Vuelve canto a mi boca. No abandones los sueños
Y las videncias que prohijaste en mí y en las que ardí
Por una eternidad apenas como alegoría del instante.
No me dejes ahora que los harapos de las visiones
Del verbo son sombras que me acompañan hacia
La luz final que oculta la melodía en la que
Se perdieron mis horas: haz de mí nuevamente
Un fanal de venenos y mieles, y reúne todo lo mortal
En las imágenes que han venido hasta mí
Solo para crucificarme: otórgame tumbas y resurrecciones,
Sarcófagos y soles espectrales para que la soledad
No me devore y abandoname luego a la intemperie,
De aquellos elementos que me elevaron por encima
De aquel que no es más que un rapazuelo, capaz de abrir
Sus ojos para que el Dios en su más pura forma
Crezca como asfódelo entre los pliegos de mi carne.
Ábreme, no me cierres a la osadía de ser la llaga
Del sentido, y deja que las videncias en las que iluminé
El camino del apostata, las islas del Egeo, el cuerpo de Theo,
Los ojos de Theo, en los cuales se ocultan todas las mieles
De la Estigia, sus piernas y su cintura que copian
Los peligros de la aventura de Odiseo sean el postrer
Ejercicio de haber estado aquí sirviéndote, y haz que el
Colibrí beba de mí por última vez, mientras mis ajadas
Manos acarician el cabello del Dios a quien me rindo:
Ámbos mortales, ámbos solo búcaros, que buscan
Morir en el amor para resucitar tal vez convertidos
En lobos ya solamente para servir a la luna.
Pero ahora dame una vez más aquel veneno
Con el cual curé mis heridas para construir imágenes
Que solo hablan el sinsentido de tu loca
Carrera, Oh canto, nocturna estrella de zafiro
En la frente de Theo por un segundo más, por un segundo
En sus tobillos y el empeine de sus pies, por un segundo más
Por un segundo déjame desaparecer en sus límpidos
Ojos, déjame morir en él como la rosa que vive por un segundo
En el cántaro que la aprisiona, poséeme luz una vez más
Para que transfundidos y ya eternos de nuestros cuerpos espectrales
Goteé el aceite de la Eternidad, porque yo te amo- Theo- Eternidad.
- el poema mío que mas quiero entre cientos y cientos - OSCAR PORTELA
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