La vida es una sucesión de imágenes. Fotograma a fotograma, los ojos de Eugenia
registran cada uno de los detalles a su alrededor, los rostros que
pasan a su lado, los carteles de cine, el tráfico de la calle. Pero la
mayoría se pierden en el pozo del olvido. Eugenia sufrió un daño
cerebral hace dos años que le dificulta generar nuevos recuerdos. Ahora
lleva una cámara al cuello que le ayuda a fijarlos en su memoria, una
pequeña Vicon Revue que toma una fotografía cada pocos segundos y que
será fiel testigo del experimento que estamos a punto de comenzar.
Seis pacientes con problemas para generar nuevos recuerdos participan en
un experimento para mejorar su memoria. Una cámara que toma imágenes
las 24 horas del día les ayuda a recordar hasta un 20% más de
acontecimientos. Es una muestra de cómo las nuevas tecnologías pueden
ayudar a mejorar la vida de muchos pacientes con daño cerebral.
Son las 10 de la mañana, y estamos en la plaza de Callao, en Madrid,
donde Eugenia ha quedado con otros cinco pacientes como ella. El doctor Álvaro Bilbao, neuropsicólogo
del Centro Estatal de Atención al Daño Cerebral, les ha citado aquí
para la tercera y última parte del experimento que dirige desde hace
unos meses. La idea es la siguiente: comprobar si llevar una cámara y
repasar lo que han hecho durante el día les ayuda a largo plazo a
mejorar su capacidad de recordar. "Son seis de los pacientes con amnesia
más severa", nos dice. "Si conseguimos que mejoren su memoria podemos
demostrar que la cámara tiene efectividad".
Una excursión para recordar
La jornada comienza con un paseo por la Gran Vía, y Alonso
se queda un poco rezagado respecto al grupo. Trabajaba como cocinero en
un hotel de Madrid, nos cuenta, pero una infección herpética le provocó
un daño en el hipocampo. Esta región del cerebro es la que ayuda a
fijar los recuerdos; cuando se daña, la vida pasa delante de los ojos
sin que el paciente pueda retener apenas nada. "Cuando me dejan",
confiesa, "sigo cocinando en casa. Es una cosa que no quiero que se me
olvide". La cámara de Alonso también registra todo lo que sucede desde
primera hora. Es como llevar un diario, asegura, que fija cada suceso de
su vida.
La excursión de hoy es parecida a la de las otras dos ocasiones, nos
dirigimos a la Biblioteca Nacional donde visitaremos las instalaciones
durante casi dos horas, después comeremos en un restaurante y
terminaremos el día en una bolera. Mañana, el doctor Bilbao les hará una
serie de preguntas sobre la jornada y comparará los resultados respecto
a las dos primeras jornadas. Aunque algunos llevan la cámara, esta vez
no podrán consultar las imágenes en la noche anterior al test, pues se
trata de comprobar si el uso continuado ha mejorado su capacidad de
recordar sin necesidad de ayuda. Los pacientes están divididos en dos
grupos y solo uno de ellos ha utilizado la cámara en su día a día
durante seis meses. En la primera fase del experimento, la cámara les
ayudó a recordar un 15% más de hechos que cuando no la llevaban.
El proceso por el que la cámara ayuda a fijar los recuerdos de los
pacientes es el mismo que en cada uno de nosotros y se llama
codificación ampliatoria. "Cada vez que queremos codificar la
información", explica Bilbao, "nuestro cerebro realiza un registro. El
mero hecho de anotarlo o volver a ello nos ayuda a recordarlo". Es por
eso que utiliza las nuevas tecnologías, como las agendas, Facebook, o la
cámara que estamos probando ahora, para ayudar a sus pacientes. “Hay una creencia errónea de que las nuevas tecnologías hacen al cerebro más vago”,
insiste, “cuando sucede todo lo contrario: cuando estamos apuntando
algo las estamos codificando de una forma más efectiva y pueden ayudar
mucho a mejorar la memoria”.
Entre el sueño y la realidad
En la Biblioteca Nacional todos atienden interesados a las explicaciones. Manolo toma
notas y nos guiña un ojo, como si estuviera haciendo trampas. Es el más
animado de los seis pacientes, aunque sobrestima sus facultades, según
el doctor Bilbao, y explota al máximo cualquier detalle. "Tuve una
encefalitis y no me acordaba de nada", explica Manolo, "no sabía ni
quién era mi madre, ni quiénes era mis hermanos. Pero si pones un poco
de empeño te irás acordando. Te costará, pero te irás acordando…".
Antonio viene desde Jaén, donde a pesar de su grave
estado sigue despachando legumbre en un pequeño negocio familiar.
"Tareas sencillas como poner 500 gramos de garbanzos", nos explica el
doctor Bilbao, "sí que puede realizarlas, porque no requieren memoria". A
pesar de todo, la situación de estos pacientes es una fuente constante
de sorpresas. Durante la comida, Antonio se cruza con su médico en el
baño y no le reconoce. "Disculpe, señor, es que tengo un daño cerebral y
no tengo memoria. Siento mucho la molestia". El propio neuropsicólogo
está sorprendido, pues a él está habituado a verlo y sí le reconoce. Al
cambiar de contexto, la mente de estos pacientes puede perder la
referencia. Una hora después, en la bolera, Antonio va al baño y al
regresar no sabe dónde está ni qué estaba haciendo, y se dirige a un
camarero en busca de ayuda. "Perdone, tengo un daño cerebral... ¿usted sabe con quién he venido?".
Isabel viene con su marido, Teo, desde Salamanca.
Tuvo un ictus en 2005 y durante un tiempo no podía salir de casa sola
porque se saltaba los semáforos y cruzaba la calle completamente
despistada. Ahora se vale por sí misma para muchas cosas, gracias a los
consejos de su médico. "Tengo una libretilla en la que voy apuntando las
cosas", confiesa divertida, "son chuleticas, ¡como en el cole…!".
Cuando le preguntamos por la cámara nos cuenta que le ha ido muy bien,
aunque ya no la necesita. Un minuto después, el doctor Bilbao nos lleva a
un aparte y nos explica que Isabel es una de las pacientes que nunca ha
llevado la cámara, pero su mente está fabulando. "A Isabel le puedes
preguntar qué tal ayer el abordaje pirata, y te dará detalles", explica
Bilbao. "No recordar cómo es el día a día es muy angustioso, y para
superar esa angustia el cerebro tiende a rellenar los huecos".
Luis es el paciente que más tiempo lleva con el
doctor Bilbao y el primero de este tipo que aprendió a utilizar una
agenda electrónica para sobrevivir en su día a día. "Luis es un caso muy
curioso y muy especial para mí", explica Bilbao. "Tuvo una intoxicación
por monóxido de carbono, lo que le dañó de una manera muy selectiva el
hipocampo y eso le provoca muchas dificultades para recordar cosas que
ha hecho hace cinco minutos". "Con la agenda, me levanto por la mañana,
miro si tengo algo que hacer ese día...", dice Luis. "Y es lo que me da
la certeza de que he estado en el sitio y lo que he comido y demás".
Han pasado veinte minutos desde que salimos de la Biblioteca Nacional
y nos detenemos un instante cerca de la calle Génova, en la plaza de la
Villa de París. ¿Dónde hemos estado?, preguntamos a Luis. "Hemos estado
en un museo, pero no sé cuál", dice. "Puede ser El Prado. Realmente no
me acuerdo". "Lo último que hemos visto no lo sé", contesta Isabel.
"Hemos visto cuadros, premios Nobel...". Lo mismo cuando preguntamos a
Alonso y Eugenia. "Hemos estado comiendo juntos, ¿no?", asegura Alonso,
"Y antes, no lo sé, no te puedo decir si lo he soñado". "Esta mañana
hemos estado… espérate…", suspira Eugenia. Y tarda un rato largo en
volver a hablar. "Ahora mismo no sé decirte".
Los resultados
A la mañana siguiente llega la hora de la verdad. El doctor Bilbao
convoca a los pacientes en su despacho y un ayudante les somete a un
breve test individual con preguntas sobre el día anterior.
¿Dónde nos encontramos? ¿A qué hora? ¿Qué edificios emblemáticos vimos?
¿En qué consistió la actividad de la tarde? Las respuestas muestran la
diferencia de resultados entre quienes han usado la cámara en los seis
meses anteriores y los que no. Luis no la ha utilizado y su puntuación
es de un 2,5. Eugenia, que sí ha convivido con la cámara, ha sacado un
5,25 y recuerda más detalles.
Las respuestas del test siguen siendo una mezcla de hechos pasados y
suposiciones inventadas. Eugenia recuerda dónde quedamos, las calles por
donde paseamos y una breve visita al palacio de Cibeles. Se acuerda
incluso de que estuvimos en Chamartín a última hora, pero cree que fue
para jugar al billar en lugar de a los bolos. "Eugenia es uno de los
ejemplos de que la cámara ayuda a mejorar", explica el doctor Bilbao.
Gracias al experimento ha comenzado a hacer cosas que antes no hacía y
se vale mejor por sí misma. La conclusión global del estudio arroja un
20% de mejora con este sistema, lo que puede parecer poco, pero en estos
pacientes es todo un avance. Y, lo más importante, deja la puerta
abierta a seguir mejorando sus vidas.
Fuente:
http://noticias.lainformacion.com
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