Primero hablas y luego escribes y aprendes a distinguir el ritmo del
habla cotidiana, en el que circulan los cobres de la vida, y luego te
instalas a buscar el oro de la literatura a fin de crear no la realidad,
ni siquiera una reproducción de la realidad, que sería una realidad
redundante, sino a crear una realidad paralela, que antes no existía.
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