Juan Ramón Jiménez acabó poniendo en prosa su poema Espacio, escrito en verso.
A este poema en prosa de Oliverio Girondo, el 18 de Espantapájaros,
algunas páginas de internet se empeñan en trocearlo como si fuera
verso. Que nos baste el ejemplo de Juan Ramón Jiménez para reconocer que la poesía va
más allá del verso y de la prosa.
LLorar a lágrima viva
Llorar a lágrima viva. Llorar a
chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los
puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas
del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología,
llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África,
llorando.
Llorar como un cacuy, como un
cocodrilo... si es verdad que los cacuyes y los cocodrilos no dejan nunca de
llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de
alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
Poema citado según la edición del Centro Editor de América Latina, 1987.
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