El radar analógico
La invención del radar en la década de 1930 no sólo salvó a Gran Bretaña de la Luftwaffe alemana, también dio a los aliados una enorme ventaja sobre sus enemigos en la Segunda Guerra Mundial. Imagínense dónde estaríamos si el único medio para detectar las aeronaves enemigas hubiesen sido los antiguos espejos de sonido, cornetas acústicas y tubas de guerra usados antes de la invención del radar.
Las raíces de la localización acústica se remontan a finales del siglo XIX, incluso antes de la invención de los aviones. Las primeras entregas de estos aparatos aparecieron en las páginas de la revista Scientific American de 1880. El profesor Mayer patentaba en 1879 este curioso aparato destinado a localizar fuentes de sonido.
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Años después, se mejoraría el Topophone y llegaría una nueva versión que, además de servir para escuchar sonidos ampliados, también valía para que te escucharan a larga distancia. Vamos, ¡¡todo un portento tecnológico!!
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Durante las siguientes décadas, los ampliadores de sonido portátiles proliferaron mucho y aparecieron en el mercado una infinitud de modelos hasta que las mentes militares fueron adaptándolos para usos militares.
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La proliferación de los ataques aéreos en los conflictos bélicos necesitaron de aparatos de detección cada vez más sofisticados y capaces de “escuchar” a los aviones a una distancia considerable para tener tiempo de reacción. Los espejos sonoros portátiles u orejeros, se convirtieron en enormes y aparatosos conos o cuernos. Para su uso, se seleccionaban a los soldados con oído más fino, capaces de detectar el pedo de una mosca a varios kilómetros de distancia.
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Mientras que los ingenieros militares corrían tras el radar electrónico, todos los ejércitos se tenían que apañar con lo que tenían y, al igual que los aliados, las tropas de Hitler también tenían sus propios ampliadores de sonido. He aquí, las Ringtrichterrichtungshoerer (o “anillo de cuerno de detector de dirección acústica”) … RRH, para abreviar, utilizada durante la Segunda Guerra Mundial por el ejército alemán.
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No nos olvidemos de Japón y de sus extrañas “tubas de guerra”. Estas eran una variación de la bocina acústica, un intento fracasado de aparato antiaéreo que pretendía hacer caer a los aviones mediante ondas de sonido de baja presión.
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Los británicos también crearon una serie de espejos acústicos fijos a los largo del Canal de la mancha. Estos eran simples conchas parabólicas de hormigón, con un orificio inferior donde el “escuchador” ponía la oreja. Muchas de estas parabólicas sobreviven hoy en estado de abandono, testimonio de la tecnología rudimentaria que se utilizaba hace tan apenas unas décadas.
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Fuente:
http://tejiendoelmundo.wordpress.com