Dejamos tantos sueños al filo del colchón dejamos melodías junto a la emoción luchamos tantos duelos tras esa pared atado llevo el fleco de un suspiro y un adiós.
Ya nadie aquí se llama, no se oye ni una voz los muebles y el silencio abarrotan el salón yo oprimo las caricias y los ruegos y escribo en un cartel que cuelgo en el balcón...
Se vende... un alma nueva sin usar se vende yo rindo mis ejércitos de plomo yo quemo mis navíos en tu vientre amueblado de dolor. Vende... la nube de tu alma pa' que invente yo entrego mis conquistas y mis fuertes las dudas van al cubo de los verdes y el alma va cosida a nuestro adiós...
Otoño,
mágica estación que nos inunda los sentidos y nos desborda de belleza.
La luz rivaliza con los colores jugueteando entre los árboles, revelando
magníficas tonalidades. La tierra se cubred teñidas y crujientes
alfombras que nos invitan al paseo y a la contemplación de desnudos e
implorantes árboles que, mirando al cielo, sueñan primaveras.
El
otoño nos envuelve con su colores, sus aromas y su magia, nos hace
soñar y sentirnos agradecidos de poder ser, un año más, afortunados
espectadores del mismo milagro.
Fenómenos físicos, determinadas actitudes en los seres vivos, reacciones
corporales... pueden dan lugar a porqués que esperan una respuesta.
- ¿Por qué las hojas de algunos árboles se vuelven amarillas y se caen en otoño?
Para explicxarlo es necesario hablar un poco del proceso de la fotosíntesis. Consiste
en que las hojas usan la luz solar para producir comida para los
árboles. Cuando la luz entra en la hoja, una parte especial de la hoja
llamada cloroplasto, usa la luz para cambiar el dióxido de carbono y el
agua por oxígeno respirable y un azúcar llamada glucosa.
Dentro del cloroplasto hay una sustancia llamada clorofila. La
clorofila es muy importante, porque permite la fotosíntesis y les da el
color verde a las hojas.
Cuando el otoño empieza y el invierno está llegando, te darás cuenta
de que ya no habrá tanta luz como había en verano. la primera reacción que aprecia el ser humano es la descoloración del
color verde de las hojas, aunque en el interior de las plantas lleven un
proceso mucho más complejo. Esa falta de luminosidad implica que las
hojas no recibirán tanta luz como acostumbraban, y la clorofila empezará
a decrecer.
Con la caída de los niveles de clorofila, las células de una capa de la
hoja se pierden, y estas son las asignadas de transportar los nutrientes
de la hoja al árbol, haciendo que poco a poco, el tejido celular de
dicha capa desaparezca y la hoja termine por separarse de la matriz
arbórea.
Recordemos además de que la clorofila es lo que les da a las hojas el
color verde, entonces si la clorofila empieza a decrecer las hojas
comenzarán a cambiar el verde por algún otro color.
Un dato interesante del verdor de las hojas consiste en que
habitualmente estas contienen colores ocres, pero suele ser ensombrecido
por la clorofila, y, cuando esta desaparece, los colores marrones y
amarillos emergen. La carotina permanece en las hojas hasta después que
desaparece la clorofila, causando así que las hojas cambien de verde a
amarillo, a anaranjado o un color café. La antocianina provoca que las hojas amarillas se pongan rojas, azules y púrpuras.
En las zonas montañosas observaremos que esta tonalidad maravillosa de
las hojas durara más tiempo que en las zonas muy secas, y esto es debido
a las temperaturas, es decir, una temperatura fresca y algo húmeda
ayuda a las plantas a mantener sus hojas y su colorido por más tiempo,
como también tener una mayor cantidad de un pigmento u otro significará
más tonalidades rojas o más amarillas.
Algunos de los colores que se esconden en la hoja son:
marrón (puede significar que la hoja esta muerta o muriendo), amarillo,
y naranja. Los colores como el rojo y el violeta son causados por
reacciones químicas dentro de la hoja.
- ¿Dónde están las moscas que nos agobiaban en verano?
La mayoría de las moscas acaban su ciclo vital al final del verano, ya que no resisten a las temperaturas bajas.
Algunas especies, buscan un lugar donde guarecerse lo suficientemente
cálido como para sobrevivir. Se quedan adormecidas y con las funciones
vitales ralentizadas, por lo que no tienen que alimentarse.
Por eso, cuando nos encontramos con un día más templado, algunas moscas sienten la temperatura, se despiertan y buscan alimento.
Otras especies, antes de que empiece el invierno, dejan a sus
progenitoras en la crisálida bien protegidas y pasan la época de frío
ahí dentro. Cuando llega la primavera, rompen su protección y salen a
volar y a conocer el mundo.
El otoño tiene esta explicación científica, pero si alguien desea una explicación mágica, también la encontrará en esta leyenda...
Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.
Pintaron de gris el cielo
y el suelo
se fue abrigando con hojas,
se fue vistiendo de otoño.
La tarde que se adormece
parece
un niño que el viento mece
con su balada en otoño.
Una balada en otoño,
un canto triste de melancolía,
que nace al morir el día.
Una balada en otoño,
a veces como un murmullo,
y a veces como un lamento
y a veces viento.
Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados
sobre los campos, llueve.
Te podría contar
que esta quemándose mi último leño en el hogar,
que soy muy pobre hoy,
que por una sonrisa doy
todo lo que soy,
porque estoy solo
y tengo miedo.
Si tú fueras capaz
de ver los ojos tristes de una lámpara y hablar
con esa porcelana que descubrí ayer
y que por un momento se ha vuelto mujer.
Entonces, olvidando
mi mañana y tu pasado
volverías a mi lado.
Se va la tarde y me deja
la queja
que mañana será vieja
de una balada en otoño.
Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados...
Joan Manuel Serrat Vivaldi y el otoño...
Otoño de Vivaldi, también para niños...
Autumn song, de Manic Street Preachers
Herederos de Invierno - "Danza de Otoño"
Desde mi prision observo volar, Las hojas de un arbol que esta por morir.
El otoño Vuelve despierta otra vez, Pero yo me encuentro lejos de el.
Una lagrima cae en un recuerdo que murio.
Bajo tus hojas bajo tu piel, se esconden los miedos que temo enfentar, La brisa de otoño me invita a danzar
Sueño con volar lejos sobre el mar, junto con las hojas a la libertad,
Otoño en la literatura:
Amor de otoño
A ti...
Con sus mejores galas...Noviembre se vestía
las hojas de los árboles el campo matizaban
las románticas aves sus trinos entonaban...
y aquella realidad... un sueño parecía.
Era ella, sin darme apenas cuenta en mis brazos la tenía!!
y con mis manos incrédulas su piel acariciaba...
ansioso como un loco sus labios rojos le besaba
Y más que besarlos... los mordía.
¡¡Era ella!!que como una visión se me presentaba...
yo creer a mis ojos... casi que no podía...
y debajo de aquel árbol que nos cobijaba
nos dimos al amor...por primera vez... Aquel día.
Los dos nos entregamos... porque en los dos ardía
un torrente de amor como una hoguera...
y sobre aquellas hojas que el viento del otoño desprendía
ansiosos los dos...nos dimos al amor por vez primera.
La brisa del otoño cruzaba nuestros rostros
para hacer aquella tarde aún más bella...
y después que nos fuimos... dejamos... de nosotros...
allí sobre las hojas... de nuestro amor... la huella.
Félix Pagés-D'Romeo,
Otoño
Volveré a sonreír
cuando mire por la ventana
y vea las hojas
ocres de los árboles
perseguirse
arrastradas por el viento.
Volveré a ver Amelie
sentado en el sillón
mientras la lluvia
ensucia las aceras y suena
de fondo y banda
sonora el rumor de las gotas
golpeando la
ventana.
Volveré a dejarme
enamorar por el olor
a tierra mojada y
el perfume de la hierba.
Sumiré al silencio
en un limbo de dorados
sueños de la
infancia, recuerdos del rojo
de las majoletas.
Volveré a recorrer
sus calles húmedas
y me invadirá el
olor del jabón artesano
y el aroma de la
tienda del Té de la calle Ancha.
Volveré a probar
las avellanas con la calma
del que sabe que
siempre habrá un mañana,
veré campos dorados
de calabazas
y árboles de
membrillo…
Y saludaré a los
almendros en esos días
en que sus frutos
abandonan sus ramas
y besan el suelo.
Y al mirarme en el
espejo veré
tus ojos en los
míos porque vivirás en mí,
ya no quiero
primaveras ni veranos,
no deseo más que
el fuego de tus labios,
el calor de tus
abrazos de invierno.
Y no volveré a
olvidarte,
no dejaré que esta
vez
me quede el otoño
para septiembre
César Ulla
Otoño
El cárdeno otoño no tiene leyendas para mí. Los salmos de las
frondas muertas, jamás he escuchado, que el viento se lleva. Yo
no sé los salmos de las hojas secas, sino el sueño verde de la
amarga tierra.
Antonio Machado
Otoño
En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!
Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...
Y algo que no se sabe y dice «nunca»
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.
Octavio Paz
De otoño
Yo sé que hay quienes dicen: ¿Por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Esos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.
Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!
Rubén Darío
El otoño se
acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Ángel González
Fragmento de Sonata de otoño, de Valle Inclán Concha me llamaba desde el jardín, con alegres
voces. Salí a la solana, tibia y dorada al sol mañanero. El campo tenía
una emoción latina de yuntas, de vendimias y de labranzas. Concha estaba
al pie de la solana:
- ¿Tienes ahí a Florisel?
- ¿Florisel es el paje?
- Sí.
- Parece bautizado por las hadas.
- Yo soy su madrina. Mándamelo.
- ¿Qué le quieres?
- Decirle que te suba estas rosas.
Y Concha me enseñó su falda donde se deshojaban las rosas, todavía
cubiertas de rocío, desbordando alegremente como el fruto ideal de unos
amores que sólo floreciesen en los besos:
- Todas son para ti. Estoy desnudando el jardín.
Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos
seculares dibujaban los cuatro escudos del fundador, en torno de una
fuente abandonada. El jardín y el Palacio tenían esa vejez señorial y
melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable
de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre
las terrazas y en los salones, habían florecido las rosas y los
madrigales, cuando las manos blancas que en lo viejos retratos sostienen
apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que
guardan el cándido secreto de los corazones. ¡Hermosos y lejanos
recuerdos! Yo también los evoqué un día lejano, cuando la mañana otoñal y
dorada envolvía el jardín húmedo y reverdecido por la constante lluvia
de la noche. Bajo el cielo límpido, de una azul heráldico, los cipreses
venerables parecían tener el ensueño de la vida monástica. La caricia de
la luz temblaba sobre las flores como un pájaro de oro, y la brisa
trazaba en el terciopelo de la yerba, huellas ideales y quiméricas como
si danzasen invisibles hadas. Concha estaba al pie de la escalinata,
entretenida en hacer un gran ramo con las rosas. Algunas se habían
deshojado en su falda, y me las mostró sonriendo:
- ¡Míralas qué lástima!
Y hundió en aquella frescura aterciopelada sus mejillas pálidas.
- ¡Ah, qué fragancia!
Yo le dije sonriendo:
- ¡Tu divina fragancia!
Alzó la cabeza y respiró con delicia, cerrando los ojos y sonriendo,
cubierto el rostro de rocío, como otra rosa, una rosa blanca. Sobre
aquel fondo de verdura grácil y umbroso, envuelta en luz como diáfana
veste de oro, parecía una Madona soñada por un monje seráfico. Yo bajé a
reunirme con ella. Cuando descendía la escalinata, me saludó arrojando
como una lluvia de rosas deshojadas de su falda. Recorrimos el jardín.
Las carreras estaban cubiertas de hojas secas y amarillentas, que el
viento arrastraba delante de nosotros con un largo susurro: Los
caracoles, inmóviles como viejos paralíticos, tomaban el sol sobre los
bancos de piedra: Las flores empezaban a marchitarse en las versallescas
canastillas recamadas de mirto, y exhalaban ese aroma indeciso que
tiene la melancolía de los recuerdos. En el fondo del laberinto
murmuraba la fuente rodeada de cipreses, y el arrullo del agua, parecía
difundir por el jardín un sueño pacífico de vejez, de recogimiento y de
abandono. Cocha me dijo:
- Descansemos aquí.
Nos sentamos a la sombra de las acacias, en un banco de piedra
cubierto de hojas. Enfrente se abría la puerta del laberinto misterioso y
verde. Sobre la clave del arco se alzaban dos quimeras manchas de
musgo, y un sendero umbrío, un solo sendero, ondulaba entre los mirtos
como el camino de una vida solitaria, silenciosa e ignorada. Florisel
pasó a lo lejos entre los árboles, llevando la jaula de sus mirlos en la
mano.
Concha me lo mostró:
- Florisel es el paje de quien se enamora cierta princesa inconsolable en un cuento.
- ¿Un cuento de quién?
- Los cuentos nunca son de nadie.
Sus ojos misteriosos y cambiantes miraban a lo lejos, y me sonó tan
extraña su risa, que sentí frío. ¡El frío de comprender todas las
perversidades! Me pareció que Concha también se estremecía. La verdad es
que nos hallábamos a comienzos de Otoño y que el sol empezaba a
nublarse. Volvimos al Palacio.
Ramón María del Valle-Inclán, Sonata de Otoño
Leyendas de otoño
Leyenda del otoño y el loro
Graciela Repún (Sélknam - Tierra del Fuego)
En Tierra del Fuego, en la tribu sélknam había un joven indio llamado Kamshout al que le gustaba hablar.
Le gustaba tanto, que cuando no tenía nada que decir –y eso era muy notable porque siempre encontraba tema– repetía las últimas palabras que escuchaba de boca de otro. –Me duele la panza –le contaba un amigo. –Claro, la panza –repetía Kamshout. –Miremos este maravilloso cielo estrellado en silencio –le sugería una amiga. –Sí, es cierto. Mirémoslo en silencio. ¡Es verdad! ¡Está hermoso! Y es mucho más lindo así, cuando uno lo mira con la boca cerrada, ¿no es cierto? –respondía Kamshout. –¡No quiero escuchar una palabra más! –gritaba, de vez en cuando, el malhumorado cacique–. ¡En esta tribu hay indios que hablan demasiado! –Una palabra más; ¡demasiado!... –repetía Kamshout. Por su charlatanería, toda la tribu sintió su ausencia cuando un día, como todo joven, tuvo que partir. –Kamshout se ha ido a cumplir con los ritos de iniciación –comentaba alguno. –¡Lo sé! –respondía otro–. Ahora puedo oír cantar a los pájaros. –Yo escucho mis pensamientos –decía alguien más. –Yo, el ruido de mi estómago –decía otra. –Yo lo extraño –decía una. Pero enmudecía inmediatamente, ante las miradas de reprobación de los demás. Y pasó el tiempo. Tiempo de silencio y también de soledad. Y Kamshout regresó. Y las aves al verlo emigraron porque, ¿para qué cantar donde nadie puede escucharte? Kamshout regresó maravillado. No podía olvidar su viaje y repetía a quien quisiese oírle (pero más a quien no) que en el Norte, los árboles cambian el color de sus hojas. Les hablaba de primaveras y otoños.
De hojas verdes, frescas, secándose lentamente hasta quedar doradas y crujientes. (Y los que lo oían imaginaban, tal vez, un pan recién sacado del fuego.) De árboles desnudos. (Y los que lo escuchaban se horrorizaban de semejante desfachatez. ¡Si sólo andaban desnudos animales y hombres!) De paisajes dorados, amarillos y rojos. (Y los obligados oyentes miraban sus pinturas para poder imaginar mejor.) De caminos hechos de hojas que crujían, coloreadas de dorado, amarillo y rojo , provenientes de árboles que se desnudaban. ¡Y semejante falsedad cerraba todas las posibilidades de imaginación! Porque era demasiado esa combinación de sensaciones y de mentiras. Ya en la tribu, todos creían que Kamshout estaba inventando un poco.
¿Qué era esa tontería de decir que los árboles no tienen hojas eternamente verdes? ¿Qué quería decir “otoño”? ¿Quién iba a tragarse el cuento de que los árboles pierden su follaje y luego les brota otro nuevo? El descreimiento general enojó a Kamshout. Lo enojó muchísimo. Muchísimo. Lo hizo poner colorado de odio, le salieron canas verdes. Desesperado por convencerlos de que decía la verdad, Kamshout contó lo mismo infinitas veces, sin parar. Día y noche, sin parar. Segundo tras segundo, sin parar. Hasta que sus palabras se fueron encimando unas con otras y se convirtieron en un extraño sonido. La tribu trataba de esquivarlo. Por hacerse los que no lo veían, por jugar a ignorarlo, no vieron, en serio, su prodigiosa transformación: Kamshout se convirtió en un loro gordo. Recién lo notaron cuando escucharon que les hablaba desde los árboles. ¡Era él! ¡Ese pájaro era él! No había duda. Era su voz, que ahora sólo decía: kerrhprrh, kerrhprrh... hasta el cansancio. Kamshout volaba sobre las hojas, y al rozarlas, las teñía del color de sus plumas. De pronto, una hoja cayó. Corrieron a verla, a levantarla. La palparon y la volvieron a dejar en el suelo. Entonces, la pisaron. La hoja, matizada de dorado, amarillo, rojo, crujió bajo sus pies. –¡Es verdad! –dijeron–. ¡Todo era verdad! ¡Kamshout no nos mintió! Pero Kamshout no respondió. Se había ido muy lejos. Dicen que acompañado por su amiga y enamorada. La tribu quedó más en silencio que nunca. Recién en la primavera, cuando las hojas volvieron a cubrir las ramas erizadas de frío de los árboles desfachatadamente desnudos, volvió Kamshout, acompañado de su compañera y de sus hijos. Eso dicen algunos. Otros dicen que los que vinieron eran sólo un grupo de loros haciendo kerrhprrh sin cesar desde las copas de los árboles. Graciela Rapún
Otoño en el cine
Sonata de otoño (sueco: Höstsonaten) es una película sueca de 1978 dirigida por Ingmar Bergman e interpretada en los papeles principales por Ingrid Bergman, Liv Ullmann y Lena Nyman.
Se centra en la relación entre una famosa pianista y su hija, a la que
ésta ha dejado de lado a causa de su carrera profesional.
La película fue galardonada con el Globo de Oro a la mejor película extranjera. Fue también nominada para dos premios Oscar, a la mejor actriz protagonista (Bergman) y al mejor guion original, aunque finalmente no obtuvo ninguno.
En la película Tacones lejanos (1991) de Pedro Almodóvar se cita una escena de Sonata de otoño como un paralelismo de su propia trama de enfrentamiento entre una madre y una hija.
El reencuentro entre una madre y su hija
después de siete años de no verse. Nada más. Nada menos. Y sin embargo
es la puerta de entrada a un infierno terrible de odio, rencores,
angustias y aniquilación. No hay, no puede haber perdón en una relación
caracterizada por el sufrimiento, y la huida por parte de una y la
desesperación por parte de la otra. No hay perdón, y sin él no puede
haber tampoco ningún alivio. No hay salvación. Y Bergman, además, se
sirve del dolor físico y de la enfermedad para subrallar e intensificar
los padecimientos emocionales y espirituales de sus protagonistas, de
modo que la simple anécdota se convierte en una representación bellísima
y negra de la interioridad del ser humano.
Nada puede reprocharse a la dirección del
sueco, que destaca precisamente por su honestidad y su agudeza
psicológica. Cada fotograma está preñado de vida y muerte, de belleza y
dolor, de miedo y sufrimiento. La cámara relata los hechos sin
inmiscuirse. Y se detiene casi como por casualidad en los rostros de
Ingrid Bergman y Liv Ullmann para atrapar y conservar cada faceta, cada
sombra y cada movimiento. La expresividad de ambas actrices llena la
pantalla, y casi podría decirse que sin ellas la película no sería la
mitad de efectiva de lo que es. De todos modos, Bergman siempre se rodeó
de grandes actores y actrices para sacar el máximo partido de su
material, y es que un cine tan humano como el suyo no hubiera tenido
sentido sin el apoyo de unas buenas interpretaciones.
“Sonata de otoño” es una de esas pocas
películas que vale la pena ver. Porque es dolorosa e intensa, porque es
honesta, bella, triste y necesaria. Bergman en todo su esplendor.
Curiosidades de esta película:
La foto que aparece en la contraportada del libro que sujeta Ingrid
Bergman no es la del tal Adam Kretzinsky, si no la de Ingmar Bergman.
Cuando Ingrid Bergman aparece tocando el piano, quien realmente lo hace
sonar es Käbi Laretei, ex esposa de Bergman, quien fue una aclamada
concertista de piano. Laretei incluso dobla las escenas de cuerpo de
Ingrid Bergman cuando ésta está tocando el piano.
La película se rodó en Noruega debido a que Bergman se había exiliado de
Suecia a causa de una acusación de evasión de impuestos.
Otoño en la pintura:
Otoño de Giuseppe Arcimboldo.
Por el arroyo, Paul Gauguin
Puente en el parque en otoño, Claude Monet
Claude Monet
Otoño en Agenteuil. Claude Monet
Jardín en Otoño, Vincent Van Gogh
Otoño. Vang Gogh
El otoño en la fotografía:
Fotos tomadas de Internet.
El otoño en la cocina:
Crema de verdura
Ingredientes (8 raciones)
2 cebollas medianas picadas
2 dientes de ajo machacados
2 puerros medianos finamente picados
2 papas grandes finamente picadas
4 zanahorias medianas finamente picadas
3 tazas de caldo de verduras
3 tazas de leche
Hierbas mixtas para condimentar
Sal y pimienta a gusto
3 cucharadas de manteca
Modo de preparación
Preparación: 15 minuto/s
| Tiempo de cocción: 1 hora 10 minuto/s
1.Colocar las cebollas, ajos, puerros, papas y zanahorias en una olla
grande con manteca a fuego medio. Rehogar por 15 minutos hasta que todas
las verduras estén bien blandas.
2.Agregar el caldo y la leche y cocinar a fuego lento durante 45 minutos.
3.Agregar las hierbas y los condimentos y dejar cocinar otros 10
minutos. Pasar porla licuadora y volver al fuego para calentarla
nuevamente.
4.Servir con crutones o rodaja de pan, y a disfrutar.
Pechugas de pollo rellenas de manzana
Ingredientes (4 raciones)
2 manzanas pequeñas finamente rebanadas o ralladas
2 cucharadas de queso cheddar rallado
1 cucharada de pan rallado
2 pechugas de pollo deshuesadas y sin piel
1 cucharada de manteca
1/4 vaso de vino blanco seco
60 ml de agua
1 cucharada extra de agua
1½ cucharaditas de maizena
1 cucharada de perejil fresco picado, para decorar
Modo de preparación
Preparación: 15 minuto/s
| Tiempo de cocción: 25 minuto/s
1.Mezclar la manzana, queso y pan rallado. Reservar.
2.Aplanar las pechugas de pollo entre dos pedazos de papel encerado, hasta lograr 1 cm de espesor.
3.Dividir la mezcla de manzana entre las pechugas de pollo y enrolla. Junta con un palillo.
4.Derrite la mantequilla en un sartén grande a fuego medio y dorar las pechugas en al mismo.
5.Agregar el vino y el agua. Tapar y cocinar a fuego lento de 15 a 20 minutos, o hasta que esté cocido el pollo.
6.Pasar el pollo a una fuente. Mezclar la maicena con una cucharada de
agua y mezclar con los jugos en el sartén. Cocinar y revolver hasta que
espese.
7.Rociar la salsa sobre el pollo, adornar con perejil y servir. ¡Bon appetit!
Tarta de perdiz Ingredicentes
1 Perdiz
2 Huevos
2 Cebollas
1 Tomate
1 diente de Ajo con piel
Unos granos de Pimienta
Caldo de ave
3-4 cucharadas de aceite de oliva virgen
Sal y pimienta
Modo de preparación
Para comenzar, vamos a cortar la Cebolla en pluma y el Tomate en
cuadraditos. Limpiar y chamuscar la perdiz. Salar. En una cazuela dorar
la carne. Añadir la Cebolla y el diente de Ajo con su piel.
Cuando esté dorada, agregar el Tomate y los granos de Pimienta;
verter un cucharón decaldo de ave y dejar hacer hasta que esté tierna.
Si es necesario, añadir algo más de caldo poco a poco. Templar,
desmenuzar y reservar. Extender la masa con el rodillo. Disponer en un
molde previamente engrasado o con papel de horno.
Mezclar la perdiz con los Huevos batidos y verter en el molde.
Introducir en el horno precalentado a 180° de 20 a 30 minutos, hasta que
el relleno esté cuajado y la masa adquiera un color bonito.
¡Y listo! Una deliciosa preparación que podemos acompañar con una ensalada de zanahoria.
Tarta de manzana
Ingredientes
500 gms masa quebrada
3 manzanas golden
Azúcar Moreno
Mantequilla
Canela en polvo
Helado de vainilla (opcional) Modo de preparación
1. Extendemos la masa quebrada y la cortamos en círculos con la ayuda de
un bol o algún recipiente similar. Pelamos y laminamos la manzana para
cubrir la masa.
2. Pintamos con mantequilla ligeramente derretida la tartaleta y le
añadimos el azúcar moreno. Las introducimos en el horno a 180-200 grados
entre 8 y 15 minutos hasta que la masa esté hecha.
3, Se puede servir espolvoreada con canela y acompañada de helado de vainilla.