Queremos ignorar lo irremediable. Tomamos decisiones, emprendemos caídas
o ascensos fulgurantes que creemos planificados, producto de nuestra
razón, de nuestra sinrazón, de nuestro deseo. Pero las cosas tienen una
vida propia, siguen siempre su curso caprichoso, a pesar de nosotros
mismos. Es como si nuestro destino se fraguase en otro sitio. Nos
afanamos inútilmente en rechazar todas nuestras posibles vidas, creemos
tenerlo todo ya atado o bien atado, pero a veces lo que ni nos atrevemos
a imaginar se nos cae encima y nos arrolla. Lo aceptamos.
Pero el sentido, porque existe un sentido, se nos escapa por completo. (…) Me resisto a creer que todo sea arbitrario. Todo acontecer está regido por una necesidad de equilibrio que se nos escapa.
Pero el sentido, porque existe un sentido, se nos escapa por completo. (…) Me resisto a creer que todo sea arbitrario. Todo acontecer está regido por una necesidad de equilibrio que se nos escapa.
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