Sabido es que el derecho de huelga fue reconocido por primera vez en 1864, en Inglaterra, y constituye en la actualidad uno de los derechos inalienables del hombre reconocidos por la ONU y gran número de países. Las que han pasado a la historia son la de 1886 en Chicago, por la jornada de ocho horas; la de 1905 en San Petersburgo, de carácter insurreccional; las revolucionarias de 1917 y 1920, en España y Alemania respectivamente; la de 1946 en la General Motors de EE.UU., que duró casi un año, y la de mayo de 1968 en Francia. Pero la primera huelga se remonta al año 1166 A.C.
La situación no fue nada fácil, pero los obreros finalmente lograron
un acuerdo con las autoridades ante quienes reclamaban comida, bebida y
ropa, y que se elevara con urgencia su nota de reclamos ante las
máximas jerarquías del Estado, el Primer Ministro (sustituto en ausencia
del rey) y el propio Faraón. El reporte del escriba comenta:
"...
los trabajadores traspasaron los muros de la necrópolis (se pusieron en
huelga) diciendo: ‘Tenemos hambre, han pasado 18 días de este mes...
hemos venido aquí empujados por el hambre y por la sed; no tenemos
vestidos, ni grasa, ni pescado, ni legumbres. Escriban esto al faraón,
nuestro buen señor y al visir nuestro jefe, que nos den nuestro
sustento!”.
Los
obreros pasaban hambre y los alimentos eran de mala calidad. El límite
de tolerancia de aquellos primitivos trabajadores se había rebasado,
razón por la cuál tomarían una decisión histórica: dejar de trabajar
reclamando el pago de sus haberes. La llamada primera huelga de la
historia comenzaba.
¿Cuándo ocurrió esto? ¿Cómo ocurrió? ¿Cuáles fueron las consecuencias? Y
finalmente, ¿fue una verdadera huelga? ¿Podemos hablar de huelga en
aquellos tiempos lejanos?.
EL LUGAR DE LOS HECHOS Y LOS TRABAJADORES
Vista de los restos del poblado de los trabajadores en Deir el-Medina.
Todos
los obreros, artesanos y escribas encargados de los trabajos en la
tumba del faraón, estaban alojados en la aldea de Deir el-Medina, junto
con sus familias. Esta zona albergaba las viviendas, las capillas y las
tumbas de los propios obreros y fue utilizada desde la dinastía XVIII a
la XX. Se calcula que en las más de setenta casas vivieron unos 120
trabajadores con sus esposas e hijos.
La
cuadrilla de trabajadores se componía con un mínimo de 60 hombres
divididos en dos equipos, cada uno de los cuales contaba con un capataz,
un delegado y uno o varios escribas. Había albañiles, canteros,
pintores, tallistas de relieves y escultores. Todo el trabajo estaba
supervisado por el visir que visitaba la zona en algunas ocasiones o
enviaba un delegado real para inspeccionar los trabajos.
Los
trabajadores eran reclutados de varios poblados y localidades del
territorio egipcio, donde ya desempeñaban alguna función al servicio de
las autoridades. Sabemos que algunos de ellos fueron dueños de tierras y
de servidores y animales, además de tener propiedades fuera de la
población obrera. Los "hombres de la tumba" (como se les llamaba) se
relacionaban, debido a su trabajo, con las personalidades más destacadas
de Egipto e incluso algunos artesanos tuvieron trato directo con el
faraón. Todo parece indicar que estos hombres disfrutaron de un mejor
nivel de vida sus contemporáneos.
Cerca de la aldea se encontraban las tumbas de los obreros y las capillas con los dioses locales.
Durante el reinado de Ramsés II, las tumbas de los artesanos se
convirtieran en un conjunto de obras en las que destaca la tendencia a
la monumentalidad. Consistían en capillas pequeñas coronadas por una
pirámide de reducidas proporciones. Este tipo de sepulcro era típico de
los nobles del Nuevo Imperio, quienes se hacían edificar mastabas con
pirámides en la parte superior, buscando participar de los beneficios
espirituales antes reservados a la realeza.
EL PROBLEMA
Pese
a ser todavía un país rico y poderoso, en el siglo XII a. C. se
anunciaba la decadencia de Egipto. Desde 1198 hasta 1166 a. C. Ramsés
III (XX dinastía) gobernaría un país con crecientes problemas. En las
fronteras del Imperio tuvo que contener dos intentos de invasión libia, y
el ataque de “los pueblos del norte y del mar” proveniente del
Mediterráneo. La corrupción y la mala administración de los recursos
debilitaban la economía del país, ya afectada por las monumentales
tumbas en el Valle de los Reyes que absorbían buena parte del potencial
de trabajo de la población. El excesivo y consecuente crecimiento de la
burocracia estatal así como de una demanda de bienes de consumo que no
podía ser satisfecha, llevaba la situación hasta el límite. Y de hecho,
el reinado y la vida de Ramsés III, terminarían con una conspiración en
su harén, en la que tomarían parte importantes funcionarios políticos.
Al
empezar la inflación en los últimos años de Ramsés III, el sistema de
trabajo se desarticuló como consecuencia de los retrasos del gobierno en
pagar a los obreros. Y como resultado directo de la situación general,
la actividad laboral de los artesanos (dependientes de la administración
central) se multiplicaba sin que sus “salarios” (véase la nota) se adecuaran a las tareas crecientes.
Muchos
ostraca (hallados en Deir el-Medina) contienen largas listas de los
productos que se entregaban regularmente a los obreros. Cada día
recibían pan, cerveza, dátiles y verduras, e incluso agua potable (ya
que los manantiales estaban secos). Algunos alimentos como los higos se
suministraban con menos frecuencia y la carne solo en fiestas
especiales. Asimismo, también se les abastecía de vestidos, calzados,
vasijas y herramientas. El salario de un día del trabajador promedio era
de 10 hogazas de pan y una medida de cerveza; y el de un artesano de
mayor categoría podía llegar a las 500 hogazas de pan, las que tenía
derecho a intercambiar por otros artículos. Los capataces y los escribas
recibían 72 sacos (de unos 76 litros cada uno) de cereales al mes y el
resto de trabajadores 52 sacos.
Pero
aquellas necesarias raciones de comida no llegaban a tiempo, y las que
sí llegaban, de mala calidad, eran manipuladas por el administrador
según se lee en un ostracon:
“...
Comunico a mi señor que estoy trabajando en las tumbas de los príncipes
cuya construcción mi señor me ha encargado. Estoy trabajando bien (...)
No soy en absoluto negligente. Comunico a mi señor que estamos
completamente empobrecidos (...) Se nos ha quitado un saco y medio de
cebada para darnos un saco y medio de basura".
El
hecho fue multicausal: la situación económica general, el crecimiento
de la demanda de bienes de consumo, la corrupción y la mala
administración llevaron a los obreros a declararse en huelga y a ocupar
algunos edificios clave de la administración central.
EL DESARROLLO DE LA HUELGA
Según
se lee en el llamado Papiro de la Huelga del reinado de Ramsés III
(conservado hoy en Turín, Italia) y de varios ostraca encontrados en
Deir el-Medina (guardados en los museos de El Cairo, Berlín y otras
ciudades) la huelga comenzó el día 10 del mes de Peret en el año 29 de
Ramsés III (a la sazón de 62 años de edad; 1166 a.C.) debido al retraso
de una paga "distraída" por el Gobernador de “Tebas Oeste”.
En
el Papiro de la huelga redactado por el escriba Amennajet (que
pertenecía al equipo de trabajadores de la tumba de Ramsés III) se evidencia un conflicto en crecimiento, que pasa de las quejas
iniciales a los reclamos más vehementes por la retención de recursos.
Amennajet escribiría (como en parte citamos al principio):
“Año
29, segundo mes de la segunda estación, día 10. Este día el bando cruzó
los cinco muros de la necrópolis, gritando: ‘¡Tenemos hambre!’ (...) y
se sentaron a espaldas del templo” de Tutmosis III en el límite de los
campos cultivados”.
Al
analizar el asunto más detenidamente, vemos que una vez abandonado el
lugar de trabajo los artesanos egipcios habían marchado en protesta
hacia los templos. Asumir esta actitud implicaba mucho para ellos porque
constituía un verdadero desafío a las autoridades. En uno de los
templos se les entregaron 50 panes (obviamente insuficientes para la
multitud) por lo que al día siguiente entraron por la fuerza en el
templo y paralizaron las actividades del mismo, haciendo los reclamos
que registramos al principio de este artículo.
Así
mismo fue necesaria la intervención de un escriba del equipo quien se
dirigió al templo funerario donde se almacenaba grano exigiendo las
raciones acaparadas por los sacerdotes y los intermediarios(había retensión de bienes) Los tres interventores y sus ayudantes
instaron a los trabajadores a volver al recinto de la necrópolis
haciendo:
“(...) grandes promesas (...): ‘Podrán venir, porque tenemos la promesa del Faraón’ les dijeron.
Pese
a la promesa, los artesanos permanecieron el día entero acampados
detrás del templo y solo al anochecer volvieron a la necrópolis.
El
segundo y el tercer día invadieron el recinto sagrado que rodeaba el
templo funerario de Ramsés II (o Rameseum) provocando la huída de
porteros, policías y contadores, que no se animaron a enfrentar a la
multitud. La ocupación del Rameseum parece haber sido más eficaz que las
medidas anteriores, porque provocó un cambio en la actitud de los
funcionarios. Los huelguistas reclamaban, como se citó:
“(...)
Hemos llegado a este lugar por causa del hambre y de la sed, por la
falta de ropa, de pescado, de hortalizas. Escríbanlo al Faraón, nuestro
buen señor, y escríbanlo al Visir, nuestro superior. ¡Háganlo para que
podamos vivir!”
Esto
llevó a que se les dieran las raciones del mes anterior. Pero
obviamente no dejaron de reclamar las del mes en curso. Reunidos al día
siguiente en la “fortaleza de la necrópolis” (el cuartel de soldados)
obtuvieron la intervención del jefe de policía, Mentumosis, quien les
hizo la promesa de ir con ellos hasta el templo de Tutmosis:
“(...)
Miren, les respondo: suban a sus casas y recojan sus útiles; cierren
sus puertas y traigan a sus esposas e hijos. Yo iré al frente de ustedes
al templo de Tutmes y les permitiré estar allí hasta mañana”.
Las
promesas abundaban, pero el problema continuaba. Los obreros acamparon
en el templo funerario de Tutmosis III, en Medinet Habu, durante todo un
día con su noche reclamando lo adeudado. Finalmente se les
entregaron también las raciones correspondientes al mes. Enviados los
salarios la situación volvió a la calma y los trabajadores se
reintegraron a sus labores. Pero por poco tiempo. Quince días después
volvieron a salir de los muros reclamando ante los interventores de la
necrópolis:
“(...)
No nos iremos. Digan a sus superiores, cuando estén con sus
acompañantes, que ciertamente no hemos cruzado los muros a causa del
hambre solamente, sino que tenemos que hacer una acusación importante
porque ciertamente se están cometiendo crímenes en este lugar del
Faraón”
Los
desórdenes se reiniciaron varias veces ante las reiteradas promesas
incumplidas: se declararon una segunda y una tercera huelgas,
consiguiéndose finalmente en cada caso la paga anhelada. Pero los
disturbios no terminaban, porque las pagas volvían a retrasarse.
En determinado momento el nombramiento de Ta ("Delegado del Equipo en el Lugar de la Verdad" y "Escriba de la Tumba")
como visir del Alto y Bajo Egipto (en su cargo debía velar por la
justicia en todos los dominios) produjo cierta expectativa entre los
trabajadores porque era un hombre (“delegado”) salido de sus filas,
estrechamente relacionado con Deir el-Medina.
Actuando
de común acuerdo pararon sus actividades ante la visita del visir Ta.
Esto dio esperanzas de ver solucionada la situación y de hecho permitió
que los obreros consiguieron la entrega de las raciones completas que se
les adeudaban, pero se les ordenó no volver a declararse en huelga,
bajo pena de ser castigados en caso de desobediencia. Diríamos hoy, se
declaró ilícita la huelga. Ta envió a un oficial con este mensaje para
los interventores de la necrópolis:
“(...)
Cuando haga falta algo, no dejaré de traérselos. Y acerca de lo que me
dicen: ‘¡No te lleves nuestras raciones!’, ¡cómo!, yo soy el Visir, que
da y que no quita (...) Si ocurriese que no hubiera nada en el granero
mismo, les daré lo que pueda encontrar”.
La
amenaza parece haber tenido efecto momentáneamente. Pero una demora en
el suministro de alimentos once días después de la visita de Ta, empujó a
los trabajadores a corear su consigna: ¡tenemos hambre!; ante lo cual el alcalde de Tebas les proporcionó cincuenta sacos de trigo como adelanto de su paga:
“(...) Miren, les daré estos cincuenta sacos de grano para que vivan hasta que el Faraón les dé sus raciones”.
Pero
este cierto respaldo de las autoridades no duraría mucho. Para ahondar
los problemas el visir Ta se ausentaría hacia el Delta con motivo del
“Festival Sed”, lo que llevó a que los pagos volvieron a atrasarse. Y
más tarde Ta parece haber estado envuelto en el complot contra el
envejecido faraón, Ramsés III. Si bien se desconoce el desenlace de este
episodio algunos investigadores observan que a partir de ese momento
comenzaron los robos en las tumbas reales y privadas, como consigna un
papiro en época posterior:
“Año
16, día 22 del tercer mes de la estación de la inundación (...)
Interrogatorio de los hombres que se encontró violando las tumbas del
Occidente de Tebas; acusación contra los cuales había sido formulada por
Pwer’o, alcalde del Occidente de Tebas y Jefe de Policía adscrito a la
gran y noble tumba de millones de años del faraón (...)”.
Es
posible que al no mejorar la situación general de las siguientes
generaciones de trabajadores, bajo los sucesores de Ramsés III, los
artesanos se decidieran a saquear las tumbas y nadie mejor que ellos
para la tarea, porque las habían construido.
EL SIGNIFICADO HISTÓRICO
No
hay duda de que aquella primera huelga sentó un precedente histórico de
enorme importancia en la historia del trabajo y de la organización
obrera. Por primera vez en la historia, los trabajadores conseguían
hacerse oír por medio de la paralización de sus actividades, haciendo
uso de un instrumento empleado innumerables veces sobretodo durante la
era industrial (desde el siglo XIX) Es obvio que Egipto no es una
sociedad industrial ni capitalista, razón por la que no puede sostenerse
la idea de que las huelgas solo pueden surgir en dicha sociedad. Pero,
¿se puede decir que fue una verdadera huelga? ¿Podemos usar el concepto
de huelga para aquella lejana época? ¿No estaremos quizás cayendo en un
anacronismo?.
Actualmente
definimos el término huelga (véase: Diccionario de la Real Academia)
como la cesación colectiva y concertada, voluntaria, de actividades por
parte de un grupo de trabajadores con el fin de imponer la aceptación de
ciertas condiciones a sus patronos. Dicha cesación debe ser concertada y
colectiva para distinguirla de la cesación por otras causas, como el
paro forzoso. La huelga se produce porque las autoridades infringen las
condiciones de trabajo; y las mismas atentan contra los trabajadores.
¿Se cumplen las condiciones de esta definición en el conflicto de los obreros de Ramsés III?
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No hay duda que la cesación de actividades fue concertada y colectiva, ya que intervinieron simultáneamente todos los trabajadores y sus jefes, así como otros voceros.
-
Todos estos reclamaban el pago de los “haberes” atrasados, y los obreros paralizaron sus actividades todas las veces que lo consideraron necesario,
buscando concienciar a las máximas autoridades del Estado sobre la
cuestión: la retensión del pago y la corrupción de los
administradores.
-
Así mismo, más allá de la cuestión material, los trabajadores se quejaron de otras situaciones irregulares, ciertos sacrilegios cometidos en aquel tiempo, sin que sepamos concretamente de qué se trataba.
-
En los hechos, su “plataforma reivindicativa” incluía un nuevo ingrediente usado como arma política: la acusación
dirigida a los interventores de estar engañando nada menos que al
faraón y al visir; y se les amenazaba con denunciarlos ante sus
autoridades.
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En resumen, los trabajadores protestaron contra los manejos irregulares y como metodología, protagonizaron verdaderas sentadas junto a los templos, así como la ocupación de locales, medidas que resultaron efectivas.
La presión y las ocupaciones lograron momentáneamente sus efectos, pero la situación no se corrigió nunca. Si
todas estas características no alcanzan para definir el conflicto de
los trabajadores egipcios con las autoridades como una huelga, entonces
¿qué fue?.
CARACTERÍSTICAS DE LA HUELGA:
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Cesación concertada de actividades
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Reclamos por pagos atrasados
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Reiteración de la medida
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Denuncias de corrupción y sacrilegios
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Plataforma reivindicativa usada como arma política
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Metodología de sentadas y ocupaciones
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Es
cierto que no podemos determinar hasta qué punto los trabajadores
desarrollaron su organización o su conciencia de grupo, debido a la
ausencia de información. Se ha señalado que las razones de la huelga
eran en primer lugar económicas y en segundo plano reclamaciones por las
condiciones de trabajo. Pero también es obvio que hubo coordinación y
acuerdo entre los obreros a lo largo de muchos años, fruto sin duda de
sus reuniones y de la dirección de sus jefes de tareas. No se puede
pasar por alto el hecho que las huelgas continuaron hasta
la desaparición de la aldea de trabajadores, es decir hasta el final de
la XX dinastía (bajo el reinado de Ramsés XI) época en la que se terminó
abandonado el Valle de los Reyes como lugar de enterramiento real (y
esto en buena medida a causa de la crisis del Estado y de las invasiones
libias). De este modo aquella primera huelga sentó un modelo para
Egipto, con efectos a largo plazo en el país.
Fuera
de Egipto, no puede asegurarse si la influencia de la primera huelga se
sintió realmente o no. Por esto no podemos afirmar que la primera
huelga haya influido realmente en conflictos posteriores fuera de
Egipto, y mucho menos a través del tiempo en la época Moderna. Más allá
de su influencia directa o indirecta, o que no haya tenido ninguna,
Egipto es el antecedente más antiguo de la lucha de los obreros por sus
derechos.
Fuente:
http://maloca-mitribuna.blogspot.com.es