En algún lugar...
- Ella se ha ido, ¡cómo la echo de menos! -
Sumida en sus pensamientos Penélope camina lentamente, mientras ahoga un
suspiro en el pecho.
Sus
manos viajan en el bolsillo del pantalón. En su caminar lleva los hombros
ligeramente encogidos y la mirada perdida en la profundidad del suelo. Le
acompañan cómplices los sonidos de la noche y de fondo el murmullo sosegado de
las olas del mar.
Penélope.., siempre le ha gustado su nombre. Nombre que
sus padres habían extraído de la mitología griega por alguna razón que
desconocía: a lo largo del tiempo por su
dulzura, por su amor eterno a Ulises, por su capacidad para esperarlo, por su
astucia para no dejarse engatusar por otros, por su capacidad de amar, por su
entrega, por ser tan amada.., se había identificado totalmente con él. Pero…,
ahora toda esa fuerza parece que se aleja. Se siente triste, angustiada. Ahora,
en su desazón..., se siente sola, vacía…
Un
escalofrío sacude sus huesos. Saca las manos de los bolsillos y se regala un
abrazo lento, masajeando sus brazos desnudos con las manos. Mira hacia el
cielo, sus ojos verdes buscan en él lo que le arrebató la tierra.
Su
mirada está húmeda. Su pecho está reseco de tanto llorar. El verde de sus ojos
queda enganchado en la luminosidad de la Luna. Detiene su
andar. Se mece el cabello con las manos, mientra suelta el pelo color azabache
sobre sus hombros.
El
mar parece llamarla con su sonido rítmico. La sal y el aroma de las algas
penetran por su nariz despejando los sentidos. El camino parece detenerse junto
a un muro de piedra, que hace las veces de banco improvisado para sus penas.
Se
siente cansada… muy cansada. Son varios días castigada ante su ausencia, son muchos minutos de soledad. Esa soledad
acompañada, que por momentos se vuelve cruel…
- - Ella.., tan llena de vida se fue dejándome
sola – cierra los ojos, que de nuevo se humedecen en lágrimas y su corazón
se pliega con fuerza en el pecho.
Levanta
de nuevo la vista y tiene la impresión que la Luna desea hablarle. Fija su mirada esmeralda
sobre el camino de plata que el propio astro dibuja sobre el mar.
- -Te siento a mi lado. Se que estás conmigo,
dentro de mi. Tu cuerpo apenas tenía veinte años y se fue. Pero yo, en mi
angustia, en mi soledad me siento llena de ti, de tus recuerdos, de tu risa
contagiosa, de tu ternura infinita…
Con
sus ojos recorre de nuevo el camino señalado por la Luna. Cree que esa
imagen intenta decirle algo. Siente que desea llevarla a algún lugar. Sus ojos
escrutan la noche y puede ver con nitidez la grácil figura de su hija bailar…
Baila con movimientos armoniosos, llena de luz y envuelta en seda color blanco.
Inmersa en esa danza sonríe y se va alejando suavemente.
La
vio marcharse. La dejó ir. Advirtió que sobrepasaba la luna, para depositarse
cerca, muy cerca. Sobre una estrella que brilla en el firmamento con luz
intensa, con luz propia. Su luz…
Penélope
tomó aire, se llenó de calma y haciendo suya la escena.., sonrió.
Aquella
era su estrella. Aquel sería su refugio, su hogar. Ahora sabía que desde
aquella luz saldría cada noche a buscarla. Allí descansaba su hija. Desde allí,
al final de cada día y con un parpadeo de su albor, su hija le diría cada
noche… “…Estoy orgullosa de ti Mamá. Te quiero…” .
JpTorga