domingo, 11 de agosto de 2013

Los Renglones Torcidos de Dios (fragmento),Torcuato Luca de Tena







A la Poesía la juzgo paralela en méritos a la Pintura, aunque un tanto más inútil todavía. ¿Qué quiere decir, o para qué sirve decir:

Mi corazón, como una sierpe

Se ha desprendido de su piel,

Y aquí la miro entre mis dedos

Llena de heridas y de miel?

¡Oh, doctor! Ni el corazón tiene una piel como la de las serpientes que se la cambian cada temporada como las modas de las mujeres, ni los ofidios ni el corazón acostumbran a impregnarse del zumo de las abejas; ni hay hombre que pueda contemplar víscera tan delicada entre las manos: pues si estuviese vivo moriría en el intento; y si muerto, no podría contemplarla. ¡Y sin embargo este poemilla de García Lorca es arte puro!

Queda, por último, la Música. ¿Qué mayor inutilidad que unir unos ruidos con otros ruidos que no expresan directamente nada y que pueden ser interpretados de mil distintas maneras según el estado de ánimo de quien los escuche? ¿A quién alimenta eso? ¿A quién abriga? ¿A quién cobija? ¡A nadie! La Músicaes la más inútil, biológicamente hablando, de todas las Artes y, por ello, por su pavorosa y radical inutilidad, es la más grande de todas ellas; la menos irracional, la más intelectual, la más espiritual, la más humana, en tanto que esto signifique superación de los seres inferiores. Porque lo cierto es que hay quien entiende, ¡equivocadamente, claro está!, por “humano…”.

Alicia se detuvo y se sonrojó:

-¡Ah, doctor, estoy hablando como un ser pedante e insufrible! Discúlpeme. No quiero hablar más.

[…]

-No se interrumpla, señora. Estoy embobado escuchándola.

Animada y halagada por la admiración que despertaba en el doctor, Alice Gould, prosiguió:

-He aquí una palabra, “silencio”, que el hombre ha inventado para expresar una realidad que no ha experimentado jamás, para describir lo que nunca ha conocido: porque todo en él y alrededor de él es un cúmulo de mínimos estruendos. Y la voz que sonó una vez no se pierde para siempre. La vibración de la onda sonora se expande y aleja, pero permanece eternamente. Esta conversación que estamos teniendo, doctor, existirá en el futuro en algún lugar lejano. 

-¿Quiere usted decir que toda palabra es eterna?

-Es una simpleza lo que digo. No hay nada de original en ello, puesto que está probado. La curiosidad insaciable del hombre creó grandes ojos (los telescopios) para ver más allá de lo que la vista alcanza. Ahora ha creado grandes orejas (los radiotelescopios) para captar los ruidos del Universo. Y he leído que aún se oye el sordo clamor de la primera explosión: la que fue origen de la creación del mundo y de la fuga de las galaxias. ¡Antes de esto, sí existía el silencio! ¡Y se acabó! ¡No hablo más! ¡Me ha forzado usted a expresarme ex cáthedra, pedantescamente! Ha conseguido avergonzarme. ¡Me siento muy ridícula!

Quedó mudo el doctor y observó descaradamente –entre compadecido y admirado- a aquella singular mujer, inteligente, sensitiva, fina, atacada de una enfermedad aún sin diagnosticar.







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