Esta distinción facial propia de los orientales obedece a una necesidad
adaptativa para proteger el sistema visual del exceso de luz y de los
fuertes destellos - por ejemplo del hielo y de la arena del desierto-
que pueden dañar estructuras tan delicadas como la retina. Es por ello
que la abertura entre párpado superior y el inferior se hace más
estrecha. Popularmente se piensa que el ojo achinado o mongólico, como
es conocido, se debe a que el globo ocular posee forma de almendra, algo
que es totalmente falso. La fisonomía del ojo mongoloide viene en
realidad determinada, además de por la estructura ósea facial, por lo
que los antropólogos llaman la brida mongoloide y el repliegue palpebral
superior. Este último, que se monta en el párpado superior, está
constituido en su parte interna por una bolsita de grasa que hace que el
párpado aparezca hinchado y las pestañas más cortas, aunque la longitud
de éstas es idéntica a la de las otras razas. La brida mongoloide
acentúa aún más la anatomía rasgada del ojo. Se trata de una doblez
cutánea que prolonga hacia dentro el repliegue palpebral para cubrir la
carúncula lacrimal -pequeña prominencia en el lado interior del ojo-, y
desaparece confundiéndose con la piel del rostro.
Fuente:
http://www.curiosidadesdelaciencia.com
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