Sam Parnia, también médico, ha trabajado en las salas de emergencia de más de 25 hospitales en Europa y en Estados Unidos, lo que le ha permitido investigar la conciencia inmediatamente después de la muerte. El resultado, su libro Erasing Death (Borrar la muerte).
Y así podríamos seguir contando hasta llegar a los 25 millones de casos de personas que, según el cardiólogo holandés Pim van Lommel, han pasado por una ECM en los últimos 50 años, como deja claro en su obra Consciencia más allá de la vida.
Entre ellos, el de la doctora Mary C. Neal, una cirujana ortopedista que sufrió un accidente en kayak del que fue declarada clínicamente muerta. En su libro Ida y vuelta al cielo, describe su breve visita al paraíso y la sabiduría que le sobrevino con la experiencia de su muerte.
La palabra de estos médicos e investigadores que publican a tutiplén sus vivencias y teorías, aun a riesgo de jugarse su prestigio, ha servido de punta de lanza para esta vigorosa corriente en torno a la muerte. “Hasta ahora habíamos escuchado las opiniones de científicos y médicos sin haber estudiado realmente las experiencias cercanas a la muerte y ridiculizando a aquellos que las han vivido, o empleando teorías demasiado reduccionistas”, cuenta José Miguel Gaona, quien, igual que sus colegas, ha plasmado en su libro Al otro lado del túnel su particular visión sobre el umbral de la vida.
Y aunque solo sea para expresar escepticismo, los científicos más incrédulos también avivan este fenómeno. El catedrático de Neurobiología holandés Dick Swaab, por ejemplo, achaca la visión del túnel a la falta de riego sanguíneo en el globo ocular. Tanto es así que las publicaciones científicas de todo el mundo le están dedicando espacios muy generosos a este asunto. La revelación con todo tipo de pormenores de Eben Alexander acerca de la existencia del cielo es una de las que ha provocado mayores reacciones en los diarios más importantes del mundo y miles de comentarios en las redes sociales.
La revista Newsweek le dedicó una de sus portadas.
Según la consultora Global Industry Analyst, el negocio de la inmortalidad mueve unos 60.000 millones de euros al año
¿Qué utilidad tiene todo este bullicio? “El intento de comprensión lleva de algún modo a asumir el proceso de la muerte y saber vivir sin la angustia de que un día nos llegará.” Así piensa la periodista Isabel Roba, impulsora y coordinadora de una tertulia sobre la muerte que se celebra en la cafetería madrileña La LiVrería el primer lunes de cada mes. Es la prueba palpable de que el furor por la muerte y lo trascendente ha calado en España. Los cafés de la muerte surgieron en Londres en 2011, y hoy ya se celebran en cualquier país del mundo, con una agenda que supera los 900 eventos.
Estas veladas convocan a personas de cualquier edad y condición con dos únicos requisitos: el respeto y la confidencialidad de lo que allí se dice. ¿Y qué se cuenta en ellas? “No son terapéuticas”, advierte Roba. “Nadie viene a buscar consuelo por la pérdida de un ser querido. El tono es filosófico, cultural y sociológico. Se habla, por ejemplo, sobre el significado de la vida y de esa necesidad de ver el final como un acontecimiento más amable y menos estremecedor. O del epitafio que llevará inscrito tu lápida.”
El pionero de los cafés de la muerte –por cierto, ya tienen marca registrada en Londres– es Jon Underwood, quien se inspiró en las discusiones abiertas sobre la muerte del sociólogo suizo Bernard Crettaz.
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Caitlin Dought ofrece consejos para tratar la muerte desde un canal en YouTube. Habla de compromiso con el más allá. |
Dicen que su próxima aspiración es disponer algún día de un espacio permanente, algo así como una cátedra de la muerte.
Y cómo no, ahora que cualquiera puede tomar por fin la palabra en un asunto que parecía exclusivo de los profesionales de la medicina y de las funerarias, el interés por la muerte empieza a sentirse también en los foros virtuales. “La tecnología”, explica López Martínez, “está permitiendo compartir de forma más rápida y masiva estas inquietudes e incógnitas, aunque sean las mismas de siempre”.
Sin duda, el desafío más lúdico es la fiesta de Halloween, que ha hecho del espanto que provoca la muerte un negocio creciente; aunque en este momento lo único que provoca escalofrío, y mucho, son sus cifras. En España, los locales de ocio facturan en una sola noche unos 20 millones de euros, según la asociación de empresarios Noche Madrid, y la venta de disfraces crece en los días previos un 40%, lo que supera incluso al Carnaval. Y no es nada si se compara con los 6.000 millones que mueve la noche del miedo en Estados Unidos: unos 75 dólares por cada estadounidense en dulces, disfraces y decoración.
Hasta Google se engalana con sus atuendos más fúnebres, y las calles y los centros comerciales se abarrotan de calaveras, novias cadáver, esqueletos, fantasmas y vampiros. Para deleite del sector hotelero, su impacto en nuestro país se ha duplicado en los últimos cinco años. Según la Alianza Empresarial por el Turismo y el Ocio Nocturno Pronoche, cada año se convocan unas 5.000 macrofiestas temáticas, 30.000 bares y restaurantes se suman a la celebración y diez millones de personas acuden la noche de Halloween a la llamada de las brujas.
Investigar sobre el más allá
Harto pretexto para celebrar la muerte. Y para investigarla. Como dice José Miguel: “Las redes sociales han puesto de manifiesto que todos aquellos individuos que de manera tímida y aislada no se atrevían a hablar sobre estos temas confluyen en grupos donde intercambian ideas y experiencias”. Scott Simon, locutor de la radio NPR, tuiteó actualizaciones acerca de la agonía de su madre desde su habitación del hospital, a más de un millón de seguidores en Twitter. Algunos opinaron que Simon estaba invadiendo la privacidad de su madre, y otros lo tacharon de egocéntrico, al haberse enfocado más en sí que en la madre en su lecho de muerte. Recientemente, el cantante Alejandro Sanz, puso esta discutida frase en su Twitter: “Se ha ido la jefa”, como despedida de su madre.
Hasta los duelos tienen como escenario Facebook. Uno de los más influyentes en España es el “Proyecto túnel”, donde casi 10.000 personas, de las que aproximadamente un 10% han vivido una experiencia cercana a la muerte, comparten momentos acerca de este tipo de cuestiones.
“En este grupo y otros parecidos”, explica el psiquiatra, “hemos observado el poder terapéutico que para personas que han vivido una experiencia cercana a la muerte y que nunca se lo habían comunicado a nadie supone contactar cómodamente entre ellos y establecer una relación en la que desahogan sus vivencias y dejan de considerarse enfermos mentales o bichos raros”.
Una empresaria de pompas fúnebres y sus consejos finales
En Estados Unidos, la californiana Caitlin Dought ha fundado la Orden de la Buena Muerte, que cuenta con miles de seguidores en YouTube. Desde su particular saloncito de la muerte, esta joven y sexy empresaria de pompas fúnebres responde a preguntas prohibidas; pasando por el nuevo Salón de la muerte (Death salon), en el que ayuda a las personas a vencer fobias. La californiana, de 29 años, se ha convertido en la vanguardista de la aceptación de la muerte, un nuevo movimiento que pide compromiso con el más allá.
Si, como dice José Miguel Gaona, estamos programados para tener ese horror al vacío, a la nada, es lógico que el ser humano intente encontrar el modo de trascender. Ahí tenemos los últimos ardides de la ciencia para postergar la muerte indefinidamente: clonación, modificación genética y otros artificios tecnológicos para reparar los estragos de la edad y para mantener activo el cerebro copiándolo primero vía informática y almacenándolo después.
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Scott Simon, locutor de EEUU, tiene más de 1,2 millones de seguidores. Tuiteó la enfermedad de su madre hasta su fallecimiento. |
El físico Stephen Hawking, uno de los ateos más contumaces después de afirmar una vez más que no se necesita un Dios para poner en marcha el universo, se declara ferviente defensor de esta última posibilidad, la de ganar científicamente a la muerte la batalla por la eternidad. Un futuro que está en la mente de muchos científicos contemporáneos.
Comprar la eternidad
Para el mundo occidental, la muerte es la más firme competidora del éxito y la belleza; y como sea, hay que ganar la guerra. Este es el propósito de Larry Ellison, fundador de Oracle y la quinta persona más rica del mundo. A un hombre que ha podido adquirir hasta una pequeña isla en Hawái y casi todo lo que ella contiene, incluido su cementerio, solo le irrita una cosa: no poder comprar la eternidad. Pero lo va a intentar. De momento, se ha comprometido a pagar 30 millones de euros anuales para luchar, si no contra la muerte, sí al menos contra las enfermedades y disfunciones que limitan la vida útil del organismo. Así se explica que, de acuerdo con la consultora Global Industry Analyst, el negocio de la inmortalidad pueda mover unos 60.000 millones de euros.
En este negocio no podía quedar fuera el omnipresente Google, que se ha embarcado, a través de la compañía Calico, en la búsqueda de un fármaco capaz de prolongar la vida con biotecnología y herramientas digitales.
José Miguel Gaona sigue de cerca otro de los proyectos más ambiciosos en este sentido, el 2045, financiado por el millonario ruso Dymitry Itzkov: “Una serie de robots y avatares nos permitirían alcanzar esa liberación de la consciencia y albergarla en sistemas informáticos cuánticos”. Si todo sale según lo previsto, en 2045 estará listo un avatar holográfico del hombre donde estarán los contenidos de la mente humana.
Fuente:
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