miércoles, 29 de agosto de 2012

Una broma de duendes


Una broma de duendes

Hugo Fernando Conterno


Sabido es que los duendes son grandes bromistas. No son "grandes" por su tamaño, sino por su enorme tendencia natural a divertirse con la seriedad ajena. El trabajo de ellos es de suma importancia para la tierra, son los encargados de tomar las bolitas de energía que están dispersas y llevárselas a las hadas, para que den formas a las flores y hojas de las plantas, y especialmente ellos pueden transformar las bolitas de energía negra que salen de la gente enojada en preciosas perlitas verdes.
Una extraña sociedad secreta, que por el simple hecho de ser nombrada aquí dejó de ser secreta -pero ese es un secreto- formada por hombres muy serios, decidió que nadie debía interferir con sus burbujitas negras. Es que ellos pretendían que todas las burbujitas se conviertan en nubes negras para tapar definitivamente el sol. Como todos se dan cuenta, era un plan muy oscuro y serio.
Esta sociedad, que era secreta, se reunió un día gris y todos sus miembros decidieron que los duendes y sus bromas ya no eran graciosos, y que eran un verdadero peligro para sus oscuros planes, por ello planificaron con mucha prolijidad y cuidado el modo de hacer que los duendes dejaran de transformar sus burbujas oscuras en preciosas perlas verdes, que además daban energía a las hadas que formaban las plantas y llenaba el mundo de color, vida y alegría. Luego de un corto debate en el que discutieron cuestiones de forma y fondo sobre la base de estadísticas acordaron que encarcelarían definitivamente a todos los duendes.
El plan era simple, como los duendes son grandes bromistas y una de sus travesuras preferidas es desacomodar las pipas, los sellos, las corbatas y los paraguas sin estrenar, idearon una trampa con barrotes invisibles que consistía en colocar todos estos elementos ordenados de mayor a menor y por color en degradé. Ante este señuelo los duendes entrarían tentados en desordenar a las trampas. El oscuro plan funcionó a la perfección.


Las trampas se dispusieron en los bosques siguiendo un esquema de triángulos y en todas ellas había una pipa, un sello con muchas letras y un escudo, dos corbatas con los nudos hechos y un paraguas sin estrenar.
Todos los duendes fueron atrapados, puede que el primero no haya percibido la trampa pero lo extraño es que los restantes hacían filas para ingresar, hasta se ordenaban de menor a mayor, y cantaban felices al ingresar, ninguno intentó escapar.
El duende que me contó esta historia asegura que ellos no pudieron resistirse en hacer esa broma, yo estaba confundido, le pregunté qué broma, se rió hasta caerse de la silla.
La otrora sociedad secreta festejó en secreto, tan contentos estaban que se animaron a sonreír, el éxito del oscuro plan estaba asegurado, aunque el más serio de los serios continuaba preocupado, dicen que estaba más serio que de costumbre (afirmación realizada por el contador del grupo que señaló que tenía cinco fruncidas extras en su ceño), hasta con sus solas burbujas negras ya se estaba formando una nubecita sobre su casa. Pero los menos serios de los serios se atrevieron a sonreír infringiendo el artículo 38 del código de su sociedad, hasta algunos se aflojaron los zapatos y estiraban relajados los dedos de los pies, y unos pocos decidieron juntarse a festejar.
Se reunieron en secreto en un salón con un piano, uno de ellos se animó a tocar una melodía fúnebre, pero poco importaba al más despistado del grupo que pese a la triste canción intentó bailar, luego de años sin darle ritmo a su corazón se tropezó, uno se rió, se paró e intentó de nuevo, al quinto intento y entre risas, arrancó el baile, el de corbata marrón se paró y aplaudía feliz. En el acto todos los duendes quedaron libres, es que las trampas funcionaban con energía mental, si los carceleros bailan no hay rejas para nadie, ambos se vuelven libres.
Con tranquilidad los duendes salían de las jaulas, jugando con las pipas a las que le ponían jabón para hacer burbujas, con los sellos sellaban papeles imaginarios que decretaban la libertad, con los paraguas se dejaban llevar por el viento y de las corbatas salían preciosas mariposas de tela.


La antigua sociedad secreta se disolvió sin necesidad de ninguna formalidad, muchos de sus miembros se transformaron en pintores, escultores, narradores, trovadores, fabricantes de juguetes y de abrigos de colores. También otros formaron otra sociedad secreta más secreta que la anterior.
Cuando el duende que me contó la historia terminó su relato comprendí la gran broma de los duendes, no lucharon contra la sociedad ni las trampas, simplemente la disolvieron, de la trampa hicieron una fiesta y hasta las hadas encantadas con la alegría encontraron energía para hacer una primavera entera.
Al llegar a mi casa descubrí todas mis corbatas entre los juguetes de mis hijos, ellos alegaron que fueron los duendes, cuando me reí de su ocurrencia vi cómo la planta casi seca que estaba en una maceta en la ventana de pronto estaba llena de flores, mi risa se volvió carcajada y me caí de la silla.

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