Eh! coge mi mano así sin miedo, bésame y no mires al suelo el tiempo que aun nos queda, vivámoslo como si fuera eterno. Los dos cogidos de la mano, por las calles. Y regalándonos mil besos en cada rincón te quiero así, si, tal como eres, para mi. Los dos cogidos de la mano...
Pasarás por mi vida sin saber que pasaste
pasarás en silencio por mi amor,y al pasar,
fingiré una sonrisa,como dulce contraste
del dolor de quererte…y jamás lo sabrás
soñaré con darte aunque sea un beso en la frente
soñaré con tus ojos, un enigma a descifrar
soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás
te amare en silencio,como algo inaccesible
como un sueño que nunca podrá ser algo real
y el lejano de mi amor imposible...
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás
y si un día una lágrima denuncia mi tormento
el tormento infinito que te debo de ocultar
te diré sonriente...
No es nada, ha sido el viento
me enjugaré la lágrima... y jamás lo sabrás.
El otro día estaba en un albergue en la sierra, escuché que alguien decía:
"¿Por qué no tapamos los sacos de dormir con las mantas, y así por la
noche, cuando vayamos a dormir, estarán calientes?"
Eso no serviría de nada. Pero, ¿por qué?, ¿dónde está el fallo?
Cuando
te tapas con una manta, está claro que entras en calor, pero ¿de dónde
viene ese calor? ¿Es la manta quien te lo transmite?
De
pequeñitos aprendimos la máxima: "La energía ni se crea ni se destruye,
sólo se transforma". Y está claro que el calor es energía. Por eso el
calor no puede aparecer así porque sí, sino que debe venir de algún
lado. Cuando algo se calienta es porque otra cosa se está enfriando y
perdiendo calor.
Sin
embargo, al taparnos con una manta, no le estamos robando calor a la
manta, sino que lo que en realidad está ocurriendo es que la manta
impide que nuestro cuerpo pierda calor.
El cuerpo humano pierde
muchísimo calor constantemente, por eso tenemos frío! La manta, por sí
sola no tiene manera de conseguir calor: el ambiente es frío, ella está
fría y no tiene ningún enchufe de donde conseguir energía. Por eso, lo
único que puede hacer es limitarse a impedir que perdamos calor,
recogiendo el calor que expulsamos e impidiendo que se pierda en el
ambiente.
Frecuentemente hablamos de los premios Nobel, de los
ganadores año tras año, de la importancia que revisten, de los motivos
por los que se otorga. Pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado cómo es
que surgió este galardón? ¿Desde cuándo? ¿Por qué se llaman así?
Para hablar del origen de este prestigioso reconocimiento, es
indispensable hablar de la persona que le dio nombre y por la cual se
inició esta historia de galardones que, hasta el día de hoy, se
continúan otorgando. Y esa persona se llamaba Alfred Nobel.
Alfred Bernhard Nobel fue un reconocido científico sueco que, además de haber pasado a la historia por darle nombre al premio, fue el inventor de la dinamita.
Y no es casual que haya hecho semejante invento: su padre regentaba una
fábrica de armas que finalmente derivó en la quiebra. Es decir, que
desde pequeño estuvo en contacto con el mundo armamentístico, contacto
que casi le costó la vida.
Alfred Nobel se dedicó mucho al estudio de la nitroglicerina.
Estaba abocado a lograr algún sistema que permitiera el uso "seguro" de
los éteres nítricos de la glicerina, los cuales son altamente
inestables y hacen de su manipulación algo muy peligroso.
El hecho de experimentar con sustancias explosivas le trajo un costo
muy alto: uno de sus experimentos derivó en una terrible explosión en la
que murió su propio hermano, Emilio Nobel, y otras cuatro personas.
Esto le trajo una oleada de críticas en su contra. Pero no cesó en sus
experimentos y finalmente logró inventar la dinamita, un explosivo plástico que redujo significativamente el riesgo de accidentes frente a su uso y manipulación.
La creación de los premios Nobel
Además de inventar la dinamita y experimentar con nitroglicerina, Alfred Nobel inventó muchos artefactos explosivos como la la gelignita y la balistita.
Todos sus inventos fueron, como es de esperarse, muy bien acogidos por
la industria bélica, además de la minería, la ingeniería y la
construcción.
Además de científico, Nobel tenía buen ojo para las
finanzas. Patentó todos sus inventos y a raíz de ello amasó una enorme
fortuna. Pero tenía reparos con respecto a ello, porque sabía que sus
inventos eran fundamentalmente utilizados para provocar la muerte y la
destrucción.
Quiso que su nombre estuviera ligado a
algo más positivo, que se le recordara de manera más benévola y por eso
firmó su testamento el 27 de noviembre de 1895, en el Club Sueco-Noruego
de París.
Alfred Nobel murió el 10 de diciembre de
1896 y toda su gran fortuna, conseguida en parte gracias a la dinamita,
fue puesta en manos de una fundación, que se creó para este efecto el 29
de junio de 1900, para que la administrara de tal manera que todos los
años pudieran premiarse a personas que hubieran realizado
investigaciones sobresalientes, inventado técnicas o equipamiento
revolucionario o hecho contribuciones notables a la sociedad. Estos
fondos eran tan grandes (31 millones de coronas suecas, unos 1.650
millones de euros) que, sólo con los intereses que los bancos concedían
al capital depositado por Nobel, era suficiente para pagar una suma muy
importante a cada premiado.
Las categorías que instituyó Nobel fueron
cinco: Literatura, Física, Química, Medicina y Paz, y se otorgaron en
1901, a pesar de que cogió algo descolocadas a las instituciones
encargadas de concederlos, pues Nobel no lo había consultado previamente
con ellas. Estas instituciones, expresamente seleccionadas por Alfred
Nobel, fueron, para el de física y el de química, la Academia Sueca de
las Ciencias; para el de medicina, el Instituto Karolinska de Estocolmo;
para el de literatura, la Academia de Estocolmo, y para el de la paz,
debía crearse un comité formado por cinco personas elegidas por el
Parlamento noruego. Una tras otra, todas las instituciones tuvieron que
aceptar expresa y públicamente esta designación. Algunos años más tarde,
en 1969, se crearía la categoría de Economía, pero Nobel no había
previsto fondos para este premio y por esto se hace cargo del él el
Banco de Suecia. Los más puristas no lo consideran un premio Nobel como
tal, al no haber sido creado por él.
El año 1902, las casas de la moneda de
Suecia y Noruega, acuñaron la medalla de oro que identifica a estos
premios y que se entrega sin variación desde entonces. También desde ese
año los premios los entrega el Rey de Suecia. A pesar de que Nobel
indicó en su testamento de manera expresa que no se tuviera en cuenta la
nacionalidad de los candidatos, el entonces regente, Óscar II no quería
que los premios se concedieran a personas que no fueran suecas, o al
menos escandinavas, pero luego cambió de idea al darse cuenta de la
importancia a nivel internacional que le reportaría a su país.
El premio, uno de los de mayor montante
económico, asciende a 1.100.000 Euros. 822 personas han recibido el
premio Nobel; solamente 40 han sido mujeres.
Aunque los nombres de los premiados se
anuncian durante el mes de octubre, la gala de entrega de premios se
lleva a cabo en Estocolmo el 10 de diciembre de cada año, fecha en que
murió Alfred Nobel.
Algunosganadores del premio Nobel
Este es un pantallazo a la historia de los premios Nobel. A lo largo del siglo pasado le han sido otorgados a científicos de la talla de Marie y Pierre Curie, Albert Einstein, Niels Bohr y Severo Ochoa. Pero también han sido galardonadas personas fuera del área de la ciencia, como Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Martin Luther King, Rigoberta Menchú y Nelson Mandela.
Todavía se sigue otorgando el premio Nobel aunque en
los últimos años ha sido muy discutido, especialmente el premio Nobel
de la Paz y el de Economía, que han sido otorgados a personas que en
absoluto han contribuido al beneficio de la humanidad, como Milton Friedman (Premio Nobel de Economía) y Jimmy Carter (Premio Nobel de la Paz). Incluso Barack Obama fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en un marco de fuertes críticas debido a su falta de mérito del mismo.
El futuro dirá si el prestigio de esta premiación sigue en pie o va
en decadencia. Por lo pronto, es un premio ansiado por muchísimos
científicos, dado que en ese terreno se ha mantenido en gran altura. Con
respecto a los premios de Economía y Paz, sólo cabe esperar que los
próximos les sean otorgados a personas que realmente los merezcan y que
mantengan el espíritu con el que originalmente fueron creados.
Algunas curiosidades sobre los premios Nobel:
Otorgados por primera vez el 10 de diciembre de 1901, los Premios Nobel se quedaron desiertos en seis ocasiones: 1916, 1931, 1934, 1940, 1941 y 1942.
El Premio Nobel más joven hasta la fecha ha sido el físico Lawrence Bragg,
que tenía 25 años cuando recibió, junto a su padre, el galardón por la
investigación de los fenómenos de refracción y difracción de los rayos X.
El laureado de más edad fue Leonid Hurwicz, que ya había cumplido los 90 años cuando le concedieron en 2007 el Premio Nobel de Economía.
Contando con los premiados en 2011 solo 43
mujeres han conseguido el premios Nobel, aunque Marie Curie, al
conseguirlo dos veces eleva a 44 el número de galardones otorgados a
féminas, frente 783 hombres y 20 organizaciones de distinta índole, según la página oficial de los premios. La primera mujer en conseguirlo fue Marie Curie, ganadora del Premio Nobel de Física en 1903 junto a su marido Pierre Curie y Henri Becquerel y de Química en 1911.
La familia Curie es la que más galardones ha acumulado en la historia de estos premios. Dos Nobel
fueron a parar a manos de Marie Curie, uno de ellos compartido con su
marido Pierre Curie. Y la hija del matrimonio, Irène Joliot-Curie,
recibió junto a su marido Frédéric Joliot el Premio Nobel de Química en
1935 por sus trabajos en la síntesis de nuevos elementos radiactivos.
Adolf Hitler obligó a tres premios Nobel a rechazar el galardón.
El primero fue Richard Kuhn (1938), Premio Nobel de Química. Al año
siguiente hizo lo mismo con Gerhard Domagk (Fisiología y Medicina) y
Adolf Butenandt (Química).
La derrota de la Invencible Armada marcó el fin de 300 años de hegemonía española,
mientras que Gran Bretaña, por su parte, junto con detener los avances
napoleónicos, consolidó, por más de un siglo, su poderío naval. El
dominio de los mares permitió a los británicos montar el imperio mundial
más grande de su tiempo, que duró hasta la II Guerra Mundial. Trafalgar
es un hito en la historia de la humanidad, que dio inicio al periodo
conocido como la “Pax Britanica”, la cual marcó la dinámica de las
relaciones políticas, económicas, culturales y sociales del siglo XIX.
La batalla de Trafalgar tuvo lugar el 21 de octubre del año 1805 a la
altura de cabo Trafalgar (Cádiz), enfrentándose la flota británica,
comandada por el almirante Horacio Nelson,
contra una flota combinada franco-española bajo el mando del almirante
Vileneuve. Fue la última gran acción de guerra en el mar de este
periodo, perdiéndose al rededor de 5.000 vidas y 15 buques (esto último
principalmente a causa del temporal del SW que se desató sobre los
maltrechos buques al día siguiente) y sus consecuencias se prolongaron
mucho más allá de las guerras napoleónicas.
El comandante británico Nelson murió, a bordo de su buque
insignia HMS Victory, a consecuencia de las heridas recibidas en los
albores del combate, lo que convirtió en triste a aquel día para ambas
marinas: para la franco-española, por la muerte de muchos de sus
almirantes, y por su propia destrucción; para la inglesa porque, a pesar
de lograr una fabulosa victoria, perdía a uno de sus líderes militares
más carismáticos y respetados de toda su historia.
El general Álava informó el 6 de agosto de 1805 de la falta de pericia de los artilleros de la flota:
"En la revista de inspección que acabo de
pasar a los navíos “Bahama” y “San Leandro”, me pareció conveniente
hacer que se representase el simulacro de un combate de mar
practicándose el ejercicio de cañón á fuego para poder formar juicio
del grado de instrucción en que se hallan los equipajes, mas como era
la primera vez que disparaban artillería, ocurrieron adversos defectos
de entidad, producidos por falta de tales ejercicios, como el
introducir algunos los cartuchos por el revés, dejar otros dentro el
atacador, etcétera. Esto me ha hecho conocer la necesidad absoluta de
que se verifiquen una y otra vez en los navíos estos ejercicios que no
están en uso, y que por este motivo lo participe á V. E. por si
mereciese su aprobación ésta providencia, y el consuno de la pólvora
adicionada que podrá este efecto pido al Departamento, disponiendo que
se hagan cartuchos de papel y de sola la mitad de la carga ordinaria
con el fin de economizar gastos".
Pero, ¿desde cuando era tan desastrosa la situación de la Armada
española? Hasta el fin del reinado de Carlos III en 1788, las
tripulaciones españolas habían sido igual de eficaces que sus homólogas
británicas y francesas, sobre todo en funciones de guardacostas y
protección de las rutas comerciales y de sus convoyes, que era lo que
realmente importaba para la conservación del enorme imperio español de
ultramar.
Fue la llegada de un rey débil e incompetente, Carlos IV, junto con
ministros totalmente ineficaces y analfabetos en los asuntos del mar,
como Godoy, y una Hacienda en ruina, las razones que llevaron en poco
menos de una decena de años a una Armada poderosa y temible a ser un
mero títere de los franceses, en un estado de dejadez lamentable, con
una marinería carente de entrenamiento, que no recibía sus salarios,
sin ninguna inversión en artillería y otros adelantos tecnológicos...
Todo este cúmulo de despropósitos le costaron a España su Imperio.
Napoleón quería invadir Gran Bretaña y para ello debía dominar el canal
de la Mancha. Ordena que toda su flota se concentre en Bretaña. El 30 de
marzo del 1805 el almirante Villeneuve logra romper el bloqueo
británico en Tolón, y tratando de unirse al resto de la flota francesa
pone rumbo a las Antillas. En Cádiz
se incorporó parte de la flota española bajo el mando del almirante
Francisco Gravina. El resto de la flota francesa queda bloqueada en
Brest y otros puertos.
Nelson tuvo conocimiento de la marcha de Villeneuve el 10 de abril y
comenzó una persecución a lo largo del Atlántico. Después de un
enfrentamiento, el 22 de julio, a la altura de Finisterre, contra e
almirante Calder y su escuadrón de 15 navíos (apresó dos buques
franceses y hundió a los españoles San Rafael y Firme) la flota combinada fondea en Vigo.
El día 13 de agosto se les une Cosme Damián de Churruca en el San Juan Nepomuceno,
comandando una flota de otros nueve navíos. Se hacen a la mar y el
almirante Villeneuve, tras titubear ante la orden de partir hacia el
canal de la Mancha (presumiendo la presencia de Nelson en la zona),
decide poner rumbo a Cádiz, adonde arribaron el 20 de agosto, demorando
la posible invasión de Inglaterra. Parece ser que Villeneuve recibe el
14 de septiembre la orden de dejar Cádiz y proceder a Nápoles
pero decide permanecer en la ciudad. Ese mismo día Nelson parte de
Porstmouth con la intención de unirse a la flota de Collingwood, que ya
bloqueaba el puerto de Cádiz. El 28 de septiembre llegó al golfo de
Cádiz. Y comenzó la espera.
Nelson había concentrado su flota de 27 buques a unas
50 millas al oeste de Cádiz, manteniendo un sistema de
aprovisionamiento con base en Gibraltar
y manteniendo una cadena de comunicación basado en señales visuales
(código de banderas) entre sus fragatas.
Ya el 9 de octubre Nelson reunió a sus capitanes y les explicó su plan.
Los buques formarían en dos columnas, con Nelson al mando de una y
Collingwood de la segunda. La primera atacaría perpendicularmente hacia
el centro de la línea enemiga (formación en fila, la habitual en el
combate naval entonces) y la segunda, próxima a la anterior, a la parte
posterior de la misma línea. Esa táctica, valiente por cuanto supone
aguantar el fuego enemigo hasta alcanzarlo, permitía:
Aprovechar las dos bandas de cada buque inglés para disparar a
cada uno de los buques enemigos que quedaban a cada banda una vez
alcanzada la línea enemiga; disparos encima dirigidos ala proa o popa,
zonas peor protegidas que el costado en los navíos de línea.
Emplear las carronadas, cañones de corto alcance cargados con
metralla y que tenían efectos devastadores sobre las cubiertas enemigas
(que, por cierto, no fueron montados a bordo de la flota franco-española
a pesar de disponer de ellos).
Al cortar la línea enemiga, los buques que quedaban delante
debían virar y regresar para entrar en combate perdiendo un tiempo
precioso.
De hecho, esta táctica lo que conseguía era disminuir el
número de buques enemigos que pudiesen en trar en acción, y por ende, el
número de cañones.
Una vez entre las líneas enemigas, se intentaba rodear a cada buque enemigo por al menos dos navíos propios.
La acción era novedosa (sólo se había empleado en dos
ocasiones anteriormente por los propios británicos) por lo que la
reacción no podía estar preparada.
El 17 de octubre Villeneuve recibe información
del servicio de inteligencia: 4 buques británicos salían
al mediterráneo desde Gibraltar escoltando un convoy, y que otros
2 buques se hallaban en Gibraltar reaprovisionándose y sometidos
a reparaciones.
Al día siguiente Villeneuve
, pensando que la flota de Nelson se ha debilitado con las bajas de los
barcos antes indicados, se decide sacar la escuadra de Cádiz y así
intentar conseguir la reconciliación con el emperador.
El 19 hace las convenientes señales
para darse al mar toda la escuadra. Está compuesta por 33 navíos
mientras que los ingleses tienen 27.
A las 06.00 horas aparece la señal
<Izad velas y adelante>; al mediodía, con solo 7 barcos fuera,
el viento desaparece y reina la calma, es necesario utilizar botes para
remolcar el resto de la escuadra. Al mediodía del 20 toda la escuadra
se encuentra en mar abierto. En Cádiz se presiente la catástrofe
y en la iglesia del Carmen es tal la cantidad de gente que acude a rezar,
que se tienen que formar tandas para entrar.
El tiempo que había permanecido
la escuadra en Cádiz había restado habilidad en los miembros
de las tripulaciones, además los navíos no estaban suficientemente
equipados. Los españoles se temen lo peor.
El 19 a las 9'30 horas el Mars repite
la señal ' El enemigo empieza a salir del puerto ' , entonces desde
el Victory se iza la señal ' Persecución general, sudeste
'. Nelson establece un sistema de seguimiento de la escuadra, manda colocar
dos fragatas cerca del enemigo para que comuniquen los movimientos al Defence,
este al Colossus, este al Mars y por fin desde el Mars al Victory. Las
comunicaciones durante la noche se
hacen con luces.
Durante el 20, la escuadra se dirige
al sur, hacia el estrecho de Gibraltar, alejándose del cabo de Trafalgar.
La formación es de 3 columnas, pero muy irregulares debido a la
poca experiencia de las tripulaciones. A última hora de la tarde
el viento sopla del oeste, lo que permite que los barcos giren y se encaminen
directamente al estrecho, pero esta maniobra termina de desordenar la formación.
A las 19'00 horas en el Redutable se
ven luces de señal de los barcos de Nelson, y se le informa a Villeneuve,
pero las comunicaciones en la escuadra combinada se hace mediante altavoz
y hasta las 20'30 horas no llega el mensaje; Entonces Villeneuve ordena
que la escuadra se coloque en línea de batalla.
Al amanecer del día 21, las dos
flotas se distinguen claramente. A las 5'45 desde el Victory se transmite
el mensaje para que la flota se divida en dos columnas. Entonces el General
Gravina pide a Villeneuve permiso para obrar independientemente de la línea
con la escuadra de observación que está a sus ordenes,
el francés lo desaprueba, previniendo a Gravina que permanezca en
la línea de batalla y subordinado a los movimientos generales.
Villeneuve ordena una virada por
redondo
a un tiempo en toda la línea, el efecto fue hacer la vanguardia
retaguardia, y la retaguardia vanguardia. La línea se había
roto dejando grandes claros al enemigo. Este movimiento lo realizó
Villeneuve para tener Cádiz bajo el viento en el caso de una derrota.
Mientras en el Victory, Nelson está en
cubierta vigilando a la escuadra combinada, el cirujano del barco observa
que Nelson lleva las condecoraciones cosidas a la chaqueta, siendo un blanco
fácil, pero antes de poder comunicárselo a Nelson, este se vuelve
al grupo de oficiales para desplegar un mensaje a toda la flota.
' Inglaterra espera que todo hombre cumplirá con su deber ' , y a
continuación ' Atacad al enemigo de cerca '.
En el San Juan Nepomuceno, Churruca
mira por el telescopio el mástil del Bucentaure a la espera de una
solución, como no se produce, sacude la cabeza y se dirige a su
segundo al mando " Nuestra vanguardia será aislada del cuerpo
principal y nuestra retaguardia se verá abrumada. La mitad de la
línea estará obligada a permanecer inactiva. El almirante
francés no lo entiende. Sólo ha de actuar con osadía,
sólo ha de ordenar que los barcos de la vanguardia viren de nuevo
a sotavento y se sitúen detrás de la escuadra de retaguardia.
Eso colocaría al enemigo entre dos fuegos ", ¡Perdidos!
¡Perdidos! ¡Perdidos!.
A las 11:48 Nelson izó un mensaje que decía: England expects that every man will do his duty.
La batalla comenzó hacia el medio día y duró hasta las seis de la tarde, aproximadamente, cuando el navío francés Achille
explotó. La táctica que daba ventaja numérica a los ingleses hizo que
poco a poco los buques de la flota combinada fuesen cayendo bajo el
fuego de dos o más enemigos. Además, la formación en fila de la flota
combinada no era tal fila, quedando varios navíos mal colocados sin
poder entrar en combate.
Sirva como ejemplo el texto de Cayetano Valdés, comandante del Neptuno (a señalar que había tres Neptunos, uno por cada país) sobre el San Juan de Nepomuceno:
Doblada la retaguardia, fue puesto entre dos fuegos por dos navíos enemigos, los dos de tres puentes (Belleisle y Tonnant). La defensa del Nepomuceno,
y el empeño de los enemigos por rendirle, fue de lo más obstinado que
cabe. A las tres y media de la tarde se hallaba este navío sin gobierno,
desarbolado de todos sus masteleros; acribillados sus palos; velamen y
costados, con siete balazos a lumbre de agua, cordadas casi todas sus
jarcias, inutilizados 19 cañones, y con más de la tercera parte de la
tripulación fuera de combate. Sin embargo, seguía su vigorosa defensa,
resuelto su comandante y segundo Cosme Churruca y Francisco Moyua, a
perecer antes que rendirse. Ambos murieron en el acto de combate, por
sus heridas, y aunque el teniente de navío Joaquín Núñez, que los
sustituyó, siguió la defensa durante media hora, mas convencido de ser
inútil, y un sacrificio infructuoso el que se hacía impunemente de los
restos de tan valerosa tripulación, desesperanzado de ser socorrido, y
aumentados los daños hasta quedar casi destrozado, se rindió con acuerdo
de su oficialidad al navío Dreadnought. Tuvo 120 hombres muertos
y 175 heridos. Los ingleses quedaron asombrados de la defensa de este
navío y aseguraban que se había batido de un modo que no había ejemplo.
El Santísima Trinidad, de 136 cañones, uno de los objetivos de
Nelson por ser el mayor navío de línea jamás construido, se fue a pique
esa noche mientras era remolcado por otras tres buques ingleses. A bordo
quedaron 80 heridos no pudiendo hacer nada por ellos. El Príncipe de Asturias, a bordo del cual iba Gravina, hubo de ser socorrido y remolcado a Cádiz con el almirante herido.
(Germán Sarasúa)
La victoria sobre el combinado franco-español
permitió a Inglaterra tener la supremacía naval en los siguientes
100 años. Napoleón no consiguió
volver a tener una escuadra capaz de asegurar un desembarco en Inglaterra,
y su objetivo jamás se realizaría. España no perdió su armada
aquí, sólo perdió 10 navíos que quedaron contrarrestados
con los 6 navíos que se capturó a Francia en el inicio de
la guerra de la Independencia. Pero para poder dotar a todos los barcos
que participaron en el combate se tuvieron que utilizar los fondos de
amortización,
un tanto sobre las fincas pertenecientes a la iglesia concedido al Rey
por el Papa, un empréstito de cien millones de reales en acciones
(transmisibles por endoso), y el producto de algunas contribuciones
nuevas.
Además no se recibían caudales de América por el cerco inglés. Sin dinero se empezó a desguazar
barcos para poder equipar a otros, e incluso para leña . En 1805 España tiene 41
navíos de guerra, en 1811 tiene 26 navíos de guerra, en 1820
se tiene 17, y en 1835 sólo 3 navíos para poder asegurar
las costas españolas y la de las colonias que empezaban a independizarse.
El HMS Victory se conserva actualmente en el puerto de Porsmouth, en Gran Bretaña.
La batalla de Trafalgar en la pintura:
El Temerario, Camino al Desguace, Joseph M. William Turner
Turner ha querido jugar con el destino de la embarcación al utilizar un
ocaso cuya luz se filtra entre las nubes y se refleja en las aguas del
mar. Ese ocaso será el de la propia Temeraire. Junto a la nave podemos
observar un remolcador de vapor; la tecnología ha vencido a la
tradición. El humo del remolcador es otro punto importante de referencia
al igual que los reflejos de ambos barcos en el agua. Los azules,
amarillos y blancos serán muy comunes en la paleta del maestro
londinense, haciéndolos aún más luminosos al emplear una potente
iluminación. El resultado es una obra cargada de romanticismo con la que Turner cosechó un importante éxito. Obra maestra del pintor y preferida de los ingleses, la obra atrae
tanto por el sentimentalismo patriótico que exude como por la gloria ya
pasada que ilustra.
La batalla de Trafalgar
La batalla de Trafalgar fue encargada a Turner por Jorge IV, para formar pareja con El glorioso Primero de junio de 1794 que
Loutherbourgh había pintado casi 30 años antes, según parece, no gustó nada a los almirantes ingleses debido a la visión
pesimista del cuadro. Puesto que, a pesar de que la batalla fue ganada
por los ingleses de Nelson – que pereció en el combate -, Turner interpretó que la victoria fue un tanto agridulce.
Punto de vista que no gustó mucho, como decía, ya que se ve al barco de
Nelson, el Victory, con graves daños producidos en sus mástiles y en
sus velas mientras unos marinos ingleses, en primer plano, tratan de
evitar ahogarse.
En su obra "Trafalgar", Benito Pérez Galdós describe la batalla
naval que los españoles llamaron la del 21 y los ingleses Combate de
Trafalgar, por haber ocurrido cerca del cabo de este nombre. Trafalgar
tuvo lugar el 21 de Octubre de 1805 y fué uno de los enfrentamientos
navales más desafortunado y desastroso del siglo XIX para España, donde
la escuadra hispano-francesa fué derrotada por la inglesa.
Benito Pérez Galdós escribió los Episodios Nacionales
en los cuales narra todos los aspectos concernientes a la vida de los
españoles durante todo el S. XIX. Describe política, guerras, costumbres
y reacciones populares de manera muy precisa y amena. Trafalgar es el
primero de estos Episodios Nacionales cuyo relato será contado en
primera persona por su principal protagonista, Grabiel de Araceli, a
quien el azar llevará a ser testigo de la batalla naval a bordo del
buque más grande del mundo en su epoca, El Santísima Trinidad.
Junto a los personajes ficticios, Don Alonso Gutiérrez de Cisniega y su mujer Paquita, están los
verdaderos partícipes de esta batalla, los comandantes españoles
Gravina, Valdés, Cisneros, Churruca, Alcalá Galiano y Álava, el
comandante de la escuadra hispano-francesa, Villenueve y los comandantes
ingleses Nelson y Collingwood. Para alguno de ellos fué
su última batalla, grandes marinos que dirigieron sus barcos hasta el
último aliento, con una valentía poco acorde a las recompensas
económicas que recibían y con unos medios tanto humanos como materiales
bastante deficientes, sobretodo en el caso de la escuadra
hispano-francesa poco equiparable a la competitiva marina inglesa.
Trafalgar es breve y precisa,
ya que el autor explica los detalles más importantes de la batalla sin
extenderse lo más mínimo, además de tener sus toques humorísticos dado
que paralelamente al hecho histórico relatado Grabiel de Araceli nos
cuenta anécdotas de su vida cotidiana y amorosa.
Contenido:
Gabriel, un chico de Cádiz, nacido en 1791 es el protagonista de
esta no-vela que da comienzo a una serie de estas, llamada Episodios
Nacionales.
Gabriel vive con su madre y con su tío en Cádiz, el
cual al morir su her-mana se hace cargo del chico. Este hombre es malo y
cruel, lo que provoca que Gabriel abandone su hogar en busca de mejor
suerte. Viajó a San Fer-nando y de allí a Puerto Real. Tras juntarse con
algunas gentes, por motivos no precisados, viajó con ellos a
Medinasidonia, donde un día en una taber-na, entraron unos soldados de
la Guardia Marina, y él y su grupo se desvan-daron huyendo cada cual a
donde pudo. Gabriel fue a parar a una casa dondo vivían dos personas
mayores, llamadas don Alonso y doña Paquita.
Estos dos ancianos
le acogen como sirviente y acompañante, para realizar algunas tareas
como la de acompañar a don Alonso cada día en su paseo matinal.
Don Alonso es un Capitán retirado de la armada naval española. Junto a é
él y como inseparable amigo, está Marcial, un marinero también
retirado, cuyo cuerpo da señales de haber participado en las más
sangrientas batallas navales. Su cara esta llena de cicatrices, le falta
un brazo y una pierna, que es sustituida por una de palo. Marcial es
llamado también Medio Hombre por su aspecto, claro está.
Estos
dos hombres están todo el día hablando de sus tiempos en la marina y las
grandes batallas, discutiendo si nosequién debería haber virado a
estribor o a babor.
Doña Paquita una mujer buena, pero a la vez
refunfuñona y severa con su marido, católica superpracticante, se hace
cargo del chico al que trata como a un hijo.
Otro personaje que
tarda en aparecer, es la hija de don Alonso y doña Paquita. Rosita que
así se llama, se va a casar con un oficial de la marina, llamado
Malaespina.
Tras conocer a los personajes principales, comienza a relatarse el gran desenlace de la obra.
Días antes de la batalla, Malaespina es reclutado para combatir en el
barco español Nepomuceno, y Rosita cae en una enorme depresión, ya que
faltaban pocos meses para la boda.
También don Alonso, Medio
Hombre y Gabriel, se escapan de las manos de doña Paquita, que al odiar
la Marina, las guerras y por la edad de don Alonso y la incapacidad de
Marcial, se opone a que estos se enrolen para presenciar la batalla.
Estos se enrolan en el Santísima Trinidad, buque insígnea de la armada.
Al llegar a Cádiz, se alojan en casa de doña Flora, prima de don Alonso, hasta el día del embarcamiento.
Ya en el Santísima Trinidad, Gabriel nos enseña los sentimientos que le
causan cada una de las situaciones vividas en el combate, desde los
prepa-rativos, hasta la derrota sufrida a manos del Victory, manejado
por Nelson, el cual muere en combate. Tras ser apresado el Santísima
Trinidad, se hun-de a causa de los daños causados. Los tres marineros y
el resto de la tripu-lación son trasbordados a un barco inglés, hasta
llegar al Rayo, barco espa-ñol apresado en combate. El rayo sufre muchos
problemas al acercarse a la costa por culpa de un temporal, que le hace
naufragar, muriendo Marcial en ese momento. Gabriel es encontrado en la
costa por unos marineros, y tras volver a estar con fuerzas, después de
ser acojido por unas buenas gentes regresa a Vejer donde residían don
Alonso y doña Paquita. Gabriel se entera de que Malaespina había muerto
en el naufragio del Rayo, del que procedía después de ser apresado
también el Nepomuceno.
Cuando llega a Vejer, da la noticia a la
familia, que se sume en una tremenda desesperación, que es cortada de
repente al aparecer Malaespina en el patio de los padres de Rosita.
Al cabo de un tiempo los dos jóvenes se casan, y Gabriel es enviado a
servirles, pero no pudiendo resistir el enlace, se escapa y desaparece
final-mente.
Arturo Pérez-Reverte
2
El navío Antilla
El capitán de navío don Carlos de la Rocha y Oquendo, cincuenta y dos años de vida y treinta y ocho de mar a las espaldas, comandante del navío de línea de setenta y cuatro cañones Antilla, es justo, seco e inflexible. También es hombre religioso, de rosario en el bolsillo y misa diaria cuando se encuentra en tierra, aunque sin llegar a la categoría de meapilas. A bordo, el hombre más poderoso después de Dios. O según se mire, más que Dios. Resumiendo: Dios. «Nos van a escabechar», se dice. Así interpreta el panorama. El comandante cierra el catalejo con un chasquido y mueve desalentado la cabeza mientras pasea la vista por la línea y piensa: Virgen del Rosario. A esas alturas, aquello sólo puede llamarse línea haciendo un esfuerzo de buena voluntad, porque hay un desorden increíble. Con varios navíos sotaventeados o retrasados en sus puestos, aunque razonablemente juntos, la escuadra francoespañola navega con rumbo sur con poco viento, recibiéndolo por estribor. Flojo oeste cuarta al noroeste. Las cinco fragatas, los dos bergantines y la balandra (todos franceses) situados fuera de la línea de combate mantienen una actividad frenética explorando la formación inglesa o repitiendo las órdenes e indicaciones del almirante Villeneuve, que se encuentra hacia la mitad de la línea, a bordo de su buque insignia. Treinta y tres velas enemigas al oeste, dicen las banderas de señales. Pero no hacen maldita falta las banderas ni las señales ni la madre que las parió, porque en el horizonte, con la primera luz de la mañana, se distingue ya a simple vista la masa enorme de velas inglesas preparándose para la batalla, a barlovento. Y en los combates navales, en principio, quien tiene el barlovento decide cuándo, dónde y cómo romperle al adversario los cuernos. Si puede. Y esos hijoputas son los mejores marinos del mundo. Luego pueden. —Veintisiete navíos de línea… Cuatro fragatas… Una goleta… Una balandra… Agrupándose sin orden. La voz del guardiamarina Ortiz, que apunta con otro catalejo hacia las banderas de señales, suena un poquito excitada en el silencio de la toldilla, traduciendo los informes de los exploradores: lo justo para que no sea necesario llamarle la atención al chaval. Al fin y al cabo el guardiamarina, que es el mayor de los tres que hay a bordo, tiene dieciocho años, y el que más y el que menos ha pasado por ahí. Carlos de la Rocha mira a su segundo comandante, el capitán de fragata Jacinto Fatás, que le devuelve la mirada sin decir ni pío. Fatás es un aragonés callado; de los que han ascendido según el principio de que en boca cerrada no entran moscas. Además, él y Rocha llevan tiempo navegando juntos y saben ahorrar palabras inútiles. Comprenden los nervios del chico, y los de cada cual. También saben de sobra la que les viene encima desde que hace dos días levaron de Cádiz. O desde antes. Desde que el almirante gabacho incumplió las órdenes de Napoleón y se dejó encerrar allí como un pardillo, dando tiempo a que llegara Nelson y se agruparan los ingleses. El Villeneuve de los cojones. Y al final, enterándose de que iba a ser relevado en el mando, decidió salir a la mar, tarde y mal. —Señal del buque insignia —sigue informando el guardiamarina—. Reformar la línea… Mantener rumbo sur estribor amuras, orden natural… Distancia de un cable. El segundo se inclina sobre el antepecho de la toldilla y da las órdenes pertinentes, esto y aquello, bracear por sotavento trinquete y velacho, cazar trinquete, etcétera, y la cubierta del Antilla se llena de hombres ocupando sus puestos en las brazas, rumor de pies descalzos a la carrera de aquí para allá, marineros trepando por la jarcia alquitranada entre gritos y pitidos de silbatos de los contramaestres y guardianes. A ver esa escota, inútiles. Amarrad las brazas de una puñetera vez. Subid ahí antes de que os muerda la nuez. Lo de siempre. Huesos dislocados, manos despellejadas, caras de desconcierto y pánico de proa a popa. Un caos que pone la carne de gallina, pues de los ochocientos dieciocho hombres (seiscientos sesenta y ocho de tripulación y ciento cincuenta de refuerzo, entre artilleros, marineros, grumetes y fusileros de infantería de marina) que debían constituir hoy la dotación de combate, faltan a bordo cincuenta y seis, que se dice pronto. Y encima, las dos terceras partes de lo que se ha logrado embarcar in extremis rebañando mucho, aparte soldados y artilleros de tierra sin costumbre de mar, es gente de leva, chusma reclutada a la fuerza un par de semanas antes en Cádiz y alrededores: pastores, mendigos, campesinos, presidiarios, borrachos, gentuza...
En el año 2005 se conmemoraba el bicentenario de la batalla que
cambiaría el devenir de las cosas en Europa y en el Mundo, hecho que
aprovechó Alfaguara para pedirle a Arturo Pérez-Reverte que nos narrara
en forma de novela histórica los pormenores de lo que aconteció aquel
día. Así lo hizo y en 2004 sacó a la luz esta novela que le valió la más
alta condecoración otorgada por la Marina Española a un civil, la Gran
Cruz del Mérito Naval. A través de “El Antilla”, un barco español de 74 cañones imaginado
por el autor para de este modo no desvirtuar los hechos históricos, se
describen con gran lujo de detalles las acciones que tuvieron lugar en
aquella dramática jornada. Se narra desde un punto de vista español la
participación en combate de la tripulación, sobre todo de tres
personajes, el comandante Carlos de la Rocha, el guardamarina Ginés
Falcó, y el marinero Nicolás Marrajo, como muchos otros españoles
recluta forzoso. Al mismo tiempo, Pérez-Reverte realiza un análisis personal de la
situación militar, política y social del momento y de los personajes que
intervienen de un modo u otro en la historia, ya sean políticos (Manuel
Godoy, Napoleón, Carlos IV…) o militares (Pierre Villeneuve, Federico
Gravina, Oratio Nelson…) Pérez-Reverte utiliza un lenguaje atípico para este tipo de novelas
con la intención de escribir “algo creíble e introducir a los lectores
en el barco”. Pese a que los hechos acaecen a principios de S. XIX el
estilo es totalmente actual, muy al estilo de los artículos que
semanalmente escribe el autor en un suplemento dominical. De este modo
la novela puede llegar a desconcertar y desubicar al principio al
lector, y éste creer que le están tomando el pelo. Pero no tiene más que
leer unas pocas páginas para sentir como si el propio autor estuviese
contándole personalmente la batalla bebiendo algo en una terraza. El
libro está lleno de expresiones totalmente actuales y coloquiales, como “se le va la olla”, “partirse de risa”, “ser un espidigonzalez”, numerosas onomatopeyas e incluso una mención a Rocío Jurado. El lector está metido continuamente en la batalla, pudiendo ver cómo
se preparaban los cañones para disparar, cómo cualquiera que pasase por
allí arrimaba el hombro aunque estuviesen por casualidad o fuesen
reclutados forzosamente pero que aun así tenían una motivación para
luchar aunque fuese la de salvar el pellejo. Aunque la novela trae consigo una serie de mapas y gráficos de navíos
y escuadras navales en orden de combate, tal vez puedan resultar algo
desconcertantes los términos navales utilizados cuando se describen las
maniobras navales al detalle, de modo que alguien de tierra adentro como
yo y no familiarizado con esos términos tenga que releer algún tramo
específico. No obstante eso mismo lejos de ser una limitación, acentúa
más si cabe la sensación de estar viendo cómo se desarrolla la vida
dentro de un navío de doble puente y 74 cañones. Es una novela diferente, si bien el estilo es muy parecido al que ya
utilizó el autor en “La Sombra del Águila”. Es una novela histórica que
parece ser otra cosa, casi escrita por pasar el tiempo y que sorprende
más por la forma que por el fondo, pero con el firme propósito de hacer
comprender al lector cómo se llegó a semejante situación: “he intentado reflejar aquella España que llevó a la gente al
desastre y, al mismo tiempo, demostrar que seguimos siendo igual de
torpes”. Una cita de Perez-Reverte sobre esta historia: “Trafalgar demuestra que la dignidad no la tienen los gobiernos, sino los pueblos”
No hay visita a Londres que esté completa sin pasar por Trafalgar Square, el centro neurálgico del antiguo imperio británico que es, hoy en día, lo más parecido al kilómetro cero del país. Un punto de encuentro emblemático, erigido en el centro de la ciudad
para conmemorar la Batalla de Trafalgar, donde la marina británica
venció a las fuerzas combinadas de franceses y españoles, logrando una
de las victorias decisivas de las Guerras Napoleónicas. Al caminar por la plaza, rodeada de fuentes y monumentos que honran a los principales protagonistas de la batalla,
sorprende la cantidad de palomas que comúnmente eligen esta parte de la
ciudad para descansar y dejarse alimentar por los paseantes.
La plaza cuenta con cuatro pilares en diferente localizaciones. En tres de ellos se erigen estatuas de reyes que gobernaran el Reino Unido
en el pasado. En el que se conoce como el cuarto pilar nunca se
construyó una estatua (problemas económicos), dejándose libre por varios
años hasta que en 1998 se comenzó a utilizar como base para diversas
exposiciones artísticas. Esculturas futuristas le dan un aire único a la
plaza y hacen muy evidente ese contraste que nos encontramos en viejas
ciudades europeas, entre el pasado y el futuro. Durante más de 200 años varias estatuas de personalidades relevantes y
famosas se fueron agregando a la plaza, creando un conjunto bastante
único. entre las estatuas más famosas se encuentra una de George Washington, algunos generales famosos durante la segunda guerra mundial, científicos ganadores del Premio Nobel.
En la Plaza Trafalgar se encuentra la Columna de Nelson,
que toma su nombre por el almirante que se encargó de guiar a las
tropas marinas en la batalla, derrotando al conquistador francés
Napoleón Bonaparte en las costas españolas.
La Columna tiene 55 metros de altura y esta rodeada por leones de bronce que cumplen la función de vigías, está en pie desde 1843.
Todo el West End está a un tiro de piedra de ella: los artistas callejeros de Covent Garden, los cines de Leicester Square, los teatros y la marcha del Soho, la belleza natural de St. James Park, el palacio de Buckingham, el famoso Picadilly Circus, la extraña calle curvada de Regent Street, Carnaby Street, famosa por sus boutiques de moda, Oxford Street, donde están representadas las principales marcas y tiendas del mundo, los libreros de Charing Cross Road, el parlamento británico, en fin, poco hay de interés desde el punto de vista turístico que esté muy lejos de esta plaza.
Ahí terminan o comienzan muchas de las marchas a las que los londinenses
tienen acostumbrados al mundo. Tanto a favor de la paz, como contra la
guerra, pasando por rebeliones ciudadanas contra los impuestos y como
punto de encuentro para lugareños y extranjeros.
Otra de las características conocidas de esta plaza que se inauguró en 1840 son sus fuentes.
Aparentemente en sus orígenes eran una medida preventiva a las
asambleas que pudieran llevarse a cabo en un espacio público tan
extenso. Hoy las fuentes han sido restauradas, y se realiza un show de
aguas danzantes y luces de colores que es realmente bonito de ver y
suele congregar a visitantes y locales.
Detrás de ella, se encuentra la famosa National Gallery, la mayor y más importante pinacoteca del país, cuna de innumerables obras de arte. Su anexo, el Sainsburys Wing, tambien suele organizar exposiciones de lo más interesante y ambas son gratuitas.
Cruzando la calle, se encuentra la famosísima iglesia de St Martin-in-the-Fields
(San Martín de los Campos). Fue construida por James Gibss entre 1721 y 1726 en el lugar en que en 1544, se habia transformado ya en una iglesia del siglo XIII. Posee un notable portico corintio y una torre puntiaguda de 56 m. Su interior es realmente espectacular, con una gran vóbeda decorada en eestuco, obra de los italianos Giovanni Bagutti y Giuseppe Arturi. La pila bautismal situada en la nave lateral procede de la antigua iglesia. St. Martin es la parroquia del almirantazgo britanico y de la actual soberana.
St Martin in the Fields fue el lugar donde se situó la primera biblioteca gratuita
del país, y desde donde se ofició la primera misa por radio de la
historia. Igualmente, desde la primera guerra mundial, la iglesia ha
mantenido abiertas sus puertas y cuida de unas 7.000 personas
indigentes.
Esta iglesia ofrece varios conciertos a los londinenses y,
curiosamente, goza de una congregación de habla inglesa y otra china
desde principios del siglo XX. Es precisamente gracias a sus conciertos
de cámara que la iglesia es conocida como una de las mejores salas musicales
del país. Aquí se organizan tanto conciertos a la hora del almuerzo
como noches dedicadas al jazz y conciertos corales. Tanto es así, que la
música y coros de la película Amadeus, de Milos Forman,
corrieron a cargo de esta famosa iglesia. No hay que perderse la visita
guiada de la cripta y no puedes dejar de tomar algo en su cafetería,
que ha ganado un par de premios culinarios.
Una de las
calles que sale de la plaza es Charing Cross,
literalmente el centro de
Londres; es el lugar desde donde se calculan todas las distancias de
Inglaterra (el equivalente al madrileño Kilómetro
0). Actualmente es
uno de los mayores centros ferroviarios del país; su nombre
proviene de
la cruz que señalaba el comienzo de la procesión
en los funerales de
Eleanor, la esposa de Eduardo I.
Cada navidad se adorna la plaza con un enorme árbol de
navidad regalado por Noruega por la liberación de los nazis.
El árbol siempre se coloca en la parte central de la plaza de Trafalgar,
donde se suele cantar los tradicionales villancicos por los diferentes
grupos y organizaciones benéficas o de caridad para recaudar dinero.
Este obsequio de Noruega se mantiene hasta poco antes de la
duodécima noche de Navidad, cuando se baja para su reciclaje, pasando a
convertirse en abono.
El árbol de Navidad que se coloca cada año en Trafalgar Square es unapiceaNoruega
que suele tener entre 50 y 60 años de edad, y por lo general más de 20
metros de altura. El árbol se corta durante el mes de noviembre y es
enviado a Gran Bretaña por mar. Una vez instalado en Trafalgar Square se decora al estilo tradicional noruego y se adorna con 500 luces blancas.
En la base del árbol se puede ver una placa, con las siguientes palabras:
This tree is
given by the city of Oslo as a token of Norwegian gratitude to the
people of London for their assistance during the years 1940-45.
A tree has been given annually since 1947.
Pero quizás no sepas muchos otros detalles como estos:
La plaza estuvo hace un tiempo infestada por las palomas.
Se llegaron a contabilizar 35.000. Desde el año 2005 se prohibió la
venta de alpiste que era tan habitual en la plaza y posteriormente se
contrataron un par de halcones que han despejado la plaza
considerablemente.
Alberga una estatua de George Washington que, a pesar de estar en pleno Londres, se alza sobre suelo Estadounidense. También sirve de sede para la estación de policía más pequeña del mundo, en la que sólo cabe una persona y en la actualidad se utiliza de escobero.
Antes de erigir la estatua de Nelson en lo alto de la columna en 1842, 14 miembros del comité encargado de su construcción cenaron en todo lo alto, a 46 metros de altura.
Si caminas desde Trafalgar Square hacia el Palacio de Buckingham, a lo largo de The Mall, verás que en lo alto de cada farola hay un barquito orientado
hacia la plaza. Es la flota del Almirante Nelson que, orgulloso aunque
sin ese brazo que nos quedamos de recuerdo en la batalla de Santa Cruz,
observa sus navíos desde lo alto de su columna.
Se dice que los 4
enormes leones que rodean la columna fueron construidos con bronce
proveniente de los cañones de la armada francesa derrotada en Trafalgar.
Como veis el reciclaje no es un invento nuevo…
Trafalgar Square es el centro de Londres y no te cansarás nunca de volver a él, tanto en verano como en invierno. Siempre hay algo para todo el mundo.