¿Qué manos, recogerán las libertades perdidas?,
quizá, las mismas que recogen las estrellas que mueren,
o tal vez, queden ahí para regocijo de algún ángel perverso.
Una lágrima sostengo en el hueco de mi mano,
¿quién podrá responder a mi pregunta?... cuando pregunto,
¿de qué están hechas las lágrimas?, que pesan tanto.
Que gusto a viento tienen las distancias.
Una barriada azul, allí entre las escarchas,
alborotando trinos de primaveras idas por detrás de las lomas,
inquietas de estar solas.
Esperando a aquel niño que se marchó en silencio,
con la boca partida de sabañón y hambre.
Nunca más fue a buscarte, terrón engramillado,
por los huellones hondos de los carros de paso,
embarazados todos de alfalfas y de pastos,
arrastrados por pechos, y el cortado de látigos que
no dejaban marcas... pero anunciaban algo.
Nunca volvió y quién sabe si ha de volver un año,
por detrás de la loma, algo muerto y cansado.
Para arrastrar los soles de sus días gastados,
y beber de las aguas de los ausentes charcos,
y de sus manos vuele, la inocencia de un llanto.
¿De qué están hechas las lágrimas?, que pesan tanto...
Que gusto a vientos, tienen las distancias...
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