En agosto de 1951, las consultas de los médicos de un pequeño pueblo del sur de Francia llamado Pont-Saint-Espirit se llenaron de pacientes con los mismos síntomas: fuertes dolores de cabeza, mareos, náuseas, vómitos, sensación de frío… Todo parecía indicar que se trataba de una intoxicación alimenticia, que se achacó a los productos de una de las dos panaderías del pueblo.
Todo había comenzado cuando el propietario de la panadería Briand notó una extraña decoloración grisácea en la harina que usaba para hacer las baguettes. Como no tenía otro proveedor, continuó amasando y cociendo el pan como cada día. Los habitantes del pueblo consumieron el pan sin percatarse de nada extraño, y ese mismo día comenzaron los síntomas.
A medida que transcurrían las horas, los síntomas se fueron agravando, y los afectados comenzaron a tener alucinaciones y convulsiones, hiperactividad motriz, alucinaciones visuales, ilusiones sensoriales, delirios, euforia, crisis deprimentes, accesos de locura, a gritar y correr descontrolados, se produjo un brote de histerismo violento, e incluso algunos afectados presentaron tendencias suicidas.
Uno de los médicos solicitó ayuda al profesor Gerald de la Facultad de Medicina de Montpellier. A penas unos días después, el número de infectados alcanzaba los 300. Los habitantes de Pont-Saint-Espirit veían cómo animales salvajes les atacaban, cómo su cuerpo ardía en llamas, cómo salían serpientes de sus entrañas… Otros, creyendo que podían volar, saltaron desde las ventanas, e incluso un niño de 11 años trató de estrangular a su madre.
Los infectados fueron atendidos en el centro de salud local y en los hospitales más cercanos. Al finalizar el brote, se reportaron unos 300 infectados, de los cuales entre 5 y 7 perdieron la vida, 4 a causa de las alucinaciones y el resto por paradas cardio-respiratorias. Pero no todos se recuperaron totalmente: entre 50 y 60 personas pasaron el resto de su vida ingresados en los hospitales psiquiátricos de Montpellier, Nîmes, Avignon, Orange y Lyon a causa de las alucinaciones sufridas.
Tras muchas elucubraciones, se llegó a la conclusión de que el culpable de todo era el cornezuelo del centeno, un hongo que ataca a los cereales y cuya ingesta provoca ergotismo, el llamado Baile de San Vito (del cual existen tres variantes: gangrenoso, convulsivo y alucinógeno), aunque a muchos no les convenció esta explicación, pues el brote se había desarrollado únicamente en este pueblo, y no en villas vecinas que consumían harina de la misma procedencia.
¿Qué ocurrió durante aquellos días de agosto en Pont-Saint-Esprit? ¿Qué fue lo que indujo a esa locura momentánea a cientos de personas?
Exterior de la antigua panadería de Briand |
En un principio la confusión fue total y todos tenían alguna teoría para explicar lo sucedido en el pueblo. Primero se acusó al panadero, un antiguo candidato del Rassemblement du peuple français (RPF), protegido de un consejero del general de Gaulle, luego a su ayudante, al agua de las fuentes, a las modernas máquinas de batir, a potencias extranjeras, a la guerra bacteriológica, al diablo, a la Compañía Nacional de Ferrocarriles Franceses, al Papa, a Stalin, a la Iglesia e incluso a las nacionalizaciones. La prensa local, a falta de un diagnóstico claro de la enfermedad, exigía conocer la identidad de la persona o personas responsables del mal. Como respuesta, las autoridades llegaron a ordenar la detención de un molinero de Poitiers, que se encargaba del abastecimiento de la harina empleada en Pont-Saint-Esprit, y fue encarcelado en Nîmes sin tener en cuenta que el pan que se elaboró en la otra panadería del pueblo se hizo con la misma harina y, en cambio, los que lo comieron no sufrieron el contagio.
Todos recordaron en aquella época los brotes de Coreomanía que se sucedieron en el norte de Europa tiempos atrás en los que centenares de personas sufrieron unos extraños contagios a causa del cornezuelo del centeno, y que les hacían bailar hasta caer exhaustos. Según parece, el origen de los ataques alucinatorios de este lugar también fueron causados por este mismo hongo. El ergotismo es una enfermedad que sobreviene como consecuencia de la ingesta de pan —especialmente de centeno— infectado por cornezuelo (Claviceps purpurea), un hongo parásito que ataca a los cereales, y uno de cuyos alcaloides principales es el ácido lisérgico. Fue el Dr. Thullier quien en 1670 relacionó la sintomatología observada con la intoxicación accidental por cornezuelo. Desde entonces, los médicos han distinguido tres formas principales de ergotismo: gangrenoso, convulsivo y alucinógeno. Y éste fue el diagnóstico final que se dio al brote de Pont-Saint-Esprit, dando el caso médico por zanjado, pese a que a muchos no les convenció demasiado esta idea mientras se preguntaban el porqué el brote había sido tan localizado y no había afectado a los pueblos de los alrededores, consumidores de harina de la misma procedencia.
Albert Hofmann, descubridor del LSD |
Albert Hofmann, descubridor o “inventor” del LSD en 1938, que acudió al pueblo en un intento de dar explicación para el repentino ataque de locura.
Pasaron los años y el tema fue quedando en el olvido, esporádicamente algún investigador lo rescataba para exponer sus propias hipótesis como la de R. L. Bouchet que aventuró la posibilidad de que la intoxicación fuera provocada por la presencia de metilo de mercurio, un agente fungicida actualmente prohibido pero empleado en el cultivo de los cereales durante los años 50. Otra hipótesis fue la de C. Moreau que apuntó a que el causante de la enfermedad fue elAspergillus fumigatus, un moho que afecta a los cereales.
Pero los episodios epidémicos de Pont-Saint-Esprit vuelven a los titulares en la actualidad por otra hipótesis bastante más alarmante y atrevida. Una hipótesis que acusa directamente a la CIA como causante de la infección.
En 2009, un periodista estadounidense llamado Hank Albarelli publicó un libro en el que recoge los resultados de su investigación sobre experimentos secretos de la CIA durante la Guerra Fría, y asegura que el pan de Pont-Saint-Espirit contenía ácido lisérgico, conocido como LSD, cuyos efectos estaban siendo analizados por la CIA en ese momento. Supuestamente, la CIA había tratado de esparcir el LSD desde el aire, pero al no funcionar, fue añadido a la harina del pan, sin que el gobierno francés tuviese la más mínima idea.
Según parece, los laboratorios Sandoz de Suiza habrían sido los suministradores de LSD a la CIA. Los experimentos con alucinógenos tenían como fin el control mental de la población y habrían estado dirigidos por la División de Operaciones Especiales de Alto Secreto del Ejército de los EE.UU en Fort Detrick, Maryland. En un principio estaba programado realizar el experimento en el metro de Nueva York, pero las incertidumbres y los miedos de que tal afrenta al pueblo americano saliera a la luz hicieron que cambiaran los planes. Por eso se eligió un pequeño pueblo de la Provenza francesa al que nadie prestaría demasiada atención y donde, precisamente, acudiría Albert Hofmann, inventor del LSD, para “prestar ayuda” y, ya de paso, realizar el informe sobre los efectos en la población del experimento.
Pocos años después comenzaron en Estados Unidos los experimentos controlados con voluntarios para ver los efectos de las drogas psicoactivas, especialmente el LSD, psilocibina, mescalina, la cocaína, la alfa-metiltriptamina y N-dimetiltriptamina.
Albarelli dijo que la verdadera “pistola humeante” era un documento que la Casa Blanca envió a los miembros de la Comisión Rockefeller creada en 1975 para investigar abusos de la CIA. Contenía los nombres de un número de ciudadanos franceses que habían sido secretamente contratados por la CIA y hacía referencia directa al “incidente de Pont-Saint-Esprit.” En su afán por investigar al LSD como un arma ofensiva, Albarelli denunció además que el Ejército de los Estados Unidos drogó a más de 5.700 militares estadounidenses que no fueron voluntarios entre 1953 y 1965.
En el libro titulado “Un error terrible: El asesinato de Frank Olson y experimentos secretos la CIA durante la Guerra Fría”, Albarelli no se muerde la lengua y asegura sin tapujos que la SOD (Departamento Especial de Operaciones) y la CIA (Agencia Central de Inteligencia), realizaron en este pequeño pueblo un experimento biológico y que lo hicieron ante las narices de los servicios secretos franceses.
Parece ser que el libro está muy bien documentado y que Albarelli habría recopilado información confidencial que apuntaría claramente hacia este hecho. Tal es así que el gobierno francés, tras la publicación del libro, ha exigido explicaciones al gobierno de los EE.UU.
Según parece, los laboratorios Sandoz en Suiza habrían sido los suministradores de LSD tanto del Ejército como de la CIA. Los experimentos con alucinógenos tenían como fin el control mental de la población y habrían estado dirigidos por la División de Operaciones Especiales de Alto Secreto del Ejército de los EE.UU en Fort Detrick, Maryland. En un principio estaba programado realizar el experimento en el metro de Nueva York, pero las incertidumbres y los miedos de que tal afrenta al pueblo americano saliera a la luz hicieron que cambiaran los planes. Cuanto más lejos mejor y ¿Por qué no? Un pequeño pueblo de la Provenza francesa al que nadie prestaría demasiada atención y donde, precisamente, acudiría Albert Hofmann para, supuestamente, prestar ayuda y, ya de paso, realizar el informe sobre los efectos en la población del experimento.
A priori puede parecer una acusación bastante arriesgada, pero las fechas cuadran bastante bien. Pocos años después comienzan en EE.UU los experimentos controlados con voluntarios para ver los efectos de las drogas psicoactivas, especialmente el LSD, psilocibina, mescalina, la cocaína, la alfa-metiltriptamina y N-dimetiltriptamina. Todos recordaréis sin duda la famosa novela y película “Alguien voló sobre el nido del cuco“, que se inspiró precisamente en estos experimentos.
Albarelli dijo que la verdadera “pistola humeante” era un documento que la Casa Blanca envió a los miembros de la Comisión Rockefeller creada en 1975 para investigar abusos de la CIA. Contenía los nombres de un número de ciudadanos franceses que habían sido secretamente contratados por la CIA y hacía referencia directa al “incidente de Pont-Saint-Esprit.” En su afán por investigar al LSD como un arma ofensiva, Albarelli denunció además que el Ejército de los EE.UU drogó a más de 5.700 militares estadounidenses que no fueron voluntarios entre 1953 y 1965.
Los habitantes de Pont-Saint-Esprit todavía quieren saber por qué se vieron afectados por tales escenas apocalípticas. “En ese momento la gente especuló con la teoría de un experimento destinado a controlar una revuelta popular”, dijo Charles Granjoh, de 71 años.
“Casi estiro la pata”, dijo a la revista francesa Les Inrockuptibles. “Me gustaría saber por qué.”
Fuente:
http://tejiendoelmundo.wordpress.com
http://dunheim.blogspot.com.es
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