Nací libre para ti…
He
nacido de ti, sin tu desearlo. Todo es lento en mi mundo lacónico…
Germino
perezosa en la base de una fuente cercana a tu corazón…
Soy
tan solo una sombra que cae recorriendo tus mejillas y mientras avanzo.., grito
por tu salvación.
Voy
buscando, sumida en un frío silencio, mi refugio… Pero, puedo sentir cómo la
muerte, de manera desesperada me llama, me atrae…, me seduce.
Caigo
a través del tiempo de forma lenta y clemente.
Recorro
una carretera invisible dibujada entre sombras sobre tu piel.
Soy
una parte innata de ti. Una porción de tu existencia… Aunque sé, que mi propia
senda acabará en algún lugar olvidado de tu mano.
Te
sentirás incómoda ante mi presencia y me tratarás casi con desprecio, mientras
me ocultas ante los ojos ajenos.
Nací
libre, en apenas un segundo…
Soy
fruto de la fuente.., del palpitar insensible.., del agravio evacuado por el propio peso de tu
cruz.
Soy
esclava unida al dolor de tu propio infierno... Soy tu misma purificación
cayendo al vacío. Tu vacío…
Siento
tu abandono desesperado. Puedo sentir.., tu indiferencia.
Todo
es lento en el transcurso de mi viaje. Éste espacio de tiempo, que apenas se
refleja en un segundo, se transforma en una eternidad…
Caigo
hacia un lugar sin fondo, hacia un vacío sin hogar.., me convierto en un fluido
acuoso y mientras.., puedo apreciar tras de mi, otra gota hermana cayendo lenta
en su caminar por esta corta vida, que no hace mas, que recordarme la mía.
Muero
en un suelo triste y gris.
Muero
lágrima en tu silencio…
Jp.Torga
Bajo un manto de estrellas
Nerea
rozó con suavidad mi boca con sus labios. Con ese gesto cálido difumina todos
mis miedos, todas mis inseguridades. He pasado todo el día pensando cómo sería
ese momento. Durante toda la jornada… me he sentido inquieto, como un
adolescente ante su primera cita. Por mi mente pasaba, una y otra
vez,
la escena de cómo sería nuestro encuentro, cómo reaccionaríamos al sentirnos
frente a frente.
La
miré fijamente y pude percibir toda la dulzura de sus ojos. Esos ojos de mirada
angelical, casi transparente. Ojos… de
los que ya me había enamorado antes de saber su nombre. De manera fugaz, vino a mi mente el recuerdo de la
primera vez que la vi. Allí estaba ella, quieta, junto al carrusel infantil en
las fiestas de su pueblo. Allí estaba ella, con su falda larga color blanco, su
camisa malva… y su pelo largo color trigo.
Siento su cuerpo ceñido al mío y me devuelve a la realidad del momento. De nuevo su boca busca la mía y nuestros labios se funden en una caricia llena de pasión.
Se
coge a mi brazo y emprendemos un lento caminar con su cabeza apoyada sobre mi
hombro. Más que caminar, me siento
levitar sobre una nube de algodón y lentamente avanzamos hacia una mesa de jardín
adornada con velas. Su luz muestra dos
copas alargadas y una botella de vino que de manera cómplice, se resigna a enfriar
entre hielo.
En
silencio y con delicadeza, Nerea llena las copas. Posando la botella me ofrece
una con su sonrisa tierna. Muestra una sonrisa de niña envuelta en un cuerpo de
mujer. Mientras nos miramos fijamente a los ojos, bebemos casi como si
selláramos una alianza. Posamos las copas sobre la mesa y sin pacto alguno, sólo con el brillo de nuestras
miradas, decidimos
intercambiar el dulce líquido en nuestras bocas. Ella lo hace con tanta dulzura, que el
gesto me seduce por completo.
Un
nuevo abrazo sella el momento. Me dejo llevar cogido de la mano. Nerea camina
dos pasos delante de mí, porta en la otra una manta que, sabedora de su papel,
se deja arrastrar por el césped.
En
silencio, extendemos la prenda de tela sobre la hierba. Nos arrodillamos y… cerrando
los ojos, dejamos
que nuestros corazones se hagan dueños del momento. Cuando quisimos darnos cuenta,
nuestros cuerpos desnudos están al abrigo de un manto de estrellas.
Besos.
Caricias. Pasión. Entrega. Amor.., Si, ¡eso es!. Amor a raudales sobre aquella
manta, bajo las estrellas…
Nos
miramos a los ojos en cada caricia. Susurramos un “te quiero” en cada suspiro. Con cada roce de nuestra piel nos decimos
“soy tuyo”, hasta que nos sentimos llegar
a un lugar único. Un lugar creado por la ternura, por el amor sin reservas. Un
lugar acunado por los sentimientos.
Nos
acariciamos las mejillas con gestos de enamorados. Los dedos juguetones se
entrelazan, mientras con la mirada gritamos
un “te quiero” desgarrador que, en un
pacto con las estrellas, es acallado por la noche.
Detrás
del abrigo de un renovado beso van nuestros
cuerpos y formamos de nuevo una solo existencia. Nos convertimos en un solo
cuerpo compuesto por dos seres llenos de vida y pasión.
Nerea
me susurra al oído. Yo… le encumbro mi amor en silencio, mientras me
siento morir y renacer en su interior.
De
nuevo la mirada perdida en el manto de estrellas. Alguna parece que, en un
guiño cálido de su luz, bendice ese momento de amor. Mientras, Nerea deja
descansar su cabeza sobre mi pecho, y dibuja con delicadeza pequeños círculos sobre
mi vientre desnudo.
Un
trago más de ese vino embriagador. Un nuevo
suspiro compartido. Una sonrisa dulce. Una palabra de amor. Dos pieles desnudas
en la noche. Complicidad absoluta. Sensación de estar viviendo un momento
único.
Las
ropas cubren nuestros cuerpos con desgana. Risas entre palabras simples. Palabras
llenas de amor entre risas cariñosas. Un abrazo en silencio. Miedo a no volver a
tener un momento igual en todo lo que nos queda de vida. Nostalgia de una experiencia
que aun no ha finalizado.
Al
mirar sus ojos, estos me exclaman “no te
vayas”. Mi corazón se encoge ante
los sentimientos. Sentimiento de tristeza. Sentimiento de dulzura. Sentimiento
de necesidad por tener a Nerea a mi lado por el resto de mis días.
De
nuevo un abrazo. De nuevo un beso desesperado. Debo irme, pero no quiero hacerlo.
Ella me suplica un minuto más con la mirada y yo siento que tengo toda una vida
para darle…
“No te vayas Damián”. Implora con tristeza en su mirada de zafiro.
Hoy,
tumbado sobre la cama la recuerdo. Recuerdo la maravillosa locura bajo la luz
de la luna. Recuerdo el dulce sabor de su boca. Recuerdo la música de sus
suspirados. Recuerdo la ternura de su voz al declarar lo que habita en su
mente…
Hoy
tumbado sobre la cama siento que la necesito para sentirme vivo. Hoy sé que a
su lado he vivido lo que jamás había albergado mi cuerpo. Hoy mi mente la
recuerda y añora su presencia.., mientras anhelo volver a sentir sus abrazos.
Abrazos que deseo revivir aunque solo sea por un solo momento.
Hoy,
como cada día, renazco al recordar aquella noche bajo un manto de estrellas…JpTorga
Vestigios
Dolor,
sufrimiento, silencio.., un frío desolador ahoga mi ser.
Me
siento solo. Miro por la ventana.., llueve. Desolación, soledad, angustia, mi
alma está rota…
Tristeza.
No
puedo entenderlo. No se hacerlo…
¿Que
ocurre? ¿Qué ha sucedido?
Vacío..,
así me siento.
¿Qué
es estar vacío? – Pienso-
Nada..,
en mis días no hay nada.
No
hay presente, tampoco futuro.., el pasado que dibujan mis recuerdos no me
gusta…
Vacío,
me siento vacío.
¿Estoy
viviendo mi vida?
No..,
está no es mi vida. Ocupo un cuerpo que no es el mío. Navego en las vivencias
de otro ser que no soy yo…
No
me reconozco.
Miro
de nuevo por la ventana, una gota recorre el cristal con amarga lentitud. Baja mansamente
hacia su final. Cuando llegue al marco inferior de la ventana irremediablemente
morirá…
Ese
soy yo. Así me siento.
Quiero
olvidar. Atrapo un vaso, arranco el tapón a la botella de ron, vuelco cuatro
dedos de brebaje trasparente. Acerco el líquido a mi boca, pero… antes de
llegar a ella lo estampo con fuerza contra la pared…
No.
¡No quiero!
No
quiero perder la conciencia objetiva de mi realidad. No quiero que nada altere
mi verdad. No dejaré que el alcohol presente otro escenario de mi vida. ¡Hoy
no!
Una
lágrima recorre mi cara.
La
detesto. La odio.
Ella
es el reflejo de mi debilidad, de mi dolor, de mi tristeza.
Ella
me recuerda mi desolación, mi impotencia, mi angustia.
Me
limpio de un manotazo. Tomo aire casi con ansiedad. Necesito oxigeno. Siento
fuego en mis pulmones…
Quiero
gritar. Rasgar el gris de mi habitación con un alarido que desahogue mi alma…
Amordazo
el grito en mi interior. Lo estrangulo con tristeza, la cobardía no me permite
darle vida y sacar su sonido al exterior. Un sonido que no sería más que mi
propia existencia.
Quiero
ser… Pero no soy.
Quiero
estar… Pero no estoy
¿Qué
me queda?
¿Qué
puedo hacer?
¿Quién
me ayuda?
¡No,
no, no!.., no quiero que me ayuden…
Ya
no…
Por
ello estoy solo. Por eso este dolor. Por eso mi angustia…
Miro
la fotografía, que arrugada descansa sobre la cama…
Mis
hombros se sacuden de forma involuntaria. Tienen vida propia y responden a sus
propios estímulos.
Me
dejo caer en el suelo, tomo asiento sujetando la cabeza entre mis manos. Quiero
volver a ser un niño. Necesito que alguien me proteja, me abrace…
Lloro…
Primero lloro con leves gemidos, para dejar paso a la convulsión incontrolada de mis hombros…
Lloro
por mi niñez…
Lloro
por mi vida fracasada..
Lloro
porque necesito llorar…
Lloro
por mi soledad…
Lloro
para aliviar el vacío…
Una
mezcolanza de fluidos se junta en torno a mi boca. Los aparto con el
reverso de mi mano…
Me
siento de nuevo en el suelo, la cabeza entre las manos, mirada al suelo, mis
manos agarran el pelo… Un suspiro nace lentamente en lo mas profundo de mi ser
y casi asfixiándome sale por mi boca
Dolor,
tristeza, silencio. Un frío desolador ahoga mi ser…
Jp.torga______
Jp.torga______
El Caballero
-
Lucharé –
piensa con determinación- Soy un
Caballero y defenderé con honor a mi pueblo y.., ¡a su Majestad el Rey!.
Se
acerca con cautela a la puerta del Castillo, lanza una mirada retadora a todo
el populacho para infundirse confianza. Éstos le miran no exentos de admiración,
según puede percibir. Toma aire y grita entre dientes…
-
¡Ahí voy!
¡Venceré! – Se golpea con el
puño sobre el pecho con fuerza, llenándose de valor. Su mirada es firme, llena
de determinación.
Al
traspasar
la puerta del Castillo las tinieblas se convierten en su compañía y
tal vez en su peor enemigo. Avanza paulatinamente,
lleva su mirada a ambos lados, buscando incesante un posible enemigo a
batir.
El
aleteo sobre su cabeza de un murciélago color azabache del tamaño de una paloma
le coge desprevenido. Al descubrir el animal y su carácter expugnable, respira
aliviado.
Blandió
en su mano, con gesto seguro, la maza de cadena con tres terminales en bola,
mientras dice en voz alta
-
¡No puedo tener miedo! – Al oír sus propias palabras se colma de valor
Hace
oscilar de nuevo el arma en su mano. A lo lejos escucha un rugido e intuye de
manera sabia el aullido de un lobo.
Sigue
avanzando con paso firme pero cauteloso. Su cuerpo conquista metros ligeramente
encorvado hacia delante. En ningún momento abandona la posición de defensa.
Del
cercano muro, a su izquierda, vislumbra la mirada penetrante de un dragón. Centra
en el lugar todos los sentidos. Se le eriza el vello sobre la piel. Su cuerpo
está a punto de saltar como un resorte. De nuevo el miedo quiere irrumpir en su
pecho. Empuña en su mano derecha el
potente mazo. Ante un movimiento de la cabeza del animal, descarga el
arma con toda su fuerza. Erró el golpe, pero sirve para ahuyentar a la bestia
que se marcha lanzando un bramido sobrecogedor.
De
nuevo toma aire con fuerza y lo expulsa en un gesto para controlar la zozobra
que se intenta adueñar del control de su cuerpo.
Se
voltea rápidamente sobre sus talones y mira hacia su espalda entrecerrando los
parpados para ver mejor. Aprecia que todo está en su sitio Al volver a mirar al
frente se topa de bruces con el osamenta de un corsario. Éste parece danzar
ante sus ojos un baile macabro. La exigua luz que entra por los ventanucos le permite distinguir el
esqueleto con claridad. Recorre unos metros dejando atrás esa visión
nauseabunda, mientras contiene la respiración para no inhalar su hedor.
Con
mueca pesarosa desliza una mano por la cabeza, con la intención de eliminar el sudor que intenta perlar su
frente. En el gesto denota cierto cansancio
Silencio.
Impera un silencio absoluto, casi sobrecogedor. Agudiza el oído, pero es
incapaz de discernir sonido alguno.
- Esto no
es normal – piensa de manera intuitiva
Avanza,
mientras evita un gran charco de un líquido viscoso, que a su vez desciende por
uno de los muros de piedra. Observa al fondo una salida, la claridad le hace distinguirlo.
Quiere
llegar cuanto antes. La visión de la luz distrae unos instantes su atención y
no puede advertir el peligro que acecha por su derecha. Siente un gruñido, que se
torna en una carcajada atronadora
-
¿Cómo no lo he visto? – se reprocha, mientras la piel se eriza nuevamente
en un instinto protector.
Arremete
contra el intruso, éste rehúye la pelea y se escabulle a una velocidad
endiablada. Decide en unas décimas de segundo no perseguirle y seguir su
caminar en busca de la meta deseada.
- Si llego
a tener aquí mi caballo, le hubiera alcanzado… - Piensa con gesto pesaroso
La
salida está apenas a tres metros de distancia. Corre entusiasmado hacia la luz
salvadora. Al cruzar el umbral yergue el cuerpo en un guiño victorioso. Se
siente seguro. Orgulloso. ¡Lo acaba de conseguir..!
Levanta
las manos con gesto triunfante. Escucha los aplausos del populacho. Allí, altanero
ante su hazaña, avanza hacia los presentes y baja con gesto arrogante la
escalerilla que le separa de la muchedumbre.
Su
padre le acaricia la cabeza y le coge de la mano
-
¿Estuvo bien? ¿Pasaste miedo? – le dice al niño con gesto tierno
-
No - expresó
orgulloso- ¡No tuve miedo…! Primero salió
un murciélago de dientes afilados. Después maté un dragón. Más tarde intentaron
cogerme y no pudieron… - el niño habla y gesticula con entusiasmo, mientras
se aleja del “Castillo del Miedo” simulando con sus manos una pelea.
Entre risas, su padre le lleva al puesto de los
helados…
Jp.torga
Jp.torga
En algún lugar
-
Ella se ha ido, ¡cómo la echo de menos!
- Sumida en sus pensamientos
Penélope camina lentamente, mientras ahoga un suspiro en el pecho.
Sus
manos viajan en el bolsillo del pantalón. En su caminar lleva los hombros
ligeramente encogidos y la mirada perdida en la profundidad del suelo. Le
acompañan cómplices los sonidos de la noche y de fondo el murmullo sosegado de
las olas del mar.
Penélope..,
siempre le ha gustado su nombre. Nombre
que sus padres habían extraído de la mitología griega por alguna razón que
desconocía: a lo largo
del tiempo por su dulzura, por su amor eterno a Ulises, por su capacidad para
esperarlo, por su astucia para no dejarse engatusar por otros, por su capacidad
de amar, por su entrega, por ser tan amada.., se había identificado totalmente
con él. Pero…, ahora toda esa fuerza parece que se aleja. Se siente triste,
angustiada. Ahora, en su desazón..., se siente sola, vacía…
Un
escalofrío sacude sus huesos. Saca las manos de los bolsillos y se regala un
abrazo lento, masajeando sus brazos desnudos con las manos. Mira hacia el
cielo, sus ojos verdes buscan en él lo que le arrebató la tierra.
Su
mirada está húmeda. Su pecho está reseco de tanto llorar. El verde de sus ojos
queda enganchado en la luminosidad de la Luna. Detiene su andar. Se mece
el cabello con las manos, mientra suelta el pelo color azabache sobre sus
hombros.
El
mar parece llamarla con su sonido rítmico. La sal y el aroma de las algas
penetran por su nariz despejando los sentidos. El camino parece detenerse junto
a un muro de piedra, que hace las veces de banco improvisado para sus penas.
Se
siente cansada… muy cansada. Son varios días castigada ante su ausencia, son muchos minutos de
soledad. Esa soledad acompañada, que por momentos se vuelve cruel…
-
Ella.., tan llena de vida se fue dejándome sola – cierra los ojos, que de nuevo se humedecen en lágrimas
y su corazón se pliega con fuerza en el pecho.
Levanta
de nuevo la vista y tiene la impresión que la Luna desea hablarle. Fija su mirada esmeralda
sobre el camino de plata que el propio astro dibuja sobre el mar.
-
Te siento a mi lado. Se que estás conmigo, dentro de
mi. Tu cuerpo apenas tenía veinte años y se fue. Pero yo, en mi angustia, en mi
soledad me siento llena de ti, de tus recuerdos, de tu risa contagiosa, de tu
ternura infinita…
Con
sus ojos recorre de nuevo el camino señalado por la Luna. Cree que esa imagen
intenta decirle algo. Siente que desea llevarla a algún lugar. Sus ojos escrutan
la noche y puede ver con nitidez la grácil figura de su hija bailar… Baila con
movimientos armoniosos, llena de luz y envuelta en seda color blanco. Inmersa
en esa danza sonríe y se va alejando suavemente.
La
vio marcharse. La dejó ir. Advirtió que sobrepasaba la luna, para depositarse
cerca, muy cerca. Sobre una estrella que brilla en el firmamento con luz
intensa, con luz propia. Su luz…
Penélope
tomó aire, se llenó de calma y haciendo suya la escena.., sonrió.
Aquella
era su estrella. Aquel sería su refugio, su hogar. Ahora sabía que desde
aquella luz saldría cada noche a buscarla. Allí descansaba su hija. Desde allí,
al final de cada día y con un parpadeo de su albor, su hija le diría cada
noche… “…Estoy orgullosa de ti Mamá. Te quiero…” .
Jptorga_____
EN
EL PARQUE
Javi pasea junto a sus padres
por el parque disfrutando alegremente de su patinete. La tarde es cálida, finas nubes
dibujadas sobre el azul del cielo. Invita a jugar.
Su padre le empuja entre bromas
y risas. Su madre, como siempre, camina a su lado comedida y callada.
Javi miró con admiración los
poderosos brazos de su padre. Éste le subió al columpio, para a continuación empujarlo
con fuerza. Su madre, cruzada de brazos le regala una mirada atenta.
Javi se sintió feliz.
Mientras se balancea en el
columpio mira hacia su entorno. Las rosas salpican de colores el verde del prado. Ante él, se levanta hermosas
figuras en forma de juegos sobre la arena del parque. Los árboles, majestuosos,
le hacen sentir seguro y protegido.
Disfruta de aquellas tardes de
paseo y juegos. Allí sus padres nunca discuten. No se levantan la voz. Incluso
en ocasiones se abrazaban y bromean.
Le gusta ver a sus padres reír.
- Lo hacen tan pocas veces juntos -
pensó.
Que distinto es cuando llegan a
casa y su padre se enfada. Se vuelve violento y pega fuertes golpes contra la
puerta hasta hacerla temblar.
En esos momentos su madre
siempre dice con voz ahogada…
-
Por
favor Daniel, no empieces, déjalo estar por favor…
Javi, a su corta edad, no entiende por qué su padre
con gesto tenso le grita a su mamá y con voz seria apretando los puños arrastra
las palabras diciendo…
-
- Entra
en el cuarto rápido, tenemos que hablar…
Y su madre con la voz quebrada solo acierta a
balbucear…
-
No.., otra
vez no. Para por favor…
En la habitación suenan una
cantinela de ruidos sordos, que él no sabe interpretar. En su imaginación los
intuye salidos del sonido del televisor. Televisión que su padre siempre pone a
funcionar a gran volumen.
-¿Para qué pone Papá la televisión si
tienen que hablar? – pensó encogiendose de hombros, mientras sus
manos hacen correr por el aire un caballo a gran velocidad y sin jinete.
Después de hablar su padre
siempre sale serio, huraño. Nunca quiere jugar con él.
Su madre llora con el cuerpo
encogido a través del pasillo, mientras camina en dirección al baño.
A veces se tapa la cara. Otras
se coge el estómago, como si le doliera mucho la tripa. Después, ella se va a la cocina, o se tumba
sobre la cama y le dice con dulzura
- Déjame un momento Javi, me duele mucho la
cabeza…
- Ella, tampoco quiere jugar…- Pensó
Javi desolado.
En la soledad de su habitación especula,
si el enfado será culpa suya. Si habrá hecho algo mal…
Para distraerse hace funcionar
la tele en ese canal que siempre ponen dibujos
animados y ríe en silencio para olvidar lo que no tenía que suceder.
Un pequeño perrito ladra dos
veces sacando a Javi de sus recuerdos y con voz silenciosa se dijo…
-
- No
entiendo para qué los mayores hablan a solas. No es divertido. Siempre se disgustan.
Esto es mejor, mientras jugamos en el parque, mi padre siempre bromea y sonríe..;
y me madre, aunque está callada, me mira con ternura y de vez en cuando me
abraza dulcemente… - Javi
sonrió lleno de inocencia mientras se balancea en el columpio.
Ese columpio que es empujado por los brazos
poderosos de su padre…
Angustia
La
gota. La maldita gota…
Ahí
esté otra vez insidiosa, desafiante…
Un
sudor frío recorre sus sienes, le hace temblar. La inquietud satura su pecho.
La
gota. Aquella maldita gota…
De
nuevo la sintió caer sórdida, implacable…
Sintió
un golpe inexorable sobre su cabeza. Le falta el aire y esa sensación le seca
la boca. Abrió ésta en un gesto como pez fuera del agua.
Silencio.
No percibe sonido alguno. Ningún ruido.
Nada que le permita saber que está vivo. Pero ella.., implacable, sigue allí y
él lo sabe...
La
gota. Una sola gota…
Siente
como el miedo crece en sus entrañas. Lo siente subir con lentitud y le atrapa el
estómago, le paraliza los pulmones, le aprieta la garganta. Abrió la boca para
tomar aire, quiere gritar.., y de nuevo la sintió.
La
gota. Allí estaba perversa…
En
la oscuridad pudo intuir su presencia. Pudo advertir el momento en el que
descendería implacable. Ella bajó sin avisar. Se estrelló contra su frente.
Era
una gota. Una sola gota…
Tercer
día… Tres días de oscuridad. Tres días de soledad, donde lo único que hace acto
de presencia de una manera rítmica es ella.., la gota.
Una
sonrisa triste recorrió su rostro. Lo había calculado. Dos minutos tardaría en volver
a visitarle. Dos minutos y ahí estaría de nuevo. Dos minutos y le buscaría como
un martillo busca morir sobre el clavo… Intentó mover las manos una vez más. No pudo, la gruesa cuerda se
lo impide. Una cinta gris sella su boca…
Pudo
percibirlo, ella está a punto de caer. Quiso soltar una carcajada
nerviosa, desgarradora. No pudo, la cinta se lo impidió... "...Ciento dieciséis, ciento diecisiete, ciento dieciocho, ciento
diecinueve y ciento veinte segundos..", cerró los ojos.
La
gota. La maldita gota se estampó contra su frente...
En
su cara se dibujó una sonrisa extraña, apenas un rictus. Una carcajada fue de nuevo frenada
por la cinta gris y quedó ahogada en el silencio. Su barbilla descendió con
lentitud refugiándose en el pecho. Sus hombros se relajaron hacia adelante. Lloró.
Hipó amargamente. "¿Por qué? ¿Por qué a mi?" Quiso moverse, no pudo…
"¿Cuanto
tiempo ha pasado? ¿Dos minutos?" Cerró los ojos con desesperación. Cerró los
ojos resignado.., y ella volvió…
Allí
estaba la gota. La maldita gota…
Jptorga_______
DE LA MANO
Nunca
pensé que un bostezo pudiera despertar tanta ternura en mi corazón.
Sonreí
mientras la miraba. Mis ojos querían grabar aquel momento. Inmortalizarlo. Probablemente,
en un futuro no muy lejano ya no la tendría a mi lado. Tal vez un Ángel en forma de profundo sueño
viniera a buscarla. Posiblemente me la arrebataría para llevarla a descansar a
un lugar lejano, pero a la vez, cercano a mi padre. Cercano a ese hombre que
fue su sombra y tanto añoró en los últimos años…
Ella,
en una mueca casi infantil volvió a bostezar abriendo la boca en un contenido
gesto, mientras cerraba los ojos. Al abrirlos lentamente, me miró. Al verme
sonriente, una expresión alegre vino a sus labios e iluminó sus ojos. Su tez pálida
hacia que esa luminosidad llenara la pequeña habitación. Estiré mi mano y alcancé
la suya dulcemente. Me aferró con fuerza, mientras lentamente dejó cerrarse los
ojos, necesitaba descansar…
Ese
gesto cogidos de la mano me llenó de recuerdos. Recuerdos de una niñez ya
lejana. Cuando ella, con expresión segura me entregaba una protección de Madre
entregada. Era un gesto sencillo, pero en mi mente de niño era una postura que
me hacia sentir importante.
Recordé
como caminando a su lado y cogidos de la mano, sabía que nada malo podía suceder, ya que ella
estaba allí para protegerme.
Mi
mano derecha avanzó llena de ternura hacia su frente. Mis dedos dibujaron diminutos
círculos sobre su piel brillante. Deseaba trasmitirle confianza. Deseaba que
ella se sintiese segura. Si, esa certeza que antaño ella me entregaba al
sentirme entre sus brazos. Abrazos intensos que me llenaban de determinación en
mi alma de niño.
Abrió
por un instante los ojos. Sentí como con su mirada buscaba mi persona. Ella
necesitaba saber si aun estaba allí. ¿Como no iba a hacerlo? Cuantas veces en
mi niñez la enfermedad en forma de virus me acechó y ella pasaba las horas a mi
lado o pedía a mis hermanos que lo hicieran, cuando sus muchos quehaceres no se
lo permitían. Cuantas veces en la noche me acunó hasta hacerme sentir el niño más
feliz de la tierra. Si, estaría allí a su lado el tiempo que fuese necesario…
Un
nuevo bostezo me sacó de estos pensamientos. De nuevo su cara se iluminó con
ese gesto infantil. Una nueva sonrisa llena de ternura recorrió mi rostro. Un
estremecimiento de cariño llenó mi pecho. Apreté su débil mano. Una humedad
repleta de emoción llenó mis ojos. Ella cerró los suyos. Estaba cansada, muy
cansada…
EL BESO
Caminé lentamente hacia
la salida de la casa. Al coger el pomo de la puerta, escuché a Nuria que
decía con voz temblorosa y por momentos ahogada por el llanto…
- ¿Y ahora qué?
Me giré y al ver sus
ojos verdes, sentí un vacío en mi interior. Pude advertir, que para mi,
ella no era la misma. De repente se había convertido en una desconocida
ante mis ojos. Bajé la mirada al suelo y entretuve mi pensamiento en la
punta de mis zapatos. Perdí la noción del tiempo. Tal vez pasó una
eternidad, o solo fue un instante hasta que volví a levantar la vista en
busca de sus ojos anegados por las lágrimas. Durante ese tiempo reviví
catorce años de vida en común. La ceremonia de boda rodeados de amigos.
La ilusión de los primeros meses, nuestras salidas en busca de diversión
y los planes para crear juntos una familia. Cuatro hijos nos
prometíamos tener entre risas y besos. Recordé los esfuerzos y a veces
angustias para pagar al Banco la hipoteca de la casa. Las tardes de
intenso trabajo, con la finalidad de llegar a nuestro hogar y abrazar a
mi mujer, de sentir la suave fragancia de su piel, la suavidad del tacto
de sus dedos al acariciarme la cabeza regalándome momentos de sosegada
paz. Rememoré el nacimiento de Moisés, nuestro hijo. Con su pelo negro
azabache y su energía interminable. Las vacaciones en Tanger, donde a
lomos de camellos sellamos un pacto de amor eterno con una mirada
cómplice como rubrica.
Mi mirada se viajó por
un instante a la ventana. El Sol enviaba sus rayos, como si de una
imagen extraída de la Biblia se tratara. En otro momento, en otra época
sería sinónimo de tarde de risas, juegos y un baño en la playa.
Pero.., hoy no. Hoy esa luz me indicaba el final de un camino. El final de una etapa. El final de una vida en común.
- ¿Y ahora qué? – Volvió a repetir con voz apagada.
Apoyando mi mano sobre su hombro, en un último gesto de respeto y comprensión, mientras susurré…
- ¿Ahora? Nada. Ve con él…
Nuria levantó la mirada
en un gesto mezcla entre sorprendida y nerviosa, mientras intentaba
avanzar hacia mí en un inequívoco gesto de rozar mi boca con un beso…
- No.., ya no – le dije sacudiendo la cabeza con tristeza.
Al alejarme, el gesto corvado de mis hombros indicaba el peso de la angustia sobre mi cuerpo…
PREGUNTAS
David
caminaba con las manos en el bolsillo. Una pequeña piedra le sirvió de balón. Le pegó una patada
despreocupadamente y pudo ver la piedra
rebotar tres veces en el camino antes de desaparecer en la orilla. Un
gorrión levantó su vuelo asustado, posándose a continuación sobre la rama de un
arbol.
Siguió
caminando entre la arboleda. La verde vegetación dejaba entrar leves rayos de
sol. Esa luz le relajaba. Siempre le había ocurrido así. Cuando necesitaba
pensar, le gustaba caminar por aquel lugar. El canto de los pájaros, los
sonidos del silencio eran su antídoto ante los problemas que abrumaban su
cabeza.
Su
cabeza era un hervidero de ideas desde hacia unos días.
-
Pedir...o no
pedir... Esa es mi duda. Hasta cuándo conviene hablar, decir las cosas,
expresar lo que se siente… - Pasó
una mano por la cabeza, meciendo el ensortijado pelo.- ¿Hasta dónde es recomendable
mostrar lo que uno tiene dentro, lo que uno guarda en su corazón?
Las
manos volvieron de forma mecánica al bolsillo. Nunca sabía que hacer con ellas
y menos cuando estaba en público. Curiosamente sus manos se convertían en un
estorbo, sobre todo desde el instante que dejó de fumar. El cigarrillo en la
mano era su compañero en muchas oportunidades. Le daba seguridad, una compañía
deseada.
Su
cabeza continuó en su especial pensamiento - ¿Qué riesgos se corren al hacerlo? Sé que al mostrar tus
sentimientos, tu forma de pensar, tu forma de actuar, Al abrirte y dejar ver lo
que llevas dentro...uno se muestra tal y
como es... y se hace vulnerable, más vulnerable aun ante los demás. Es más
difícil protegerse, es más fácil que te hagan daño. Es más fácil que te
conozcan y quienes te quieren, podrán respetarte mejor, aceptarte mejor -
Enarcó las cejas ante el pensamiento, ante sus recuerdos. Sacudió la cabeza
intentando ahuyentar tanta reflexión. Pero el gesto no sirvió para nada, su
cabeza generó mas preguntas, aun con más fuerza… - Hasta dónde es recomendable
ocultar, callarse lo que uno lleva dentro, lo que uno siente. ¿Puede ese
silencio ser una falta de sinceridad ante uno mismo, ante los demás? –
A
lo lejos se apreciaba el tejado de su casa. Decidió sentarse sobre una raíz de
roble, que asomaba en la orilla del camino. Más veces esa cepa había servido de
banco improvisado, cuando salía a pasear. Hoy sería una vez mas, su compañero. El
roble, no solo le aportaba una sombra deseada, sino un refugio en su soledad.
-
¿Cómo decidir
si hablar o callar? A dónde van esas palabras que nos callamos, que no decimos?
¿En alguna ocasión puede ese silencio pesar sobre nosotros como una oportunidad
perdida, como una falta de sinceridad? – dejó la cabeza apoyada entre sus manos y cerró los ojos. - Puedo
uno arrepentirse de lo que ha dicho. Puede uno arrepentirse de lo que no ha
dicho. ¿Alguna de las dos opciones es mejor? ¿Cuál de ellas lo es?
Se
levantó poco a poco y caminó hacia la casa con gesto cansado. Las manos en el
bolsillo. Una astilla del roble entre sus labios a modo de mondadientes. Como
echaba de menos un cigarrillo. Aspirar el humo con fuerza. Sentir como pasa por la garganta e
inunda los pulmones, la serenidad de expulsar la bocanada. La compañía entre
los dedos… Su cabeza le dijo
-
Pienso que
cuando uno pide corre el riesgo de que le den por obligación, o quizás porque
quien da se sienta comprometido. Cuando uno recibe de forma espontánea, sin
haber pedido, es más difícil que esto suceda, Es más fácil que quien entregue,
quien esté dando, lo haga de forma natural, porque así lo siente, porque ese es
su deseo...
Al
llegar a la casa, el perro salió a recibirle con entusiasmo. Acarició la cabeza
del animal con desgana. En el umbral de la puerta estaba Elisa
-
Hola David.
Has llegado – Comentó con una
sonrisa a modo de saludo y una expresión de anhelo en su mirada
-
Hola – Expresó él, con disimulada indiferencia, mientras escondía la
mirada lejos del brillo de los ojos de su esposa…
Jptorga/H_______
Fin de curso
El
leve chirrido de la vieja puerta del aula anunció que ésta, estaba siendo empujada con
suavidad.
Tensi
entró poco a poco, sin prisa.Sacando porvecho a cada paso que daba.
Se
colocó en el centro de la sala. Grandes ventanales quedaban a su derecha. Miró
con nostalgia a su alrededor. Cada mueble, cada objeto le traía a la cabeza un
recuerdo, un instante vivido…
Sintió
que la emoción humedecía sus ojos.
Momentos…
Imágenes
de niños riendo, protestando, jugando, aprendiendo...
Recuerdo
de sus reuniones con padres…
Padres
colaborando en improvisadas obras de teatro…
Momentos
y más momentos, cuyos recuerdos apretaron con fuerza su corazón dentro del
pecho…
Despegó
sus labios. Abrió la boca buscando una bocanada de aire que llenara sus
pulmones. Por un momento se sintió mareada. Le faltaba el aire…
Finalizaba
una etapa de su vida. Cuatro años de trabajo, ilusión y esfuerzo quedaban atrás…
Cogió
una pequeña silla y se sentó en el centro de la sala disfrutando del silencio…
Un silencio de nuevos recuerdos llenó ese momento. Se sintió sola.., y deseaba
sentirse así…
Sus
manos jugaron con la parte inferior de la bata de trabajo.
Sus
piernas estaban flexionadas. Podía sentir en ellas el tacto de sus niños cuando
la abrazaban después de un juego en el aula…
Se
levantó y colocó la silla en su sitio. Una nueva mirada por toda la sala a modo
de despedida… Cerró por un instante los ojos. De nuevo emociones desbocadas llenaron su mente.
Salió
al pasillo. Las piernas le flaqueaban. Sintió ganas de llorar…
- No. Aquí no lloraré. Ya tendré tiempo de hacerlo
en la intimidad de mi casa – Pensó
de forma decidida.
No
deseaba que nadie percibiese su vulnerabilidad. Se sentía sensible, nostálgica…
Pero lo guardaba para ella. Lo llevaba en su corazón, dentro de su Alma…
Caminó
por el pasillo. Sintió las paredes desnudas. Ya no estaban los dibujos de los
niños, que durante el curso llenaron de color y vida aquel lugar.
De
nuevo sintió melancolía. De nuevo su mirada húmeda buscó refugio en algún lugar
inesperado. Algún objeto que la ayudase a controlar las ganas de llorar.
Comenzaba
una nueva etapa. La ilusión de un nuevo lugar de trabajo. Nuevos niños. Nuevos
compañeros de trabajo. Nuevas metas…
Se
despojó con gesto tranquilo la bata y se la colgó del brazo. Recogió su bolso...
Una última mirada atrás y a su cabeza volvieron imágenes de momentos llenos de
sonrisas divertidas de sus niños…
Miró
la mesa y allí estaba esperando pacientemente su bruja preferida. Se cruzaron una sonrisa cómplice.
Sintió, que aquella bruja, que durante el día escondía traviesamente las cosas
a los niños.., la miraba fijamente. Era la bruja que la acompaño los últimos cursos. La
bruja que llenó de ilusión y pequeñas fechorías a sus niños…
Dorotea
parecía sonreírle. De echo le sonrió abiertamente con su gran diente brillando
entre los labios, mientras le decía en su idioma
–
Has realizado un buen trabajo Tensi... Todos..; padres y niños te llevan en su
corazón. Puedes sentirte orgullosa –
Sintió
la puerta cerrarse en sus espaldas. Respiró con fuerza. El aire, en su entrada galopante..,
quemaba dulcemente sus pulmones.
Con
paso resuelto se fue en busca del coche. Hora de irse a casa…
Caminó
con los brazos cruzados, apretando la bata contra su pecho. Ha ella le gustaban
las historias llenas de fuerza, repletas de vida, de sensaciones... Y estaba
viviendo una de ellas con total intensidad…
Mientras
caminaba, escuchó la voz alegre de una niña decir…
-
Mamá, ahí se marcha la maestra… –
No
giró la cabeza. Sonrió con renovada nostalgia. Se sintió orgullosa de su
trabajo.
Le
gustó la frase de la niña…
- Si. Allí
se iba la MAESTRA…
- pensó orgullosa-
JpTorga_______
ADMIRACION
¿Dónde estoy?
¿Qué sucede?
¿Quién hace ese estruendo?
Un momento de consciencia me pone sobre aviso de lo que posiblemente está sucediendo.
Un mareo me deja nuevamente transpuesta durante unos segundos y después… después todo estaba borroso en mi cabeza. Sólo el sonido de las llaves en la puerta, una voz lejana que me llama, una conversación de la que solo escucho parte…y ahora ese maldito sonido, ese ruido que va y viene, pero no cesa, esa especie de grito que me está volviendo loca.
Comprendo: es el sonido de sirena de una ambulancia y yo…¿yo voy dentro..? Si.., debe ser así, debo ir dentro, medio inconsciente. ¿Habrá llegado mi hora? ¿Serán estos mis últimos momentos?
Cuántas veces me he preguntado en las largas noches en vela qué se sentiría cuando uno está punto de partir hacia el otro lado, hacia la oscuridad, hacia lo desconocido, hacia el más allá. ¿Habría un más allá?
¿Será este mí momento, el momento de irme?
No, no puede ser, aún tengo muchas cosas pendientes en mi vida.
La novela, esa maldita novela que me quita el sueño noche tras noche. Pero eso no es lo más importante.
Marco, aún me necesita.
Marco, mi hijo. El habrá llamado la ambulancia.
Marco, siempre he sentido que por él daría la vida, esa vida que ahora se me escapa, que pende de un fugaz hilo. Esa vida, esa fuerza que ahora se me va entre las yemas de los dedos, entre los fugaces parpadeos de mis cansados ojos, entre los frágiles latidos de este corazón maltrecho…
Marco…
Él es el motor de mi vida, el sueño hecho realidad, el recuerdo permanente de un amor intenso, de un amor sin límites, de un eterno dar y recibir cada día, cada minuto, cada segundo, cada suspiro…
No, ahora no puedo irme. Tengo que estar presente en su Graduación. Tengo que acompañarlo como lo harán las madres de sus compañeros, le he dado mi palabra de estar allí, de sentirme la madre más afortunada del mundo.
Cierro aún más los ojos. Con intensidad. Ese dolor, cada vez más agudo, me impide casi respirar,
No puedo venirme abajo. No… no puedo dejarme vencer. Debo aguantar por él, por mi hijo; por mí, por disfrutar todo lo que me queda por vivir junto a él.
Me siento débil, pero aunaré fuerzas para seguir adelante. Aprieto los dedos, cojo algo que me parece una sábana. Siento impotencia, quiero aferrarme a mis sueños, a mi hijo, a mi promesa de estar a su lado en los momentos de júbilo y en los instantes de lágrimas.
Ha pasado el tiempo. No se discernir si ha sido largo o corto, y ahora, ahora temo abrir los ojos. No siento nada: ni dolor de cabeza, ni el chillido incesante de la sirena. Sólo silencio, sólo tranquilidad. ¿Dónde me encuentro? ¿Me habré ido ya?
Un miedo atroz se apodera de mí. No quiero abrir los ojos. Tengo miedo a la realidad. Pero.., debo saber la verdad.
Emito un suspiro agudo que salé de lo más profundo de mi cuerpo. Empiezo el terrible trabajo de mirar lo que me rodea. Mientras lo hago un brillo de esperanza recorre mis ojos: no puedo irme, no estoy preparada para ello, pero, ¿alguna vez se está preparada para dar ese paso? No.., no puedo estar al otro lado, todavía no…
H/J
Con innegable admiración fue testigo de cómo su padre
colocaba aquel gran poste y como con maestría subido a la escalera, martillaba
los clavos de una manera firme y segura para sujetarla
-
- - Que fuerte es y qué bien realiza este trabajo– Pensó
Cogió su camión y lo condujo por dunas de arena, dejando al
lado un gran lago, después fue por el valle hasta llegar a su casa. Aparcó en
las cercanías de la entrada a la vivIenda. Cuando entró por la puerta con las
manos y la ropa sucia de tanto trabajo,
percibió un olor muy agradable. La comida estaba a punto de ser servida
en la mesa y él, tenía mucha hambre. Se quedó mirando a su madre mientras ésta cocinaba
y con un gesto de ternura se dijo…
-
- Mi madre es guapísima. No existe otra
mujer más hermosa. Además, hace el arroz como a mí me gusta. Nadie puede
igualarla en la cocina
Se fue a la granja de animales, tenía allí todo por hacer,
antes de que le sirvieran la comida quiso ver si todo estaba en calma.
Ya, en la granja apreció con tristeza que su mejor caballo posiblemente
se había fracturado una pata delantera. Lo miró con tristeza, las lágrimas le
cercaron los ojos. No podía ser, su
caballo “Rubio” no podía seguir sufriendo así. Por suerte, en aquel momento su
padre había finalizado el duro trabajo de cerrar el vallado y al verlo tan
triste le preguntó…
-
- ¿Qué te ocurre Julián? – Preguntó con voz serena
Julián se sintió aliviado, se limpió una lágrima que
descendía rápida por su cara, evitando que nadie se diese cuenta. Cuando su
mundo se paraba; cuando en su día a día se encontraba con problemas, siempre
llegaba él, su padre y con infinita tranquilidad lo solucionaba todo.
“Rubio” apenas se movía,
levantó la cabeza con una mirada lastimera y Julián pensó, mi padre seguro
que lo consigue curar. Éste con gesto firme se acercó al caballo y llamó…
- -
María, ven échame una mano – dijo, mientras miraba con gesto
preocupado al animal
Su madre llegó casi al instante y con gestos seguros ayudó a
su padre, casi sin mediar palabra. En pocos minutos el caballo se encontraba
totalmente curado. Una vez más, Julián miró a sus Padres
-
- Tengo los mejores padres del mundo – pensó con una sonrisa
Y es que, a sus cinco años; nada le daba más seguridad que el
gesto tranquilo, y sosegado, que ejercían sus padres cuando estando a
su lado, le ayudaban.
jptorga_______
La búsqueda
- ¿Dónde estoy? – pensó levantando la mirada hacia el horizonte - Me parece que ya he pasado por aquí, pero no conozco este sitio – dudó por un instante y con aire decidido continuó - Debo seguir buscando. No se dónde están los míos y debo protegerlos ¿cómo pudo ser que me despistara?
Levantó de nuevo la vista. Su mirada mostraba inseguridad, tal vez miedo.
- Me siento mal. ¡Vaya, ahí viene de nuevo el chico de la capucha verde..! – pensó asustado - Vuelve a coger una piedra. ¡Tengo que correr..! Antes casi me da en la cabeza y.., ¡no le hice nada..! – El miedo se asomó a sus ojos - ¿Por
qué habrá querido pegarme? Yo, casi ni le he mirado… La verdad, solo
esperaba que colaborase conmigo ya que tengo hambre…, y ahora..,
¡también tengo frío..!
Miró de nuevo al Cielo encapotado, con
gesto suplicante en sus ojos. Su pelo está húmedo por la lluvia caída
hace veinte minutos…
- Que no vuelva a llover. Antes me he mojado mucho – Sacudió ligeramente el pelo - ¿Y los míos, donde estarán..? ¿Se habrán resguardado de este frío? ¿Habrán comido?- Mientras pensaba caminó con paso firme
Sus tripas realizaron un extraño ruido…
- Comer… Tengo hambre. ¡Mucha hambre! – el gesto de su cara permanecía impasible - ¿Cuándo fue la última vez que he comido? – Se miró las manos -Llevo mucho tiempo caminando
Miró de nuevo al cielo, mientras sacudía la cabeza…
- Pero.., no debo decaer. Tengo que encontrarlos – La determinación se dibujó en sus gestos y la transformó en caminar a paso decidido
Se le iluminó la mirada al ver el agua
fresca que manaba de la fuente. A paso rápido avanzó hacia ella. Bebió
con intensidad, derramando el preciado líquido por la comisura de sus
labios. El agua, impasible al discurrir por su estómago, potenció la
sensación de hambre.
Se sintió solo, triste…
- ¡Vaya hambre tengo! Si estuviera aquí Carlitos compartiría conmigo su merienda – La mirada se le volvió a iluminar - ¿Dónde
estará? Me gustaría jugar con él. Es tan divertido. Me gusta verle reír
cuando jugamos a la pelota… Y a mi.., también me gusta..
Había gente paseando. Con timidez avanzó entre ellos. Deseaba pasar desapercibido.
- Está cayendo la noche. No sé muy bien dónde podré dormir seguro- pensó mientras buscaba un refugio - Me da miedo estar solo y.., ¡tengo hambre!. Creo que me suenan las tripas
Observó cómo se reunían un grupo de chicos y le miraban fijamente.
- ¿Qué dicen? Creo que están hablando de mí – Puso gesto de fastidio
- No... ¡No! Están equivocados. ¡Creen que soy un vagabundo! – Corrió
- Eeeh. ¡Solo es que me he perdido! – les gritó
- ¡Para! ¿Qué haces? ¡No me persigas!. ¿Otro que quiere pegarme! ¡Tengo que correr! – emprendió una rápida huida
- Bfffff.., ¡Qué susto! Suerte que no está en forma y yo corro más…
Con paso cansado fue avanzando hacia la salida del pueblo y pensó
- Ellos, los míos, me subieron al coche. Recuerdo que Carlitos lloraba, pero no sé por qué… - Se rascó una oreja - Viajamos durante mucho rato y después abrieron la puerta. Todos me acariciaron la cabeza y me bajé del coche confiado- Llevó su vista hacia la espalda - Percibí
que me miraban con mucha atención, casi con lástima. Sabían que tenía
necesidad de vaciar la vejiga después de tanto viaje. Luego, mientras
fui a mear, el coche arrancó y se marcharon sin mi ¡No se dieron cuenta!
– bajó la vista al suelo, con lástima
Buscó con la mirada una referencia en el horizonte y vio la Luna despuntar entre las montañas
- Tengo
que encontrarlos antes de que caiga la noche. Me da miedo la soledad.
Además, tengo que protegerlos. Ellos, los míos, me necesitan y me
quieren…
Siguió caminando, mientras con la cabeza
agachada y a paso rápido buscaba un rastro que le devolviera al hogar...
Un hogar donde comer. Un hogar donde descansar. Un hogar donde
estuviera protegido... Un hogar con los suyos…
Jp.torga______
LA MIRADA AZUL
Gabriel, el párroco de aquel pequeño pueblo, salió de la Sacristía con paso firme
y seguro hacia el Altar. Después de realizar una ligera inclinación de cabeza y
mirando a los allí presentes, comenzó la misa. Usaba en el Oficio gestos
amplios, en los que mostraba la solemnidad del Acto que allí se celebraba.
Empleaba en su lenguaje una voz dulzona, neutra, estudiada. A sus 53 años la
experiencia le llevaba en volandas en el momento de plasmar los ministerios
diarios. Sus ojos coincidieron por un instante con el cielo de la mirada de
Inés. Sintió una vez más, como una leve punzada daba paso a una explosión de
júbilo que agitaba con fuerza su pecho. Sintió, que dentro de él, se liberaban
cientos de mariposas juguetonas e inquietas. Ella mantuvo fija, inocente, su
mirada sobre los oscuros ojos del Cura. Él, por un instante dejó de sentirse
miembro activo de la Iglesia,
para convertirse en un hombre en todo su esplendor e ilusiones.
La había
escuchado más de un centenar de veces en confesión en los últimos años. Sabía
de su honestidad, de su virtud, de su leal dedicación como madre y sufrida
esposa.
Horas más tarde, ya en la soledad de la noche y acostado en su cama, sus manos de fina piel
buscaron placer en su virilidad, mientras su mente era invitada a pensar en
el recuerdo de aquella mirada dulce.
Con gesto brusco abandonó la cama,
mientras apartaba las sábanas de un fuerte manotazo. Recogió su Breviario y el
Rosario de cuentas color negro que descansaban sobre su mesita de noche. Con
desazón se puso a pasear por el pasillo de la casa leyendo las enseñanzas divinas
una vez más. Su sobrio pijama de rayas azul marino y las zapatillas marrones de
felpa le protegían de la fría humedad de la casa parroquial. Por fin vencido
por el cansancio, llegó el sueño en forma de ángeles, mientras dejándose ir a
la cama se adentró entre las frías sábanas blancas.
A la semana siguiente en la misa de las nueve. Gabriel
abandonó nuevamente la
Sacristía camino del Altar Mayor y con gesto incierto miró a
los fieles de hito en hito, mientras su Corazón buscaba el cielo de unos ojos,
de una mirada inocente. Al sentir sobre si esa mirada, de nuevo se sintió
hombre, dejó de ser santo y en silencio sintió como tras un alocado galope su
corazón se desangraba lentamente.
Estaba
lleno de vida, amor, ternura para
entregar. Para crear un mundo de sentimientos y entregarlos en forma de
ilusiones a aquella mirada dulce.
Sus piernas temblaron al ritmo de la
incertidumbre sobre la presión de las fuertes las creencias que se desmoronaban
en su interior haciendo presagiar una tormenta y una grave caída.
Presentó la
misa de forma mecánica, sentía que su cuerpo flotaba, que su mente había
abandonado definitivamente sus carnes.
Al final del Oficio, la vio marcharse de
espaldas entre el resto de personas y la soledad se apoderó de su ánimo.
Arrastrando los pies, que se negaban a obedecerle se fue hacia la Sacristía, mientras
pensaba... - ¿Cuándo finalizará este tormento?
Inés, mientras, al llegar a la puerta de salida de la Iglesia giró la cabeza
suavemente, deseando encontrar la mirada suplicante de Gabriel. Deseando ver una
imagen, que como cada domingo se le escapaba entre las manos, llenándole de un vacío que
desgarraba sus entrañas, que la dejaba exhausta sin aliento.
Con gesto lento y
sereno deslizó su dedo pulgar por la piel de su rostro, mientras dibujaba la señal de la Cruz…
Jp.Torga_______
Miedo
Sintió miedo, pequeñas gotas de sudor resbalaban por sus sienes.
Escuchó los latidos de su corazón mezclados con el sonido ronco de unos pasos, que avanzaban hacia ella.
Emprendió una huida sin
control corriendo dentro de un túnel en penumbra. Tropezó sin llegar a
caerse. La angustia le oprimía el pecho sin apenas dejarla respirar,
ésta era agitada intensa.
Se acordó de sus hijos. Temió por ellos. Pensó que tenía que distraer a su perseguidor aun a costa de su propia vida.
Se acordó de sus padres, cuando y como la habían protegido siempre, para ahora hallar este trágico final a sus días.
Reemprendió una alocada
carrera, creyó intuir una luz al final del angosto túnel. Un brillo de
esperanza se dibujó en sus ojos. Las piernas ya no le respondía por el
esfuerzo, un rugido cercano la dejó paralizada.
Tropezó y al
trastabillar sintió el contacto de una mano alargada en su espalda
mientras caía. La caída se proyectó sobre un agujero estrecho, mientras
lo hacía sintió su cuerpo colocarse en forma de aspa, con los brazos y
las piernas abiertas intentando aferrarse a algo.., aferrarse a la vida.
Sintió la caída a cámara lenta. La vida se escapaba a su control. Un vacio extraño se adueñó de su pecho.
De nuevo el cuerpo se
tensó en un esfuerzo por aferrarse a las paredes del pozo, pero éste
cada vez era más ancho. En su lenta agonía gritó desesperadamente...
Su marido puso a funcionar rápidamente la luz de la lámpara y dijo suavemente -Sara, despierta. No ocurre nada. Todo está bien -
Sentada en la cama el sudor empapaba su pelo...
Jp.Torga_____
EL MARINERO Y LA SIRENA
En su mar de cristal una sirena soñaba sin cesar.
Soñaba con guardar el sol en un tarro de cristal,
soñaba con viajar sobre el horizonte y las estrellas poder
tocar,
soñaba con leer cuentos de hadas y magia que la llenaran de paz,
soñaba con un marinero de ojos oscuros y labios de pan,
soñaba en su mar de cristal…
En su barco dorado soñaba sin cesar un marinero.
Soñaba con pescar en su red un pedazo de ilusión,
soñaba con descubrir dónde estaba el mar de la pasión,
soñaba con mostrarle el camino de la libertad a su corazón,
soñaba en su dorado barco...
La sirena lloraba en silencio por sus sueños de papel,
el marinero lloraba por sus sueños de un mundo que contara con
él.
Sus lágrimas se juntaron sobre una ola de espuma blanca.
Sus miradas se acariciaron entre los sueños que por el mar
navegaban,
cientos de mariposas bailaron por el río de sus venas,
brillaron en sus ojos despiertos de ternura un universo de
estrellas.
Desde entonces, en las noches de luna blanca, en las noches de
luna llena,
mientras escuchan la melodía que las olas y las estrellas bailan
en la arena,
el marinero y la sirena se cuentas sus sueños y confidencias,
se acarician con la mirada,
se duermen con una sonrisa entre las sábanas blancas,
se recuerdan en el silencio del alma entre el aroma de mar y
canela…
MH/J
EL VIAJE
Vanesa
se sentó en la mecedora con gesto cansado. Había sido un día agotador.
Reflexionando sobre ello, tal vez, mas que agotador había sido el final de una
etapa.
Era
una mujer fuerte, acostumbrada a luchar. Había vivido su vida de forma, que no
dejaba cabida al desánimo.
Miró
el sobre que estaba depositado sobre la mesa camilla. Lo abrió, mientras en su
pecho un cosquilleo se desplazaba desde el estómago a la garganta.
No sabía que
iba a encontrarse al otro lado de la solapa de aquel sobre color
sepia.
Dentro había un papel del mismo color, con escritura de rasgos fuertes y
letra verde.
Reconoció
perfectamente la letra de Silvio. La emoción llegó a sus ojos en forma de lágrimas.
Dos de ellas bajaron poderosas, ceñidas a las aletas palpitantes de su nariz. Las
dejó viajar sin incomodarlas sobre su cara. No quiso frenar su trayectoria, que
finalizó salada sobre la comisura de sus labios.
Sintiendo
el pecho sobrecogido, dejó su espalda pegada al respaldo de la mecedora. Ésta,
se movió al empuje del peso de la mujer.
Comenzó
a leer. En cada palabra escrita pudo percibir la voz suave de Silvio, que entre susurros le decía…
“...Si estás leyendo esto, es que has
abierto el sobre. Tienes en tus manos la carta, que hace tiempo escribimos cada
uno, a la orilla del mar. ¿Recuerdas? Paseamos de forma incansable, dejando que
el mar mojase nuestros pies. Nos sentamos en las rocas, mientras el Sol nos
bañaba con su luz. El agua llegaba a nosotros fresca, empujada por las olas.
Seguro, que ante el recuerdo de ese instante ahora sonries, porque viene a tu mente
aquel momento perfecto de complicidad. Fruto de ello, en aquel instante decidimos sacar cada uno
una hoja de papel de tu bolso y nos pusimos a escribir lo que nuestro corazón sentía,
para poder recordarlo cuando llegase el día de hoy.
Vanesa, contigo he sido feliz...
Me he sentido lleno de vida, día tras día.
Te descubrí, cuando apenas habíamos
dejado de ser unos niños.
Cada día me has recibido en tus brazos
con una sonrisa.
Si me faltaban las fuerzas, te convertías
en mi motor incansable.
Si el temor se apoderaba de mi, tú
estabas ahí para inculcarme valentía.
Si la tristeza era mi fugaz visitante,
te disfrazabas de payaso para despertar la felicidad en mi pecho.
¿Recuerdas?
El día que escribí esta carta, me
abrazaste por la espalda sobre el acantilado y soñamos con cruzar el mar, buscando un lugar
donde la locura diera paso a la razón…
Y así fue nuestra vida. Llena de
complicidad y entrega mutua.
Complicidad que tu me entregabas, sin
esperar mas que mi bienestar.
Has sido la amiga ideal. La pareja
perfecta. Renunciaste a ser madre, para ser una esposa entregada… Y hoy, en
este instante, una viuda apenada.
Si me estás leyendo, es que hace poco, has dejado
tres rosas azules sobre mi lápida.
Es que.., mi momento de partir ha llegado.
Es que.., después de una vida juntos, hoy
por primera vez he emprendido un viaje sin ti.
Sabes, que donde vaya, donde esté, me
sentaré con paciencia a esperarte.
Querré volver a vivir en otro lugar la vida
tan intensa que disfruté aquí a tu lado, en nuestro hogar.
Te llevo en mi recuerdo..”
"Silvio"
Vanesa
dobló el papel. Con movimientos lentos lo devolvió al interior del sobre y lo
acercó en un abrazo callado sobre su pecho.
La
mecedora se balanceaba suavemente, casi con dulzura…
-
Espérame. No tardaré en llegar mi amor. Ten paciencia – pensó
Cerrando
los ojos, sonrió… Mientras sintió como un olor dulzón a gas cegaba sus sentidos…
JP.Torga_______
TODAVÍA NO
¿Dónde estoy?
¿Qué sucede?
¿Qué me pasa?
Un recuerdo fugaz llegó a mi cabeza: horas interminables de trabajo,
palabras que no quieren salir, dolor de cabeza, aquel maldito e intenso
dolor de cabeza…
¿Por qué no cesa ese sonido?
¿Quién hace ese estruendo?
Un momento de consciencia me pone sobre aviso de lo que posiblemente está sucediendo.
Es
la hora en la que m hijo regresa a casa; posiblemente me encontró
tumbada sobre la mesa, intentando escribir ese maldito libro que se me
resiste.
Me encuentro mal, bastante mal, pero debo concluir el trabajo, esa
absurda novela para la que no encuentro frases, ni argumento, ni
siquiera buenos personajes que me ayuden a sacarla adelante. Pero debo
terminarla, es imprescindible que la finalice.
Un mareo me deja nuevamente transpuesta durante unos segundos y después… después todo estaba borroso en mi cabeza. Sólo el sonido de las llaves en la puerta, una voz lejana que me llama, una conversación de la que solo escucho parte…y ahora ese maldito sonido, ese ruido que va y viene, pero no cesa, esa especie de grito que me está volviendo loca.
Comprendo: es el sonido de sirena de una ambulancia y yo…¿yo voy dentro..? Si.., debe ser así, debo ir dentro, medio inconsciente. ¿Habrá llegado mi hora? ¿Serán estos mis últimos momentos?
Cuántas veces me he preguntado en las largas noches en vela qué se sentiría cuando uno está punto de partir hacia el otro lado, hacia la oscuridad, hacia lo desconocido, hacia el más allá. ¿Habría un más allá?
¿Será este mí momento, el momento de irme?
No, no puede ser, aún tengo muchas cosas pendientes en mi vida.
La novela, esa maldita novela que me quita el sueño noche tras noche. Pero eso no es lo más importante.
Marco, aún me necesita.
Marco, mi hijo. El habrá llamado la ambulancia.
Marco, siempre he sentido que por él daría la vida, esa vida que ahora se me escapa, que pende de un fugaz hilo. Esa vida, esa fuerza que ahora se me va entre las yemas de los dedos, entre los fugaces parpadeos de mis cansados ojos, entre los frágiles latidos de este corazón maltrecho…
Marco…
Él es el motor de mi vida, el sueño hecho realidad, el recuerdo permanente de un amor intenso, de un amor sin límites, de un eterno dar y recibir cada día, cada minuto, cada segundo, cada suspiro…
No, ahora no puedo irme. Tengo que estar presente en su Graduación. Tengo que acompañarlo como lo harán las madres de sus compañeros, le he dado mi palabra de estar allí, de sentirme la madre más afortunada del mundo.
Cierro aún más los ojos. Con intensidad. Ese dolor, cada vez más agudo, me impide casi respirar,
No puedo venirme abajo. No… no puedo dejarme vencer. Debo aguantar por él, por mi hijo; por mí, por disfrutar todo lo que me queda por vivir junto a él.
Me siento débil, pero aunaré fuerzas para seguir adelante. Aprieto los dedos, cojo algo que me parece una sábana. Siento impotencia, quiero aferrarme a mis sueños, a mi hijo, a mi promesa de estar a su lado en los momentos de júbilo y en los instantes de lágrimas.
Ha pasado el tiempo. No se discernir si ha sido largo o corto, y ahora, ahora temo abrir los ojos. No siento nada: ni dolor de cabeza, ni el chillido incesante de la sirena. Sólo silencio, sólo tranquilidad. ¿Dónde me encuentro? ¿Me habré ido ya?
Un miedo atroz se apodera de mí. No quiero abrir los ojos. Tengo miedo a la realidad. Pero.., debo saber la verdad.
Emito un suspiro agudo que salé de lo más profundo de mi cuerpo. Empiezo el terrible trabajo de mirar lo que me rodea. Mientras lo hago un brillo de esperanza recorre mis ojos: no puedo irme, no estoy preparada para ello, pero, ¿alguna vez se está preparada para dar ese paso? No.., no puedo estar al otro lado, todavía no…
H/J
CONFIANZA
Posa
el cuchillo sobre la mesilla de noche. La mira con ese gesto dulce, que sabe
irresistible para quien lo percibe en su cara. Acaricia su mejilla, y le dice
-
Confía en mi
Ello
sonríe bajando la mirada
-
Déjame que te vende los ojos. Deja que tus sentidos me
sientan- la voz del hombre se percibe dulce,
serena
Él,
coge el pañuelo malva, que ella lleva anudado al cuello y tapándole los ojos,
hace un nudo a la altura de su nuca. Mientras realiza este gesto, le susurra
dulcemente al oído
-
Bien. Eres una niña buena. Sigue confiando
Al
finalizar la frase, le roza el lóbulo de la oreja con los labios.
-
Ahora, déjame atarte las manos. – La voz sonó apenas en un murmullo firme
Ella
duda, pero recuerda sus palabras… “confía”.
Y.., necesita confiar, Quiere confiar.
No desea dar marcha atrás. Apretando los labios, vuelve a asentir con la
cabeza.
Él,
sujeta sus manos con movimientos estudiados. Al finalizar, besa el largo cuello
femenino, apartando una mata de pelo color caoba. Ella, mientras cierra lo
ojos, se deja sentir.
-
Eres mía –
le susurra mientras coge el cuchillo de la mesita de noche.
-
Ahora.., ¡siente!
– expresa con voz seca, mientras la acerada hoja del cuchillo se desliza bajo
la camisa, para alojarse sobre su piel. Ella se estremece. Por su vientre
discurre una corriente eléctrica, que alcanza su cabeza con la fuerza del golpe de un látigo.
La
hoja del cuchillo cortó con facilidad la frágil tela. Fue un corte suave,
sensual, ante sus sensibles sentidos. El corte acerado del cuchillo se situó
entre sus senos y percibe, que el sujetador de encaje negro se parte en dos. Un
gemido ahogado se escapa entre sus labios.
Él,
besa sus labios con dulzura. Después, en una caricia sensual recorre el cuello,
los hombros, los pechos, el vientre… Mientras, el cuchillo se desliza hacia el
costado de la mujer.
Le
quita la ajustada falda vaquera. Las manos del hombre dibujan un masaje a modo
de caricia sobre la piel desnuda. El deseo, hace que la respiración de la mujer
se agite y su pecho suba y baje, sacudido por una ráfaga de calor.
Sujetó
de nuevo el cuchillo entre los dedos y de un corte limpio segó en dos, la
prenda intima, que cubría sus caderas.
Se
mostró frágil ante él. Un cuerpo desnudo de piernas largas, caderas anchas,
cintura estrecha y piel morena.., un cuerpo confiado.
El
cuchillo recorre de manera lenta cada centímetro de aquella piel de seda. Ella,
siente descargas a modo de espasmos de placer enmascarados con el miedo. Con
sus ojos sin capacidad de ver, percibe como la punta de la hoja de acero llega
a su cuello y casi se incrusta en su piel.
El
pecho sigue su alocado baile, agitándose a un rimo de vértigo. Escucha
el
sonido seco, al depositarse el cuchillo de nuevo sobre la mesilla de
noche mientras siente como él, la besa con ternura los labios…
Escucha
la puerta de la habitación cerrarse y luego.., el silencio.
Silencio.
Nadie se mueve. Nadie más que ella en aquella habitación.
Silencio..,
y ella amarrada a una cama con los ojos vendados.
Silencio.
Tiene miedo. Recuerda sus palabras… “ten confianza. Siente”
Intenta
soltar una mano y no es difícil. Después la otra. Se quita el pañuelo de los
ojos…
Hoy..,
como cada día, mira aquel cuchillo. Lo guarda en un lugar privilegiado del salón
de su hogar. No deja que nadie lo toque, ni tan siquiera su marido. Al mirar sus
cachas de plata, recuerda aquel momento, aquella vivencia. Revive aquellos
instantes sin igual. El momento en el que sintió las sensaciones más fuertes
de su vida, por confiar en alguien… En un desconocido.
A NINGUNA PARTE
Raúl se mojó el pelo con las manos. Puso jabón lentamente y se afeitó.
Con un gesto mecánico se echó agua fria sobre la cara.
Quiso pensar que se sentía mejor.
Volvió a mirar al hombre del espejo, éste le dijo
Hoy te has levantado de la cama, al ir
caminando hacia el baño has notado un dolor intenso en el costado.
Seguiste tu camino y al mirarte al espejo viste las contusiones en tu
cara. Un ojo morado y casi cerrado por el hinchazón, un surco de sangre
seca en tu mejilla. El dolor del costado volvió con fuerza y al levantar
el pijama, la marca de la patada estaba ahí para recordarte la paliza
que sufriste anoche. Dos lágrimas recorren tu cara, no son por el
dolor, tampoco por la imagen que ves en el espejo. Tus lágrimas son
fruto de la impotencia, de la soledad. Aún no te explicas por qué ha
llegado esta tercera paliza. Crees que has hecho todo bien, pero él cada
día se enfada más.
Su paso era lento,
mientras avanzaba con la cabeza agachada hacia ninguna parte. Su pelo
enmarañado y sucio. Portaba barba de varias semanas. Sus ropajes le
ayudaban a soportar el calor del día y el duro frio de la noche. Se paró
unos instantes ante la cristalera de la confitería. Admiró el chocolate
que cubría aquellos trozos de momentos exquisitos, que no estaban
hechos para él. Sintió que su boca reseca acostumbrada al vino rancio y
tabaco, se llenaba de agua. Su último bocado había sido en la mañana, un
trozo de pan duro, que había reservado de la cena del día anterior en
el albergue. Llevó sus manos temblorosas a los bolsillos en busca de
unas monedas que sabía inexistentes. Con acostumbrada resignación se
encogió de hombros y girando su cuerpo se sentó en la acera con la
espalada apoyada contra la pared.
La gente pasaba de prisa
ante sus pies. Unos hablaban. Otros miraban de reojo hacia su persona
con desconfianza. Algunos le escrutaban con una mirada fugaz y con gesto
de incomodidad aceleraban el paso. Su mirada cayó al suelo con un gesto
abatido, mientras con una de sus manos mecía el ensortijado pelo. En
ese instante escuchó una voz infantil que dijo
- Mamá dame un Euro.
Al levantar sus apagados
ojos verdes, se encontró con la mirada cálida y sincera de una niña.
Ésta le regaló una sonrisa natural y fresca y con un suave gesto
depositó una moneda en su mano. Él la miró agradecido, mientras escuchó
la niña preguntar a su madre mientras se alejaba
- ¿Cómo se llamará?
- ¿Qué importa, es un mendigo? – musitó la madre en voz baja
Con un gesto mecánico, el
mendigo miró los pasteles, para a continuación mirar con tristeza hacia
los pasos de la niña y dijo en mudas palabras
- Me llamo Javier.
Si.., soy mendigo, pero no de dinero sino de cariño. Soy mendigo de un
gesto que me haga sentir un ser humano como los demás. Mendigo de una
mirada cómplice. Mendigo de un cariño, que me quite el frio de la
soledad, que me haga sentir que soy importante para alguien – Con sus dedos acarició la moneda y casi sin despejar los labios se escuchó decir
- Me llamo Javier.., y soy un Ser humano que siente y padece la soledad de estar rodeado de gente.
Mientras sus emociones se
disparaban ante esas palabras, miraba a la niña alejarse. Una niña que
podría tener la edad de su hija, si ésta y su madre no hubieran muerto
en aquel fatal accidente de tráfico, por él conducir con prisas. Prisas
por llegar a ninguna parte…
JP.Torga
JP.Torga
La lluvia golpea contra la ventana.
El despertador implacable suena una mañana más.
Raúl se meció el pelo con las manos. Con gesto ruidoso habrió los brazos y se rascó la barriga mientras bosteza.
Arrastró su cuerpo dentro de las zapatillas, hasta el cuarto de baño.
Apoyando las manos sobre el lavabo, con pereza miró al hombre que había en el espejo.
Se sintió extraño al verlo...
Barba desarreglada. Pelo revuelto. Ojos hinchados. Arrugas en los ojos.
El despertador implacable suena una mañana más.
Raúl se meció el pelo con las manos. Con gesto ruidoso habrió los brazos y se rascó la barriga mientras bosteza.
Arrastró su cuerpo dentro de las zapatillas, hasta el cuarto de baño.
Apoyando las manos sobre el lavabo, con pereza miró al hombre que había en el espejo.
Se sintió extraño al verlo...
Barba desarreglada. Pelo revuelto. Ojos hinchados. Arrugas en los ojos.
- ¿Quien eres? – preguntó
El hombre del espejo le miró con atención, pero no le contestó.
Raúl, se quedó mirando.
- ¿Sabes qué ha sido de mi vida?
Su semblante se torna triste y vuelve a preguntar
- ¿Por qué los demás me ven diferente a como realmente soy?
- ¿Sabes? Me siento cansado
Miró en profundidad el espejo, esperando una respuesta que no llegó
- Quiero vivir, sentirme vivo – dijo de nuevo en silencio.
Su semblante se torna triste y vuelve a preguntar
- ¿Por qué los demás me ven diferente a como realmente soy?
- ¿Sabes? Me siento cansado
Miró en profundidad el espejo, esperando una respuesta que no llegó
- Quiero vivir, sentirme vivo – dijo de nuevo en silencio.
Pasó la mano por delante de los ojos, quitando un velo invisible, para a continuación volver a ver el hombre del espejo.
- ¿Qué miras? ¿Te crees mejor que yo?
Apoyando de nuevo las manos sobre el lavabo siguió preguntando.
- ¿Qué esperas de mí? – y miró con tristeza- ¿Qué tengo que hacer, para sentirme bien?
El hombre del espejo, indiferente, no respondió.
- Dime algo. Ayúdame – imploró- Estoy cansado. Todos quieren algo de mí y yo no tengo fuerzas para entregar nada.
El hombre le miró y levantando las cejas suspiró.
Raúl se mojó el pelo con las manos. Puso jabón lentamente y se afeitó.
Con un gesto mecánico se echó agua fria sobre la cara.
Quiso pensar que se sentía mejor.
Volvió a mirar al hombre del espejo, éste le dijo
- No
pienses tanto. Solo haz lo que debes hacer. Sabes que eres un Ser
insignificante, como cualquier otro. Uno mas, que pasa por la vida, sin
pena ni gloria. Tu única misión es nacer, reproducirte y morir. No
aspires a mas. Si intentas algo distinto, solo conseguirás sufrir.
El hombre del espejo hizo un silencio
- Ahora vete. No pienses. Eres solo una ínfima parte de un engranaje. De una maquinaria. Cuando tú faltes, tu lugar será ocupado por otro. Vete – le ordenó autoritario.
El hombre del espejo hizo un silencio
- Ahora vete. No pienses. Eres solo una ínfima parte de un engranaje. De una maquinaria. Cuando tú faltes, tu lugar será ocupado por otro. Vete – le ordenó autoritario.
Raúl se vistió en silencio. Con gesto
cansado, recogió sobre la mesa de la cocina un bocadillo. Un bocadillo
más, que significaba que aun seguía vivo. Cerró la puerta en silencio.
Se ajustó al cuello su prenda de abrigo, mientras en la calle la
lluvia golpea contra la ventana…
JP.Torga
Teresa, amiga mía…
Cuando erais novios no te dejaba ponerte
falda, no quería que te maquillases, no podías hablar con amigos… Y tú
creíste que eso era lo normal y accediste. Te pusiste siempre
pantalones, tu cara salía a la calle siempre limpia e inmaculada de
cualquier cosa que realzase tu belleza, no fuera a suceder que a él no
le gustase. Dejaste de hablar con tus amigos y amigas del colegio. “No importa –pensabas- le tengo a él y deseo que esté tranquilo”
Fue pasando el tiempo, decidisteis casaros. Al principio todo pareció
ir bien, aunque para él nunca supiste tener la casa arreglada a su
gusto. Quisiste trabajar y se opuso, te dijo que tenías bastante con
realizar el trabajo del hogar ya que no servias para otra cosa y tú le
creíste. Los días y los meses fueron cuajando en tu vida, ya no ibas a
ver a tus padres, ya que a Víctor nunca le gustaron. Incluso tu hermana
tenía mil y un defectos, y no era bueno que fueras a verla o visitarla,
no era una buena influencia. Ni pensar que por tu casa pasase alguna
amistad, él siempre ha disfrutado de sus amistades lejos del hogar.
Un día ocurrió, no sabes cómo, pero no
se te olvidará cuándo. Siempre recordarás que llevabas un tiempo, donde
el malhumor de Víctor era una compañía diaria. No paraba de recordarte
lo mal que hacías todo y además lo poco atractiva que estabas, aunque él
seguía sin dejarte ir a la peluquería. Aquel día, él estaba más
enfadado que nunca, se quejaba del trabajo, le pareció que la casa
estaba sucia, que la comida no sabía a nada… Y tú te quedaste quieta en
el centro de la cocina. Te empujo. Le miraste a los ojos con súplica,
pero solo hallaste dolor. El bofetón cayó como un rayo sobre tu cara. Te
fuiste a la habitación y lloraste con amargura. Aquella noche apenas
dormiste, Víctor estaba a tu lado en la cama y dormía relajado. Pensaste
en las cosas que él decía que hacías mal y llegaste a la conclusión; “me merezco lo sucedido, no soy lo bastante buena para él”.
A la mañana siguiente tu marido se fue a
trabajar a su consulta, no llegó hasta la tarde. Cuando vino, te trajo
un ramo de flores. Te dijo cuanto te quería. Tu pecho se agitó de
alegría, le abrazaste. Te había “perdonado” y quisiste regalarle
la mejor cena que eras capaz de cocinar. Charlasteis del trabajo, de la
carestía de la vida, de los vecinos… Todo era perfecto.
Aunque al pasar dos semanas todo volvió a
su lugar. Por mas que intentabas que te viera bella, el solo te
recordaba que no servias para nada y, que te estabas quedando
extremadamente delgada y que no le apetecía mirarte. La inseguridad
carcomía tu estómago en forma de nervios. Él no era capaz de ver que tú
vivías por y para su bienestar. Casi sin saber cómo, llegó la segunda
paliza y se repitió el ciclo… Flores, cariño a raudales en los primeros
días. Te llevó al cine, incluso fuisteis a bailar, aunque tú sabes que a
Víctor no le gusta que bailes, para que otros hombres no te miren. Y
tú, cómplice, no te moverás al son de la música, para que él se sienta
bien.
Ahora, después de esta tercera paliza,
tu cabeza es un hervidero de preguntas sin respuesta. En estos dos años
has cedido, le has obedecido, te plegaste a todas y cada una de sus
exigencias, te callaste incluso cuando tenías razón, has evitado
cualquier acto que a él le disguste.., y NUNCA es suficiente. Te sientes
desamparada y sola. Solo deseas que te quiera y respete, pero eso nunca
llega. Te ves a ti misma huyendo sin ir a ninguna parte. Vas dentro de
un túnel sin luz a toda velocidad, sientes que has perdido todo el
control sobre ti y tu vida.
Mientras Teresa está en el baño, Víctor
desayuna con calma. Tiene una doble sensación. Por un lado, no le gusta
lo que ha ocurrido anoche. Pero, qué caramba, cuando chantajea a su
mujer, cuando la amenaza, la coacciona, cuando la agrede.., le queda
una sensación de bienestar, de poder extraordinaria. Cuando con todas
las acciones anteriores la somete y ridiculiza, él se siente un Ser
superior, es el centro de la Creación, se siente como un líder
indiscutido e indiscutible. A veces esa crueldad, conlleva un grado de
venganza. Venganza hacia todo y contra nada.
En ese instante sintió a Teresa llorar en el baño, y se dijo “hoy le compraré flores y la llevaré al cine...”
EL BAUTIZO DE LA OLA
Alguien
les había dicho, que el amor era para adolescentes. En algún lugar
habían escuchado que eso de enamorarse era cuestión de química. Hasta
que aquel día llegaron a aquella playa. El Sol se asomaba entre las
nubes con disimulo. El viento mecía de forma agradable sus cabellos.
Casi sin pretenderlo sus manos se juntaron, mientras paseaban por la
arena. Con aquel gesto sellaron un contrato no escrito de complicidad.
Un ligero hormigueo recorrió al unisono su pecho. Hablaban de cosas
banales, que para ellos eran importantes. Se comunicaban con la mirada,
con el roce de sus manos. Los dos usaban el lenguaje del silencio para
regalarle al otro palabras sinceras. Las gaviotas danzaban a su
alrededor cantando desde sus picos afilados. El mar quiso bautizar su
unión con una ola que regó sus zapatos. Aquel gesto del agua les hizo
reír como niños rompiendo el miedo a lo desconocido. Luego vino una
caricia, mas tarde un beso, a continuación un abrazo... El mundo se paró
sobre la arena, el vello de su piel se erizaba con cada gesto de
ternura que se entregaban a la sombra de las nubes. Para ellos, aquel
era su momento. Era el instante que habían deseado vivir durante mucho
tiempo. Era un obsequio de la vida, el regalo de un día de otoño, que
les indicaba que en su vida quedaban muchas páginas por
escribir. Cuando, cada uno de ellos aquel día se fue a la cama, algo más
les unía, la ilusión de sentirse jóvenes...
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