Los dogon es una tribu africana de Malí y en el norte de Burkina Faso. Son sencillos agricultores de la sabana que también tienen ganado y se distinguen sobre todo por su arte en la forja y la talla de madera. Construyen sus casas en acantilados y mantienen unas rígidas tradiciones tribales, con una cerrada casta de sacerdotes que incluso hablan un idioma propio, llamada “la lengua del arbusto”. Pero los dogon también poseen conocimientos sobre la estrella fija más luminosa del firmamento, Sirio. Conocimientos que ellos dicen haber recibido de seres inteligentes provenientes de esa estrella hace más de 7000 años, y que solo estarían al alcance de los astrónomos modernos; entre los que se encuentra su increíble historia sobre la creación del mundo:
Una estrella muy pesada e invisible, llamada Po Tolo, al astro más brillante del firmamento, Sirio. Esta estrella contiene la esencia de todas las cosas, es la Creadora del Universo.
Según su mitología, nuestro Sol y Sirio son dos soles hermanos, que asocian a su teogonía tribal, que al igual que la egipcia, se fundamenta en la existencia de dos gemelos primordiales. Cada uno de los soles ha formado su propio sistema estelar, y el de Sirio está formado por tres elementos: Sirio A (la estrella principal), Sirio B (Po Tolo, solo visible mediante un potente telescopio) y Sirio C (llamada Emme Ya). Sirio B gira en torno a Sirio A, y cada 50 años, los dogon celebran su ceremonia más importante, llamada Sigui, y tardan 50 años en celebrar la siguiente, porque esta ceremonia viene marcada por la aparición de Sirio entre los picos de dos montañas, que simbolizan a los dos embriones primordiales. En esta ceremonia se colocan sus extrañas máscaras, una de ellas, el Nommo, no la lleva nadie puesta pues representa al ser primordial que inició la cultura dogón. Una vez acabada la ceremonia, la máscara del nommo es quemada y dentro de otros 50 años, reemplazada por una nueva.
Los antropólogos franceses Griaule y Dieterlen descubrieron que los dogon conocían desde hacía miles de años la órbita de Sirio con bastante precisión, así como otros datos, como las cuatro lunas de Júpiter y el anillo de Saturno, que son descubrimientos relativamente modernos para la ciencia.
Se intentó explicar este caso alegando las influencias de los occidentales en las tribus africanas, que podrían haber transmitido la información sobre Sirio (descubierta en 1862), pero esta estrella no fue estudiada hasta 1920, cuando los dos antropólogos ya habían descubierto la presencia de esta estrella en la mitología de los dogón, por lo cual esta teoría no tiene mucho sentido.
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Estatuilla de un nommo
de unos 3000 años de antigüedad.
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En 1975, Robert Temple publicó El misterio de Sirio, donde plantea la hipótesis de que los dogón hubieran adquirido sus conocimientos gracias a informaciones alienígenas, ya que en uno de los rituales de la tribu en los que él toma parte asegura haber presenciado la teatralización del aterrizaje de una nave espacial, en la cual unos seres parecidos a peces, llamados nommo, provenientes de Sirio B, descienden de ella.
“A tenor de las pruebas consistentes que parecen existir, todo invita a pensar que pudiera haberse dado realmente un contacto de este tipo [la visita de seres de Sirio] hace relativamente poco tiempo, entre unos 7.000 y unos 10.000 años atrás. El material que conduce a esta suposición no permite ninguna otra interpretación”, escribió.
Temple explica que se amontonan los indicios (dónde estarían amontonados no lo dice) que apuntan a pensar que los conocimientos de los dogon tienen más de 5.000 años, que los antiguos egipcios ya disponían de ellos, y que los dogon los habrían heredado como descendientes directos de éstos. Esto suscitó una polémica con Carl Sagan, que al final ganó la partida: todos los indicios extraterrestres no tenían ninguna base, ya que la tradición oral de los dogon podría estar contaminada por los relatos de los misioneros europeos que recorrieron Africa a principios del siglo XX.
Esta teoría tuvo numerosas críticas, pues se creía que su autor había interpretado la información subordinándola a sus intereses.
El punto de partida del mito de la creación según el pueblo dogon estaría en la estrella Digitaria, de la que se dice que es un satélite de Sirio que lo circunda. Digitaria sería desde el principio “movimiento creador hecho materia”. El mito dice que es la más pequeña de todas las estrellas, pero también la más pesada, la que contiene la esencia de todas las cosas. Su rotación alrededor de su eje y su movimiento en torno a Sirio garantizaría la subsistencia de las fuerzas creadoras del universo. Su mito de la creación habla de un huevo cósmico del cual nacerían dos embriones gemelos pero de distinto sexo, que al eclosionar, dieron lugar a unas criaturas andróginas consideraras arquetipos. También en el mito egipcio de la creación, el mundo surge de un huevo cósmico, del cual nacería Ra y posteriormente sus dos gemelos Geb y Nut.
Según la leyenda dogon, de este sistema estelar ( la constelación de Orión), que abarca en conjunto 9 estrellas conocidas, llegaron unas criaturas que los dogon llaman“nommo”. Eran parecidos a los peces y aterrizaron en un arca en forma de espiral. Los dogon quieren simbolizar toda esta historia en sus máscaras rituales, que más que máscaras parecen naves espaciales impulsadas por cohetes. estas criaturas anfibias eran mitad hombre mitad pez . (No iban muy desencaminados, hubo un tiempo en el que fuimos peces).
Sirio es la estrella más brillante de la constelación de Orión, o canis Majoris. Se encuentra a unos 8,6 años luz de distancia de la Tierra. Efectivamente tiene un satélite y ambos forman un sistema doble. Lo misterioso en las tradiciones de los dogon es el hecho de saber de la existencia de ese acompañante que a simple vista no se aprecia, fue descubierto por primera vez en 1872, por el astrónomo Alvin Clark con un potente telescopio. Hoy se distingue entre Sirio A y B. Sirio B fue fotografiada por primera vez en 1970. Sirio B tarda 50 años en dar una vuelta completa en torno a Sirio A.
Sirio A es casi el doble de grande que nuestro sol, su temperatura superficial es el doble de alta y brilla con una intensidad unas 24 veces más fuerte. Sirio B, en cambio, es un poco más pequeño que la Tierra, pero con una densidad tal que un metro cúbico de su materia pesa tres millones de toneladas. Dada su alta temperatura y su reducido tamaño, se encuentra entre las conocidas como Enanas Blancas. Éstas son estrellas relativamente pequeñas que han llegado al final de su vida y han empezado a condensarse, con lo que su densidad sigue aumentando. Se sospecha la existencia de otra acompañante, Sirio C, una enana roja, pero es solo una hipotesis hasta el momento.
Los primeros antropólogos que visitaron a la tribu dogon y estudiaron sus ritos, fueron Griaule y Dieterlen, en 1931, y sostienen que ningún otro europeo había visitado esta zona antes que ellos, por lo que consideran cierta la tradición dogon oral, sin ningún tipo de contaminación, aunque no hacen ningún tipo de interpretación, se limitan a comunicar lo que ven. En 1931 ya conocía la existencia de Sirio B y Griaule era astrónomo aficionado. Es difícil ver sin interpretar.
Hasta 1949 no llegarían lo misioneros a la zona, y la datación por carbono 14 de una estatuilla que representa un nommo, dio una cifra de 500 años de antigüedad.
Sirio en la historia.
En el antiguo Egipto, la estrella Sirio tenía un significado muy especial. La identificaban como la diosa Sothis, a la que construían templos de tal manera que la luz de Sirio incidiera en sus altares, para marcar el principio del año siríaco, que era el que regía las cosechas. Sirio gozaba en Egipto de una gran relevancia, tanto en el ámbito religioso como en la vida cotidiana. El orto siríaco (la salida de la estrella sobre la línea del horizonte) marcaba el comienzo del año egipcio. En los textos de las pirámides, se identifica a Sirio A con la diosa Isis y a Osiris con Orión, falta el tercero, Horus, que sería Sirio B. Un poco traído de los pelos, pero para los partidarios de las teorías de Temple, es el nexo de unión de la tradición dogon con la egipcia.
En Roma se llamó a la constelación de Orión Canis Majoris, y a su estrella más brillante, Sirio, la estrella Perro. En la edad Media se le consideraba un anuncio de la rabia. Pero esta bonita estrella siempre ha estado presente en toda nuestra historia. No es de extrañar que grupos de sectas llevaran a cabo suicidios colectivos creyendo que volverían a nacer en Sirio, su origen ( de ser cierto no volverán para contarlo, se quedarían como la ceniza de un puro).
A día de hoy todavía sigue siendo un misterio cómo una tribu africana conoce la órbita exacta de una estrella tan particular, pues Sirio B no es una estrella común, sino una "enana blanca", es decir, restos de estrellas normales que vivieron algunos centenares o miles de millones de años y que después de violentos cambios solo conservaron su partes centrales, calentadas al haberse contraído súbitamente pero desprovistas de combustible nuclear capaz de proveer nueva energía. Tanto Sirio A como el Sol terminaran sus vidas como enanas blancas, estrellas superdensas y extremadamente calientes que se enfrían lentamente hasta perderse en la oscuridad del cielo.
¿Procede en realidad la sabiduría de los dogon de una supuesta inteligencia extraterrestre proveniente de Sirio que visitara a los pueblos de África hace miles de años? ¿O nuestros antepasados no eran tan ignorantes como queremos creer?. La misma historia se repite en todas las civilizaciones, ahora, ¿es un saber nuestro, o viene de Sirio?
Fuente:
http://tejiendoelmundo.wordpress.com
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