pesar del dolor la amistad es tan fuerte que puede sobrevivir a los malentendidos y fortalecerse después de estos.
Así como los rayos del sol vienen a reclamar su lugar en el cielo después de la tormenta, la alegría vienen a reclamar su espacio en nuestras vidas después de un mal momento, solo es cuestión de no rendirse.