La palabra miedo proviene del término latino metus. Se trata de una alteración del ánimo que produce angustia ante un peligro o un eventual perjuicio, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad.
El
miedo es una emoción dolorosa, excitada por la proximidad de un peligro,
real o imaginario, y que está acompañada por un vivo deseo de evitarlo y
de escapar de la amenaza. Es un instinto común a todos los seres humano
del que nadie está completamente libre. Nuestras actitudes ante la vida
están condicionadas en gran medida por esos temores que brotan de nuestro
interior, en grados tan diversos que van desde la simple timidez hasta el
pánico desatado, pasando por la alarma, el miedo y el terror.
La emoción de miedo es
la más primitiva de todas, encontrándose asociada a la principal
característica o finalidad de cualquier ser vivo, es decir, la
supervivencia. Dicha emoción ha recibido mucha atención por parte de los
psicólogos y el propio Sigmund Freud llegó a considerarla como el problema central de la neurosis.
En cuanto a los desencadenantes de la
emoción de miedo, al igual que con el resto de emociones, resultan muy
difíciles de acotar, ya que cualquier estímulo puede dar lugar al miedo
en alguna persona. El prestigioso biólogo Mayr propuso la existencia de tres tipos de miedos distintos en función del estímulo desencadenante:
- Miedo no comunicativo, producido como consecuencia de seres no vivos.
- Miedo ínterespecífico, que surge en relación a otros animales.
- Miedo intraespecífico, que se produce como consecuencia de otros individuos de la misma especie.
El denominador común en todas las situaciones que producen miedo
es su capacidad para poner en funcionamiento en la persona el sistema
de conducta aversiva, que proporciona la activación necesaria para
evitar la situación o escapar de ella. En este sentido, diversos
estudios llevados a cabo por prestigiosos psicólogos
obtuvieron que existe una especial preprogramación para experimentar
miedo ante determinadas situaciones, tales como depredadores, semejantes
hostiles o desastres naturales. La activación rápida y automática de
las respuestas de evitación se encuentra programada en la dotación
genética de prácticamente todos los mamíferos, incluido el ser humano.
De este modo, cuanto antes se active el sistema de evitación o escape,
más probable será que ese individuo consiga el éxito, entendiendo dicho
éxito en términos de incremento en la probabilidad de lograr la
adaptación y la supervivencia.
En general, se produce la emoción de
miedo cuando existe un estímulo, evento o situación que, tras la
valoración realizada por el individuo, resulta significativamente
relacionada con la amenaza física, psíquica o social del organismo. El
proceso de valoración asociado a la emoción de miedo tiene connotaciones
de pérdida, de ocurrencia futura y de relativa inmediatez.
Por ejemplo, la mayor parte de los seres humanos tienen miedo a la
muerte, si bien sólo sienten miedo auténtico cuando perciben que la
muerte está próxima. La inmediatez denota peligro, y el peligro
desencadena la emoción de miedo.
Por último, decir que el miedo constituye una emoción básica
muy compleja, tanto a la hora de delimitarla como de entenderla. Dado
su carácter universal, unido al hecho de que todos los seres humanos en
algún momento de sus vidas han sentido miedo, lo cierto es que muchas
personas, procedentes de diferentes ámbitos, se han interesado por dicha
emoción.
Tengo miedo de todo el mundo,
del agua fría, de la muerte.
Soy como todos los mortales,
inaplazable.
del agua fría, de la muerte.
Soy como todos los mortales,
inaplazable.
Por eso en estos cortos días
no voy a tomarlos en cuenta,
voy a abrirme y voy a encerrarme
con mi más pérfido enemigo.
no voy a tomarlos en cuenta,
voy a abrirme y voy a encerrarme
con mi más pérfido enemigo.
Pablo Neruda
DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS
Cuando
un libro es arte permite que nos acerquemos a él como a los grandes
cuadros que se descifran con el tiempo y a tantos niveles, que de dicha
obra no paran de emanar significados, visiones y sensaciones.
Un escritor siempre escribe lo que puede mientras que el lector lee lo
que quiere. Si el libro es rico, sus lectores descubrirán en él lo que
anhelan a lo largo de los años y de las lecturas, el libro se transforma
en espejo del alma. Donde viven los monstruos
es un libro pequeño que encierra magia y delicadeza volviéndose
eterno e infinito. Cada lector que se toma el tiempo necesario para
respirar el universo de este libro, permanecerá hechizado tenga la edad
que tenga.
Cuando Max se puso su disfraz de lobo le entraron unas ganas
irrefrenables de hacer travesuras, y entonces su madre le llamó
«¡MONSTRUO!» y Max le contestó «¡TE VOY A COMER!». Y le castigaron
enviándole a la cama sin cenar. Encerrado en su habitación, Max imagina
que navega lejos, a un mundo de monstruos donde él es el rey de todos.
Max ha llegado al lugar donde habita lo
salvaje. ¿Cómo volverá?
“Donde viven los monstruos” es un clásico vigente hoy día porque retrata con gran expresividad los temores y deseos de nuestra infancia: nuestros monstruos, las incomprendidas rabietas, el miedo al abandono y a que nuestros padres nos dejen de querer.
El hecho de ser secuestrado y separado de los padres fue una pesadilla
recurrente en el propio autor, y que refleja en su cuento al final del
mismo.
“Los niños, me consta, desgastan los ejemplares en las bibliotecas y los releen constantemente en sus casas. Algunos me han enviado dibujos de sus propios monstruos, que hacen de los míos ositos de peluche. Todavía no he tenido noticia de ningún niño al que le haya asustado el libro.” Comenta el autor.
El texto, acertado y pedagógico, no sería lo que es sin las ilustraciones de Sendak: las “cosas salvajes” son monstruosas y peludas, pero taaan entrañables, y el autor hace de Max un niño expresivo,
que refleja diversión, miedo, ira, sorpresa, según la ocasión. ¿Y qué
me decís del traje de lobo con el que va disfrazado en el cuento?
Sendak añade: “La fantasía es algo que ocupa la vida de los
niños. Creo que no hay ninguna parte de nuestras vidas infantiles o
adultas, en la cual no estemos fantaseando. Pero preferimos relegar la
fantasía a los niños, como si fuera una tontería apta sólo para las
mentes inmaduras de los pequeños. Los niños viven dentro de la fantasía y
en la realidad, de una manera que ya no podemos recordar. Tienen un
sentido preciso de la lógica de lo ilógico, y pasan con facilidad de una
esfera a otra. La fantasía es la esencia de toda escritura para niños,
como creo que lo es para la escritura de cualquier tipo de libro, para
cualquier acto creativo, y tal vez también, para el acto de vivir.”