lunes, 16 de julio de 2012

Mar

El mar. La mar.
El mar. !Solo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
 
 
Rafael Alberti - Marinero en tierra 
 
Canción...
  
 
 
Pintura... 
 
 
 
Claude Monet: La terraza de Sainte Adresse  1867. (Nueva York, Metropolitan Museum)
 
 Esta gloriosa pintura presenta un paralelismo claro con la de Diebenkorn
 al presentar el mar (en este caso el Atlántico francés) como humano, 
amigable, incluso como un espacio de recreo más para la sociedad ociosa.
 De nuevo tres planos de tierra, mar y cielo dividen y jerarquizan la 
composición, organizada verticalmente por las dos banderas que ondean 
vivamente por la suave brisa del océano. La pintura tiene un encanto tal
 que nos sentimos inmediatamente tentados a sentarnos en una de las 
sillas vacías a disfrutar de esta plácida tarde de domingo. Frente a 
esta marina amable , digamos también que Monet representó el mar lleno 
de furia y braveza en pinturas como "La Manneporte".
 
 
 
Joseph Mallord William Turner: El valiente Temerarie. 1839 (Londres, National Gallery)
 
 
 Turner es el mejor paisajista de todos los tiempos, y de no habernos 
autoimpuesto la norma de no destacar más de una obra por autor, al menos
 otras dos o tres obras más del inglés (Ulises mofándose de Polifemo, Paz - exequias en el mar.)
 podrían figurar en esta lista. Audaz y técnicamente perfecto, el cuadro
 de Turner es una visión insólita de los protagonistas del mar: en vez 
de mostrar un glorioso navío en su máximo esplendor y plenitud (como 
Fitz Hugh Lane) Turner rinde homenaje al valiente Temeraire 
narrando su último capítulo, su viaje previo al desguace. A destacar que
 la pintura fue escogida como la mejor de Inglaterra en una encuesta 
llevada a cabo por la National Gallery de Londres en el año 2005. 
 
 
Katsushika Hokusai: La Ola. c.1830. Grabado
 
 La pintura y el grabado japonés siempre nos han ofrecido una visión 
diferente, casi mística, de los fenómenos naturales. La ola es aquí 
mucho más que una mera circunstancia oceánica: es un monstruo, un 
gigantesco leviatán que amenaza con sus colmillos a las ágiles y audaces
 barcas que cruzan, flexibles, el mar. La terrible garra del océano es 
tan poderosa que parece ir a devorar incluso al sagrado monte Fuji, que 
se nos presenta al fondo como una víctima más de la demoníaca ola.
 
 
Literatura... 
 

Cuando no hay palabras podemos ver más. Cuando no hay sonido 
podemos escuchar mejor .Este libro apaisado contiene el mar y sus 
movimientos jugando con una niña desafiante y aventurera. 
Con solo unos trazos rápidos en carboncillo y la fuerza del azul en 
acuarelas, tenemos un espléndido libro, donde el movimiento, la alegría 
del juego y los regalos del mar protagonizan este paseo por la playa.   
 

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