sábado, 16 de junio de 2012

Poema 5


Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.

Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
 

                                                 Pablo Neruda

 

 

 

La maja vestida
1797 - 1798
Lienzo. 0,97 x 1,90
Museo del Prado, Madrid.

 

Famosísimas por la leyenda que quiso ver en ellas a la duquesa de Alba, las Majas son, quizá, lo más conocido en la obra de Goya, y sin duda lo que más literatura extraartística ha producido. Paradójicamente, son también las obras de las que se posee menos información documental. Se ha supuesto, por razones técnicas, que se pintaron hacia 1797-1798, pero no es seguro que sean contemporáneas, y en realidad nada se sabe acerca de ellas hasta que aparecen en 1808 en la colección de Godoy, calificadas de "gitanas". Desde 1808 estuvieron en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con los bienes incautados a Godoy, y en 1901 pasaron al Museo del Prado.
Aun cuando el modelo parezca el mismo y la posición y actitud sean idénticas, algo que no es sólo el contraste entre lo vestido y lo desnudo distingue a las dos Majas. La maja vestida está tratada con una técnica más suelta, vibrante y libre: más "goyesca", en realidad, que La maja desnuda.
Mucho menos académica en su acabado, La maja vestida comunica al espectador un hálito de vida y de malicia, que hizo a la escritora Emilia Pardo Bazán calificarla de "más que desnuda", por contraste con su "aporcelanada" compañera. Fragmentos de pura pintura como la chaquetilla amarilla con adornos negros o los volantes de la almohada se cuentan entre los aciertos más rotundos del pincel de su autor.

 

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