En ocasiones, cuando nos encontramos frente a una cortina de agua de
lluvia con el Sol a nuestra espalda, podemos observar un fenómeno óptico
conocido como arco iris. Pero no solamente en la lluvia, también en la
neblina o en una cascada o, en general, frente a agua lo suficientemente
pulverizada.
Este efecto se debe a que las gotas de agua se comportan como prismas
y descomponen la luz que las atraviesa en todos los colores del
espectro luminoso. ¿Y cómo es eso?
Cuando un rayo de luz topa con un objeto, determinadas longitudes de
onda son absorbidas mientras otras son reflejadas. El color asociado a
aquellas que rebotan es el que nuestros ojos perciben y por ello decimos
que el objeto en cuestión es de determinado color. Ahora bien, cuando
el objeto con el que la luz topa no es sólido o bien siéndolo no opone
resistencia o pone poca al paso de la luz (objetos transparentes o
translúcidos) la luz los atraviesa. Pero este cambio en el medio de
propagación provoca un cambio en su velocidad, lo que se nos muestra
como un cambio de dirección de aquellos rayos de luz que inciden
oblicuamente.
La siguiente imagen aclarará lo dicho.
El rayo de luz incide oblicuamente sobre la superficie del agua y, al
atravesarla sufre la refracción que se concreta en un cambio del ángulo
con respecto a la perpendicular. Pero cada una de las diferentes
longitudes de onda que componen la luz blanca se ve refractada de
diferente manera porque la velocidad de propagación es diferente para
cada una de ellas. Esto se traduce en diferentes ángulos de refracción
para cada una en un fenómeno que se conoce como dispersión de la luz,
mostrando a nuestros ojos el espectro de luz visible del rojo al
violeta, cuando el rayo ya ha atravesado el medio líquido (en este caso
la gota de agua) que se ha comportado como un prisma.
También, casi sin pretenderlo, hemos dado respuesta a la cuestión de
ordenación de los colores, y ya sabemos por qué el rojo se encuentra en
el extemo superior y el violeta en el inferior: el rojo tiene la
longitud de onda más larga y el violeta la más corta.
Pero no siempre que llueve vemos el arco iris. ¿Cuándo lo vemos y cuando no?
En la imagen de la izquierda se puede ver la luz del Sol
incidiendo oblicuamente sobre la superficie de la gota y refractándose
al cambiar de medio de propagación. Después se refleja en el fondo
cóncavo de la parte posterior de la gota y vuelve a refractarse al salir
de ella.Por supuesto que no toda la luz se refracta o se refleja.
Cuando el rayo de luz topa con la gota se refracta, pero otra parte se
refleja. Cuando se refleja en la pared posterior de la gota una parte de
luz se refracta al pasar al aire, Y en la última refracción también se
produce reflexión. Ocurre que ahora no las tenemos en cuenta para
simplificar y que el ejemplo se comprenda mejor. Al igual que tratamos
la gota de agua como un círculo cuando en realidad es una esfera.Ahora
bien, ya sabemos que la cortina de agua debe estar frente a nosotros (y
alrededor según el caso, pero cuenta la parte que tenemos enfrente que
es donde se mostrará el arco iris) y que el sol debe estar a nuestra
espalda y por encima de nosotros. Pero el arco no ocupa todo el cielo y
tampoco lo hace siempre. Todas las gotas dispersan el agua, pero
solamente apreciamos el efecto en algunas de ellas. Concretamente
aquellas cuyo rayo refractado forma un ángulo de 40º a 42º teniendo en
cuenta la línea que representa la incidencia de luz solar y la línea
imaginaria que une el rayo refractado con el ojo del observador.
Expliquemos esto un poco mejor.
Una determinada gota de agua refracta la luz y la devuelve al
observador formando un ángulo mayor de 42º o menor de 40º, lo que se
corresponde a una longitud de onda no visible. Resultado: no vemos nada
reflejado.
Una determinada gota de agua refracta luz y la devuelve al observador
formando un ángulo que va de 40º a 42º, lo que se corresponde con el
espectro de luz visible. Resultado: vemos el arco iris.
Esto quiere decir que una gota que refracte la luz solar con un
ángulo de 42º la veremos de color rojo (a ella y a todas aquellas con la
misma característica) y a la que lo haga con un ángulo de 40º la
veremos de color violeta (a ella y a todas aquellas con la misma
característica). O lo que es lo mismo, veremos unas gotas de color rojo,
“unas cuantas gotas más abajo” las veremos de color naranja, “unas
cuantas gotas más abajo” las veremos amarillas… y así hasta completar
los siete colores del arco iris en el espacio de 2º de arco.
¿Y por qué no las vemos dispuestas en línea recta como si se tratase
de un pentagrama, o en forma triangular, o cuadrada, o en forma de
estrella, por poner unos ejemplos?
Pues no, apreciamos el efecto en forma de arco —aunque en realidad es
un círculo que el horizonte no nos permite contemplar en su totalidad—
debido a que la gotas de agua que se nos muestran están dispuestas de
esa manera, es decir, en círculo, Y ese círculo es la base de un cono
con vértice en los ojos del observador y con un eje paralelo a los rayos
del sol que inciden en las gotas, tal como muestra la imagen.
Nota sabionda: En realidad el número de reflexiones
que se producen en el interior de la gota pueden ser más de dos
(dependiendo de por dónde entre la luz) lo que puede dar lugar a la
aparición de dos arcos iris: el primario más fuerte e interior y el
secundario más débil y exterior y con los colores en orden invertido.
Nota sabionda: Como el ángulo para ver el arco iris
siempre es de 40º-42º, cuanto más bajo esté el sol más alto se ve el
arco iris, llegando a convertirse el arco visible en una circunferencia
cuando el sol está sobre el horizonte.
Fuente: www.sabercurioso.es
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